Camila Acosta: “La información es poder. Ellos lo saben”

Camila Acosta Rodríguez (Isla de la Juventud, 1993) estudió Periodismo en la Universidad de La Habana. Antes de graduarse, en el año 2016, hizo prácticas laborales en varios medios oficiales de la capital, incluyendo Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. Hizo su servicio social como reportera del Canal Habana, y lleva menos de dos años trabajando como periodista independiente, labor que comenzó de tiempo completo en agosto de 2019, como reportera de CubaNet

También ha realizado varios documentales sobre la masonería en Cuba, y ha colaborado con otros medios de prensa como Periodismo de BarrioEl ToqueOnCubaÁrbol InvertidoDiario de las Américas y el diario ABC. Además, es integrante de la plataforma 27N, que surgió el 27 de noviembre de 2020 a raíz de las manifestaciones frente al Ministerio de Cultura de Cuba.

Camila Acosta ha experimentado en carne propia casi todas las estrategias represivas que el Gobierno cubano despliega contra los que intentan practicar un periodismo libre de ataduras ideológicas en la Isla. Varias veces ha sido desalojada de sus alquileres en La Habana; ha sido multada bajo el Decreto-Ley 370 (contra el cual ella es una de las voces más claras y constantes), arrestada arbitrariamente en la vía pública, interrogada y desnudada; ha sido también “regulada”, para que no pueda salir del país, y la han sometido a detención domiciliaria y difamado tanto en redes sociales como en la televisión nacional. Agentes represores le han robado dinero y roto o confiscado al menos tres teléfonos celulares; además, miembros de su familia han sido citados y amenazados.

A pesar de todo, Camila ha apostado por quedarse en Cuba y seguir trabajando en la prensa independiente. La Seguridad del Estado no ha podido silenciarla. De hecho, lograron el efecto contrario.

¿Podrías describir tus orígenes familiares y sociales? ¿Qué trabajo o profesión practican tus padres, y cuán “integrada” fue tu familia al proceso revolucionario?

Mis padres son obreros. Mi padre es campesino y mi mamá es económica en una cafetería estatal. 

La familia de mi madre siempre estuvo bastante integrada en este proceso político. Mi tía, médico internacionalista, es militante del Partido. Mis abuelos maternos también fueron militantes del Partido durante muchísimos años. Mi abuela incluso pertenece a una Asociación de Combatientes.

Por la parte de mi padre es todo lo contrario. El hermano de mi papá tuvo que exiliarse en los Estados Unidos, porque era el líder de una organización opositora en la Isla de la Juventud. Mi abuelo paterno es de Matanzas, y en los años 60 lo desterraron porque estuvo apoyando a los alzados en el Escambray. Es decir, esa parte de la familia es contraria a régimen cubano.

¿Cuán “integrada” fuiste tú de joven y adolescente? ¿Cómo fueron tus experiencias educacionales hasta el preuniversitario?

Yo desde niña estuve mucho más influenciada por la parte materna. Además del adoctrinamiento en la escuela. 

Siempre fui muy buena estudiante. Participaba mucho en los concursos de las diferentes asignaturas, desde la escuela primaria. En la secundaria, llegué a formar parte del colectivo de alumnos elegidos para dirigir en la escuela. 

En el noveno grado me propusieron integrarme a la Unión de Jóvenes Comunistas, a los estudiantes más destacados, pero yo me negué. Ya desde entonces tenía un poco de recelo con el tema de la ideología. Yo lo que quería era estudiar, no quiero verme vinculada a ninguna cuestión político-ideológica, por eso rechacé el carnet de la UJC. 

Después, en el preuniversitario, cuando estaba en onceno grado, decidí pedir el carnet porque creí que eso me iba a ayudar a coger la carrera de Periodismo, que ya había decidido estudiar. Muchas veces, tener el carnet de la UJC ayudaba a que te escogieron para estudiar una u otra carrera. Ya en la Universidad, nunca milité realmente. Sí iba, por supuesto, a algunas marchas o actividades políticas que eran obligatorias. Y en un momento determinado creo que fui secretaria de la UJC de mi grupo, porque nadie más quería serlo. Tuve que asumir durante un año, pero en realidad no hice nada: fue un tiempo banal.

¿Cómo y por qué decidiste estudiar periodismo en la Universidad de La Habana? 

Yo soy de la Isla de la Juventud (aunque yo prefiero decir “la Isla de Pinos”) y a los 15 años vine a estudiar a La Habana, en la vocacional Vladimir Ilich Lenin, porque en la Isla no había escuela vocacional. En el último año de preuniversitario decido optar por la carrera de Periodismo, porque era lo que más tenía que ver conmigo. Siempre me gustaron y fui mejor estudiante en las humanidades. Además de que siempre me ha gustado leer, estar informada. Y quería hacer algo en lo que me sintiera útil, donde pudiera ayudar a otras personas y hacer algo por transformar mi realidad, mi país, las cosas que yo creía que debían cambiarse.

En aquel entonces, ¿cuáles eran las cosas que querías transformar o cambiar?

Realmente yo no me veía haciendo lo mismo todos los días, o haciendo un trabajo de oficina en el que no sintiera una retroalimentación. Porque yo soy de las personas que constantemente se imponen metas en la vida. Siempre trato de mejorarme espiritual y profesionalmente. Y creo que con el periodismo he logrado eso: retroalimentarme de mi profesión. 

¿Qué inquietudes sociales tenías, cuando aún no tenías claro el carácter del sistema político cubano?

Yo no entendía que en un sistema que se decía tan humanista (el discurso oficial de promover la igualdad o erradicar las desigualdades) existieran tantas desigualdades. Para mí, en la práctica, existían muchas contradicciones: veía que la teoría no tenía nada que ver con la realidad. Veía que había madres que apenas podían alimentar a sus hijos. Yo misma padecí muchísimas necesidades. Pasé hambre cuando estuve becada en la Lenin, la vocacional, entre los 15 y los 18 años. Cuando empecé la Universidad apenas tenía ropa para vestirme, porque mis padres son obreros y no tenían recursos para sostenerme acá en La Habana. Mi mamá cobraba 300 y pico de pesos mensuales, y un par de zapatos me costaba 500. Y cosas así, que yo no entendía en ese entonces. Y me decía: “¿Cómo es posible?”. 

