Volodímir Zelenski y su controvertida política
La aplastante victoria de Volodímir Zelenski y su partido Siervo del Pueblo (Sluha narodu, SN) dio un vuelco a la política ucraniana en 2019. El mero hecho de que resultara elegido un líder y una fuerza política contrasistémica, similar a los casos de Donald Trump en Estados Unidos, el Movimiento 5 Estrellas en Italia y algunos menos conocidos pero similares en Perú, Madagascar y otros lugares, es revelador y muy importante. Para Ucrania, como democracia patronal, significaba que, al menos formalmente, el poder no había sido asumido por un clan político-económico, sino por algún otro tipo de fuerza política.
Aunque Zelenski llegó al poder con el apoyo de Íhor Kolomoiski —de tal modo que el entonces presidente Poroshenko llegó a llamar a su principal rival “marioneta de Kolomoiski” y propagó ampliamente este mensaje en su ruidosa campaña—, tanto la teoría como la experiencia previa demuestran que tales alianzas no pueden durar mucho tiempo. Un cálculo basado en la lógica sugiere que la posición más favorable para un presidente en una democracia patronal es convertirse en árbitro de los clanes oligárquicos. Tal posición le proporciona un “poder de mercado” mucho más fuerte que en el caso de mantener una estrecha alianza con el oligarca que le haya ayudado a ascender al poder.[1]
Al igual que Kuchma a mediados de la década de 1990, Zelenski pronto se liberó de la supuesta influencia exclusiva de Kolomoiski y más tarde lo trató como uno más entre otros oligarcas. Hay que señalar que Kolomoiski obtuvo efectivamente cierta subfacción informal dentro de la SN, pero parecía ser menos del 10% de toda la facción.[2]
Por otra parte, Andriy Bohdan, primer jefe de gabinete de Zelenski y antiguo abogado de Kolomoiski, a quien la propaganda de Poroshenko presentaba como una especie de regente, fue despedido ya en febrero de 2020, menos de un año después de la toma de posesión. Además, en julio de 2022, Zelenski despojó a su antiguo socio comercial de su ciudadanía ucraniana (aunque de una manera legal un tanto dudosa), y el Estado se incautó (“temporalmente”, durante el periodo de la ley marcial) de los principales activos estratégicos de Kolomoiski, junto con los de varios otros oligarcas de Ucrania.
Sin embargo, para ser eficaz en el papel de árbitro, un presidente debe contar con su propia “familia política adoptiva”, así como con las habilidades pertinentes, dos factores que lleva tiempo desarrollar. Zelenski no estaba en absoluto preparado al asumir el poder, y sólo pudo contar con un puñado de viejos amigos y socios comerciales, lo que sin duda es insuficiente para organizar una “vertical de poder” y controlar eficazmente la política.
Al mismo tiempo, a diferencia de sus predecesores, no tiene ningún conflicto de intereses en relación con el Estado de derecho. En lugar de ello —y esta es la segunda diferencia esencial con respecto a todas las épocas anteriores—, no sólo cuenta con una mayoría parlamentaria favorable al presidente, de la que también disfrutaron de vez en cuando algunos de sus predecesores, sino que ha obtenido una mayoría con su propio partido creado desde cero, de modo que no tiene que negociar con nadie más en absoluto. Esto ha permitido a esta mayoría aprobar leyes en plan “turborégimen”, incluso sin las debidas consultas.
En teoría, esta misma configuración política ha permitido a Zelenski construir contrapesos institucionales, como el sufrido procedimiento de destitución, sin correr los inasequibles riesgos de convertirse en su víctima. Su victoria también ha supuesto para muchos activistas de la sociedad civil un “ascenso social”, que ha proporcionado un suministro de cuadros frescos, capaces y no clientelistas, muy adecuados para ocupar puestos clave en las instituciones de gobierno. Y, por supuesto, la creación del Estado de derecho debería convertirse en la piedra angular de dicho edificio institucional. Para ello, Zelenski, como presidente, podría apoyarse en su enorme capital político reflejado, entre otras cosas, en su mayoría parlamentaria. Esto sería racional, porque de este modo un ambicioso novato político que carezca de los medios necesarios en un sistema patronal podría utilizar en cambio sus ventajas competitivas en una democracia institucionalizada y lograr un gran avance en las reformas antipatronales.
Sin embargo, a estas reformas se oponen duramente al menos tres tipos de fuerzas:
- Beneficiarios inmediatos de la justicia selectiva: la “mafia judicial”, los funcionarios corruptos encargados de hacer cumplir la ley y diversos organismos de control, como la administración tributaria, los organismos de control sanitario y de incendios, etc.
- Beneficiarios indirectos: oligarcas de diversa escala, de los cuales los más poderosos son los enemigos más fuertes (aunque no necesariamente los más acérrimos) del Estado de derecho.
