Dicen que la última serie fotográfica de Dionnys Matos (Holguín, 1991), El orden de las cosas, que se expuso en la galería neoyorquina Thomas Nickles Project, se vendió como merengue en la puerta de un colegio. Las fotos, tomadas con una Canon analógica, son el resultado de composiciones de objetos sobre objetos y sus sombras, que se vuelven prótesis, extensiones contra fondos color espliego o rosa yogur o verde pantano.
Dionnys me abre la puerta del edificio en Centro Habana, donde sucede esta entrevista, y subimos por una escalera estrecha, que se va haciendo con cada escalón más estrecha, a un apartamento de paredes de cinco metros, pintadas de blanco Santorini. Parece que conduce a un ático; pero no, la puerta se abre y el sol refulge en sus espejuelos de acrílico transparente, porque Dionnys Matos es miope. En su pulóver lila de talla XL, luce tres veces más flaco de lo que es. Y más alto. Aunque es alto.
Apenas entramos, se escucha una batería salir de un radio Marshall dorado, falsamente antiguo, y se siente una mezcla de olores: cigarrillos fuertes, colonia For Men…
Dionnys se sienta junto a una mesa de un material que imita la madera. Una mesa donde caben su MacBook y el último cuadro que pinta: ramas que se trenzan bajo un cielo. O ramas que se trenzan sobre un lago. Ramas sobre azul. Y sus acuarelas Winsor & Newton, y sus ceniceros que son conchas plateadas, y sus pinceles preciosos, y el encendedor… ¡lila también!, que ahora Dionnys alcanza para encender un cigarrillo. Un H. Upmann con filtro. Since 1844.
Me mira fijamente, como diciendo “qué quieres saber”. Y me lo dice.
—¿Qué quieres saber?
En el cuello de Dionnys hay una golondrina tatuada. Una golondrina con las alas abiertas. A lo Don Ed Hardy. Debió dolerle un montón ponerla a volar ahí.
Le digo lo que quiero saber.
Me responde que creció en Holguín y que pintaba desde niño, “porque ya sabes, me gustaba reproducir”… En su niñez vivía con su abuela; su padre no estuvo; pasó por la academia de Artes Plásticas El Alba; dedicó un tiempo al audiovisual e hizo un documental: Quisiera, con el que obtuvo premios. A los 23 años, ya viviendo en La Habana, volvió a buscar temas en la pintura y le salieron unos abstractos de dimensiones variables pintados con paño, experimentando efectos, encontrándose. Ahora vive en Colombia, en Bogotá, en la calle Mazuren, donde tiene un balcón desde el que puede ver, a lo lejos, las montañas forradas de selva, de donde bajan con las mañanas los cantos de los mil pájaros que le recuerdan que comenzó el día…
Dionnys enciende un segundo cigarro.
El humo se queda suspendido sobre la luz que entra por su balcón habanero de la calle Hospital. Un balcón para uno solo, donde cuelga un cactus y al que llega ese bullicio de vendutas de aguacates y flores y panes de ajo…
Dionnys baja un poco el volumen del Marshall. Enciende un tercer cigarro. Y le sigo preguntando…
Objeto No. 01, de la serie El orden de las cosas
En el año 2021, se expuso en la galería neoyorkina Thomas Nickles Project tu serie de fotografías The order of things (El orden de las cosas). En la serie, los objetos y los colores buscan efectos, formas, sensaciones… ¿Cómo fue su proceso creativo, tienen las cosas un orden…?
El orden de las cosas es una serie de fotografías basadas en pequeños objetos que fui recolectando de mi entorno, tanto de la calle como dentro del hogar. Me tomó un poco de tiempo encontrar la forma de mostrar lo bello que podían llegar a ser y darles un orden, por así decirlo. Quería trasmitir con ellos una entidad de equilibrio y armonía profundamente ligados a la naturaleza.
Con esta exposición quisimos poner una pausa y hacer un llamado a la conciencia, una invitación a recordar lo que nos rodea, lo que usamos todos los días, los objetos de nuestro entorno, cómo los usamos y qué tan conscientes somos de las huellas que dejamos atrás y de cómo es posible que todos podamos detenernos y tomarnos un minuto antes de tirar cualquier cosa.
Objeto No. 06, de la serie El orden de las cosas
¿Se pudiera decir que existe, en tu caso, un motivo por el que decidiste ser artista…?
