Adonis Ferro: Cada piedra ocupa el mismo espacio

Apuntes desconcertantes:

En el minuto 29 de esta conversación, Adonis Ferro (La Habana, 1986) se quitará sus gafas.

Al fondo hay una piscina vacía, olas reventando contra el diente de perro. Llovizna.

Por la calle pasan autos. Se ven desde el balcón las ráfagas de colores. Un cordón de lentejuelas.

El último desconcierto de Adonis Ferro, Desconcierto 10. Rectángulo, fue a inicios de 2020, en Factoría Habana. La obra —me ocupé de explorarla desde varios ángulos posibles— te hacía sentir ovacionada, tú eras la estrella. Después, Adonis me confirmó que era una de las intenciones del proyecto: “Uno va al teatro y aplaude, pero, y si sucediera lo contrario, ¿si ellos te aplaudieran a ti?”.



Desconcierto 10. Rectángulo. “Acto I. Rectángulo”: 100 extras (actores) descalzos y vestidos de negro aplauden durante una hora.


Quienes aplaudieron en el primer nivel de Rectángulo fueron extras de diversas películas. Actrices y actores que jamás llegaron al protagónico. Todos vestidos de negro. Fantasmagóricos. Todos aplaudiendo hasta hacerte preguntar: “¿Ay, cuánto, cuánto más podrán aplaudir?”.

En Desconcierto 4 trabajas con la pregunta “¿Por qué decides ser artista?”. ¿Si estudiaste informática, bordeaste las escuelas de arte y prescindiste totalmente de la academia, por qué decidiste serlo?

Es interesante que me preguntes por el Desconcierto 4, un gesto invisible en el que pocos han reparado. Fue presentado en la XI Bienal de La Habana, a la que estuve invitado y presenté una trilogía de Desconciertos comisariados por Dannys Montes de Oca y Roice Smith. Se mostró en paralelo. Quería cuestionarme: ¿Qué hago aquí? ¿Soy una piedra más de un gran engranaje que yo mismo des-comprendo?

Quería enmudecer mi experiencia personal ante el corpus del arte contemporáneo que ya se cargaba de significados con esa participación. Lo importante serían todas las piedras. No, la simple piedra.



Desconcierto 10. Rectángulo. “Acto III. Piedras ahogadas”: 99 piedras intervenidas con tinta japonesa y una con hoja de oro y lápiz.


Pero… ¿Cómo alguien que estudia informática y prescinde de la academia, logra pintar Sonido de mujer ausente?

Siempre tuve una voluntad sobre la estética porque mis padres eran anticuarios.



Sonido de mujer ausente. Óleo sobre lienzo, 35 x 50 cm, 2018.


¿Anticuarios?

Viví en una casa repleta de antigüedades. Nací en Habana Vieja, en la calle Empedrado, que dirige al Museo de Bellas Artes desde el Centro Wilfredo Lam. También viví allí mucha violencia, cuchilladas frente a la casa, el olor de la sangre…

Crecí en una familia humilde, pobre, donde mi padre, debido al machismo y otras cosas que se reproducen en sistemas como este, era quien llevaba la economía, el patriarca. Nosotros éramos tres hermanos. Cuando yo tenía diez años mi hermano mayor falleció a la edad de 17 años. Desconcierto 12. Oxígeno es un homenaje a él…

Mis padres se dedicaban a comprar chatarras, objetos de valor, y otros, por accidente, de mucho valor, como pasaba en los noventa. Recuerdo esa casa, un apartamentico con habitaciones encima, una barbacoa de concreto donde se le sacaba provecho a los espacios. Abajo no podías caminar por la acumulación de objetos. Mi primera experiencia de amor con la estética estuvo ligada a un busto de alabastro que reproducía a una muchacha con pamela. Y yo miraba sus labios, transparentes…, porque el alabastro hace vetas transparentes, tan parecido al mármol. Y lo mismo me asustaban los conejos de bronce en los cotos de caza, que la sensación de impermanencia que tiene ser un coleccionista, un vendedor de antigüedades, porque te enamoras de objetos que venderás para comer.