Mi tía, que es médico, tuvo que salir en una misión internacionalista durante un año, cuando su hija tenía 3 años. Después, cuando su hija tenía como 7-8 años, tuvo que volver a salir a otra misión internacionalista, para Venezuela. Y estuvo seis años alejada de la familia. Venía una vez al año, solamente durante un mes. Su hija se crio prácticamente conmigo. Yo viví todo ese dolor de ella, por la distancia de su madre. Y también entendía que mi tía lo tenía que hacer porque era la forma que veía para salir adelante económicamente. Para ayudar a su familia. 

De hecho, en ese tiempo ella fue la que nos ayudó a casi todos nosotros a vestirnos, a calzarnos, incluso con el tema de la alimentación. Yo decía: “¿Cómo una profesional, un médico, tiene que irse lejos de su país para mejorar económicamente, si este es su país? Aquí es donde estudió. Aquí ella puede trabajar…”. Y a la vez, veía lo pésimo que estaba el servicio de salud en Cuba, la educación. Eran cosas que yo me cuestionaba.

A la par de esta experiencia familiar, cuando vine acá a La Habana me percaté de las diferencias sociales tan grandes que existen en Cuba. En las provincias, en los pueblos, en ese entonces esto se veía menos. Por ejemplo, en la Lenin estudiaban hijos de dirigentes, de personas con muchísimos recursos, que se vestían muy bien. Y se burlaban de personas como nosotros, que veníamos de la Isla de la Juventud, de pueblos pequeños, y que no vestíamos o calzábamos tan bien como ellos. Nos discriminaban. 

En La Habana también comienzo a ver que muchas personas podían darse lujos, ir a bares, a fiestas, mientras yo no podía hacerlo. Algunos iban en carro a la Universidad, vestían ropas caras. Y había otros, como yo, que apenas podían comprarse un par de zapatos.

Cuando decidí estudiar Periodismo, y mientras estudiaba la carrera, tenía estas inquietudes sociales, pero no estaba consciente de que en Cuba existía una dictadura, por ejemplo. Ni siquiera sabía que había presos políticos. Poco a poco, sobre todo después de graduada, con el acceso Internet, es que comienzo a conocer a personas de la oposición y a abrirme a ese espectro totalmente desconocido para mí.

Después de graduada, yo creo que fue mi despertar. Con el tiempo he ido accediendo a bibliografía que amplió mis horizontes y me explicó mejor todas esas inquietudes que yo tenía. 

¿Podrías dar algunos ejemplos de esa bibliografía?

He leído Viaje al corazón de Cuba, de Carlos Alberto Montaner. Leí el libro de Juan Reinaldo Sánchez, La vida secreta de Fidel Castro. He leído también, por ejemplo, de Andrés Oppenheimer, La hora final de Castro. Ha sido muy importante. Me inspiró muchísimo. He pasado trabajo para acceder a los textos de Rafael Rojas, pero estoy buscándolos. Del Comandante Benigno [Daniel Alarcón Ramírez] leí Vida y muerte de la Revolución cubana. Benigno fue uno de los combatientes de la guerrilla de Camilo, y después de Ernesto Che Guevara. 

En Internet he accedido a muchísimos textos de Historia de Cuba. También he entrevistado a personas por el tema este de la investigación de la masonería. Hubo masones entre los presos políticos “plantados” en Cuba.

¿Qué te atraía de la idea de ser periodista en un país como Cuba?

El constante intercambio con la gente, sentir que le estaba brindando al pueblo, a las personas, un servicio social. Desde que estoy en el periodismo independiente muchas personas se me han acercado para que los ayude. 

¿En qué consiste esa ayuda, por ejemplo?

Yo he cubierto casos de familias de Habana Vieja que están en peligro de derrumbe. Y cuando hago esos trabajos, las autoridades van al lugar y tratan de subsanar la situación de alguna manera. 

Otra experiencia que tuve, el año pasado: una familia me contacta a través de un amigo, porque el padre de la familia tenía un hijo esquizofrénico crónico. Eso fue al comienzo de la pandemia, cuando estaba toda esta paranoia de detener y multar a las personas por no llevar nasobuco. Entonces, a este muchacho, por su padecimiento, le daba por salir para la calle a caminar. Y la policía lo cogió sin pulóver y sin mascarilla; le hicieron un juicio sumario, sin abogado, sin presencia de su familia, y lo condenaron a un año de privación de libertad. Su padre no había podido verlo en todo el proceso. Incluso llevó su historia clínica, para demostrar su padecimiento, pero las autoridades no lo tuvieron en cuenta. 

Yo hice una investigación sobre esto, empecé a indagar sobre todas las violaciones que se estaban cometiendo, y el resultado fue que en menos de 10 días liberaron a este muchacho. Llamaron a su padre y se lo entregaron, sin más explicación. Está libre. Después de haber sido condenado a un año de privación de libertad.

Las personas han encontrado, en la prensa independiente, una forma de denuncia social. Y de hacerse escuchar ante tanta injusticia. Esas son las cosas que me reconfortan, me hacen sentirme orgullosa de lo que hago. Y es por eso: el servicio público que presto gracias a la profesión que escogí.

¿De qué hiciste tu tesis de grado y por qué? ¿Quién fue tu tutor?

Me gradué en la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana en el año 2016, y mi tesis fue un audiovisual: un documental sobre la historia de la masonería en Cuba. Mi tutora fue Maribel Acosta, profesora titular de la Universidad de La Habana. 

La masonería era un tema que me interesaba. Primero me propuse hacer un libro de entrevistas, luego vi que ameritaba un documental, porque no existía algo así. De hecho, modestamente: fue el primer documental sobre la historia de la masonería en Cuba. 

La masonería ha sido trascendental en este país. Las primeras conspiraciones separatistas en el siglo XIX fueron orquestadas por masones. La bandera cubana, el escudo nacional, fueron ideados por masones. El himno nacional fue escrito por un masón. La Guerra de los Diez Años también se orquestó en logias masónicas. José Martí fue masón. Después, en la República, la orden masónica tuvo preponderancia.

Después me inmiscuyo en una investigación un poco más profunda sobre la historia de la orden en Cuba: la rama femenina de la masonería, por ejemplo, que es algo sobre lo que prácticamente no se ha hablado. Estoy terminando el libro para presentarlo en un concurso de periodismo. Creo que el principal aporte que hago es dentro de la historia de los últimos 60 años, que también es desconocida, inédita.

¿Cómo fueron tus prácticas laborales cuando eras estudiante?

Era la misma cuestión político-ideológica, no creo que me hayan aportado mucho. Recuerdo que en el periódico Granmalo que hacíamos era acompañar a los periodistas en sus coberturas y ver cómo ellos hacían las cosas. Y ellos nos daban consejos. 