- Fuerzas políticas prorrusas y antioccidentales interesadas en la preservación de prácticas clientelares que son un rasgo común y muy característico de los países del antiguo Imperio ruso/soviético y que constituyen una de las partes más importantes de la cultura común que los une, incluyendo esquemas poco transparentes en los negocios (como los intermediarios en el comercio de gas natural), relaciones informales en política, la influencia informal de ciertas élites, etc. Estas mismas prácticas también hacen que un país sea vulnerable al “híbrido” ruso del control y la agresión, porque son perfectamente comprensibles para los agentes de influencia rusos, y porque las personas a las que llevan al poder son corruptas y, por tanto, pueden ser inducidas a cometer traición, como se ha revelado recientemente en una serie de casos que implican a oficiales de nivel medio y alto del SBU, diputados, “directores rojos” y otros traidores expuestos, y, quizás, no sólo a ellos.
Sin embargo, si se analizan más de cerca, los enfrentamientos con estas fuerzas eran inevitables en cualquier caso para cualquier novato ambicioso que esperara salir adelante y lograr algún resultado valioso durante su presidencia.
A diferencia de todos sus predecesores (con la posible excepción de Yúshchenko), Zelenski ha fracasado previsiblemente en su intento de controlar el poder judicial. Ha logrado establecer un control bastante firme sobre las agencias de la fiscalía y de investigación, así como sobre el servicio secreto, pero con la excepción del Tribunal Superior Anticorrupción independiente y de una parte del Tribunal Supremo, el resto del sistema judicial (incluida otra parte del Tribunal Supremo) parecía estar influido por líderes informales como Andriy Portnov (estrecho aliado de Yanukóvich y presunto agente ruso) y Víktor Medvedchuk (compinche de Putin).
Esto no se resolvió hasta más tarde, cuando ambos líderes informales abandonaron Ucrania. Otra parte de la mafia judicial se ha mantenido relativamente independiente, pero sigue teniendo un profundo interés en impedir la occidentalización institucional por el mero hecho de que significaría el establecimiento del Estado de derecho y la purga de los jueces corruptos del sistema.
Como novato político apoyado condicionalmente por uno de los oligarcas, Zelenski se encontró excesivamente dependiente de los propietarios de los canales de televisión, es decir, de un puñado de grandes oligarcas. La televisión sigue siendo la principal fuente de información para cerca del 75% de los votantes, mientras que, al mismo tiempo, la mayor parte de la audiencia está cubierta por cinco grupos mediáticos propiedad de Kolomoiski, Ajmétov, Pinchuk, Liovochkin/Firtash, y Poroshenko.[3]
Así, los índices de opinión pública de Zelenski —su principal y único capital político— parecían rehenes de la política informativa seguida por los propietarios de los canales, los oligarcas. En lugar de convertirse en su árbitro, el presidente parecía depender de ellos y tenía que luchar por su independencia. Por ejemplo, cuando el gobierno intentó aumentar el impuesto minero sobre el mineral férrico para obtener ingresos extraordinarios en 2021, Ajmétov, que tenía intereses creados en este negocio, puso inmediatamente a sus poderosos canales de televisión en contra de Zelenski y, de hecho, consiguió bajar sus índices de opinión, aunque no mucho.
El conflicto con las fuerzas prorrusas era el más previsible, simplemente, porque ser el líder de una Ucrania independiente y soberana significaba un choque con las ambiciones imperiales rusas. Para Zelenski, la continuación del rumbo orientado hacia la UE y la OTAN era una de sus pocas promesas electorales claramente articuladas, y también parecía reflejar una propia actitud profundamente personal. Sobre todo, a diferencia de Poroshenko, que se centró firmemente en el electorado de habla ucraniana (y en los defensores de la lengua ucraniana) y consideró a los partidos prorrusos como sparrings, Zelenski obtuvo la mayor parte de su apoyo entre los votantes de habla rusa. Así pues, para él los partidos prorrusos eran rivales políticos.
En los casos de enfrentamientos con los oligarcas y la mafia judicial, la aplicación del Estado de derecho sería racional al menos como segunda mejor opción en una situación en la que ninguna de las partes puede ganarlo todo. Además, también es la condición primordial para la adhesión a la UE y a la OTAN. Así pues, Zelenski tiene un interés político personal en que se avance rápidamente con el Estado de derecho. Aun así, se ha mostrado normalmente reacio a hacerlo, al menos hasta ahora, con la única, pero importante excepción del poder judicial, donde se han puesto en marcha cambios institucionales muy prometedores.
El principal obstáculo en el camino de las reformas del Estado de derecho han sido las mismas características personales de Zelenski que le hicieron tan popular entre los votantes ucranianos, poco instruidos y en gran medida paternalistas, en primer lugar. La Figura 1 muestra los resultados de una encuesta de opinión informal realizada por Valeriy Pekar[4] sobre las inclinaciones personales de Zelenski tal y como se percibían en la primera mitad de 2020. A pesar de su falta de representatividad, los resultados parecían muy coherentes internamente y estaban respaldados por numerosas pruebas.
