Oneyda González, Hugo Fabel y Soleida Ríos

Acepté organizar este dosier por placer y vanidad. Me di cuenta de que tenía en las manos un atisbo de poder: juntaría en un solo Word a poetas cubanos que admiro, con cariño desconocido e incomprensible. El cariño de la poesía, debe ser. Un deseo, de nuevo. 

Martha Luisa Hernández Cadenas se negó y me pidió disculpas por su desánimo. Le respondí que no había nada que disculpar porque yo también lo estaba; lo que pasa es que yo me había convertido en una vieja formal, alguien que ha ido aprendiendo a disimularlo (casi) todo. Convencerla de que aceptara fue un añadido poético que me hizo pensar, con curiosidad, en la poesía.

Este dosier podría llamarse: “Los poetas cubanos recomiendan”. Pero entonces sería traicionera con el tiempo perfecto de la poesía, en el que la escritura se lleva a cabo y en el que se construye la instalación a base de una o más sílabas. 

Estoy profundamente interesada en las sílabas. Este dosier también es un impulso. Los autores que me vinieron a la mente y que con tanto gusto aceptaron mi invitación, irán apareciendo por orden de llegada, como aquellos poemas que solo están disponibles después de formularse en el pensamiento durante, como mínimo, un segundo.

Legna Rodríguez Iglesias



Oneyda González

Muchas poetas.

La selección de lecturas que a propósito de esta invitación comento, se debe a una impaciencia mía por actualizarme acerca de lo que se escribe en la ciudad y el país (el mundo en que vivo), pero también a la suerte de coincidir con escritores(as) que han tenido la gentileza de obsequiarme sus libros: de ahí, también, la diversidad de estas lecturas. 

Ahora que lo miro en retrospectiva, y además presto atención a los detalles, creo que he sido premiada con su riqueza, no importa si algunos tomos permanecerán en el discreto librero que se ha ido forjando bajo mi techo de inmigrante, o si pasarán a ser leídos por otros, para continuar así el trayecto hacia nuevos lectores: sus páginas ya me han dejado el ánimo y el camino de regreso a la poesía. 

A dos poetas leí hace poquito: José Kozer: Imago mundi V (Ediciones Furtivas, 2022); y a Richard Blanco: En busca del Gulf Motel (Valparaíso Ediciones, 2016). En el primero, he visto las sombras de un patio, he sentido la medida del tiempo, el sabor del existir con sus murmullos y los de quien los fija, como si se tratara de un mantra, paso a paso. En el segundo, la pasión arrolladora de uno que confiesa en larguísimos versos (o en prosa) sus pasionales vibraciones. Pero antes, e incluso después, quiso llevarnos a vivir el desgarro del nomadismo, donde se pierde un tipo de atmósfera, un tipo de sol, un tipo de vínculo, ya para siempre. 

Además de ellos, he vuelto, como cada cierto tiempo, a esa discreta y sosegada, aunque dramática despedida de la existencia, que viene a ser El estampido de la vacuidad. Obra Completa. Colección Archivos último tomo de poesía de Severo Sarduy(Madrid, 1999). El aire meditativo, su asiento en un ver calado y eterno, junto a su capacidad para expresarlo, me conmueve y acompaña. La palabra ha sido estimada con la ternura y la desolación de los adioses. Cada silencio. Cada idea…