Los estudiantes nos pasábamos casi todo el tiempo en las computadoras, a veces dejábamos de asistir a las clases para conectarnos. El acceso a Internet que nos daban en la Universidad era ínfimo. No nos alcanzaba para nada. Yo no sabía lo que era Facebook, nunca había tenido laptop ni nada de eso. Y llegar a un medio con esas posibilidades de conexión, encontrarme con todo aquello, para mí era algo espectacular. 

Recuerdo que me pasaba horas y horas en Facebook, en YouTube, viendo videos, buscando información. Para eso sí me sirvieron mucho las prácticas laborales.

¿Cuál fue tu primer puesto laboral en el sector oficial/estatal? 

En el Canal Habana. Específicamente, en Habana Noticiario, un programa que todavía existe. Yo hacía reportajes en la calle. Era un periodismo mediocre, la verdad. No me da ninguna vergüenza decirlo. De hecho, yo sentía vergüenza de mí misma al estar trabajando en Canal Habana. 

Estuve allí desde septiembre de 2016 hasta marzo o abril de 2018, suficiente para sentirme frustrada profesionalmente. Como todo joven, empecé con muchas ideas, muchos deseos. Pero luego fui chocando con la censura, la mediocridad, la hipocresía. Desde temprano, comencé a darme cuenta de que no estaba haciendo periodismo. Me sentía como una simple vocera gubernamental. 

Un ejemplo que yo siempre cito, porque para mí fue chocante: en una ocasión, me orientan hacer un trabajo sobre la Revolución de Octubre, porque se conmemoraba un aniversario. Entonces, yo comienzo hablando, por supuesto, de la Gran Revolución Socialista de Octubre de Lenin, y en un segundo momento menciona los desmanes que cometió Stalin, y la caída del Muro de Berlín y del campo socialista. Y recuerdo que la directora y guionista de Habana Noticiario, Caridad Bermúdez, me llama y me dice: “Camila, la primera parte está muy bien. La segunda, puedes quitarla”. 

Acá se muestra siempre una sola parte, una sola versión: la versión triunfalista del régimen. Algo que ya yo sabía, pero igual para sentirme bien conmigo misma quise hacerlo. Es decir, que fueran ellos quienes me dijeran que no. 

A la par, por supuesto, fui accediendo a bibliografía. Ya en Canal Habana yo tenía mayor acceso a Internet, aunque había muchas páginas bloqueadas. Pero a través de las redes sociales podía estar en contacto con el exterior, y acceder a la información censurada en Cuba. Es entonces cuando conozco a opositores, a disidentes. Comienzo intercambiar con ellos, a conocer sus experiencias…

¿Podrías nombrar a algunos?

Ángel Santiesteban Prats, escritor, y expreso político, lo conozco en una actividad masónica, porque él es masón. Y comenzamos una relación sentimental. Y a través de él conozco a varias personas. Por ejemplo, a Jorge Olivera, que es del grupo de los 75 de la Primavera Negra de 2003, y a su esposa Nancy Alfaya. También conozco a Antonio Rodiles, Claudio Fuentes y José Daniel Ferrer. 

¿Qué periodistas y qué medios independientes conociste o descubriste por aquel entonces?

Todavía estaba en Canal Habana cuando supe de la existencia de El Toque. Antes de eso, había colaborado en una ocasióncon Periodismo de Barrio. Pero fue solo una ocasión. Con El Toque colaboré en 3 o 4 ocasiones, de manera esporádica. Ya después, también a través de Jorge Olivera, conozco de la existencia de CubaNet. También conocía de la existencia de 14yMedio. Bueno, Yoani Sánchez es un personaje acá en Cuba. 

En ese periodo, cuando comienzo a trabajar, es cuando empiezo a darme cuenta de la verdadera realidad. Yo siempre vi el periodismo como una cuestión de servicio público. Yo quería denunciar, intercambiar con la gente del pueblo que tenía necesidades, que tenía carencias, que sufría las injusticias. Y eso nunca lo hice en el Canal Habana. Nunca hice periodismo realmente. Trabajábamos con la sede provincial de La Habana del Partido Comunista. La mayoría de las veces eran ellos quienes nos transportaban a las coberturas periodísticas, y veces hasta nos buscaban a las personas que debíamos entrevistar. 

¿Qué injusticias te habría gustado tocar o denunciar que no pudiste?

En mi tiempo en Canal Habana, me habría gustado denunciar las condiciones de la vivienda, los derrumbes, los miles de personas que han vivido durante años en albergues, las cuestiones de hacinamiento, algo sobre lo que he podido trabajar estando en la prensa independiente. Me habría gustado denunciar la situación de los presos políticos, la represión, las injusticias de la Seguridad del Estado. Pero por supuesto, eso nunca lo iba a poder hacer, ni lo voy a poder hacer, en un medio oficialista.

Mira, una experiencia en Canal Habana que para mí fue chocante, porque no veía la forma de alejarme, de escaparme de eso, fue cuando el fallecimiento de Fidel Castro en noviembre de 2016. Tuvimos una semana en que todo lo que se hacía era relacionado con Fidel Castro. Fidel y la educación, Fidel y la salud, Fidel y el deporte… ¡Hasta Fidel y la agricultura!

A mí me tocó atender un reportaje sobre Fidel y la cultura. Yo estaba desde las 8:00 a.m. en la redacción, y eran las 11:00 a.m. y yo no había escrito nada. Y llegó una señora al canal diciendo que ella tenía una información sobre Fidel. Y entonces me dicen: “Camila, mira a ver qué es lo que tiene esta señora. A lo mejor da para un trabajo”. Al final la historia era que ella trabajaba no recuerdo si en la Embajada de Nicaragua, en la parte de servicio, y tenía una foto con Fidel, de una ocasión en que Fidel fue allí. Y que Fidel había regalado unos bombones. Por supuesto, yo sabía que eso no tenía ningún valor noticioso, pero me dije: “Esta es mi escapatoria”. Y entrevisté a la señora y me liberé ese día del trabajo. ¡Fue realmente frustrante! 

Es que eran noticias que yo decía: “¿Qué valor tiene esto? ¿Qué interés puede tener?”. Porque el periodista siempre trata de buscar eso: el valor noticia que pueda tener la cobertura. Y yo veía que no tenían prácticamente ninguno. Todo era simplemente parte de la maquinaria propagandística del régimen cubano. Me sentía avergonzada de mí misma por formar parte de eso, lo cual influyó también en mi proceso de frustración. 