Figura 1. Valores y creencias del presidente Zelenski, según la percepción de los expertos ucranianos (encuesta no representativa de 105 encuestados). Fuente: Pekar, Valores y creencias
Seguro de su propia benevolencia, Zelenski niega las restricciones formales y las trata como impedimentos y no como partes deseadas y necesarias de un sistema democrático. Esto le hace prescindir de los procedimientos, descuidar la subordinación y promulgar decisiones jurídicamente dudosas. Así, es más propenso a recurrir al voluntarismo que a las instituciones y, al igual que Yúshchenko antes que él, cree en el poder de los cambios personales más que en las reformas institucionales.
Sin embargo, los funcionarios burocráticos son nombrados con demasiada frecuencia no en función de sus méritos, sino de su conocimiento personal del presidente y sus confidentes. Por ejemplo, el catedrático de Derecho, Danylo Getmantsev, especialista en derecho fiscal, figuró durante algún tiempo como experto clave en cuestiones económicas para el equipo de Zelenski, y sigue teniendo una enorme influencia, tanto informal como formal, en las políticas económicas de todo tipo como presidente de la Comisión de Finanzas, Fiscalidad y Política Aduanera del Parlamento.
Más recientemente, fue nombrado secretario del Consejo Nacional para la Recuperación de Ucrania de las Consecuencias de la Guerra, a pesar de que sus conocimientos de economía son muy superficiales e, incluso, esta escasa cantidad ha sido derivada en su mayor parte de viejos profesores de estilo soviético. Desde luego, no fue seleccionado por sus credenciales profesionales, sino que fue llevado al equipo por el ahora presidente de la Rada Suprema, Ruslan Stefanchuk, abogado y antiguo miembro del equipo de televisión de la KVN, que se hizo amigo de Zelenski cuando éste estaba en la propia KVN.
Muchos de estos nombramientos han dado lugar a escándalos. Por ejemplo, Sergey Syvokho, otro miembro del KVN de Donetsk, fue nombrado vicepresidente del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa (RNBO), responsable de la reconciliación con la región de Donbas, escindida y ocupada de facto por Rusia. Sus infructuosas acciones fueron consideradas por la sociedad civil como una capitulación ante Rusia y causaron tal indignación, que Zelenski tuvo que deshacerse de él.
De forma similar, Ievgen Metsger, compatriota de Zelenski, fue nombrado presidente del banco estatal Ukreximbank, pero más tarde fue despedido debido a un escándalo por un préstamo muy sospechoso que concedió a una empresa registrada en Donbás, territorio no controlado por el gobierno, y por los impedimentos que impuso a los periodistas que intentaban investigar este asunto. Zelenski también despidió a su amigo de la infancia, Ivan Bakanov, a quien había nombrado jefe adjunto (de hecho, jefe en funciones que poco después se erigió en jefe) del SBU en los primeros días tras asumir el poder. Bakanov fue despedido con el cargo de “incumplimiento de deberes oficiales que causaron víctimas humanas u otras consecuencias graves”.
En general, Zelenski actuó de la forma más sencilla al organizar sus palancas de poder. En lugar de apoyarse en instituciones (todavía débiles), contrató a aquellos de sus amigos que tenían más experiencia en la gestión de relaciones clientelares, comenzando así a construir una vertical de poder informal, al igual que habían hecho todos sus predecesores, pero con un efecto mucho menor.[5] Por mencionar sólo un ejemplo, los jefes de las administraciones estatales de los oblast, que son miembros clave de nivel medio de la vertical de poder, eran sustituidos por término medio cada pocos meses antes de que finalmente se seleccionara a personas más o menos adecuadas y capaces.
Además, al igual que Yúshchenko, Zelenski se ha convertido en rehén de quien ha construido —y, respectivamente, controla— esta vertical de poder. En el momento de escribir estas líneas, esta tarea se ha delegado (tradicionalmente) en el jefe de gabinete, Andriy Yermak. Como casi todos sus predecesores en este cargo, Yermak ejerce un enorme poder informal a pesar de que el órgano gubernamental que dirige no se menciona en la Constitución. Se asemeja al Comité Central del PCUS, que era informalmente la institución más poderosa de la URSS, pero sin ninguna responsabilidad oficial ni obligación de rendir cuentas.
En lo que respecta a las cuestiones relacionadas con el derecho a la libertad de expresión, estos problemas han dado lugar a la elevada (incluso para los estándares ucranianos) influencia informal de la Oficina Presidencial (OP) en todo tipo de políticas, independientemente de la división constitucional de poderes. Una situación agravada, aún más, por los controvertidos nombramientos, como el de Oleh Tatarov, jefe adjunto de la OP, encargado de la aplicación de la ley y las cuestiones judiciales. Así pues, al menos en el momento de escribir estas líneas, no se ha puesto en marcha una “voluntad política” clara y coherente para llevar a cabo auténticas reformas antipatronales. En lugar del habitual conflicto de intereses, Zelenski se ha visto acosado por un conflicto entre sus intereses racionales y su estilo personal.