Muchas más poetas tuve a mi alcance (de lo que me alegro), entre otras a Lourdes Gil: Anima vagula (Editorial Verbum, 2013), conjunto de enlaces entre el placer y la pena, surgidos de esa otra pareja dramática que es la colisión entre la vida y la muerte. A María Eugenia Caseiro: Arreciados por el éxodo (Imagine Cloud Editions, La Florida, 2017) y El rapto de Palissy (Editorial Lamparilla S. A. La Florida, 2019), un libro que también reconstruye antiguos mitos vividos desde la infancia, como si la poeta conociera la magia de viajar en el tiempo. A Iraida Iturralde: Tropel de espejos (Editorial Betania, 1989), Discurso de las infantas (La torre de papel, 1997) y Preso el antílope (Editorial Verbum, 2022), versos arrancados al dolor de múltiples despedidas. A Reina María Rodríguez: The Winter Garden Photograph (Ugly Duckling Presse, 2019), cuadros (fotográficos/cinematográficos), imágenes consecuentes del vivir, del observar el vivir, y del saber contarlo, con el minucioso tránsito de cada acto. Y, sin embargo, a flashazos, a líricos flashazos.

Hace poquito he tenido la oportunidad de leer con fascinación el libro Un enigma esas muñecas, de la poeta Lourdes Vázquez (Ediciones Torremozas, Madrid, 2015). Y otro libro, que es poesía (sin duda alguna), aunque sea narrativa o artes plásticas o una pieza filosófica, audiovisual por momentos. Me refiero a De lo errante y aberrante de Tana Oshima, conversación con Legna Rodríguez Iglesias. ¡Es una maravilla! Y lo es, porque explora desde lo más sincero del ser, la estampida migratoria de nuestro mundo. Más convincente, porque hay una voz (infantil) que lo sabe todo. Que no se deja engañar, y cuya madurez desnuda a la más pretendida madurez.  

Por último, no esquivo mencionar a la responsable de que esté (ahora) haciendo esta selección: Legna Rodríguez Iglesias, uno de cuyos libros (de sonetos ni más ni menos), fue hecho llamar por ella Miami Century Fox (Akashic, Books, Brooklyn, New York USA, 2017). ¡Y es cine! Lo es por su movimiento, por el sonido, y por la imagen que ella edita con impiedad o ternura, con belleza. Allí está la ciudad, que a modo de grafitis fue marcada con y por sus letras. Arte es. 

¿Qué me dejan estas lecturas, a veces impensadas? ¿Qué nos deja el propósito de dar orden a lo desordenado, a lo carente de gracia, de memoria, o de coherencia enriquecida? Deja todo. En especial, preguntas para seguir indagando.



Hugo Fabel

Lecturas de tres paticos y un ensō a pulso.

Piensa primero en lo dantesco de un esfuerzo para la poesía, ¿quieres? Se podría reticular esa experiencia, decir que por lo demás es comensal de los mismos autores. Los mismos antes y después que él, agitando las varitas sobre vetas encubiertas. Algo con el tema en Uno (arrabalero, detectivesco: vislumbres de un sujeto (replant(e)ado) de Baudelaire; kōan a la altura del crujir errático de escoradas techumbres, ¿sirvió?) y en el Otro, potenciación de trazados periféricos, ahítos de promesa en el encuadre, como un quelonio de la poesía, el reciclaje, siempre ha sido fundamental. 

Desde ahí es el cero colaboracionismo. Cero. Torna a composiciones de un militante de vanguardia en tercera dentición. La vanguardia: vieja camioneta (hacer algo con la mierda propia, ¡todo un filón ahí!) cabalgando desiertos. ¿A dónde irías con ese partisano bajo el brazo que serrucha contra la poética? Fuera equiparable, lenguaje y aventura, ¿a-ventura del lenguaje? ¿Pulsionado por un exceso? (Promisorio.). Hmmmm… 

¿Y a lo Bello cómo le va, eh? Un patico con otros dos bogando desde la fisura del cero al descampado de una atemporalidad ¿El paisaje cobra peaje al senderista? ¿Fukinsei…? Entre sendero y extravío, instala la toalla tatuada por la mercadotecnia. Colima saltos irreprochables complejidad grado cero. Arriesga al talante (ethos autoral) antes que al abso-luto valor poético. Lo inapelable del ideal-poesía (misterio) era llanamente su colocación…

Valores y antivalores firmaron armisticio. La pulcritud en la ejecución de un ensō a pulso elude el broche, la autofagia. Todo eso, sotiene el nivelador, cuenta. Vuelta a los mismos autores (despeñaderos e. e. cummings & cía.) ¿Y se conserva uno circunspecto? 