Recuerdo a mi madre deseando unas tazas de porcelana y a mi padre decirle: “No te puedes enamorar de las cosas”. Así hago hoy consciente el inicio de mi experiencia con el universo objetual. Quizá por eso me interesa la confección e instalación de estos. Mi casa era un environment que se mudaba todo el tiempo. Recién vendimos esa casa, de la que conservo objetos, pendientes, una colección de camafeos con rostros de mujeres…

Ahora colecciono santos de madera y escayola, aunque no estoy ligado a ninguna religión. Lo hago por la belleza. La paleta de Sonido de mujer ausente está inspirada en un santo, tiene los mismos colores. Los compro rotos y los restauro. En algún momento restauré santos para vivir.

En esa casa nació mi sensibilidad, mis padres apostaron por un talento que yo mismo no veía en mí… Hasta que me presenté a San Alejandro, que cerró en la plaza número 20 y yo tenía el 23. Me había presentado al curso por trabajadores, porque con 17 años ya estás fuera de edad…

No pude entrar.

Nos sentimos inconformes y pedimos revisión provincial. Se burlaron de mí; fui humillado. Y tampoco nos conformamos. Pedimos revisión nacional. Me dijeron todo lo contrario a lo que me habían dicho en la revisión anterior, algo muy raro, porque uno se equivoca en lo mismo. Era así, los jurados volvían a los mismos exámenes y decían cosas diferentes. A causa de esto, caí en una depresión y decidí dejar esa voluntad artística. Y mi madre, a quien estoy tan agradecido, me incitó a pintar.

Mis primeras obras tenían una apariencia bastante realista. No puedo decirte de dónde saqué la habilidad. Está ahí. Y empecé a hacer. Y a la gente le gustaba. Mis padres me hicieron una pequeña exposición, humilde, en el restaurante de un señor a quien le estaré eternamente agradecido, me compraba una obra cada seis meses, y esto me servía para adquirir materiales. Gracias a él parte de mi carrera fue posible.

Este fue el comienzo, digamos, las exposiciones. Cada vez que exponía el trabajo, lo querían comprar, parecía que funcionaba. Vine de la nada y no sabía qué era el Registro del Creador, ni que una galería tenía nómina… No había Internet para chequear las cosas rápido, llegabas a un lugar y se reían de ti, como “Este no sabe que el mundo del arte funciona así”.

Fui un autodidacta total, no solo en la práctica de la estética, sino en la práctica de entender los medios, la estructura, a veces dentada, que tiene debajo el arte. A partir de ahí, se hizo un camino de muchas lindas personas que le dieron mayor envergadura a los proyectos y me recomendaban libros. Consumí mucha literatura que influye totalmente en mi trabajo. Y es que, además, en el mismo momento en que me estaba presentando a San Alejandro, mi primo, el poeta Roberto Fernández Ferro, quien prologara El áspero sendero, compilaciónde poemas iniciales, casi desconocidos de Dulce María Loynaz, y quien estuvo involucrado en el libro Antología de la poesía cósmica y lírica, de Enrique Loynaz, viajó a México y heredé toda su biblioteca.

¿Qué autores te han deslumbrado?

Hermann Hesse. Pero no cuando pensamos en El lobo estepario. Pienso en El juego de los abalorios. La estructura tan simple, orientalista de Siddhartha, ese recorrido de un hombre que va a morir sin sublimaciones, a la orilla de un río…

Y Octavio Paz, con el que me he obsesionado más en Latinoamérica. He leído la mayor parte de su trabajo y he viajado México. Usualmente leo por autores, porque en mi autodidactismo tuve que crear una metodología de la investigación propia para no descentrarme. A cada Desconcierto lo acompaña un periplo de lecturas, investigaciones y materiales que, aunque no se vivan en la exposición, forman parte. Normalmente leo dos o tres libros al mismo tiempo. Ahora leo Sapiens: De animales a dioses, de Yuval Noah Harari y revisito a Severo Sarduy.