Con respecto a los pasos que se han dado en el camino hacia la despatronalización, el curso de los enfrentamientos antes mencionados con la mafia judicial, los oligarcas y las fuerzas políticas prorrusas ilustran claramente las incoherencias antes descritas.
En primer lugar, se avecinaba un conflicto con la mafia judicial en otoño de 2020, cuando el Tribunal Constitucional, a raíz de un recurso presentado por un grupo de diputados relacionados con los partidos prorrusos (y, en particular, Kolomoiski), declaró inconstitucionales tanto las sanciones impuestas por no declarar los bienes en las declaraciones electrónicas (que todas las categorías de funcionarios públicos tenían que rellenar, incluidos los jueces) como los respectivos organismos estatales en su conjunto.
Esta sentencia socavó claramente las relaciones con los socios occidentales de Ucrania, que han exigido políticas anticorrupción a todos los gobiernos ucranianos. Lo más probable es que los agentes rusos encontraran un punto débil en las estrategias anticorrupción (la idea de una declaración electrónica total de bienes era dudosa desde el principio) y la atacaran con astucia.
Sin embargo, la reacción de Zelenski, legítimamente dura, pareció igualmente incoherente con el Estado de derecho: intentó reformar el Tribunal Constitucional de forma ilegal y, cuando la Comisión de Venecia lo condenó, despidió a los dos jueces más activos en la sentencia de apelación antes mencionada, también de forma ilegal. A continuación, los sustituyó, junto con algunos otros cuyo mandato había finalizado, por personas leales en un procedimiento poco transparente, y en contra de las recomendaciones de la Comisión de Venecia.
Por las mismas fechas, la Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania (NABU) hizo públicas grabaciones de voz de Pavló Vovk, presidente del Tribunal Administrativo de Distrito de Kiev. Según la reforma judicial de Yanukóvich de 2010, este tribunal estaba dotado del derecho a anular cualquier acto jurídico emitido a nivel central.
Por lo tanto, obtuvo un grado de poder desproporcionadamente alto y a menudo abusó de este poder con diferentes fines, obligando así a las autoridades legítimas a negociar. En estas grabaciones, Vovk no sólo hablaba de los principales casos de corrupción, sino que también expresaba su ambición de hacerse con el poder real (aunque informal).
La reacción de Zelenski a la indignación suscitada por estas revelaciones fue inicialmente rápida y decisiva, esta vez plenamente dentro de los límites de su poder: presentó un proyecto de ley que disolvía el tristemente célebre tribunal y reorganizaba sus autoridades. Sin embargo, este proyecto de ley presidencial no ha sido examinado por el Parlamento desde hace más de un año y medio, a pesar de su carácter “urgente” y de la existencia de una mayoría controlada por el presidente.
Es probable que, con los altos magistrados de este tribunal comprometidos, se hayan vuelto vulnerables y dependientes de la voluntad del presidente, y como tales le parezcan útiles. Si este es el caso, entonces el conflicto se arregló de acuerdo con los principios típicos del gobierno patronal. Luego, la cuestión no se resolvió hasta diciembre de 2022, después de que Estados Unidos impusiera sanciones contra Vovk.
Fue, tal vez, como resultado de este enfrentamiento abierto con la mafia judicial que la condición de hacer una verdadera reforma judicial se incluyó en el memorando del FMI, esta vez con el apoyo personal activo de Zelenski que prometió defender esta reforma, y, de hecho, muy probable y sinceramente tenía tales ambiciones.
En 2021, la ley que implementaba la parte más esencial de la reforma judicial fue iniciada por el presidente y pronto aprobada. Este ha sido el logro más importante en el ámbito de la reforma judicial desde hace años. La reforma ha comenzado, aunque hasta ahora con resultados desiguales, probablemente porque la OP acabó adquiriendo cierto control sobre los tribunales.
Al mismo tiempo, no hay ninguna reforma de las fuerzas del orden en la agenda, quizá, porque la persona al cargo —el subjefe de gabinete Oleh Tatarov— puede estar bien relacionada con la mafia de las fuerzas del orden (ocupó un alto cargo en el Ministerio del Interior bajo Yanukóvich).
El esfuerzo de “desoligarquización” ha parecido igualmente ambiguo. Durante algún tiempo, Zelenski intentó encontrar un equilibrio entre Kolomoiski, Ajmétov y Pinchuk —los cuales le seguían siendo favorables—, a diferencia de Poroshenko, que no perdonó su derrota electoral.
En el otro extremo del espectro político estaba Medvedchuk, cuya estrella como magnate de los medios de comunicación había ascendido notablemente durante la era Poroshenko sin oposición visible por parte de este último. Pero cuando su partido prorruso trató de desencadenar protestas contra una subida del precio del gas natural (uno de los temas más utilizados por la propaganda rusa), Zelenski actuó de forma decisiva, aunque jurídicamente dudosa una vez más, imponiendo sanciones extralegales contra Medvedchuk y sus aliados a través de la RNBO, en lugar de emprender un largo proceso fiscal y judicial.
