Abraham Jiménez Enoa: “Hay que estar en el lugar”

Abraham Jiménez Enoa (La Habana, 1988) es un hombre negro proveniente de una familia revolucionaria de militares y abogados, casi todos militantes comunistas. Su padre es un teniente coronel jubilado del Ministerio del Interior, y su abuelo —quien falleció en 2015 y con quien vivió durante los años más importantes de su niñez— fue por mucho tiempo guardaespaldas de Fidel Castro, del Ernesto “Che” Guevara, de Ramiro Valdés y otros dirigentes “históricos” del gobierno.

En el año 2012, se graduó de la carrera de Periodismo en la Universidad de La Habana. Mientras terminaba su servicio social, como archivista en un departamento de información olvidado del Ministerio del Interior (MININT) entre 2012 y 2014, empezó de colaborar con el sitio OnCuba escribiendo sobre deporte, una pasión que le obsesiona tanto como el periodismo. 

No obstante, cuando pidió la baja del MININT, en 2015, para dedicarse por completo a fundar la revista independiente de periodismo narrativo El Estornudo, demoraron hasta 2016 en dársela y fue sancionado a una regulación especial de cinco años sin poder salir del país. Para él, esta sentencia —que debería de haber terminado en junio de 2021— ha sido “un costo que solo los que lo han sufrido, lo saben; y los que no, lo minimizan”. 

Dirigió El Estornudo hasta junio de 2020. Estaba cansado, exhausto, dados los muchos desafíos de velar por los demás reporteros, guiar sus textos y coordinar un medio de prensa independiente desde Cuba: sin oficina, sin Internet, más allá de la represión constante de la Seguridad del Estado. Aquellos cuatro años de “hermoso trabajo” en la revista, dice: “Me los sentí como si fueran diez”. 

Tomó la decisión difícil de dejar El Estornudo para poder recobrar fuerzas, volver al ruedo y dedicarse de escribir historias. Ahora es un periodista mayormente freelance, que cuenta con columnas mensuales en The Washington Post en español y en la revista mexicana Gatopardo.

Aunque quisiera viajar al extranjero un día, tiene la determinación de seguir practicando el periodismo independiente desde la Isla, a pesar de que las condiciones para hacerlo no son las mismas que a inicios del boom, entre 2014 y 2017. “La represión aumenta cada vez más, la situación económica es cada vez peor” y cada día otro colega periodista independiente se suma al exilio. Aunque critica a los periodistas oficialistas por su “falta de valentía”, entiende perfectamente bien la decisión de otros periodistas independientes de largarse gracias a “las ganas de no vivir en una dictadura”. 

“Por ello”, declara, “la única manera de hacer periodismo en Cuba y que ese periodismo logre perpetuarse en la historia, es seguir ejerciendo la profesión desde el compromiso y la responsabilidad que conlleva ser periodista en un régimen totalitario como el cubano”. 

Nótese que la última comunicación que sostuve con Abraham para terminar esta entrevista fue el domingo 11 de julio a las 9:42 a.m., el mismísimo momento en que multitudinarias protestas antigubernamentales inéditas empezaron de apoderarse de toda Cuba. No se ha publicado hasta ahora, pues primero quería comunicarme con él por su propia seguridad. Está salvo y sano, y sigue reportando desde La Habana. 

Además, quería compartir algunas de sus impresiones y análisis de los acontecimientos históricos del 11J y los días subsiguientes. Gracias a su valentía y compromiso con el reportaje, Abraham ha publicado en estos días textos en The Washington Post (“La llama encendida: los cubanos queremos el fin del régimen ya”), Gatopardo (“El saldo desconocido de las protestas en Cuba: ‘Ya no tenemos miedo’”) y El País (“La falsa tranquilidad”). También narró todo un episodio del podcast El Hilo, explicando lo ocurrido y sus implicaciones: “Cuba, entre el miedo y el hartazgo”. Aquí abajo dejo algunas citas claves de estas intervenciones:

The Washington Post: “Los cubanos han pasado de la inconformidad doméstica, de quejarse en casa y asentir en público, a la acción, y eso acaba de abrir una grieta en las arterias del corazón del régimen. De ahora en adelante nada será igual en Cuba: el juego cambió y estas nuevas reglas acercan el porvenir. Lo sucedido supone treparnos a un trampolín de despegue que nos puede lanzar o a que el régimen se torne aún más sanguinario y dictatorial para imponer sus normas o a la libertad de los cubanos tras 62 años de sufrimiento”.

Gatopardo: “Han pasado sesenta y dos años desde que los Castro nos desconectaron del mundo y del resto de los latinos para convertirnos en una aldea de otra galaxia. Pero el Internet nos devolvió a la Tierra y hoy nos tiene peleando con los dientes apretados por todo lo que hemos perdido. Me encanta decir que de tanto perder, de tanto que nos han quitado, o más bien robado, hasta sin miedo nos dejaron”.

El Hilo: “Otra ficha que ha generado toda esa Torre de Babel es el Internet. Todo esto que le estoy comentando uno ha podido saberlo, el mundo ha podido saberlo, justamente por Internet. Es decir, Internet le cambió la fisionomía a este país. Poco a poco desde 2015, que ha empezado la gente a conectarse más y a acceder más a las redes, ha significado un tiro en el pie para el régimen porque se ha vuelto su enemigo más feroz, a punto de que ha estallado el país y la principal medida es apagarlo y desconectarlo del mundo”.   


¿Podrías describir tus orígenes familiares y sociales? ¿Qué trabajo o profesión practicaban tus padres y cuán “integrada” fue tu familia en el proceso revolucionario? 

Mis padres son abogados, ambos. Pero mi padre no ejerció el Derecho porque se hizo militar. Mi familia es una familia donde hay muchos militares, no solo mi padre, también mi hermana lo fue, un tío; mi madre estudió en una escuela militar también, y mi abuelo, que fue por muchos años guardaespaldas de Fidel Castro, del Che, de Ramiro Valdés y otros dirigentes. 