Me percaté también de que, a veces, los periodistas de los medios oficiales utilizaban las coberturas, o las influencias que tenían en los diferentes organismos, para beneficiarse personalmente, de manera económica o mediante favores, que podían ser la invitación a un hotel, a lugares turísticos, o a un restaurante a comer. 

En ferias de Turismo, o de negocios, como FIART Habana, existía todo un mecanismo. Eran siempre los mismos periodistas los que iban, los que ya tenían una especie de conexión. Y de allí salían cargados. De todo: desde sazón para cocinar hasta, no sé, una cartera. Cosas así.

¿Tuviste alguna experiencia personal relacionada con esa corrupción o tráfico de influencias?

Recuerdo algunas coberturas donde nos invitaron a almorzar después. En otras coberturas nos daban facilidades para comprar módulos de comida y otras cosas a precios módicos. En una ocasión fuimos a una fábrica y me regalaron una caja de galletas. En otra oportunidad, me regalaron una caja de cerveza. Yo lo veía cuando ya lo tenían montado en el carro. Y me decían: “Esto es para ti y para el camarógrafo”. Después me enteraba de que el camarógrafo o el técnico, que tenían más años trabajando ahí, ya conocían a esas personas y ya sabían. Lo habían coordinado con ellos.

A mí eso me hacía sentirme avergonzada. No me parece ético, de ninguna manera. Y eso todavía se ve mucho en los medios oficiales cubanos. Es también el mecanismo que han encontrado los periodistas para, ante la carencia de recursos, ante salarios insuficientes, de alguna manera sobrevivir.

Juan Orlando Pérez, escritor cubano residente en Londres, publicó en 2011 una reflexión en su blog titulada “Profesión, periodista. Cubano. Perdón”, donde dice que ser periodista en Cuba es la receta perfecta para una vida profesional de una “espesa insatisfacción” y “tremenda frustración”. Al mismo tiempo, describe los dos años que trabajó en Tribuna de La Habana como los más felices de su carrera. Basada en tu experiencia, ¿cómo entiendes esta descripción contradictoria de Juan Orlando?

Las experiencias que tuve en Canal Habana, para nada fueron satisfactorias profesionalmente. Sí creo que aprendí, porque ejercité bastante lo que en los medios oficiales cubanos llaman “periodismo”. Porque uno sale de la academia con la teoría, pero necesitaba de alguna manera practicar, ¿no? El periodismo es de mucha práctica. No practiqué lo que yo considero periodismo, pero sí ejercité un poco los conocimientos aprendidos de televisión, de redacción, de notas informativas, cómo hacer una entrevista, ese tipo de cosas. Y aprendí a editar videos. Pero, por el lado de la satisfacción profesional: para nada. 

Ese tiempo, si me sirvió para algo, fue para comprender que ese no era el camino que yo quería tomar. Ese no era el tipo de periodismo que yo quería hacer. Si de algo me sirvió, es para conocer de primera mano toda la censura, la falta de libertad de expresión que se vive en los medios oficiales cubanos. Y conocerlo me ha servido también de alguna manera para saber criticarlo y defender mi postura actual, abiertamente contraria al sistema político imperante en Cuba. 

¿Saliste de Canal Habana por voluntad propia o te expulsaron?

Por voluntad propia. Desde hacía un tiempo estaba con esta serie de insatisfacciones profesionales, estaba buscando alguna justificación y, bueno, sucedió algo. Yo estaba haciendo un documental; después, por diferentes motivos no necesariamente relacionados con decisiones del canal, se decide no presentarlo. Esa fue mi justificación para pedir la baja laboral. Fue fácil, realmente. Simplemente pedí mi baja y me la dieron. 

Luego estuve alrededor de un año y medio sin trabajar, un poco desintoxicándome de todo el adoctrinamiento, dedicada a esta investigación sobre masonería que pienso publicar pronto. Y aprendiendo, leyendo, ampliando mis horizontes, hasta que llego al periodismo independiente.

Otros periodistas dicen haber tenido problemas con sus jefes y encuentros con la Seguridad del Estado cuando eran estudiantes universitarios o durante sus años de servicio social, porque ya habían empezado a colaborar con medios independientes. En tu caso, todo eso vino más de un año después de dejar el periodismo oficial, ¿no?

Tuve una experiencia cuando estaba en Canal Habana. Había empezado mi relación con Ángel Santiesteban, la Seguridad del Estado se percató de esto y me hicieron una visita algo sospechosa. No sucedió nada. Yo seguí trabajando normal, pero creo que fue la forma que ellos tuvieron de decirme: “Sabemos en lo que estás y te estamos vigilando”. Esto ya lo conté en un trabajo que hice para CubaNet, que se publicó en enero de este año 2021 en dos partes.

Fuera de esto, la experiencia de la represión como tal, los interrogatorios, las multas, comenzó cuando trabajaba con CubaNet. Pero hay costos y beneficios. 

¿Cuáles fueron los beneficios?

Apartarme del cerco, de la censura, de la falta de libertades. Desprenderme de todo eso. 

¿Qué opinas de la prensa oficial? ¿Cómo la describirías? 

La prensa oficial cubana es conformista. No critica ni cuestiona decisiones gubernamentales: todo lo contrario. Es un vocero ideológico del Partido Comunista de Cuba. Un mero instrumento de propaganda del régimen, independientemente de que algunos de los profesionales o trabajadores de los medios oficiales cubanos tienen diferencias con el poder. Pero el régimen ha sabido trabajar muy bien la manipulación y el miedo, y estas personas, aunque muchas se dan cuenta de que están formando parte de ese juego, de esa mentira, de esa manipulación, simplemente por miedo, por no marcarse, por no buscarse problemas, pues continúan haciéndose eco de ese mismo círculo vicioso. 

Hay personas con talento que trabajan en los medios oficiales. Pero algunos ni siquiera se dan cuenta de lo que están haciendo. 

¿Crees que también hay algunos (o muchos) que están motivados por puro oportunismo? A estas alturas, ¿es posible que haya también otros con una creencia real en la Revolución y sus logros y principios?

Por supuesto que hay muchos periodistas que viven engañados en esa burbuja. Pero también hay otros que son oportunistas, que lo que buscan son beneficios personales. También, si te ganas el reconocimiento del régimen, eres propenso a recibir prebendas, como puede ser un apartamento o una casa o un carro. O vacaciones en centros turísticos, algo a lo que no puedes tener acceso por tu trabajo, por tu profesión, por tu propio sacrificio. 