El resultado fue el cierre casi inmediato de tres canales de televisión prorrusos. Más tarde, el mismo tipo de medidas se utilizaron contra otro presunto agente ruso, el canal de televisión de Yevheniy Murayev , NASH. En abril de 2022, los canales de televisión de Poroshenko también fueron desconectados de la principal red de radiodifusión estatal (pero aún no cerrados) de forma igualmente ilegal, aunque tampoco sin motivo aparente.
Zelenski impulsó en la Rada la llamada “ley antioligárquica”, que imponía ciertas restricciones, más bien simbólicas, a la relación abierta y oficial de ciertas personas (inscritas en un registro especial) con funcionarios del gobierno.
La ley establece algunos criterios generales para designar a una persona como oligarca, pero, en particular, no exige que se incluya en la lista a todos los que cumplen dichos criterios. La decisión final corresponde a la OCNR, dirigida por el presidente.
De este modo, un subconjunto arbitrariamente elegido de empresarios que cumplan formalmente los criterios pertinentes podrían ser etiquetados como “oligarcas” (con el daño reputacional respectivo) y desvinculados formalmente de la política y la elaboración de políticas en la medida en que se abstuvieran de utilizar medios informales de control y comunicación. Pero si la designación de un “oligarca” no sigue siendo discrecional, una exención de esta lista sí lo es; por lo tanto, esto refuerza el gobierno patronal, no el Estado de derecho.
Con estos instrumentos y un gabinete leal en sus manos, Zelenski se había librado, en gran medida, de su dependencia de los oligarcas descritos anteriormente. Uno de los criterios para designar a una persona como oligarca, según estipula esta ley, es la propiedad simultánea de una empresa suficientemente grande junto con activos mediáticos. Ya ha dado algunos frutos, ya que Poroshenko pronto vendió sus activos mediáticos a algún testaferro, mientras que Ajmétov, en julio de 2022, decidió renunciar por completo a los suyos, como se describe más adelante.
Mientras tanto, el equipo de Zelenski ya había reformado Rada, el canal parlamentario de televisión, de propiedad estatal, para convertirlo en un canal moderno y más ambicioso, además de reformar la radiodifusión internacional en el canal de televisión de habla rusa FreeDom (Hogar Libre), orientado hacia los territorios temporalmente ocupados y Rusia, pero aún accesible en la propia Ucrania. Ambos canales llevan a cabo políticas de información claramente articuladas a favor del presidente. El punto final (en el momento de escribir estas líneas) fue la invasión rusa a gran escala, que legitimó una represión definitiva de las políticas de información, como se describe en el siguiente subcapítulo.
En resumen, a pesar de la buena actuación de Zelenski como líder en tiempos de guerra, su sincera devoción por la independencia de Ucrania y su valentía personal, su historial de despatronalización es desigual. Y esto no es simplemente el resultado de algo de mala suerte, sino que se deriva de la propia naturaleza de una democracia patronal.
Bajo el clientelismo imperante, los votantes sólo apoyan débilmente un orden basado en normas y la creación de instituciones de las que desconfían con razón, porque las instituciones han sido hasta ahora predominantemente extractivas, y las normas se hicieron, con toda intención, impracticables.
En cambio, el público en general tiende a preferir a líderes contrasistémicos, aparentemente benévolos, y a creer que “unos pocos líderes fuertes pueden traer más bien a nuestro país que todo tipo de leyes y discusiones”,[6] o elegir simplemente a las personas más capaces para hacer las cosas dentro del sistema patronal. Por supuesto, no les gustan las consecuencias del clientelismo, pero sin embargo apoyan su base.
Gracias a la democracia, estos votantes han llevado al poder al tipo de líder antisistémico que mejor se ajusta a su imagen de “buen presidente”, sin dejar de permanecer culturalmente dentro del mismo sistema. Son exactamente estas actitudes internamente contradictorias las que se reflejan ahora en las propias políticas contradictorias de Zelenski, incluidas sus políticas antipatronales.
Así pues, ni siquiera un cambio tan drástico en el panorama político, que constituyó la revolución con lemas antipatronales, y, en cinco años, la elección de un líder antisistémico sin su propia familia política adoptiva, han logrado un gran avance en la despatronalización.
Nuestra primera conclusión intermedia, por tanto, es que la ilustración de los votantes importa: incluso, cuando están dotados de valores emancipadores siguen necesitando reconocer que el camino hacia su aplicación es indirecto y pasa por el Estado de derecho, los controles y equilibrios, el respeto de los procedimientos democráticos y cosas “aburridas” similares, más que por la buena voluntad de un líder fuerte y benevolente.
La clave del asunto es ésta: Nada puede sustituir al largo y duro trabajo de reformas antipatronales y, entre ellas, principalmente, el Estado de derecho. Este proceso debe ser consecuente e institucionalizado, por lo que no debe depender tanto de la personalidad de los líderes. Por ahora, los votantes ucranianos aún están muy lejos de entender esto, como revela un estudio de 2020 en el que el 56% de los encuestados indicaron tradicionalmente que prefieren líderes fuertes a leyes y debates.[7]
La guerra y los oligarcas (2014-2022)
La invasión rusa a gran escala volvió a sacudir el equilibrio político-económico en varias direcciones, creando tanto nuevas oportunidades como nuevas amenazas para la despatronalización.
