Ves tarros de encurtidos rellenos con juguetes y porcelanas.
Ves lienzos e instalaciones inacabados, las luces tornasoladas de las tres en punto cayendo sobre espejos y pigmentos. Una pared donde hay tantas flores como en la poesía china. Dos ventanas que asoman a ese patio del Vedado donde lija un joven chapista y corretean perros.
Ves objetos fracturados (tazas, platos, lampería), pinceles untosos aún, un trípode, dibujos: el estudio inconfundible de una artista que trabaja. Al que se llega subiendo por escaleritas tan estrechas como las de incendio en Nueva York, después de abrir una puerta que conduce a un lobby deshabitado, secreto, después de abrir otra puerta y ver…, el estudio inconfundible de una artista que trabaja. Para confirmarlo, las paredes ahogadas en obras.
Y ves a Greta Reyna (La Habana, 1991), graduada en la especialidad de Grabado en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro (2011) y en Artes Visuales por la Universidad de las Artes de Cuba (2016), que sonríe todo el tiempo y muestra sus maravillas con la complicidad de quien ofrece rosas a través de una reja.
Más que hacer, Greta Reyna rehace. Todo su arte es una imbricación de causalidades, reconfiguraciones sobre lo que algo fue primariamente, siendo su intención despertar segundas naturalezas, dotar con nuevas almas a las cosas, o lo que va quedando de ellas. Una obra que te hace recordar versos de Roberto Juarroz. Quizás este: “El fondo de las cosas no es la vida o la muerte”. O estos: “Quizá debamos aprender que lo imperfecto / es otra forma de la perfección: / la forma que la perfección asume / para poder ser amada”.
En la primera página de tu dosier declaras que la relación con tu abuelo materno, un importante arquitecto cubano, fue especial. ¿Esto influyó en qué decidieras ser artista?
Mi abuelo materno, Fernando López Castañeda, fue fundador de la comisión de monumentos de Habana Vieja y Premio Nacional de Arquitectura en el 2013; junto a mi abuela, diseñadora de interiores, guiaron nuestros pasos —digo guiaron, porque tengo una hermana gemela— y han sido siempre motivo de inspiración.
Mis padres también apoyaron todo cuanto se nos ocurría. Pero en gran medida nuestros primeros conocimientos sobre arte vienen de la mano de este abuelo que nos enseñó a amar el arte en su totalidad.
Él tenía una modesta colección de arte, en su gran mayoría, de influencia religiosa. Uno de los ejercicios que más disfrutábamos junto a él, era cuando nos llevaba a los museos para descubrir si las pinturas que veíamos, a veces hasta por veinte minutos, habían sido realizadas por un discípulo o por el autor. Así descubrimos a Murillo, Nicolás de La Escalera y muchísima pintura europea.
En su estancia en Quito, con la encomienda de realizar el monumento a José Martí, hizo una linda amistad con Guayasamín, hecho fundamental para que luego nos transmitiera esa importancia que tiene el arte como medio de expresión sentimental para el artista.
Fue él quien inculcó en mí esa necesidad de otorgarle alma a los objetos perdidos. Además de pinturas, coleccionaba santos de madera y fragmentos de esculturas religiosas que, por supuesto, para una niña de Lawton resultaban sumamente extraños y misteriosos. Yo heredé muchos de esos santos y fragmentos que conservo en la casa donde vivo.
Gran parte de mi obra ha sido dedicada a él, por su influencia en mi forma de observar la realidad. Nos enseñó a practicar rituales domésticos que potenciaban nuestra curiosidad y ganas de crear. Por ejemplo, mi padre nos llevaba todas las mañanas a la escuela y él nos recogía en las tardes, muchas veces nos íbamos a las exposiciones, incluso nos cambiábamos el uniforme dentro del carro. En el regreso a casa, no podía faltar el dulce o el helado; una tarde nos contó que su abuela hacía lo mismo con él. Realmente tenía rituales para casi todo.