Mi casa, donde crecí, está llena de retratos de ellos; de ellos solos y de ellos con mi abuelo. Para que tengas una idea: el Che fue el padrino de boda de mis abuelos; hay una foto de ellos casándose y el Che con un mojito en la mano en la sala de mi casa. Mi abuela todavía guarda el regalo de su boda: un televisor General Electric de la época que les regaló el Che. Por lo que mi familia es lo que se llama en Cuba una familia “revolucionaria”, una familia donde casi todos son militantes comunistas, donde lo que se dice en el noticiero y en los periódicos es sagrado y donde se quiere a Fidel Castro

Yo crecí en ese ambiente y, obvio, también amé a Fidel y a la Revolución, sin tener conciencia de nada. Crecí como crecen los niños en Cuba: dentro del automatismo de la Revolución. Incluso, peor aún, porque la casa de mis abuelos, donde crecí, estaba al doblar de una de las casas de Fidel Castro y yo lo veía pasar con sus Mercedes negros. Una vez le di la mano, un día de “votaciones”, y me acarició la cabeza, a mí y a todos los niños del barrio. Por tanto, toda mi infancia y casi toda mi adolescencia las pasé rodeado de símbolos que luego deconstruiría años más tarde. 

Mirando atrás, a tu propio desarrollo profesional y orientación política, ¿cómo describirías tu transformación política y por qué? ¿Hubo un momento de ruptura o fue más un proceso lento de distanciamiento e independencia? 

No tuve una conciencia crítica real del país hasta que comencé a escribir, a mirar para escribir. Hasta ese momento no me percaté de lo que era este país. Mirar con intención para luego plasmar esa mirada en la escritura, me derrumbó muchas cosas, todos aquellos símbolos que me rodearon en mi infancia y en mi juventud. Fue un proceso que se fue dando, no podría apuntar un parteaguas, un día de ruptura, pero cuando comenzó, ocurrió de manera definitoria en mi vida.  

¿Por qué decidiste estudiar Periodismo en la Universidad? ¿Qué te atraía de la idea de ser periodista en un país como Cuba?

Mi gran pasión son los deportes. De niño intenté ser pelotero, pero no era tan bueno como para abrirme un camino en el béisbol; entonces, ya entrado en la adolescencia, sabiendo que no sería pelotero, decidí que quería ser comentarista deportivo. Por eso decido estudiar Periodismo: era el único camino que me garantizaba mi sueño, al menos el camino que conocía. 

No fui un buen estudiante en la secundaria, en realidad nunca lo he sido. Soy demasiado entretenido, cualquier cosa me roba la atención y eso me hacía no prestar atención a los profesores. Mis resultados académicos en esa etapa no eran de los mejores, y por ello tuve que irme a un preuniversitario en el campo (Raúl Díaz Argüelles, en Melena del Sur) y no a la escuela vocacional Vladimir Ilich Lenin, la mejor escuela del país y cantera fundamental de la mayoría de las plazas de Periodismo para la Universidad; de la Lenin eran los estudiantes que mejor preparación tenían. 

Los preuniversitarios en el campo eran una locura, casi ni se estudiaba, funcionaban como cualquier cosa menos como la antesala de la Universidad. Yo quería alcanzar la carrera de Periodismo, pero estaba en desventaja con los estudiantes de la Lenin, porque tenía menor preparación. Mi padre, hoy un teniente coronel jubilado del Ministerio del Interior, me dijo que tenía que ser pragmático, que yo no iba a poder competir con los chicos de la Lenin y que me iba a quedar sin la carrera de Periodismo, que lo mejor era que me afiliara al programa “Cadetes Insertados” del Ministerio del Interior. Este programa fue creado para elevar el nivel cualitativo de las fuerzas de esta institución y funcionaba captando a estudiantes en los preuniversitarios que quisieran acceder a las universidades sin hacer las pruebas de ingreso. 

Para obtener la carrera por este programa solo había que pasar las pruebas de aptitud, bajo el requisito de que una vez graduado, el estudiante tendría que pasar su servicio social en el Ministerio del Interior. El servicio social es el mecanismo mediante el cual el Estado cubano les cobra a sus alumnos estudiar en la Universidad de manera gratuita. De esta manera, las mujeres tienen que trabajar para el Estado tres años y los hombres dos, porque se le descuenta uno por el Servicio Militar Obligatorio. Al final, seguí el consejo de mi padre y por esta vía llegué a la Universidad. 

Si entiendo bien, llegaste a la Universidad, pero también llegaste por obligación a trabajar con MININT, razón por la que no has podido viajar fuera de Cuba durante 5 años (entre muchos otros controles). ¿Mirando hacia atrás, con la perspectiva de tiempo, ¿crees ahora que el consejo de tu padre fue bueno? 

Fue un consejo desde su perspectiva, un consejo desde su imaginario, desde su propia vida. No hay en ese consejo, por supuesto, ánimo de perjudicarme, aunque luego sucediese así. Es un consejo de padre a hijo y los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos. También hay una dosis de responsabilidad en mí, porque si bien casi siempre a esa edad uno hace lo que digan los padres, la decisión es de uno. Mi padre no me puso una pistola en la sien para que yo hiciera lo que él decía. 

Una vez dentro de la Universidad, decidí que lo mío ya no iba a ser narrar deportes detrás de un micrófono, sino escuchar historias para luego narrarlas. No sabía cómo y dónde iba a hacerlo, pero al menos tenía decidido qué quería hacer en el futuro.  

¿Qué clases, profesores, libros o periodistas te inspiraron, o tuvieron impacto intelectual en ti como estudiante y futuro periodista durante tus años universitarios?

A la altura de tercer o cuarto año, no recuerdo bien, hubo una asignatura donde se analizaban los clásicos del tipo de periodismo que luego me cautivó: los Truman Capote, los Rodolfo Walsh, los Gay Talese y así. 

Como estudiante, hiciste prácticas laborales periodísticas, ¿podrías describírmelas? ¿Fue una experiencia frustrante o fructífera? 