Por un lado, entre las tres principales fuerzas que se oponen a la despatronalización,
- la “mafia judicial” aún se resiste, pero la presión de la UE es ahora abrumadora debido al estatus de candidato que Ucrania ha obtenido gracias a su heroica defensa en la guerra;
- los oligarcas se han debilitado significativamente, como se describe con más detalle a continuación; y
- las fuerzas prorrusas se han visto completamente comprometidas y derrotadas de hecho, aunque la mayoría de sus diputados siguen en la Rada.
En consecuencia, las reformas antipatronales, si se emprenden, podrían ser más fáciles de impulsar.
Zelenski, sin embargo, parece perfectamente adecuado para la alta concentración de poder y la arbitrariedad en la toma de decisiones que son intrínsecas al liderazgo en tiempos de guerra. Es muy propicio para una victoria en la guerra, pero pone en peligro la pérdida de la paz, porque el éxito obtenido con este tipo de estilo directivo puede convencer aún más, tanto al presidente como a sus votantes, de la aparente superioridad de un “buen” liderazgo personal frente a la tediosa tarea de crear instituciones.
Si estos riesgos se materializan, aunque se evite un nuevo intento autocrático, la demanda social de reformas antipatronales puede verse atenuada, y es probable que no exista la “voluntad política” para llevarlas a cabo.
En este punto, la posición adoptada por la comunidad empresarial ucraniana puede parecer el factor decisivo. Comenzaremos nuestro análisis con los “viejos” actores —los oligarcas frente al presidente— y consideraremos a los “nuevos” actores en la siguiente subsección.
Los oligarcas antes mencionados han estado entre los más firmes opositores a la despatronalización, con fuertes intereses creados en mantener el patronalismo en el que tienen ventajas competitivas. Aun así, su papel no es del todo negativo, y existe la posibilidad de que, en determinadas circunstancias, los oligarcas más destacados estén interesados en apoyar las reformas relacionadas con el Estado de derecho o, al menos, permanecer neutrales ante ellas.
Podría decirse que una de las razones que ofreció Kuchma para ayudar a los oligarcas fue la creación de actores fuertes con intereses creados en la independencia de Ucrania. De hecho, esto se puso de manifiesto cuando las fuerzas especiales rusas desencadenaron la guerra en Donbás en abril de 2014, mientras Ucrania atravesaba una grave crisis política y su ejército estaba en ruinas junto con otros organismos gubernamentales.
Fue entonces cuando Kolomoiski y su estrecho aliado de entonces, Hennadii Korban, ayudaron a organizar los primeros batallones de voluntarios (dobrobaty), los equiparon con el material militar necesario y suministraron combustible al ejército ucraniano para que pudiera dirigirse al campo de batalla. Sus unidades de seguridad privada probablemente exterminaron a agentes rusos en Dnipro y luego en Odesa, dos ciudades clave del este y el sur de Ucrania.
Poroshenko también apoyó al ejército en aquel momento. Ajmétov, por su parte, desempeñó un papel muy negativo, presentando un ultimátum en el que exigía un aumento drástico de las subvenciones al carbón y chantajeando a Kiev con el separatismo en la región del Donbás. Cuando su ultimátum fue rechazado, empezó a alimentar el sentimiento antirrevolucionario y antiucraniano entre el segmento de la población que estaba bajo su fuerte influencia.
Sin embargo, pronto tuvo que reconocer que el proceso estaba controlado por los rusos, que simplemente le estaban utilizando. Con la llegada de la invasión a gran escala, el Grupo SCM de Ajmétov empezó a ayudar al ejército ucraniano desde el principio, y también pagó sus impuestos por adelantado. En octubre de 2022, Ajmétov había perdido cerca de dos tercios de sus activos anteriores a la guerra,[8] aunque todavía puede esperar algún reembolso en caso de victoria ucraniana y de imposición de reparaciones a Rusia mediante la confiscación de sus activos extranjeros.
Ajmétov ha permanecido en Ucrania, y su negocio en el sector energético sigue funcionando, aunque gravemente afectado por los ataques rusos con misiles. Al mismo tiempo, Kolomoiski está escondido, supuestamente (como dicen sus abogados) de los asesinos de Putin. No está claro si contribuye al apoyo del ejército: algunas fuentes dicen que no puede, supuestamente por los límites impuestos por el Tribunal Superior de Londres, mientras que otras afirman que sí lo hace, pero no públicamente. Aun así, podría haber formas indirectas en las que está ayudando a la defensa de Ucrania, por ejemplo, a través de fondos de caridad y/o una cuenta especial en el Banco Nacional de Ucrania.