Durante su niñez vivió en un pequeño apartamento encima de una joyería donde su madre era tendera. Un día vio pasar una estrella fugaz desde el balcón, y su deseo fue ver fuego. Al otro día, al regreso de la escuela, encontró su casa en llamas. Por esta razón, durante años durmió con ropa y zapatos. Al pasar el tiempo el miedo al incendio fue mermando, pero aún de adulto reservaba, apilados en la baranda que conducía al lugar donde mostraba su colección, una cantidad considerable de pantalones. Y debajo de la cama una hilera de zapatos perfectamente alineados, solo por si un día acontecía algo semejante, salir huyendo vestido.
“El paraíso”, fue el nombre que dio al espacio de su colección. Cuando algún amigo lo visitaba, tenía el hábito de poner algún disco de música en su caja, contar la historia de cada objeto y cuadro… Con él aprendí a instalar, a trabajar con objetos a partir de la naturaleza de estos, su potencial, la dimensión espacial y el valor de lo inanimado.
LÁGRIMA (2019), De la serie Objetos rotos.
Madera, acrílico, cristal de color. Dimensiones variables.
Te has interesado por el stop motion: Amantes, Cosecha, Salón de espejos: 14 esquimales y una vela, son algunos de tus últimos videos, ¿Cómo surge tu interés por esta técnica?
Cuando era niña, antes de dormir, pensaba que los juguetes se despertaban e interactuaban, algo que se les pudiera ocurrir a muchos niños. Pero luego, cuando empecé a estudiar arte ya tenía objetos por todos lados. Y ahora, en la cuarentena, pensé que podía llevarlo a cabo: despertarlos a través del stop motion.
COSECHA (2020), Stop Motion.
Duración: 1:13 minutos.
Fui invitada por la curadora Yudinela Ortega a participar en un proyecto: Tu Maletín Art Blog en Instagram. La petición era realizar un video sobre cómo vivía el confinamiento. Al tener un poco de miedo escénico para hablar frente a cámara, se me ocurrió llevar un dibujo de mi serie Telegrama al stop motion y con mi voz en off contar cómo acontecía esta experiencia. Así comencé a dar mis primeros pasos en esta técnica.
Me gustan los trabajos que requieran paciencia y detalles, por esto me siento muy cómoda y disfruto mucho el proceso. Por ejemplo, en Cosecha, después de media hora haciendo fotos, no me gustó el resultado y volví a empezar. Esta técnica es un campo para mi sumamente divertido (he reiterado que me divierto creando, y esta forma de hacer no escapa de esta ecuación). Aprendo a editar, desde el color hasta el sonido, hago las escenografías y escojo los personajes. El proceso surge mucho del azar.
COSECHA (2020), Stop Motion.
(Fotogramas).
Por ejemplo, en Amantes, llevaba días con la imagen del caballo frente a la pared de rosas de mi estudio, así que decidí ubicarlo, poner la cámara enfrente y comenzar a darle movimiento; en el trayecto recordé donde estaba la oveja y ahí surgió la historia. Hasta ahora no hago guiones previos, como tampoco hago bocetos para mis pinturas e instalaciones. Trabajo en el espacio y con todo lo que tenga para ofrecerme.
Además, tengo muchos objetos de procedencia familiar y el disfrute de coleccionarlos es tan grande que me decía, si los uso en una instalación y me la compran, los perderé. Esto me angustiaba un poco. Y aunque durante varios años aprendí a soltarlos, aún quedan muchos de los que no podría desprenderme. Entonces encontré el medio preciso para ellos: el stop motion. De este modo pueden ser adquiridos como historias en pantalla, pero no objetualmente.
AMANTES (2021), de la serie ALMA. Stop Motion.
Duración: 1:29 minutos.
Algunos son objetos muy viscerales, que están ligados a historias muy personales. A través de ellos puedo dar vida muchas historias que me inspiran. Aunque recién estoy comenzando a realizar otros ejercicios, donde los objetos no tienen esa carga de historia personal, sino que narran experiencias ajenas. Por consiguiente, es posible que tenga menos apego a estos, objetualmente hablando. Y que pueda producir escenarios-environment en galerías, museos, etc., realizar el video y generar dos experiencias en el espectador: instalativa y cinematográfica.
AMANTES (2021), de la serie ALMA. Stop Motion.
(Fotogramas).