En la Facultad de Periodismo es obligatorio hacer prácticas laborales después de cada semestre. Pero como yo no era de los mejores alumnos, siempre me mandaron a lugares remotos de la prensa estatal. Era decisión de los profesores, y ello ubicaban a los mejores alumnos en los supuestos mejores lugares. A la larga, fue mejor así, porque no tuve que ir a Granma ni a ningún otro lugar oscuro. Aunque, ahora que lo pienso, las prácticas de televisión las hice en la Mesa Redonda, donde no nos dieron casi espacio, por suerte, pero donde sí aprovechamos el tremendo y buenísimo Internet que allí tenían. 

En general, no tuve casi experiencias. Me tocó en la Agencia de Información Nacional, en la revista Juventud Técnica y en Bohemia. Casi ni nos hacían caso, por lo que casi ni fui en ese mes de práctica laboral. 

¿Cómo escogiste el tema o enfoque de tu Tesis de grado y tu tutor?

Como fanático al fútbol, decidí hacer la tesis sobre el consumo cultural del fútbol en los jóvenes cubanos. El fútbol en ese momento comenzaba a abrirse paso en Cuba y me pareció interesante abordar ese fenómeno de masas en la Isla. Mi tutor fue Carlos Díaz, uno de los tipos más lúcidos que he conocido en mi vida. Lo elegí por su inteligencia y porque era de los pocos profesores con los que me llevaba. Terminamos siendo amigos.  

Hoy en día, gran cantidad de periodistas se gradúan de la Facultad y trabajan (al menos por un tiempo) en el sector estatal/oficial antes de pasar a la prensa independiente. A tu juicio, ¿a qué se debe el auge de este fenómeno durante los últimos años (2014-2021)? Es decir, ¿por qué ahora y no antes?

Porque, por un lado, Internet le abrió los ojos a una generación que tenía ganas de cambiar las cosas y en Internet encontró esa posibilidad. De ahí que mi generación haya fundado un importante abanico de nuevos medios a la altura de 2015-2016, pues pudimos armar medios fuera de la sombrilla del oficialismo. 

Y que eso fuera posible, generó que los que vinieran detrás se animaran a hacerlo. Es decir, con los medios ya en pie, los que salieron detrás de nosotros de las aulas de la Universidad, vieron ahí la manera de realizarse como periodistas fuera de los medios oficiales. La tarea ya estaba hecha. 

Al mismo tiempo, el periodismo independiente cubano siempre se ha nutrido del trabajo de periodistas autodidactas o “periodistas ciudadanos”. Para ti, ¿la distinción entre periodistas independientes “profesionales” (con títulos universitarios y experiencia en el sector oficial) y los autodidactas tiene importancia? Si es así, ¿en qué sentido?

El periodismo es uno solo y no importa quién decida hacerlo mientras lo haga bien. 

Si lo hace un carpintero y lo hace bien, genial. Si lo hace un albañil y lo hace bien, genial. Las profesiones no son de quienes las estudian, sino de quienes las ejercen y las ejercen adecuadamente. 

Hay de todo en la vida: está el que salió de la Universidad y no sabe escribir, no sabe contar una historia, identificarla; y está el que no fue a la Universidad y tiene la capacidad de meterse donde otros no se meten y luego contar esa realidad. Eso no quita que haya que pasar por encima de las normas del periodismo. Se trata justamente de eso: de contar de manera adecuada las historias. Aquellos que lo hagan, son periodistas y no necesitan título.   

Mirando el desarrollo del periodismo cubano (y la enseñanza del Periodismo en las universidades cubanas) desde 1980 para acá, ¿hay cambios o rupturas significativos? ¿O te parece que el proceso de desarrollo, durante estos 40 años, es más bien una continuidad con el modelo de prensa establecido entre 1959 y 1979?    

Creo que el modelo de prensa oficial cubano sigue siendo el mismo: un sistema de propaganda del Estado. Lo que ha ido, obligatoriamente, mutando sin moverse de su propio eje. Esas mutaciones no han sido ruptura, sino cambios fisionómicos propios de la modernidad. 

Por ejemplo: era impensado ver a los medios oficiales cubanos trasmitiendo directas de las redes sociales, liberando los comentarios de sus publicaciones, etc. Los cambios han ido en ese sentido, cambios obligatorios, casi “biológicos”, pudiéramos decir. 

Pero sigue siendo una prensa arcaica y medieval: no cuenta lo que tiene que contar ni en contenido ni en forma. 

¿Cuál fue tu primer puesto laboral como periodista en el sector oficial/estatal? ¿Fue agradable o desconcertante? ¿Podrías compartir una anécdota que lo ilustre? ¿Cómo combinaban estas experiencias profesionales con las esperanzas y ambiciones que tenías como estudiante?

Como indicaba el programa al que me había afiliado, cuando me gradué, me enviaron a trabajar a la Fílmica del Ministerio del Interior, a un departamento de comunicación donde mi trabajo consistía en revisar a diario los periódicos del país y archivar las informaciones que salían publicadas sobre el Ministerio de Interior. 

También, en ocasiones, me mandaban a cubrir algunos actos políticos de los que tenía que escribir notas informativas que eran enviadas a los periódicos nacionales. Recuerdo que alguna salió bajo mi nombre, pero otras muchas no, eran unas notas horribles: cualquier cosa menos una nota informativa, eran pura propaganda. 

En ese lugar, obviamente, no tenía ningún tipo de proyección ni de incentivo profesional, pero sabía, por lo que escuchaba de mis compañeros de curso que se habían ido a la prensa oficial, que allí tampoco había cabida para expectativas profesionales. Estábamos todos en una especie de no lugar, de alguna manera sentíamos que lo poco que nos habían enseñado en la academia no podía ponerse en práctica en ninguno de estos sitios. 

Digo ningún lugar porque en ese momento (2012-2014) tenía un desconocimiento total sobre el periodismo independiente. Sabía que existía, manejaba algunos nombres, pero no tenía conocimiento, ni siquiera mínimo, sobre la prensa independiente. Pensaba, como mucha gente, que eran opositores que se dedicaban a lo mismo que el Granma, pero al revés: en vez de defender al Gobierno, a criticarlo sin ambages. 

¿Ha cambiado tu criterio sobre la prensa independiente a través de los años? 

Es una prensa que ha ido creciendo en calidad, pero que aún le falta dar un salto más alto. Es muy difícil por las condiciones en las que se trabaja, por la represión, porque no tenemos maneras de llegar a ciertas fuentes. Pero creo que, incluso en las condiciones actuales, se puede hacer mejor de lo que se hace. 