Sin embargo, el hecho de que el decreto de Zelenski le privara de la ciudadanía ucraniana sugiere que algo no iba bien en sus acciones o posiciones. También ha perdido, al menos temporalmente, el control sobre sus principales activos en el sector petrolero, incluida la participación minoritaria en UkrNafta. Estos activos, así como otras instalaciones industriales y de infraestructuras de importancia estratégica propiedad de oligarcas de menor rango, fueron confiscados por el Estado durante el periodo de la ley marcial. En particular, el negocio de generación y distribución de energía de Ajmétov ha permanecido intacto.
Otro oligarca, Víktor Pinchuk, ha proporcionado material no letal al ejército y también ha ayudado a las víctimas de la guerra. Otros oligarcas más pequeños también han colaborado. Y, sin embargo, en conjunto, toda la ayuda proporcionada por los multimillonarios ucranianos (no sólo oligarcas), hasta mayo de 2022, constituía sólo 140 millones de USD,[9]mientras que un único fondo benéfico (aunque el mayor), Come Back Alive, había recaudado más de 100 millones de USD hasta ese momento.[10]
Y lo que es más importante, todos los grandes oligarcas, con la excepción de Poroshenko al menos, cesaron sus continuas disputas públicas con Zelenski (como hizo Ajmétov) y depusieron sus principales armas en posibles conflictos. Cuatro de los principales propietarios de canales de televisión combinaron sus operaciones informativas desde el primer día de la guerra y, junto con el canal Rada, se unieron en torno a Zelenski y el ejército ucraniano.
Poroshenko parecía ser la única excepción notable. Aunque su propaganda se abstuvo de criticar durante las primeras semanas, luego empezó a acusar a Zelenski y a su equipo de traición, y lo hizo difundiendo noticias falsas. Como represalia, los canales de televisión de Poroshenko y de los miembros de su partido fueron eliminados de la principal red de radiodifusión, como ya se ha mencionado.
Poroshenko escapó más tarde a Londres, donde su familia había fijado residencia, pero su maquinaria propagandística, incluida una granja de bots en las redes sociales que supuestamente cooperaba con los rusos, siguió funcionando a pleno rendimiento durante algún tiempo hasta que el SBU finalmente tomó medidas enérgicas contra ella.
Al final, Ajmétov fue incluso más lejos que los demás, ya que cerró sus medios de comunicación y entregó sus licencias al Estado. La explicación oficial fue que no quería figurar en el registro de “oligarcas”, y que vender sus activos a un tercero en el plazo de medio año (como prescribe la ley) no era posible en tiempos de guerra.
Quizá haya algo de verdad en esta explicación, pero nada le impedía vender sus medios de comunicación a algunos testaferros, como había hecho Poroshenko varios meses antes. Esta drástica medida se asemeja al cierre de su fundación benéfica para la Gobernanza Eficaz, que se hizo de la misma manera abrupta a finales de 2013, cuando el levantamiento de Maidán estaba en pleno apogeo.
Esto sugiere que Ajmétov considera que seguir financiando medios de comunicación (que nunca fueron rentables ni se suponía que lo fueran) no es rentable, bien porque vaya a convertirse de hecho en un “inversor normal”, como dice, o bien porque pretenda recurrir a algún otro medio de apalancamiento, como la generación y transmisión de energía o la infraestructura de comunicaciones que posee. Sus verdaderos motivos pueden ser otros.
Como resultado neto de estos acontecimientos, la oligarquía en Ucrania se ha debilitado, mientras que Zelenski, gracias a la guerra, ha superado su tarea de convertirse en árbitro de los oligarcas y, de hecho, ha alcanzado un nivel de poder sobre ellos comparable al que Putin disfrutó a mediados de la década de 2000 en Rusia.
Por un lado, esto puede verse como un avance positivo de la despatronalización; por otro, es algo ominoso, porque la pluralidad en el mercado de los medios de comunicación, que la competencia oligárquica más o menos garantizaba, está ahora en peligro, mientras que un monopolio estatal de facto que toma forma en este mercado es, sin duda, lo peor de todo.
¿Significa esto que Ucrania se encamina ahora hacia un nuevo intento autocrático? En efecto, ese riesgo existe y debe afrontarse, pero sus posibilidades de materialización son más bien escasas.
En primer lugar, Ucrania tiene una cultura política radicalmente distinta a la de Rusia, y ésta es la principal diferencia entre las dos naciones, una diferencia tan profunda que ha provocado una guerra a gran escala. Aunque hay algunos ucranianos que desean un “liderazgo fuerte”, la mayoría no está dispuesta a obedecer órdenes ni a ceder su libertad y dignidad a ningún líder. En otras palabras, desean ver a Ucrania dirigida por un líder democrático fuerte, no por un autócrata.[11]
Como consecuencia, Ucrania, a diferencia de Rusia, es un país con un Estado relativamente débil (aunque todavía no fallido), pero con una sociedad civil relativamente fuerte. Esta sociedad ya ha detenido dos intentos autocráticos mediante revoluciones, y es probable que también lo haga por tercera vez. Esperemos que los artífices de ese posible intento, si los hay, tengan esto en cuenta.