¿Cuáles artistas dirías que te han marcado más?
Empecé a descubrir, hace mucho tiempo, que mis antecedentes primigenios estaban en la vida diaria y en las circunstancias que me rodean. Es por esto que hoy día mi Instagram está plagado de inspiraciones cotidianas que voy encontrando. Es una de las formas más efectivas que tengo de ir construyendo mis propias narraciones.
En cuanto a antecedentes dentro de las artes visuales en Cuba, pudiera hablarte de Alina Águila, Diana Fonseca, Tatiana Mesa. En el caso de Tatiana, que fue mi profesora en tercer año de San Alejandro (por aquel entonces yo aprendía las técnicas de la serigrafía y estudiaba Grabado, del cual debo su serialidad y la repetición de un patrón específico), lo que más me impactó de aquel curso fue conocer un gesto de Tatiana donde simplemente ella besaba estatuas. Ahí comenzó mi fascinación por el gesto.
También me encanta Fluxus, con su idea de arte-vida, Joseph Beuys y sus objetos sensuales, su teoría. Obviamente, Duchamp y el ready made. Aunque al mismo tiempo, considero que sus excéntricos ready made son el antagónico perfecto para la solemnidad silenciosa de Giorgo Morandi, que también me encanta. Este último pintó casi exclusivamente jarrones, cuencos, botellas y jarras. Utensilios de la vida diaria. Dichos objetos, colocados sobre una mesa, se convertían en los máximos protagonistas de sus cuadros. Sus naturalezas muertas, paisajes sin personas, su intensa concentración en la forma, el color y el espacio, reflejan una perspectiva profundamente introvertida y distanciada de la realidad, un espacio consigo mismo. Sus obras se convertían entonces en composiciones parcas, sobrias y silenciosas, pero al mismo tiempo inquietantes, seductoras. Deseaba simplemente captar la esencia de los objetos y los escenarios. Algo con lo cual no puedo evitar identificarme.
Objetos rotos, la serie en la que estoy trabajando, que incluye instalaciones y esculturas a partir de objetos que son desechables para muchos, tiene mucho de ese concepto de introspección a través de la forma que produce en mi sensibilidad algo roto. En la pintura que vengo haciendo hay una voluntad de enaltecer la belleza de estampados en telas que ya no se usarán por su deterioro.
De la serie OBJETOS ROTOS.
Remedios Varo, Leonora Carrington y Hilma af Klint, cada una a su forma, me trasmitieron una voluntad cuasi mística con la pintura, de plantearme preguntas fundamentales acerca de la necesidad de fundar un universo propio donde confluyan muchos tipos de aprendizajes. Liliana Porter también ha ejercido una fuerte influencia en mi trabajo con los objetos y Luis Camnitzer, de quien tuve el placer de recibir un taller en Casa de las Américas sobre originalidad y autoría en el arte.
No puedo terminar esta respuesta sin dejar de contarte que mi pintura preferida es La joven de la perla, del holandés Vermeer. Vivo fascinada con la idea de que ese retrato se volvió famoso no solo por la calidad pictórica, o la representación femenina, si no por el protagonismo de un objeto: un arete.
¿Y literarias?
Cuando éramos niñas y estábamos aburridas, mi padre nos decía: “¿Como pueden estar aburridas con tantos libros?”. No soy una lectora voraz, pero trato de leer cuanto me llame la atención. A ratos suelo inspirarme para algunas obras con algún escritor que descubra y me seduzca, u otro que releo una y otra vez como a Julio Cortázar, por ejemplo.
Comencé con la poesía en la adolescencia, de la cual no salgo nunca. Redescubro mil veces a Dulce María Loynaz, como entierra la luna en su Jardín; como su insilio la llevó a crear con tanta visceralidad.
Estudiando en el ISA, Nora y Sara, dos de mis mejores amigas, me recomendaron leer a Milan Kundera. Quedé prendida con este fragmento que acá reproduzco: “(…) Nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de personas y acontecimientos a los que se les llama coincidencias. Coincidencia significa que dos acontecimientos inesperados ocurren al mismo tiempo que se encuentran (…)”.