Hay mucho facilismo, mucho escribir desde casa y no salir a la calle, mucho “refritar” lo que la gente ve en Facebook. Creo que ese es el punto más débil de la prensa independiente: le falta un poco más de reportería. En Cuba es casi imposible destapar algún caso de corrupción u otra cosa por el estilo, por lo cerrado del sistema, pero se pueden contar historias que hablen de ello, con testimonios, con gente, aún sin tener acceso a esos documentos. Y así pasa con un montón de temas. 

El periodismo se trata siempre de ir contra el poder, de intentar desnudarlo. Entiendo que la propia realidad del país obligue a los medios a escribir casi a diario sobre reprensión, detenciones y el resto de las arbitrariedades que suceden, y en efecto, hay que hacerlo porque eso es Cuba, pero de eso no solamente podemos llenar nuestras páginas porque también suceden otros hechos igual de importantes. 

Entonces, volviendo a la pregunta sobre mi primer puesto laboral, eso me hizo caer en una especie de modorra: trabajaba en un lugar donde no había prácticamente trabajo, y el poco que había era una bazofia y no contemplaba más opciones en el horizonte. Me dediqué a leer, pues. No hacía más que leer. En el trabajo, en casa. El periodismo, contar historias, me parecían una cosa lejana, una profesión inaccesible. 

En 2011, el escritor cubano residente en Londres Juan Orlando Pérez publicó una reflexión en su blog Juan sin nada: “Profesión, periodista. Cubano. Perdón”, donde dice que ser periodista en Cuba es la receta perfecta para una vida profesional de una “espesa insatisfacción” y “tremenda frustración”. Al mismo tiempo, describe los dos años que trabajó en Tribuna de La Habana como los más felices de su carrera. Basado en tu propia experiencia, ¿cómo entiendes esta descripción contradictoria de Pérez?

Imagino que estar en los medios oficiales cubanos sirva a la larga para saber qué es lo que no es periodismo. Es decir, quienes han pasado por esas redacciones, ya tienen la experiencia de qué no es un medio de comunicación, qué no es una nota informativa, un reportaje, una opinión, etc. Imagino que Juan Orlando se refiera a ello: a estar dentro de ese caos, aprendiendo a discernir lo que se debe hacer y lo que no. 

Un caos que es un disfrute, porque las surrealidades, las distopías, a la larga, se disfrutan. Y creo que, a esa vivencia personal específica, se refiere Juan Orlando. No obstante, habrá que preguntarle a él qué quiso decir. 

¿Parece que no sufriste la misma frustración porque 1) no estabas en un medio de prensa oficial, propiamente hablando, y 2) no entraste con la idea de que podrías hacer algo distinto?  

Exacto.

En tu experiencia como periodista, ¿cuál es la función de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC)? ¿Cuáles son las críticas más comunes del funcionamiento del periodismo cubano que se han hecho durante los congresos de la UPEC y cuáles son los cambios sugeridos? ¿Han tenido algún impacto estas críticas o demandas?     

La UPEC es un chiste. Es otra de las tantas organizaciones cubanas que existe por existir, que utiliza los bienes del Estado y los gasta en nada. Es impensable una organización gremial de periodistas que alabe al poder, cuando debería ser todo lo contrario. Es una organización que solo genera burocracia, papeles, discursos. Los que no pertenecen a ella nada se pierden, porque de ahí no hay nada bueno que sacar. 

Si la prensa oficial es un desastre, imagínese a la organización que vela por esa prensa. Una organización que invita a sus congresos a personas que debería juzgar, es una organización cómplice. Por eso no he visto ni un solo congreso de la UPEC ni me interesan, porque no tienen nada que ver conmigo. No tengo idea de que hablan en ellos, si todos están de acuerdo con todo, con el país, con el Gobierno. La UPEC es otro performance de este Gobierno.   

¿Cómo y por qué decidiste dejar el periodismo oficial y lanzarte en los medios independientes, fuera de las instituciones del Estado? ¿Saliste por voluntad propia o te expulsaron? ¿Fue una decisión rápida o un proceso de concientización más largo? ¿Cuáles fueron los costos y beneficios de esta decisión?

Tiempo después (finales de 2012, inicio de 2013) comencé a escribir de deportes en OnCuba. Era otra época. 

¿Con lo de “otra época” quieres decir que en aquel entonces OnCuba era más libre, pero desde entonces ha cambiado? 

Exacto. Recuerdo que sobre todo escribía de los cubanos que se habían largado de Cuba y que en los medios oficiales no se mencionaban. Para mí eso era un goce. 

OnCuba, en ese momento, llegó para salvarle la vida a muchos periodistas de mi generación, que encontramos en esa revista un lugar fresco, sin tapujos, diferente, donde nos sentíamos increíblemente cómodo. Esa OnCuba de 2013, 2014, y hasta inicios de 2015, nos permitió a muchos crecer, porque era un lugar donde confluyó mucha gente talentosa y con ganas de narrar Cuba de una manera distinta. 

¿Quiénes fueron los editores / las editoras durante este periodo? 

La que comenzó la era del cambio en OnCuba fue Milena Recio; antes era Mayle González, con la que todo fue maravilloso.

El tema fue que los directivos (Hugo Cancio es el dueño y el que decidía, al menos en ese momento) decidieron acreditarse en el Centro de Prensa Internacional y eso significó que el perfil editorial de la revista cambió por completo. La revista comenzó a transformarse en lo que es hoy: un cuasimedio oficial. 

¿Puedes dar ejemplos específicos de esta transformación?

Sobre todas las cosas, la crítica a través de historias de vidas comenzó a desaparecer de las páginas, así como los columnistas más críticos; además de que comenzaron a pesar más, editorialmente, los hechos que dejaban bien parado al Gobierno.

De allí nos fuimos muchos y dentro de ese alud de periodistas que salimos, un grupo de amigos decidimos fundar El Estornudo en 2016, básicamente porque nos habíamos quedado sin opciones para publicar y teníamos unas ganas tremendas de hacer periodismo. 