Eres uno de los artistas que estuvo el 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura. ¿Qué constituyó para ti haber formado parte de esa reunión que estuvo sostenida por aplausos, gesto que ya venía formando parte de tu estética?

Si vamos a hablar de la continuidad, de la sensibilidad social, primero estuvieron los aplausos a los doctores a las nueve de la noche. Me rehúso bastante a conversar sobre temas ideológico-políticos, sobra demasiada poesía en el mundo para solo dedicarnos a eso…

A mí me atrapó por sorpresa. No estuve al tanto de todo lo sucedido con el Movimiento San Isidro (MSI). Estaba en la construcción de la casa de mi madre. La construcción hala mucho tiempo y hay muchas cosas que hago yo mismo. Un colega, cineasta, me escribió por WhatsApp y me dijo: “Oye, mi hermano, está pasando esto frente al Ministerio, estamos los artistas, hecha pa’ca, vamos a conversar, dicen que nos van a dejar conversar, que tendremos la oportunidad de hacer ciertas reclamaciones, dialogar…”.

El diálogo me gusta mucho. Y las personas también me gustan mucho. Fui al Ministerio de Cultura como quien va buscando algo que no sabe, y así sucede también mi trabajo. Llegué y tuve una experiencia hermosa: la unión de personas, lo que creo es el destino del hombre.

Para salvaguardar la especie habrá que unificarse. Esa unión era un reflejo de personas con diferencias, a favor de los proyectos políticos que se están erigiendo en Cuba en ambas partes —es doloroso que sean solo dos partes en vez de cinco, siete partes, algo más poliédrico, más atractivo. Fui con inquietudes y me encontré a la gente abrazándose, unida, cantando; era lindo, aunque suene naif. Estar todos juntos…

No puedo negar que en mi creció la ilusión de algo memorable. Creo que el paso radical, en estas cosas, y sé poco de política, es la unidad, pero la unidad basada en la bondad y no en las diferencias. Y con esa unidad exigir nuestras cosas. Y este creo que puede ser el fallo: nos agredimos los unos a los otros; nos exigimos posturas inmediatas, cuando todos necesitamos un tiempo diferente. Yo necesito mucho tiempo para saber qué voy a hacer, qué obra haré. Y como yo, muchos.

¿Qué pretendes provocar con Desconcierto 12. Oxígeno?

Creo que básicamente este otro Desconcierto va adicionando una capa más a un volumen de obras que he venido haciendo en los últimos ocho años. Cada vez que hago una presentación, una puesta en escena, una exposición, un gesto…, lo veo relacionado con mi obra anterior. Cada vez que preparo un proyecto —nacen de inspiraciones diferentes— bebo información, metodologías o procedimientos de los Desconciertos anteriores.

Es raro. Antes, en los primeros cinco, mis referencias eran muy externas. Siempre buscaba información en otros campos, me interesaba mezclar metodologías, disciplinas. En ocasiones lo han llamado “transdiciplina”, pero ese concepto no encaja mucho en lo que está sucediendo, pienso que ese proceso no tiene nombre aún. Definirlo sería mutilarlo.

Has ido de la pintura al performance, haces cine experimental… ¿Qué podemos esperar de Desconcierto 12. Oxígeno?

Pasará todo eso nuevamente. Lo que cambia con respecto a los Desconciertos anteriores, esto si lo puedo revelar, es que si observas los anteriores con detenimiento, cada uno tiene una morfología independiente y cada uno se maneja por actos o por sucesos que pasan al interior de un solo momento. En el caso del más reciente Desconcierto 10. Rectángulo eran tres actos: el de abajo era Rectángulo, nombre de la exposición; el acto intermedio era Dios; y el tercero, Piedras ahogadas. Espero que el espectador transite a su ritmo, ánimo e intelecto, cada acto de los Desconciertos.