Hay las dos versiones: los oportunistas (creo que son la mayoría) y otras personas que viven en esa burbuja. A veces viven en esa burbuja por voluntad propia, porque se niegan… Es como el dicho: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

Lo otro, por supuesto, es el miedo. Miedo a perder el trabajo, a no poder sostener a tu familia. Otros simplemente están esperando, sin buscarse problemas, para ver de qué manera consiguen un viaje al extranjero, una beca en el extranjero.

¿Qué es lo que diferencia fundamentalmente al periodismo independiente del periodismo oficial? 

Hay muchísimas diferencias. Ya te describía un poco mi trabajo: lo que yo pensaba del periodismo oficial cubano, mis experiencias. Y el periodismo independiente, por supuesto, critica abiertamente al poder, cumple esa función de fiscalizador del poder, de sacar a la luz casos invisibilizados o manipulados. 

¿Cómo comparas sus condiciones de trabajo? 

El periodismo oficial tiene acceso a las fuentes, a las estadísticas. Y el periodismo independiente, si bien trata esos temas obviados y manipulados por la prensa oficial, apenas tiene acceso a las fuentes oficiales de información. Los periodistas independientes llegamos a una institución en busca de información necesaria para nuestro trabajo, y nos rechazan enseguida cuando nos preguntan que “A qué medio pertenecemos”. 

A la par, enfrentamos toda la represión de la Seguridad del Estado. Y esto no lo enfrentan los periodistas de medios oficiales. Nosotros pasamos mucho trabajo en la calle. No solo para acceder a las herramientas de trabajo, si no incluso para encontrar personas que quieran darnos declaraciones. Muchos, por miedo, nos piden el anonimato. 

Los periodistas oficiales también tienen mejores condiciones de trabajo. Les dan teléfono, tablets o computadora. A algunos les ponen Internet en sus casas, les recargan los teléfonos. Muchos también tienen transporte. La televisión en este sentido sí es privilegiada: los transportan a la mayoría de las coberturas noticiosas. Trabajan en aire acondicionado.

Ejercer el periodismo fuera de la oficialidad en Cuba te convierte en una suerte de “disidente” a los ojos del Estado, aun cuando no sea esa tu intención. Para ti, ¿cuál es la diferencia clave entre un periodista independiente y un disidente, opositor o activista? 

Yo empiezo en el periodismo independiente en agosto de 2019, cuando comienzo a trabajar en CubaNet (ya había colaborado esporádicamente con El ToquePeriodismo de Barrio y OnCuba, pero estos medios se consideran mayormente “medios alternativos”; hay una diferencia) y, casi automáticamente, comenzó la represión de la Seguridad de Estado, los interrogatorios, sobre todo porque empecé a vincularme a grupos de la oposición, a entrevistar disidentes. Es decir, no hacía activismo, pero sí entrevistaba opositores, disidentes; denunciaba situaciones represivas, visibilizaba algunas de las iniciativas de la oposición. 

En octubre de 2019 participé en un programa de capacitación en los Estados Unidos relacionado con violencia de género, y por supuesto, esto también fue clave para que la Seguridad del Estado me pusieran en su punto de mira. En febrero de 2020 comenzaron los desalojos, después las multas, los arrestos arbitrarios, toda esta serie de cosas. En el activismo como tal, me introduzco con el enfrentamiento al Decreto Ley 370. Fui una de las multadas por este Decreto, y me confiscaron el teléfono celular. 

Como que fui obligada a desarrollar activismo, ¿no? Al ser una víctima de toda esta represión, pues me vi obligada a también protestar. A ser no solo una observadora, si no observadora y participante de la realidad cubana. Desde el inicio, lo que yo he intentado hacer es periodismo; no me considero protagonista, pero por mi trabajo y por la represión, me he visto en el foco de atención de medios o de organizaciones de derechos humanos. Por ejemplo, en esta campaña contra el Decreto-Ley 370, yo fui una de las que promovió esa iniciativa, porque fui una víctima también. 

Luego, el 27 de noviembre de 2020, yo fui allí a reportar. Tuve la oportunidad de estar entre las 30 personas que entraron ese día al Ministerio de Cultura, pero entré como periodista. Y esta oportunidad me ha hecho vincularme con el 27N, formar parte de sus iniciativas, de sus proyectos. 

Yo sabía que trabajar con medios independientes me iba a traer problemas con la Seguridad del Estado. Lo que no sabía era que esos problemas iban a llegar tan rápido. Algunas personas se sorprenden, dicen que ellos habían estado trabajando durante varios meses, incluso años, para medios independientes, y vinieron a tener problemas uno o dos años después. Yo empiezo a trabajar con CubaNet en agosto y ya en octubre fue mi primer interrogatorio, y en noviembre ya estaba “regulada”; es decir, no me permiten la salida del país. 

Yo creo que esto también fue porque yo empecé a visibilizar, a entrevistar a personas de la oposición, a hacer la denuncia de la represión. Y la Seguridad del Estado vio que yo había empezado con mucha fuerza e intentaron silenciarme rápidamente. No lo lograron. Lograron el efecto contrario.

¿Por qué decidiste trabajar con CubaNet y no con otro medio, ya que habías publicado con otros anteriormente? 

Decía que hay una diferencia entre medios alternativos y medios independientes. Los medios independientes son, o solían ser, más frontales a la dictadura. De hecho, el término “medios alternativos” lo acuñaron estos mismos medios, Periodismo de Barrio y El Toque fundamentalmente, para establecer esa diferenciación con los medios independientes. 

Por la experiencia que yo tuve (duélale a quien le duela, ¿no?), estos medios, si bien hacían un periodismo diferente, eran un poco “light”. Es decir, jugaban con la cadena y no con el mono. Hablaban de algunos problemas sociales, pero al final no llegaban a las causas. Hablaban de las consecuencias, pero no de las causas. Y las causas están en la dictadura imperante en Cuba. Yo quería llegar a esas causas. Creo que, para resolver los problemas, hay que atacar las causas y no las consecuencias. 

Yo quería entrevistar a la oposición. En una ocasión le propuse a El Toque una entrevista a Antonio Rodiles, y me dijeron que no, que no les interesaba. Quizás era una cuestión de la editorial, de la redacción. Pero yo me di cuenta, por los contenidos que trabajaban, que no se mezclaban con temas de la oposición. 

Yo quería visibilizar la situación de los presos políticos, los secuestros de la Seguridad del Estado, y sabía que con ellos no iba tener ese marco. Por eso decido trabajar directamente con medios en los que yo creía que tenía cabida esa inquietud, ese tipo de periodismo que yo quería hacer. Y, como te comentaba, a través de un amigo, Jorge Olivera, comienzo a trabajar con CubaNet.