Estoy descubriendo en mis entrevistas que el papel de OnCuba durante ese entonces fue clave en dos respectos: 1) como apuntas, salvó la vida (profesional) de muchos periodistas que buscaban un lugar fresco donde publicar (a veces mientras seguían trabajando en un medio oficial), y 2) al cambiar su línea editorial, OnCuba dio un empuje para que muchos periodistas jóvenes salieran y tomaran el riesgo de fundar un medio independiente propio (como El Estornudo y El Toque). Me gustaría saber más de estas dos claves. 

Justamente eso que comentas, no hay mucho más en mi caso. Por un lado, me dio la oportunidad de escribir por primera vez en un medio, en un medio “más libre” que los que había en ese momento, al menos los que yo conocía. Y, por otro lado, al perder esa “libertad” en un momento dado, nos obligó a tener que fundar un medio donde pudiéramos hacer, como mínimo, lo que hacíamos antes allí. 

Por ejemplo, ¿hubo discusiones o reuniones en OnCuba donde se anunció o se hizo evidente este giro? ¿Hubo momentos o ejemplos claros de censura? ¿Cómo iban cambiando los/las editores de OnCuba? ¿Quiénes fueron los periodistas que migraron de OnCuba a otros medios independientes? ¿Podrías narrar este proceso con más detalle?   

Seguro se dieron esas reuniones, pero yo no estuve, pues no era plantilla de OnCuba, aunque estaba siempre en la redacción. No recuerdo con claridad ejemplos claros de censura (hablo de temas ya escritos), pero sí ideas dentro de textos que fueron excluidas a colegas. No menciono ejemplos concretos porque no fueron conmigo y no debería ser yo quien mencione esos pasajes. De OnCuba nos fuimos a El Estornudo: Carlos Manuel Álvarez, Carla Colomé, Maykel González, Jorge Carrasco y yo.  

Cuando nace El Estornudo, yo aún estoy en el Ministerio del Interior, aunque había solicitado mi salida de la institución y me habían mandado a casa a esperarla. Que escribiera en OnCuba no gustaba, pero no molestaba tanto porque mis textos eran de deportes y nunca me dijeron nada. Ahora, El Estornudo era diferente, era un medio verdaderamente independiente y yo era su director. 

Eso hizo levantar ronchas y que, cuando me llamaran para otorgarme mi salida oficial del Ministerio del Interior, me impusieran una regulación migratoria por cinco años, hasta el 2 de junio de 2021. Por lo que he estado todo este tiempo sin poder salir de Cuba, un costo que solo los que lo han sufrido, lo saben; y los que no, lo minimizan.

¿Participaste en el fenómeno “blogger”? ¿Cuál fue el impacto de esta experiencia en ti? ¿Publicaste artículos en algún otro medio independiente en aquel entonces?   

No participé en blogger y creo haber publicado uno o dos artículos de deportes en Progreso Semanal mientras también lo hacía en OnCuba. Eso ocurrió antes que naciera El Estornudo, el único medio independiente cubano para el que he escrito.  

¿Podrías describirme tu trayectoria como periodista? ¿Cuáles han sido los medios donde has publicado y cómo han cambiado tus colaboraciones periodísticas?

Te decía que comencé en OnCuba, luego fundé El Estornudo y mientras estuve ahí también publicaba artículos en medios fuera de Cuba. La lista es un poco extensa, pero te la dejó acá: The New York TimesBBC WorldAljazeeraInternationaleVice NewsCourrier InternationalHuffingtonpostUnivisiónYahooÉpocaRevista AnfibiaReportagenGQ5WThe ClinicEl FaroLíbero y Contexto

Publicaba en esos medios, por un lado, para probarme con otros editores y en otro terreno que no fuera el cubano y, por otro lado, para poder ganar más dinero, pues no me alcanzaba solo con lo que ganaba en El Estornudo. Luego también lo hice en El País y hoy tengo una columna en The Washington Post y en Gatopardo

Aunque hable de Cuba una vez al mes en cada una de ellas, son columnas diferentes. La del Post es más de actualidad, más política diría yo, más de lo que ocurre ahora mismo en la Isla; tiene un lenguaje más lineal que la de Gatopardo, que es una columna más íntima, más yo. Esa columna de Gatopardo se llama “Desde el malecón” y la comencé en 2018. La idea es contar historias personales, casi siempre, aunque he contado algunas que no van de mí; historias que narren mi vida en Cuba durante todo este tiempo en que no puedo salir del país. 

La editora de la revista, Alejandra González Romo, fue la de la idea y ya le he dicho que la última columna será el día que logre viajar, para hacer una especie de cierre. Es una etapa de mi vida, seguramente cuando sea más viejo la leeré con rareza. Por eso le tengo mucho cariño a ese espacio y a Alejandra, por darme ese espacio tan importante para mí. 

¿Por qué decidiste crear El Estornudo y cuáles factores económicos y tecnológicos facilitaron su fundación? ¿Cuáles han sido los obstáculos más importantes?

Fundamos El Estornudo los que nos fuimos de OnCuba. Pensamos el medio, le dimos forma, decidimos qué era lo que queríamos ser y qué no. Y lo hicimos porque no teníamos un lugar para hacer periodismo y queríamos tener un espacio que fuera nuestro, donde mandáramos nosotros, donde prevaleciera nuestra idea. 

Estuvimos casi dos años sin dinero, así que el factor económico llegó cuando el medio ya estaba consolidado como plataforma. Y lo armamos en el inicio desde fuera en su mayor parte: hablo de diseño, redes sociales, programación. Muchos amigos nos ayudaron gratuitamente. Los mayores obstáculos siempre fueron los logísticos: Internet, no tener una oficina, no tener transporte, dinero para producción, etc. Los de ahora no sé cuáles serán. No estoy en la revista ya. 

¿Desde cuándo no trabajas en El Estornudo y por qué dejaste un medio que cofundaste? ¿Tiene que ver con tu camino profesional como periodista o más con presiones y amenazas de la Seguridad del Estado?