Esta vez no serán actos, sino capítulos, transiciones con la gran influencia que tiene el cine en el arte contemporáneo. El Capítulo I será en cuanto se mejore el tema del virus y durará dos meses; el segundo durará solo un día, y el tercero será a finales del año, posiblemente en el contexto de la Bienal de La Habana.

Escribes poesía, aunque no te interesa publicarla…

Todo lo que he escrito, no sabría decir cuánto porque no lo he contabilizado —hubo una etapa en que escribía un poema diario—, requiere tiempo, distancia, manosearlo, criticarlo, enseñarlo a alguien que te diga que es una basura o es relevante…

Me he vuelto cada vez más exigente a nivel general y por eso tardo dos años aproximadamente en hacer un proyecto. A veces, cuando exhibo un Desconcierto detrás de otro, o una obra detrás de otra, es porque quizá han estado años en paralelo, creciendo y ayudándose entre sí. El hayquehacer es muy peligroso, para todo: redes sociales, política, cultura, literatura… Hay que sentir hacer, todo tiene su ritmo. Hay quien necesita velocidad, tiene capacidad para hacer las cosas rápido y estar al día. Es admirable. Pero yo no puedo. Cada vez requiero de más tiempo. Y quizá con los años me vuelva muy aburrido. Quizá Desconcierto 12. Oxígeno es muy aburrido.

Has dicho en entrevistas anteriores que el arte se basa en estudios previos. ¿En qué estudio previo se basa Desconcierto 12. Oxígeno? ¿Cuáles resortes, investigaciones?

A nivel general, a mi juicio, debe existir una estructura, no necesariamente compleja, no necesariamente intelectiva o culterana. Pudiera recordar que mi bisabuela hacía flores plásticas para los carnavales de Santiago de Cuba. La recuerdo como una persona que hizo algunas de las cosas más lindas que he visto a nivel visual, y no tenía sexto grado. Daba consejos tan apropiados…

Cuando hablo de un fundamento, en arte, me refiero a un grupo de cuestiones, personas, que se toman su tiempo. Breve o largo, tampoco es importante si las obras se resuelven en dos días. Hay poetas que han escrito un verso trascedente en minutos, o alguien que tomó una cámara ayer y comenzó a grabar, terminó haciendo un aporte al cine. Debajo de esos mínimos gestos siempre hay una estructura sentida, analizada, que se ha digerido. Uno de los factores que más afectan al arte y el artista hoy día es la presión del fast food, esa donde siempre hay que decir y hacer. Sin realmente detenernos a revisar qué queremos.

¿Y qué quieres decir tú, Adonis?

Quiero decir que las cosas se pueden hacer diferentes, ni mejor, ni peor. No estoy dando juicios de valor con mi trabajo, ni me interesa pasar a la posteridad como alguien que aportó algo significativo, relevante. Simplemente, tener la oportunidad de decir lo que uno cree. Y poner al espectador a cuestionarse, lo que uno se cuestiona.


En el poema “Todos los miedos (A propósito del miedo)”, de Adonis Ferro, hay unos versos que punzan:

“Miedo a quedar atrapado en un bando / miedo a tener que pactar con algo que no sea lo que siento / madre, no se trata de mi miedo / es lo que sentimos/ todos/
(…)
Tengo los tobillos cansados de correr en círculo / con miedo / madre nos esperan / ya escribo / ¿nos vendrán a buscar también? / dejaré esta nota a mi hija:
ya vuelvo
en otro tiempo
en otras voces”.

Yo le pedí a Adonis Ferro que este poema acompañara la conversación. Me dijo, antes quiero saber qué te parece. Respondí que su poema era un piñazo: Te hace querer correr. Está lleno de impulsos. También, leyéndolo, sentí miedo.


Galería


Adonis Ferro – Galería.




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