¿Crees que medios como El ToquePeriodismo de Barrio y OnCuba, reciben o recibían tratos distintos del Gobierno cubano?

CubaNet se fundó en el año 1994. Periodismo de Barrio y El Toque son más nuevos, no han padecido tanto la represión de la Seguridad del Estado. Quizás por los temas que manejan. Aunque sí, en varias ocasiones han sido interrogados y detenidos en coberturas periodísticas. 

Después, por supuesto, como hemos visto en los últimos tiempos, estos medios han sido metidos en el mismo saco de los medios independientes. Han sido catalogados por la prensa oficial como “mercenarios”, “pagados por el imperialismo”, “al servicio de una potencia extranjera”, “contrarrevolucionarios”. Y un poco también han pasado ese umbral o esa línea, y están cubriendo noticias, por ejemplo, de las manifestaciones del Movimiento San Isidro, del 27N

Yo creo que también ha sido un proceso evolutivo para esos medios. Qué bueno, ¿no? Pero en el tiempo en que yo trabajé con ellos, no era así. Denunciaban las violaciones de la Seguridad del Estado cuando los afectaban directamente, pero cuando tenían que ver con otros sectores de la oposición, o de la sociedad, nunca vi que cubrieran estos temas.

¿Es posible ser periodista y disidente al mismo tiempo?

Yo creo que sí. Los géneros en el periodismo te permiten, además de reportar, opinar sobre la realidad cubana. Y el hecho de que te conviertas en protagonista también hace que tu voz tenga más peso, sea escuchada.

Dada la realidad cada vez más trasnacional del periodismo y de la nación cubana, ¿todavía tiene importancia la distinción entre medios que se hacen “desde Cuba” y otros que se hacen “desde afuera”?

No creo. En un momento se hizo mucho hincapié en esa distinción, pero actualmente ya no se enfatiza tanto. Muchos periodistas que viven o reportan dentro de Cuba trabajan para medios que están obligados a radicar en el exterior, porque en Cuba no se permite la prensa independiente. Pero los principales reporteros seguimos estando en Cuba. 

Pero me imagino que no es lo mismo reportar sobre Cuba desde Miami que desde La Habana, ¿no? En cuanto a hacer un buen reportaje, y en cuanto a vivir bajo amenaza y represión constantes.

Sí, por supuesto que hay una diferencia entre reportar desde Cuba y desde fuera. El trabajo del periodista requiere estar en contacto con esa realidad. Pero hay cosas que sí se pueden contar desde fuera, por ejemplo, notas informativas, cosas así que ya se conocen en las redes. Además, la tecnología, Internet, ha recortado las distancias. Ahora se reporta casi instantáneamente, y tú puedes entrevistar a una persona como me estás entrevistando ahora: por WhatsApp. 

Una de las cuestiones por las que yo no he querido irme de Cuba es por esto. Yo necesito estar en contacto directo con la realidad. Pero entiendo que otros periodistas se han visto obligados a abandonar el país, y han querido seguir haciendo periodismo por Cuba, aunque estén en el exterior. Eso lo entiendo, y me parece también que se debe reconocer. Pero en mi caso, mientras el régimen me lo permita, yo quiero estar en Cuba y reportar la realidad cubana desde acá. 

Además, tiene un valor el hecho de que estos medios existan dentro y fuera de Cuba. Por ejemplo, yo me siento muy respaldada en los momentos en que me detienen, al saber que mis colegas en el exterior, los directivos de CubaNet, están constantemente denunciando o respondiendo a preguntas de organizaciones de derechos humanos que se preocupan por mí. Y estableciendo contactos con estas organizaciones o con políticos, para protegernos o buscar el apoyo internacional. 

En todas partes del mundo el modelo de financiación de los medios está en crisis. En Cuba, además, hay un discurso oficial de que los medios y periodistas independientes son “subversivos” y “mercenarios”, porque cuentan con financiación alternativa. ¿Podrías hacer una valoración personal de cómo tú negocias en este contexto? 

El régimen cubano ataca y siempre va atacar lo que ellos no pueden controlar. Yo no me considero mercenaria; además de que en el código penal cubano el mercenarismo no tiene nada que ver con lo que nosotros estamos haciendo. El mercenarismo, como está definido en la legislación cubana, tiene que ver más con una cuestión militar, de financiamiento de guerrillas armadas para promover la violencia en los países. Y nuestra única arma (si se le puede llamar así) son los teléfonos celulares, nuestras computadoras y nuestras mentes. 

¿Subversivos? Pudiera ser. Eso no tiene nada de malo. Si yo no estoy de acuerdo con el régimen que impera en Cuba, por supuesto que tengo derecho a promover cambios, a promover transformaciones, una “subversión” de esa realidad que yo creo que es maligna para mi país. Lo que pasa es que han manipulado el término por mucho tiempo, como si fuera algo malo. Eso forma parte de estos sistemas totalitarios: desprestigiarnos para mantenerse en el poder. 

Vivo del periodismo, como mismo vive un médico de su trabajo o cualquier obrero en cualquier parte del mundo. El periodismo no es un delito. Informar no es un delito. Yo me gano mi salario honradamente. A mí nadie me paga por decir o por contar la realidad de la manera que ellos quieran, o por manipular esa realidad.

Evito, sin embargo, darles armas con las que después puedan atacarme. En los interrogatorios, yo nunca reconozco que cobro por mi trabajo, lo cual es algo normal en cualquier parte del mundo. Cuento una anécdota en este sentido. El 31 de julio me detuvieron en la vía pública. En la unidad policial me desnudaron y me revisaron todo, sin ninguna explicación. Sin mi consentimiento, empezaron a grabar el interrogatorio. Yo traté de hablar lo menos posible, porque sé que esos materiales ellos los utilizan después para tergiversar lo que digamos y para difamarnos. En un momento determinado me preguntan mi profesión, a qué yo me dedicaba. Y yo les dije que era ama de casa. Les desmonté el discurso que ellos tenían preparado: “¿Quién te paga?”, “¿Cuánto te pagan?”, y esa serie de cuestiones. No supieron cómo continuar ese interrogatorio. 

Si yo puedo evitar ir a la cárcel, por supuesto que lo voy a hacer, para seguir informando sobre la realidad cubana. Pero claro, cuando ellos quieran me inventan cualquier causa, aunque no tengan pruebas ni testigos. De hecho, ya a mí me están armando un expediente criminal. Me han hecho varias acusaciones: violación de domicilio, receptación, estar ilegal en La Habana, usurpación de funciones públicas… Así que cuando ellos quieran llevarme a prisión, lo van a hacer.