Salí de El Estornudo en junio de 2020. Estaba cansado, exhausto. Probablemente sea más difícil coordinar un medio de prensa independiente en Cuba que hacer periodismo. Por las condiciones en las que se trabaja: sin oficina, sin Internet, utilizando tu propio salario para pagar el carísimo Internet cubano; más el tipo de historias que por lo general narraba El Estornudo en aquel entonces: historias de largo aliento, que llevaban mucha más logística porque eran historias en las que estabas trabajando uno, dos, o tres meses, sin transporte, sin dinero para gastos. 

Además, coordinar un medio lleva tiempo de reuniones, tiempo de velar por los demás, de guiar textos y estrategias y todo ese hermoso trabajo colectivo me empezó a robar tiempo a mí; dejé de escribir las historias que me interesaban porque tenía demasiado encima. 

Entonces, decidí tomarme un tiempo para recobrar fuerzas, porque esos cuatro años en la revista me los sentí como si fueran diez, para luego volver al ruedo, que es lo que estoy haciendo ahora. Esa es la razón por la que dejé El Estornudo

La presión de la Seguridad del Estado siempre está, pero como explico más adelante, no hay que hacerle caso si quieres hacer periodismo en Cuba, mejor dicho, un periodismo digno en Cuba.    

A tu juicio o en tu experiencia como periodista y como lector, ¿cómo describirías el ecosistema de los medios independientes cubanos? ¿Cómo se distinguen entre sí y cuáles son las características que los unen, los diferencian, o los separan?

Es un ecosistema que ha ido creciendo y que se ha ido especializando. Hay medios temáticos que abarcan casi toda la sociedad cubana (deportivos, medioambientales, de datos, sociales, entretenimiento, etc.) Es un ecosistema que está ganando lectores porque se viene asentando en el hecho de contar la realidad cubana. 

Creo que hoy, a diferencia de hace unos cinco años cuando hubo el boom, todos estos medios se parecen más unos a otros. Es muy difícil hoy encontrar diferencias temáticas porque la realidad cubana los ha llevado a contar una misma cosa: la decadencia de la vida en Cuba y la represión, sobre todo esto último.

Entonces, las diferencias se pueden encontrar en el abordaje de estos temas: cómo contar lo que todos cuentan. Ahí están las diferencias: algunos apuestan por la información pura, otros por relatos más narrativos, otros por análisis, y así…   

Cuba tiene una historia larga de censura y autocensura de la prensa (incluso antes del triunfo de la Revolución). ¿Profesionalmente has sufrido la censura o has tenido que ejercer la censura o la autocensura? ¿Podrías describírmelo con detalles o anécdotas?

He tenido la suerte de no haber sufrido tales fenómenos. Porque he tenido la suerte de escribir en lugares donde he podido decir lo que quiero y de la manera que quiero.

¿Qué opinas de la prensa oficial? ¿Cómo podrías describirla? ¿Es monolítica o tiene luces y sombras? ¿Qué es lo que diferencia fundamentalmente al periodismo independiente del periodismo oficial? ¿Cómo comparas sus condiciones de trabajo? ¿Cómo comparas sus habilidades de apoyar o facilitar el periodismo?

Los medios oficiales son aparatos de propaganda. En esos sitios, el periodismo no tiene cabida, sí la consigna política. En esas redacciones solo se puede repetir, como papagayos, el balbuceo orwelliano del Gobierno cubano. Un medio de prensa real, no repite, cuestiona, indaga. No hay manera de que pueda funcionar bien un sistema que está diseñado justamente para alabar al poder; el periodismo es todo lo contrario: juzgar al poder, perseguirlo, encerrarlo, enfrentarlo. 

Y la diferencia con los medios independientes es esa: que la prensa independiente puede plantearse la idea de narrar al poder, de velarlo, unas veces lo consigue y otras no, pero, al menos, tener esa posibilidad es lo que importa. No puede existir periodismo sin soltura. Y los medios oficiales están amarrados: deben cuestionar, en teoría, a los mismos que los dirigen. Una cosa loca, imposible de lograr. 

Aunque cuenten con redacciones, carros, equipos técnicos de todo tipo, acceso a las fuentes, toda una logística que es una utopía para la prensa independiente, los periodistas oficiales nunca van a poder contar la realidad, porque la realidad tiene muchas zonas que ellos tienen que obviar por default, y esas son las zonas a las que tiene que apuntar el periodismo, a las zonas oscuras. 

Eres periodista, pero ejercer el periodismo fuera de la oficialidad en Cuba te convierte en una suerte de “disidente” a ojos del Estado, incluso cuando esta no es tu intención, ¿no? Para ti, ¿cuál es la diferencia clave entre un periodista independiente y un disidente, opositor o activista? ¿Es posible ser ambas cosas al mismo tiempo?

Un periodista, como lo entiendo yo, cuenta historias. Y los opositores, los activistas, los disidentes, son personajes de esas historias que un periodista puede llegar a contar. No creo que estén vinculadas las labores de uno y de otros, aunque, obviamente tienen puntos en común, se entrecruzan, porque en un país como Cuba, donde prácticamente el periodismo digno que se puede hacer es el que se hace contra el poder; ese periodismo, se vuelve activismo en un punto, porque es un periodismo que condena, entonces, son relatos que disienten de lo que promulga el Gobierno. 

No obstante, hay muchos opositores que han encontrado en el periodismo una manera de practicar el activismo y hay, también, muchos periodistas a los que las experiencias de represión del régimen los han terminado por convertir en disidentes. 

Son terrenos por donde pasa un mismo río. 

Durante un tiempo se enfatizó el hecho de que algunos blogs y después medios independientes se hicieron “desde Cuba”, mientras otros se hicieron “desde afuera”. ¿Tiene importancia esta distinción para ti, dada la realidad cada vez más “trasnacional” del periodismo y de la nación cubana?

Por supuesto que tiene una gran relevancia, porque no es lo mismo contar lo que pasa en Cuba estando aquí que en otro sitio. No es lo mismo porque las fuentes de las historias que suceden en la Isla son de carne y hueso y no una voz o una imagen en una pantalla, y acá las puedes constatar. 

No es lo mismo porque la represión sucede en Cuba y no fuera, porque acá te pueden meter a un calabozo, te pueden confiscar tus bienes, el riesgo lo corren los que están en el terreno. 