Durante la eventualidad del transcurso de la vida, voy tropezando con gestos traducidos en acontecimientos, instantes, objetos, fotos, imágenes, sensaciones que activan mis sentidos y que me hacen enamorarme cada vez más del arte; gracias a él puedo decir todo lo que pienso y soy. Quizá me interesa tanto Kundera por el universo de objetos que comencé a descubrir en su literatura. Por cómo establece una comparación infinita de metáforas con relación al significado de un objeto, tal como pasa en el arte, de acuerdo a las experiencias de vida de cada persona.
De Kundera hice mía esta frase: “La Felicidad es el deseo de repetir”. Durante años he vivido repitiendo como un mantra esa frase en mi mente. Cuando deseamos repetir es porque allí fuimos felices.
Historia de cronopios y de famas es un libro que nunca termino para que no se me acabe, recurro a él cientos de veces. Bestiario, Todos los fuegos el fuego, voy leyéndolos y soltándolos y así paso de uno a otro. De Gabriel García Márquez, me fascina Tres cuentos y una proclama, pero sobre todo su relato “El rastro de tu sangre en la nieve”; como algo tan insignificante como un pinchazo de espina puede acabar con una vida y un amor.
Me encantaría conocer más sobre Diario del dolor…
Diario del dolor no habla del dolor específicamente, habla sobre curar. Surge como terapia para aliviar un proceso de tristeza por el cual estaba pasando, una vez acabada la obra, sané.
DIARIO DEL DOLOR (2016). Libro objeto.
Dos años después realicé Diario del quinto sol, otra obra que habla sobre la felicidad a través del amor más allá de lo establecido. La felicidad como un círculo infinito.
¿Cómo se desarrolla tu trabajo?
Para mí, el mundo habita en morbo constante con respecto al dolor y el sufrimiento. Por consiguiente, no me interesa reproducir más tristeza. Después de la muerte de mi abuelo y de un período de introspección, me he dado a la tarea de observar las estadías de la felicidad como práctica de vida. El arte como necesidad, un órgano más del cuerpo, un medio que tengo para hacer catarsis, drenar el día a día y a la vez meditar. Mi trabajo nace de lo fortuito, de ese azar concurrente que se vuelve búsqueda y encuentro a su vez.
También me interesa el cruce entre las artes decorativas y el arte “contemporáneo”, y esto puede verse en mis obras con bastante claridad, así como trabajar con los prejuicios y condicionamientos que tenemos a veces respecto a la unión de estos campos tan cercanos y a la vez, distantes.
¿Cómo se desarrolla tu relación con el mercado del arte?
Con el mercado, hasta ahora, me va bien. Cuando estudiaba en el ISA siempre creí que debía existir una asignatura que fuera Marketing, o algo similar; que le enseñara al alumno cómo vender su trabajo. Sobre todo, en un país donde no existe un mercado interno que compre arte. Nunca he tenido prejuicio con la comercialización de mi trabajo, mi abuelo solía vender en Subasta Habana. Nosotras nos encariñábamos con las piezas y un día, cuando dejábamos de verlas, al preguntarle si las había vendido, nos respondía: “Hay que comer”. Así aprendimos que del arte se puede vivir.
Creo que uno puede estar en el mercado sin perder su esencia. Hay de todo en el mundo y gustos variados. Simple: lo que no gusta a unos, otros querrán tenerlo. Empecé vendiendo mis dibujos, mayormente collage, luego pintura y después vino el objeto. Con este último siempre le aclaro al comprador que, en mi caso, si el objeto en su transportación sufre un accidente y se rompe, no sería un problema, más bien una transformación, trabajo con objetos rotos y esa es su naturaleza.
En nuestra conversación previa te refieres a lo redondo como una de tus obsesiones, ¿por qué lo redondo?
Considero que lo redondo es la síntesis simbólica de la felicidad. De esta obsesión surge un ensayo visual sobre lo redondo que ya estoy sacando a la luz poco a poco. Llevo alrededor de 4 años coleccionando fotografías que voy haciendo de objetos redondos. Creí conveniente utilizar las redes, y así surge un perfil en Instagram titulado, justamente @lo_redondo.