Nunca supe cuándo decidí ser artista. Es decir, me fui percatando que poseía la capacidad de hacer combinaciones entre la realidad y la ficción, por lo que podía generar situaciones, imágenes, discursos, etc. Y, así mismo, la necesidad de llevarlas a cabo.
Todavía vivo II, de la serie Baño de bosque
¿Qué creadores reconoces como influencias significativas en tu trabajo?
Ólafur Eliasson, Lars Jan, Lucía Loren y David Hockney.
S/t, de la serie Estudio del paisaje
¿Cómo surge tu serie Tripofobia, en qué circunstancias? ¿Me pudieras describir en qué consiste la técnica?
Parte de mi obra consiste en mirar las cosas y materiales simples de la cotidianidad desde otra perspectiva, apoderarme de ellos y convertirlos en algún suceso artístico. Fue lo que pasó con esta serie y el plástico de burbujas: empecé a experimentar e inyectar pintura en las burbujas. El título de esta serie en específico se debe a la ansiedad y a la tensión que me provocaba este material, incluso llegando a sentir a veces un miedo irracional.
S/t #35, de la serie Estudio de la naturaleza
Naciste en Holguín, luego te mudaste a La Habana y actualmente trabajas en Bogotá, donde también resides. ¿Cómo influye este proceso de viajes y habitar otras ciudades en lo que pudiera definirse como “conformar un estilo”?
Yo creo que toda persona lleva consigo el lugar en el que nació. Es casi imposible separarse en el ámbito creativo del imaginario popular del que procedemos: dichos, mitos, comportamientos, preferencias, van conmigo siempre. También me pasa con las ciudades que habito, intento hacerlas mías y descifrar un poco lo que tienen para aportarme o contarme, pues cada una en sí es diferente del resto, en la mayoría de los sentidos. Teniendo en cuenta esto, en cada proceso de mi trabajo, dependiendo en dónde esté, se me hace difícil crear un estilo, pues cada etapa tiene un carácter renovador y diferente.
# 09, de la serie Swimming Pool
¿Cómo se vincula tu trabajo con la búsqueda de una conciencia ecológica?
Vinculo mis trabajos con el medio ambiente adoptando dinámicas inspiradas en la conservación de la naturaleza. En ocasiones trabajo el arte reciclado con materiales desechables que no sean biodegradables, dándoles algún propósito utilitario, con el principal objetivo de crear conciencia e incentivar su cuidado. Intento convertir al espectador en el protagonista del daño que causamos y de esta manera llamar a la acción y generar cambios positivos en el consumidor de mi obra.
S/t #01, de la serie Apariencia y contenido
En tu serie Swimming Pool, irónicamente, se advierte una soledad terrible, piscinas tan vacías que te ahogan. ¿De qué inquietudes son resultados estas acuarelas?
Swimming Pool es una serie de acuarelas basadas en locaciones de piscinas vacías o abandonadas, creando una posible belleza y provocando una necesaria reflexión en torno al paso del tiempo y la destrucción. Estas imágenes muestran la desolación e incluso la miseria desde una perspectiva que lleva a las carencias del ser moderno. Algunas son locaciones que pierden el sentido sin el ser humano que las habita; otras las veo como una nueva posibilidad de paisaje e instrumento para analizar el presente.
# 08, de la serie Swimming Pool
Si tuvieras que definir el tema o varios temas de tu trabajo, ¿cuál(es) sería(n)?
El medio ambiente es un tema que llega a mi trabajo en forma de conciencia. Siempre me ha afectado en mi contexto, soy muy atento y la naturaleza me mueve, me afecta desde un pequeño pedazo de basura en la playa hasta el consumo desmesurado y sus consecuencias. Intento crear una reflexión e intervención sobre el paisaje desde diversas perspectivas, pues tengo la convicción de que se puede generar un cambio desde el arte. Y eso quiero hacer con mi obra.
Paisaje de un bosque quemándose, de la serie Baño de bosque
Galería
© Imágenes de interior y portada: cortesía del entrevistado.
Fernando Epelde: “Las cosas te escogen a ti”
“Me interesa saber que, cuando voy a ver una obra de teatro experimental, no la encontraré en mi móvil, ni en Netflix. Sé que tengo que estar allí. Es revolucionario, porque me obliga a salir de mi casa”.