Está la que perpetra (Z.) mamotretos de mecánica industrial y estupro en tersas revistas de moda. (Pucheros de Derrida). El gusto es rudimiento de primer orden. Con que se diga Troya, en Berlín sobreviene. El viejo también mete alemán y francés en crónicas anodinas troqueladas por arduos paréntesis. Y la otra reliquia mexicana rebosaba el caliz de la paciencia con el Hombre del Ático. 

En materia de poesía, estamos a merced del enemigo, como en Ucrania sobre el prado el piloto trasmite (el azoro del) paisaje (perdón, lenguaje) en directo. Y así el químico aquel de difícil entretener. Has cribado señas varias (el allende en el aquende) algo “perturbadores”. Entrándole-saliéndole a la guarnición lo justo para acodarse en fortaleza, jugar a conversos y demás desaguisados de escarapela mustia. 

Cuando las coristas desagregáronse y aportaron apostillas vehemente: LUMPEN IMPOSTADO NO QUEREMOS NO QUEREMOS! Piensa mejor en lo dantesco de un esfuerzo para la poesía, ¿quieres? Luego, quede así, de un lado, saltos irreprochables complejidad cero, del otro:

  • Cantares, de Ezra Pound.
  • Mansalva, de Gerardo Deniz.
  • Wirrwarr, de Edoardo Sanguinetti.
  • Un país mundano, de John Ashbery.
  • Al norte de Boston, de Robert Frost.
  • El hundimiento del Titanic, de Hans Magnus Enzensberger.
  • Técnicas de control, de Zulema Gutiérrez.
  • Ablandar un lengua, de Javier L. Mora.
  • El Heliógrafo, de Javier L. Mora.
  • Todas las guerras, de Carlos Augusto Alfonso.
  • Pastoreo irracional, de Carlos Augusto Alfonso.
  • Límites de alcanía, de Rito Ramón Aroche.
  • Palabras de Mumford, de Ismael González Castañer.
  • Asilo en Brazos Valley, de Michael H. Miranda.
  • Helsinki, de Peter Richards.
  • L/T, de Larry J. González.
  • Avestruces con distortion, de Alejandro Ponce.


Soleida Ríos

Libros de poesía recomiendo (¿?). Están conmigo.

  • Diario de campaña, de José Martí.
  • Tao Te Ching,de (¿Lao Tse?).
  • Trilce, de César Vallejo (que me desconcertó después de preferir Poemas Humanos). Cien años de luz sobre el idioma de la poesía.
  • Poesía Anónima Africana. Selección, traducción y prólogo de Rogelio Martínez Furé. Una joya de la poesía universal llevada por primera vez a nuestro idioma y publicada en Cuba en 1968.
  • Poemas inconjuntos, de Alberto Caeiro (Pessoa).
  • Alfabeto, de Inger Christensen, que contiene todos los ingredientes del universo, incluido el supuesto vacío y la gravedad de la bomba atómica… y en cada línea da ganas profundas de vivir.
  • En Feldafing, las cornejas, de José Kozer, que vuelve a colocarme en la Naturaleza… (¿en mí?) cada vez que se me olvida.
  • Abuso de confianza, de Ángel Escobar Varela. Libro que empezó a dar cuenta de que ahí había una Voz… que no quiero calificar, para la poesía cubana y del continente.


© Imagen de portada: Evelyn Sosa.




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Damaris Calderón, Dolan Mor y Antonio José Ponte

Legna Rodríguez Iglesias

Este dosier podría llamarse: “Los poetas cubanos recomiendan”. Pero entonces sería traicionera con el tiempo perfecto de la poesía.






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