Es inquietante para mí que esos objetos redondos sean retenidos por el lente redondo de mi iPhone, que a su vez es captado por mi pupila redonda y así percibir al unísono que ese objeto, mi celular y yo estamos parados sobre algo redondo.
Dices que nunca venderías esa obra donde hay un plato fracturado y, adyacente al plato, una fotografía de tu niñez donde todo está pintado de negro, salvo tú y el plato sin romperse. ¿Cuál es la diferencia entre la obra que el artista vende y la que conserva?
No sé como es esta encrucijada para el resto de los artistas. La obra que conservo está dada por el significado que tiene en mi experiencia de vida. Pero supongo que así nos pasa a todos. En el caso de 4 días antes de mi cumpleaños número 6, que es el título de la pieza a la que te refieres, fue realizada en 2010 y para aquel entonces no tenía idea de que toda mi obra más adelante estaría marcada por el objeto roto. En ese sentido esta pieza viene a ser el antecedente de todo mi trabajo actual. Además de esto, el plato específicamente representa mi infancia y la casa donde crecí, donde aún viven mis padres.
4 DÍAS ANTES DE MI CUMPLEAÑOS NÚMERO 6 (2010).
Plato Roto, Fotografía intervenida, Cristal, Madera (33,5cm x 22cm).
¿Qué podemos esperar de tu próxima exposición, junto a tu hermana la artista visual Gabriela Reyna, en Galería-Taller Gorría? ¿Cómo ha sido el proceso, la curaduría, la concepción de una expo en conjunto?
Mi hermana y yo comenzamos trabajando juntas, discursábamos sobre lo dual. Al mismo tiempo llevábamos nuestra obra de forma independiente. Nos presentamos al ISA con las dos producciones; la de conjunto y la individual. Una vez dentro, nos dijeron que solo debíamos desarrollar nuestra obra por separado. En un inicio nos fue un poco frustrante pues teníamos un ritmo muy enriquecedor para ambas y al mismo tiempo todo era al 50 %. Como gemelas, pensábamos y ejecutábamos al mismo nivel; nunca tuvimos ninguna competencia. Sin embargo, acogimos la sugerencia de la mejor manera posible y comenzamos a desarrollarnos de forma independiente.
En ocasiones, cuando éramos invitadas a participar en alguna exposición colectiva, decidíamos mostrarnos mediante el simple gesto de ir vestidas y peinadas exactamente iguales, cosa que para nosotras es bien raro porque desde la niñez mi familia siempre quiso que luciéramos diferentes. Mi abuelo decía que el ser gemelas no significaba que tuviéramos la misma esencia, y la indumentaria fue nuestra primera respuesta a ello. Desarrollarnos desde nuestras particularidades fue muy bueno parque ambas nos distinguimos.
Después de seis años sin trabajar juntas, hemos decidido emprender una producción entre las dos nuevamente, sin dejar de lado nuestros trabajos particulares; es más bien una simbiosis colaborativa.
Por ello surge este proyecto en el que ambas mostraremos nuestras propuestas por separado. En mi caso, estará la instalación-objeto, la pintura y el stop motion; pretendemos realizar algo en conjunto que será, digamos, la sorpresa. La curaduría corre a cargo del artista Adonis Ferro, alguien con quien nos sentimos muy cómodas trabajando. Llevamos en este proyecto ya casi dos años y el proceso ha sido enriquecedor para ambas. Esperamos el momento justo para compartirla.
¿Cuáles definirías como los temas fundamentales de tu obra?
Lo fortuito, el azar, lo roto, el objeto, el gesto y lo redondo.
Greta Reyna, por Brenda Cabrera Rodríguez.
Galería
Greta Reyna – Galería
© Imágenes de portada y final de Greta Reyna, por Brenda Cabrera Rodríguez.
José Raúl Gallego: “No hay vuelta atrás con el periodismo independiente”
“Muchos de nosotros hacemos periodismo y a la par hacemos activismo. Uno lo que tiene es que diferenciar los roles, y sobre todo ser consecuente con la ética de la profesión. Yo no voy a mentir. Sea cual sea la causa que defienda, mi compromiso es con la verdad, no con un partido político, no con una causa”.