Ucrania depende ahora críticamente tanto de la ayuda como del apoyo diplomático y militar de Occidente, y el país recibe apoyo precisamente por su papel en la defensa de la democracia frente a un enemigo autoritario. Los posibles autores de un atentado autocrático deberían darse cuenta de que dicho atentado conduciría probablemente a la interrupción de este apoyo tan necesario, y, muy probablemente, conduciría también al fin de la estatalidad ucraniana.
Por último, pero no por ello menos importante, cualquier paralelismo entre Zelenski y Putin es superficial, porque son personajes muy diferentes, y mientras Putin llegó al poder como jefe del FSB, el clan más fuerte de todos, Zelenski sigue careciendo de un clan político personal fuerte.
Así, Ucrania probablemente seguirá siendo democrática o (lo que es más improbable) desaparecerá como Estado independiente. Esta situación sólo puede cambiar en caso de desmantelamiento total por parte de Rusia. Pero incluso, en un caso tan improbable, cualquier intento de usurpación se enfrentaría a una feroz oposición interna de una población ya armada, que podría desembocar en una revuelta y una posible guerra civil. Espero que todas las partes lo comprendan bien.
Al mismo tiempo, hay muchas posibilidades de que si Ucrania gana la guerra, se incorpore rápidamente a la OTAN y evite el riesgo de un intento autocrático. En este caso obtendrá una oportunidad única para una despatronalización decisiva, aunque se necesitará una coalición político-económica ganadora para aprovechar esta oportunidad. Ya hemos mencionado a Occidente y a las OSC ucranianas como dos componentes preexistentes de dicha coalición. La comunidad empresarial no oligárquica puede ser el tercero.
Notas:
[1] Para un debate teórico, véase mi otro capítulo sobre Ucrania como orden de acceso limitado en este volumen.
[2] Los periodistas de Bihus.info han descubierto a los diputados que actúan permanentemente en interés de Ajmétov y Kolomoiski. Véase su artículo del 18 de enero de 2021: https://bihus.info/zhurnalisty-bihus-info-vyrahuvaly-deputativ-yaki-stabilno-diyut-v-interesah-ahmetova-ta-kolomojskogospysok/ [en ucraniano]. Véase también Roman Romanyuk y Roman Kravets, “The ‘Soldiers of Ze’ and the ‘Kolomoyskyi’s servants.’ Who controls Zelensky’s faction” [en ucraniano], Ukrayins’ks Pravda, 5 de diciembre de 2019, https://www.pravda.com.ua/articles/2019/12/5/7233890/.
[3] “Trends and Changes in the Choices of Media and Consumption of Information of the Ukrainians after 2019 Elections and COVID-19 Outbreak” [en ucraniano], informe analítico de Detector Media, septiembre de 2020. https://detector.media/infospace/article/181211/2020-10-02-trends-and-changes-in-the-choices-of-media-and-consumption-of-information-of-the-ukrainians-after-2019-elections-and-covid-19-outbreak/.
[4] Valeriy Pekar, “Values and Beliefs of the President Zelensky (the research’s results)”, Site.ua, 1 de junio de 2020 https://site.ua/valerii.pekar/cinnosti-i-perekonannya-prezidenta-zelenskogo-rezultati-doslidzennya-i0gz8q4 [en ucraniano].
[5] Sobre la vertical de poder de Zelenski, véase el capítulo de Mikhail Minakov en este dosier.
[6] Ukrainian Society: The Monitoring of Social Change [en ucraniano], número 7, nº 21 (Kiev: Instituto de Sociología, NAS Ucrania, 2020), 466.
[7] Ukrainian Society.
[8] “Putin’s aggression cost the richest Ukrainians $17 billion. Which of the oligarchs is losing influence” [en ruso], LIGA, 2 de enero de 2023, https://biz.liga.net/ekonomika/tek/article/agressiya-putina-stoila-samym-bogatym-ukraintsam-17-mlrd-kto-iz-oligarhov-teryaet-vliyanie.
[9] Borys Davydenko y Volodymyr Landa, “Got a shoulder. How much did the richest Ukrainians spend on helping the army and Ukrainians during the war” [en ucraniano], Forbes Ukraine, 3 de mayo, 2022. https://forbes.ua/inside/pidstavili-pleche-skilki-naybagatshi-ukraintsi-vitratili-na-dopomogu-armii-ta-ukraintsyam-za-chas-viyni-03052022-5763.
[10] Maksym Lymanskyi, “’Come Back Alive’ Raised Over $100 Million for Ukrainian Army Since Full Scale Invasion Started”, Come Back Alive, 26 de mayo de 2022. http://savelife.in.ua/en/materials/news-en/come-back-alive-raised-over-100-million-en/.
[11] Dubrovskiy et al., Six years after the Revolution of Dignity, 53-55.
Los periodistas no son el enemigo
“El miércoles se cumplieron cinco años desde que el gobierno cubano me detuvo en el aeropuerto internacional José Martí de La Habana”.