No es lo mismo porque las condiciones de trabajo (Internet, calidad de vida, etc.) son peores aquí que fuera. 

No es lo mismo porque el periodismo está basado en sucesos verídicos y para contar esos hechos, para contarlos bien, hay que estar en el lugar. 

Eso no quita que uno no pueda hacer periodismo sobre Cuba estando fuera, claro que se puede, porque Cuba hoy ya no está solo en la Isla, sino en muchas partes del mundo, debido al gran flujo de emigración. 

Me refiero a contar la Cuba de Cuba, para contar ese país, hay que estar aquí. Lo otro es opinión, información, activismo, cualquier otra cosa, que también son válidas, pero no tienen el mismo valor periodístico.    

Te pregunto dos cosas más: 1) ¿Cómo pueden seguir funcionando como sitios de periodismo páginas pioneras como El Estornudo, Periodismo de Barrio y El Toque cuando casi todos sus reporteros han sido forzados al exilio en años recientes? Tengo entendido que quedan muy pocos en la Isla. Y 2) Muchos medios independientes han adoptado la estrategia de dividir su equipo a propósito: la parte técnica, financiera y logística fuera de Cuba, y la mayoría de los reporteros en la Isla. ¿Qué opinas de este modelo de periodismo?

No sé cómo lo hacen, no tengo idea. Habrá que preguntarles a los que dirigen esos medios. En mi caso, justo cuando me fui de El Estornudo, fue cuando la mayoría de la revista estaba fuera ya de manera fija o pretendían irse, porque antes eran solo los editores quienes estaban fuera, luego también los reporteros se largaron. Entonces no tengo esa experiencia. Es un modelo que no conozco, que no viví.

En todas partes del mundo el modelo de la financiación de los medios está en crisis. En Cuba, además, hay un discurso oficial de que los medios y periodistas independientes son realmente “subversivos” y “mercenarios” porque cuentan con financiación alternativa. ¿Podrías hacer una valoración personal de cómo tu negocias en este contexto? ¿Cuáles son algunas de tus estrategias para navegar dentro de este contexto extremadamente polarizado y politizado?  

No tengo conflicto en cuanto a eso. Se lo he hecho saber a la Seguridad del Estado cuando me han llevado a interrogatorio y me han acusado por ello. Les he dicho que yo trabajo y cobro por ello. No hay nada más normal en este mundo que recibir un salario por el trabajo que haces. 

Ellos se aferran en aseverar que esos pagos me los hacen para que yo escriba las cosas que escribo, pero ellos no tienen idea de cómo funciona el mundo. Entonces, esta discusión me parece superflua. No les hago caso.  

Existen fondos de entidades extranjeras (gobiernos, fundaciones u otras entidades) que van dedicados a promover cambios sociales y políticos en Cuba (el llamado “cambio de régimen”). Es decir, a promover la democracia, una prensa independiente, apoyar disidentes, etc. ¿Estos fondos y programas son legítimos? ¿Bajo cuáles condiciones? ¿Por qué?

Es obvio que son legítimos. Son los fondos con los que vive la prensa independiente en el mundo entero. Mi experiencia es que estos fondos no te imponen un perfil editorial, en lo absoluto. Realmente lo que buscan es apoyar a personas que no tienen con qué hacer periodismo y lo hacen en contextos donde no hay libertad de prensa. Por otro lado, habría que preguntarse, si uno no accede a esos fondos, a cuáles puede acceder. No se puede hacer periodismo ni nada en la vida sin dinero. El que niegue esto es un impostor. 

Como periodista, ¿cómo aseguras que tu contenido periodístico y los enfoques de tus reportajes sobre Cuba no están influenciados por los intereses de los patrocinadores del medio? 

Porque no he vivido ningún pasaje donde me hayan impuesto una agenda. Estos fondos no inciden en lo que escribes, en cómo lo haces. Ellos solo te facilitan los medios para hacerlo (económicamente hablando). No tienes un diablito en el hombro diciéndote que escribas contra el Gobierno, que le busques las cosquillas. 

Esa es la excusa que ponen ellos para desprestigiar a estos medios. Pero así mismo sucede en un montón de países de la región: todos accedemos a los mismos fondos. Cuando la Seguridad del Estado me dice este argumento, yo se lo rebato fácilmente: ¿si es así, por qué nosotros hemos criticado en ocasiones a la oposición?   

¿Cuáles son tus experiencias de acoso, intimidación, detención o interrogatorio por parte de la Seguridad del Estado? ¿Has sido arrestado, molestado, amenazado o difamado? 

En varias ocasiones me han llevado a interrogatorio, en una de ellas me desnudaron. Me han esposado varias veces y me han trasladado en un carro con las manos esposadas y la cabeza gacha, sin saber a dónde me dirigía. 

Me han amenazado con la cárcel, con tomar represalias con mi familia. A mi pareja, estando embarazada, la han acosado en las redes sociales, difamando de mí. A mi suegra igual. A mi padre lo han llevado a interrogatorio por mí; a un amigo del barrio también. A mi madre la expulsaron de su puesto laboral en el que llevaba trabajando más de 20 años. La mujer de mi padre también perdió su trabajo por mí. 

¿Me interesa saber si la conexión de tu padre con el MININT ha tenido un impacto especial en tu experiencia de represión? ¿Él entiende y acepta tu posición como periodista independiente crítico?

No, no entiende cómo yo me volví un periodista independiente. No sabe cómo ocurrió eso con su hijo, pero fue más difícil al principio porque ahora sabe cuál es mi postura, entonces la respeta, aunque no la comprenda. Y sí, siempre me amenazan con mi familia, con él, la Seguridad me dice que soy un “traidor” y que estoy manchando a mi familia. 

En un momento, ellos pretendieron a través de mi padre intentar controlarme y por eso lo citaron a él varias veces a interrogatorios, lo tenían como una especie de interlocutor para llegar a mí. Pero yo rompí con eso: le dije que no hablará más con ellos, que lo que ellos tuvieran que decirme a mí, me lo dijeran a mí. Y así lo hizo. 