En esas experiencias que has vivido, de acoso, intimidación, detenciones e interrogatorios por parte de la Seguridad del Estado, ¿cuál ha sido la justificación legal?

El poder en Cuba se ha creado una serie de leyes o mecanismos para privarnos de nuestros derechos. Nos arrestan arbitrariamente, y si nos resistimos, nos golpean y nos avisan de desobediencia, resistencia o atentado. Nos llevan a las estaciones policiales, sin acceso a llamadas telefónicas. Es decir, nos mantienen desaparecidos por varias horas, pues nuestras familias y nuestros amigos no saben de nosotros. No nos levantan Acta de Detención, lo cual es algo que está establecido: que registren nuestra de detención y que nos digan por qué estamos detenidos. Nunca lo hacen. Los interrogatorios, por supuesto, y las amenazas, y todo el proceso: sin la presencia de un abogado. Sin orden judicial ni justificación alguna, también me han impedido salir de mi vivienda. 

¿Cuál es tu opinión sobre los fondos de entidades extranjeras (gobiernos, fundaciones u otros) dedicados a promover cambios sociales y políticos en Cuba (el llamado “cambio de régimen”)? ¿Estos fondos y programas son legítimos? 

Sí. Yo creo que el financiamiento a organizaciones opositoras, y a la prensa independiente, es legítimo. 

Muchas veces se obvia que, en muchos casos, la financiación no viene de organizaciones extranjeras, sino de los propios cubanos que viven en el exilio y que han creado sus mecanismos para apoyar a la oposición interna en Cuba. O para apoyar la libertad de Cuba desde el exterior. Eso es algo que se ha hecho desde la Guerra de los Diez Años. José Martí buscó financiamiento de organizaciones en el exilio. El Movimiento 26 de Julio recibió financiamiento del exilio y de organizaciones como la CIA. Entonces, ¿con qué moral van a venir a decir ahora que no se puede apoyar a las organizaciones acá en Cuba? 

Porque hay una realidad: vivimos en una dictadura. Una dictadura en la que las personas tienen miedo a apoyar a iniciativas disidentes porque pierden sus trabajos, porque los encarcelan, porque entonces no tienen cómo alimentar a sus hijos, a sus familias. Y este apoyo del exilio busca eso: apoyar a esas personas que en Cuba son invisibilizadas o reprimidas, para que puedan seguir adelante.

En el caso de la prensa, es igual. Es decir, ¡ojalá pudiéramos existir en Cuba! Ojalá pudiéramos tener personalidad jurídica y pagar impuestos como todo el mundo. Pero no es así. No quieren permitirnos la existencia en este país. Por eso tenemos que trabajar de esta manera.

También hay organizaciones gubernamentales que reciben financiamiento de asociaciones extranjeras. Y no por eso las califican de mercenarias, de contrarrevolucionarias, o de estar al servicio de gobiernos extranjeros. Hace aproximadamente un año, El Estornudo publicó un editorial que yo creo que relata muy bien toda esta cuestión.

Lo otro es que ese financiamiento no tiene como objetivo que nosotros hagamos algo: es un apoyo para un trabajo que nosotros ya hemos decidido hacer. Para nada se traduce en que esas organizaciones nos imponen una agenda o nos dicen lo que tenemos que decir. Los periodistas independientes tenemos libertad para escribir sobre los temas que consideremos pertinentes. A mí CubaNet nunca me ha dicho qué temas cubrir, o cómo relatar las historias. Mi experiencia personal, y la que me han contado varios colegas de la prensa independiente, ha sido de total libertad de expresión.

Además, el financiamiento se ampara en la “Declaración de los defensores de los derechos humanos”. La resolución 53114 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el artículo 13 dice: “Toda persona tiene derecho, individual o colectivamente, a solicitar recibir y utilizar recursos con el objetivo expreso de promover y proteger por medios pacíficos los derechos humanos y las libertades fundamentales”.

Otro de los ataques es decir que estas son “organizaciones que financian proyectos subversivos o que promueven cambios en Cuba”. Sí, ¿y que? Los medios oficiales cubanos y todas las instituciones progubernamentales son financiadas por el Gobierno. ¿Qué tiene de malo que los ciudadanos que queremos un cambio en Cuba apelemos a financiamientos que lo que buscan es promover la democracia y los derechos humanos? 

Por supuesto, los medios independientes tienen diferencias, tienen su política editorial. Todos los medios de prensa en el mundo tienen sus políticas editoriales y, de alguna manera, todos responden a uno u otro interés. Y los medios oficiales cubanos responden a los intereses del Partido Comunista de Cuba. ¿Qué hay de malo en que exista una contraparte? Son medios antitotalitarios, que defienden la libertad de expresión, la libertad de Cuba. Eso no tiene nada de malo, a mi entender. 

En una dictadura, cuando se vive en dictadura, no pueden existir cuestiones neutrales. Estás de un lado o del otro. Estás a favor o en contra de la dictadura. Estás a favor de la represión y la violación a derechos humanos, o estás en contra. Y los medios independientes, algunos más que otros, están en contra. Y por ello los temas que la mayoría de nosotros cubrimos están relacionado con eso. Además, visibilizamos los temas que son obviados por los medios oficiales. Yo he encontrado muy buenos trabajos de periodismo de investigación en la prensa independiente.

También he tenido que entrevistar a personas con cuyas ideas no concuerdo. Es parte de mi trabajo. Ojalá pudiera entrevistar a Miguel Díaz-Canel o a algunos de los funcionarios del régimen, pero no me lo permiten. Desgraciadamente, acá los funcionarios públicos no responden al pueblo. Está todo tergiversado.

Nos acusan de “mercenarios”, y atacan este tema del financiamiento, porque no tienen forma de contrarrestarnos. Si realmente quieren restarnos credibilidad, lo único que tienen que hacer es desmentir las informaciones que damos. Y hasta ahora no lo han hecho. Lo único que han hecho es justificar las violaciones de derechos humanos, manipular y mentir.

No tienen forma de contrarrestar el impacto que están teniendo los medios independientes en Cuba. La información es poder. Ellos lo saben. Y por eso nos atacan también a nivel personal, tratan de llevarnos a prisión. Pero cada vez somos más. En los últimos años, se han sumado a los medios independientes muchos jóvenes egresados de las universidades cubanas, sobre todo de la carrera de periodismo. Ellos han fortalecido a los medios independientes, y el Gobierno le está temiendo mucho a eso. 

