Bien sabemos cuán duro la han pasado las mujeres para que yo pueda votar hoy. Que no es que me sirva de mucho en las circunstancias cubanas, pero bueno: bien por el mundo exterior. Este es un país en el que todo está bien jodido y tal parece que vamos a seguir jodidos. La duda que me surge es: si no se habla de personas, sino de organizaciones de masas, ¿cómo se puede ver a cada ser humano en concreto, en sus particularidades?
Mi abuela decía que este es el país de las siguarayas. Nunca entendí bien a qué se refería. También decía que este es el país de las maravillas de Alicia. Y mi abuela era bien machista, de las que decía que es mejor tener amigos hombres que amigas mujeres. Pero ella no es un caso excepcional: eso es lo que le enseñó su madre, y luego se lo enseñó a la mía. Mi madre es ingeniera mecánica, la única mujer de su departamento, y tuvo que aguantar que mi padre en ocasiones le dijera que tenía gustos masculinos, por usar un overol y tener las manos embarradas de grasa…
Tremendo cuadro, ¿verdad? Pues sí: el machismo no es algo que se pueda arreglar con una consigna del periódico, ni en un discurso de la FMC diciendo que se sobrecumplió el plan de candidatas a diputadas a la Asamblea del Poder Popular. El machismo está en las venas. Este es un país machista por donde quiera que lo mires; los cubanos somos machistas de cuna. Por eso es imposible un cambio de conducta si no tiene lugar un cambio cultural, y este lo tenemos que llevar a cabo cada uno, de manera individual, desde lo que somos, hombres y mujeres.
En Cuba tenemos una exorbitante tasa de muertes de mujeres por maltrato doméstico, y otra tasa también alta de suicidios; datos que el gobierno ya no puede ocultar. Cuba necesita urgentemente un amparo judicial para los casos de violencia sobre la mujer; pero, repito: esto no es suficiente si no va aparejado de un cambio de mentalidad, que siempre es mucho más profundo y complejo que un cambio jurídico.
No basta con que formalmente la mujer tenga las “mismas” oportunidades que los hombres: es necesario preguntarse cuál es la esencia que genera el machismo. Cuando nos vemos inmersos en una pregunta como esta, sabiendo que los sistemas patriarcales acompañan la historia desde tiempos inmemoriales, es difícil llegar a una respuesta alentadora.
Hay que ir más allá de la cuestión de género para lograr ver el fundamento de la equidad entre hombres y mujeres. Es necesario llegar a la persona. Si no se llega a la persona y no se le reconoce como lo que es, si no se reconoce su dignidad, es imposible abogar por unos derechos que mueren en sí mismos. Entendamos que los sistemas políticos que no tienen como base el respecto a la dignidad de cada ser humano, que ahogan a la persona y disipan al individuo en una masa homogénea, no son capaces de velar por la necesidad y los derechos de la mujer.
Resulta bien triste que una organización defina quién eres y a dónde perteneces. Peor aún, si dicha organización funciona con una guía que forma parte del aparato ideológico. La vía más segura para que nunca te encuentres a ti mismo.
Queda claro que algo anda mal, que la indignación de la gente en las redes sociales a causa de los feminicidios no es un recurso explotado por el enemigo estadounidense, como tampoco lo es la cruda realidad de estas muertes y el aumento de sus casos.
Es necesario que la reflexión se vuelva más hacia adentro. Debemos darnos cuenta de que una ley, por más necesaria que sea, no es lo único que va a cambiar el panorama. Lo lograremos si el cambio es sociocultural, si surge desde el respeto absoluto a las particularidades de cada persona.
Imágenes de la mujer cubana: una mirada decolonial
El feminismo en Cuba es retado por procesos culturales típicos de una realidad poscolonial que se debate entre cómo crear un discurso específico, caracterizado por particularismos culturales, y los procesos raciales que colocan el patrón de género de la mujer eurodescendiente en contraposición a la mujer afrodescendiente.