Además, ¿me interesa saber si el hecho de ser negro ha sido mencionado por la Seguridad del Estado en los interrogatorios, con el pretexto de que eres un supuesto malagradecido por criticar el mismo sistema que “te dio todo”?  

El racismo siempre está implícito en todas las acusaciones, en la manera de tratarte, pero no recuerdo algún pasaje tan específico.

¿Ha sido impedido o “regulado” tu movimiento dentro o fuera del país? ¿Bajo cuál justificación legal?

Sigo sin poder salir del país, incluso ya habiendo cumplido los “supuestos” cinco 5 años de regulación (el 2 de junio de 2021) por estar en el Ministerio del Interior; lo que evidencia que esa sanción fue un ajuste de cuenta.  

¿Has sido alguna vez encontrado culpable o condenado a prisión o cárcel en Cuba (por tus actividades periodísticas)?

Me han amenazado con ello, pero no he ido a la cárcel. La última de ellas fue en octubre de 2020, cuando me dijeron que si volvía a escribir en el Post, iba a ir preso. Pero lo he seguido haciendo y nada ha pasado. 

Si pudieras recomendarme algunos artículos que has publicado que son representativos de tu trabajo periodístico a lo largo de tu carera, ¿cuáles serían?

Estos:

“Argelia Fellove es una dura”.

“Ernesto, el cazador”.

“Ni un día más”.

“El infierno de Ariel Ruiz Urquiola”.

“Soy periodista, no un criminal”.

“Si esta es mi última columna aquí, es porque estoy preso en Cuba”.

¿Hay alguna publicación o entrevista tuya acerca del periodismo (independiente) cubano?

“Abraham Jiménez Enoa: “Cuba es un país cada vez más invivible”

“Abraham Jiménez Enoa: contar un país desde adentro”.

¿Hasta la fecha, cuál ha sido el impacto del auge del nuevo periodismo independiente digital en Cuba? ¿El periodismo independiente tiene futuro en la Isla? ¿Qué se debe cambiar para que tenga más o mejores posibilidades de existencia y éxito?

El periodismo independiente en Cuba ha empoderado, en parte, a la naciente sociedad civil cubana. Digo en parte porque esa sociedad civil también ha surgido por fuerza propia, pero ha sido la prensa independiente la que ha contado ese crecimiento, esa emersión. Los periodistas independientes le han dado voz a todo lo que ha sucedido en Cuba desde la llegada de Internet. 

El impacto ha sido tal, que, con los dientes apretados, al poder no le ha quedado más remedio que reconocer la existencia de estos medios. Es cierto que ha sido un reconocimiento para fustigarlo, pero ha sido un reconocimiento al fin y al cabo, que se ha producido porque, justamente, estos medios con sus relatos los han obligado a hacerlo. 

Hay que decir también que la mayoría de estos medios que componen el abanico mediático cubano se mantienen en pie, pero que han sufrido un desangre generacional. La mayoría de los periodistas de estos medios, y los gestores de estos medios, ya no están en la Isla; una situación que no era así hace 4 años atrás. 

El periodismo independiente cubano está vivo, pero es hoy más activismo que periodismo. En eso incide el aumento de la represión y la emigración de gran parte del gremio, ya sea por motivos políticos o personales. En los últimos años era común ver a muchos alumnos salir directamente de las aulas de la Universidad al periodismo independiente, pero la represión ha cortado ese flujo. Y se nota. Hay pocos nombres nuevos en la prensa independiente. 

Hoy ya no se puede hablar del boom de la prensa independiente, eso ya pasó. Pero ahí sigue estando el compromiso, el trabajo. Los medios que nacieron hace unos años atrás, siguen vivos de la manera que sea, y eso es lo que importa. Habrá que reinventarse, no solo para sobrevivir financieramente, sino para seguir haciendo un periodismo que garantice la existencia misma, que produzca verdaderamente impacto y que, sobre todas las cosas, siga juzgando al poder. 

Las condiciones no son las mismas que al inicio de ese boom: la represión aumenta cada vez más, la situación económica es cada vez peor y los pagos de la prensa no son del todo gratificantes. Por ello, la única manera de hacer periodismo en Cuba, y que ese periodismo logre perpetuarse en la historia, es seguir ejerciendo la profesión desde el compromiso y la responsabilidad que conlleva ser periodista en un régimen totalitario como el cubano. 

¿Qué sabes de la historia del periodismo independiente cubano antes del nuevo movimiento digital actual? ¿Quiénes fueron los pioneros del periodismo independiente en Cuba? ¿Te identificas con esta historia como parte de tu propia historia profesional, ahora que eres un periodista independiente también?

La verdad no sé mucho, y temo decir algunos nombres que manejo y equivocarme. Tengo pendiente estudiar las varias etapas anteriores a mi generación de periodistas independientes. Por supuesto que me identifico con todos ellos, por supuesto, con los Raúl Rivero y compañía. Nosotros estamos aquí, en parte, gracias a ellos.   

Como graduado de Periodismo, es probable que tengas amigos y colegas que siguen trabajando en el sector oficial mientras tú y muchos otros han optado por el sector alternativo, independiente, no-estatal. En tu opinión, ¿hay algo en particular (profesionalmente, personalmente o políticamente) que distingue a los que se quedaron trabajando dentro de la oficialidad de los que se fueron?

La falta de valentía.

De la misma manera, debes tener muchos colegas periodistas (independientes) que se han ido del país (o que han optado por callarse), mientras tú has optado por seguir practicando el periodismo desde adentro. En tu opinión, ¿hay algo en particular (profesionalmente o políticamente) que distingue a los que se han ido de los que se quedaron trabajando dentro del país?

Las ganas de no vivir en una dictadura. 




Abraham Jiménez Enoa

Abraham Jiménez Enoa: “Cuba es un país cada vez más invivible”

Jorge Enrique Lage & Gilberto Padilla Cárdenas

El día que le baje el octanaje a lo que escribo, por miedo a alguna consecuencia, tendrá que ser mi último día en esta profesión. Porque esta profesión va de la franqueza, de contar verdades. Y si me miento a mí mismo, no tendré moral para levantar la cabeza, mirar a los ojos y enjuiciar a otro.