Antes, la mayoría de las personas que hacían este trabajo no eran periodistas, es decir, no era personas graduadas de periodismo: eran escritores, intelectuales, incluso personas que simplemente comenzaban a desempeñar esta labor. En cambio, en los últimos años, la prensa independiente se ha nutrido de profesionales de los medios: periodistas profesionales, graduados de las propias universidades cubanas. 

¿A que se debe este fenómeno de “ruptura” que lleva a que más jóvenes abandonen el periodismo estatal para pasarse al periodismo independiente? ¿Por qué ahora y no antes?

En primer lugar, por la frustración, por la carencia de libertades que padecen en los medios oficialistas: estas rutinas profesionales marcadas por la censura, en una prensa propagandística e ideológica. Y lo otro es que antes no existían muchas alternativas. Internet y las redes sociales han abierto el espectro y les han dado a los jóvenes oportunidades que antes apenas existían. Sobre todo en los últimos dos años, el periodismo independiente ha tenido muchísimo impacto en Cuba.

Yo he conversado con algunos periodistas independientes de los años 90 y principios de los 2000. Cuentan que en ese entonces ellos escribían las noticias y tenían que buscar un teléfono para llamar al exterior y leer lo que habían escrito. Después comenzaron los blogs, pero los blogs también tenían dificultades para llegar a la gente. Fue la ampliación del acceso a Internet          —primero los parques wifi, y después el acceso en los teléfonos— lo que posibilitó el auge de los medios “independientes”, “alternativos”, como se quiera llamar. 

El hecho de tener acceso a estos medios, en mi caso, fue lo que me posibilitó este despertar. Y la decisión de sostener la postura que hoy tengo: como periodista independiente y como disidente en Cuba. 

¿Podríamos decir entonces que el acceso a datos móviles, a partir de diciembre de 2018, marca un antes y un después en el periodismo independiente en Cuba? Si es así, ¿cómo explicas que el Gobierno haya decidido abrir esta caja de Pandora?

Sí, yo creo que la explosión real fue a partir de diciembre de 2018, cuando permitieron el acceso a Internet en los teléfonos. Y creo que ellos no se imaginaron que iba a ser de esa manera. No lo calcularon bien. Por un lado se vieron obligados a hacerlo, por una cuestión de exigencias de muchos años; y por otro lado, lo vieron como un mecanismo de entrada de dólares al país, por las recargas desde el exterior. 

Muchas personas se informan a través de las redes sociales y del trabajo que hace la prensa independiente. La evidencia son todas las respuestas que el Gobierno cubano se ha visto obligado a dar, en los medios de difusión masiva, para responder a polémicas que se generan las redes sociales. El impacto se puede medir también por toda la campaña de difamación que han desarrollado, con la que de alguna manera intentan contrarrestar el contenido que se genera en la prensa independiente, y también por supuesto en las redes sociales.

El periodismo independiente en la Isla está viviendo su mejor momento. Y puede seguir mejorando a medida que se vaya nutriendo de más profesionales, de más personas. 

¿Qué se debe cambiar para que tenga más o mejores posibilidades de existencia y éxito?

Para tener un mayor alcance, primero habría que lograr que bajen los precios del Internet. A los cubanos todavía se les dificulta mucho el acceso a Internet, por lo caro que es. Y lo otro es que todavía hay millones de cubanos que ni siquiera tienen celular, así que menos van a tener acceso a Internet. 

Mientras no podamos, mientras no tengamos permitido difundir información a través de otros mecanismos, como pueden ser medios impresos, canales televisivos o radiales, esto sería lo más importante para nosotros: que bajen los precios de Internet y que más personas tengan acceso a las redes sociales. 

De todas formas, nos estamos dando a conocer. Cada vez más la gente está accediendo a nosotros. Y en parte esto ha sido por esa misma campaña de difamación que han desarrollado los medios oficiales contra la prensa independiente, contra los disidentes, contra los activistas. Esto al régimen ha salido muy mal, pues ha posibilitado que nos conozca la gente que no tiene mucho acceso a las redes sociales.

En una ocasión, una persona en la calle me preguntó: “¿Tú eres Camila Acosta, la periodista independiente?”. Días antes yo había salido en el noticiero de televisión, en un programa dedicado a difamar a la prensa independiente. Y esta persona me reconoció y me dijo: “Te apoyo. Sigan adelante. Es muy importante lo que están haciendo”. Esto dice mucho del alcance que estamos logrando en Cuba, de la utilidad del servicio público que estamos prestando.

Por supuesto, todavía falta mucho por mejorar, por resolver. Lo principal ahora es seguir trabajando para lograr la libertad de Cuba. En democracia se presentarán nuevos contextos, nuevas metas. Pero ahora mismo, con las condiciones que tenemos, yo creo que estamos haciendo bastante. 

¿Crees que haya alguna posibilidad de que el Gobierno cambie sus leyes sobre la prensa y los medios de comunicación dejando espacio legal a medios privados, independientes o no estatales?

No. No creo que el régimen, por voluntad propia, permita la libertad de expresión. Ellos tienen la experiencia de la Unión Soviética, de la caída del campo socialista, que en parte se hizo posible por la apertura de Gorbachov en libertad de expresión. Ellos saben que no por gusto a la información, a la prensa, se le llama “el cuarto poder”.

Si algo va a cambiar, va a ser por lo que nosotros seamos capaces de hacer promoviendo ese cambio, exigiendo, presionando para que ellos se vean obligados a realizar cierta apertura.

¿Qué sabes de la historia del periodismo independiente cubano antes del movimiento actual? ¿Te identificas con ella como parte de tu propia historia profesional?

En CubaNet se publicó un video de entrevistas a varios periodistas independientes de ese viejo o tradicional periodismo que se hacía en los años 90 y principios de los 2000, y también a algunos de los de esta nueva ola de periodistas. Se publicó con motivo del día de la prensa cubana, el 14 de marzo de 2021. Por supuesto que me identifico con esa historia. Es parte de la historia de Cuba. Creo que todos esos periodistas marcaron un camino y posibilitaron que nosotros existiéramos hoy. 


© Imagen de portada: Camila Acosta (Facebook).




José Raúl Gallego

José Raúl Gallego: “No hay vuelta atrás con el periodismo independiente”

Ted A. Henken

“Muchos de nosotros hacemos periodismo y a la par hacemos activismo. Uno lo que tiene es que diferenciar los roles, y sobre todo ser consecuente con la ética de la profesión. Yo no voy a mentir. Sea cual sea la causa que defienda, mi compromiso es con la verdad, no con un partido político, no con una causa”.