Raúl Soublett: “El activismo ha sido a pulmón”

Hace apenas un mes el activista afroLGBT Raúl Soublett se hacía con el premio Revelación de los Latin Podcast Awards. Este merecido galardón se puede extender como un reconocimiento al activismo que ha llevado a cabo con tesón durante todos estos años, desde sus prácticas para visibilizar las desigualdades y empoderar a comunidades marginadas.

Conozco a “Rauli”, como le digo cariñosamente cuando no estamos peleando, hace ya un tiempo. Aunque no recuerdo una fecha exacta del primer encuentro, siempre me ha llamado la atención su meticulosidad para combinar la docencia, el activismo, y una especie de sororidad entre amigas, que siempre salen a su defensa. Esto último, me devela algunas claves de su calidad humana.

Raúl Soublett parece escurrirse entre la sonrisa nerviosa y los ojos grandes y brillosos cuando hablas con él. Por eso prefiero, para entrevistarlo, trasladarme a su casa, en la que convive con su pareja, el periodista independiente Héctor Valdés Cocho, y Rubio, un gato blanco con motas amarillas, que ambos adoptaron y crían como un enfant terrible

Quiero, sobre todo, conversar pausadamente y tomar espaciada una taza de café, a la que me convidan los anfitriones, para repasar parte de la labor, Cuba y los acontecimientos recientes de un país plural, donde Soublett se ha posicionado como uno de los jóvenes activistas contra el racismo, la discriminación por orientación sexual e identidad de género y otras vulneraciones sociales. 

Me gustaría que comenzaras hablando de quién es Raúl Soublett.

Tengo 28 años, soy un joven al que no le gusta estar achantado. Me gusta estar haciendo cosas, estar activo completamente el día entero: creando, buscando la manera de poder ayudar; de poder visibilizar casos e historias de vida. 

De profesión soy maestro primario. Hace unos cuatro o cinco años estoy dando clases de informática, pero en general daba clases de español, historia, matemáticas a niños de segundo a sexto grado. Ahora estudio la licenciatura en Informática, ya me encuentro en el último año y espero graduarme en los próximos meses. 

Desde mediados de 2015, soy activista afroLGBT, pero no es hasta noviembre de 2017 que creo, junto con un grupo de amigos, Alianza Afrocubana (AA). En ese momento no se llamaba así, sino Sí Podemos; a los dos meses le cambiamos el nombre porque ocasionaba un poco de ruido. Había muchas frases parecidas, incluso un partido político en España. Para proyecto comunitario, lo que era en esencia en sus inicios, no pegaba. Decidimos cambiarlo a AA, con el tema afroLGBT, porque la mayoría de las personas que estaban integrando el grupo eran personas negras, sexodisidentes.

Ese soy yo: ese joven que anda por el mundo, descubriendo, buscando cosas, desempolvando un poco los recuerdos o lo que está oculto. 

Un poco que te adelantaste, pero me interesa saber cómo llega Raúl al activismo. ¿Cuáles fueron los inicios?

En 2015, no tenía conocimientos de que existían estos movimientos de activistas, de personas que a través del arte hacían políticas. Estaba totalmente ajeno a esa otra realidad de Cuba. Lo mío en aquel momento era la música, salir, divertirme, como cualquier adolescente de su tiempo. 

Alejandro Castañeda, en aquel mi pareja, como a los dos meses de tener una relación con él, me lleva a casa de unos amigos donde se estaba hablando de las Infecciones de trasmisión sexual (ITS). Me interesó mucho la plática. Pensé que era una conversación entre amigos, pero después me dijo que era un proyecto que se llamaba AfroMás (ya no existe). Reunía a jóvenes gays negros, que realizaban diferentes acciones comunitarias con el tema LGBT; no tanto así con el tema racial. Por él ingresé en ese grupo. Fui participando de las actividades, conociendo; fui aprendiendo y desaprendiendo muchas cosas.

Cuando Alejandro fallece, el grupo, por otras cuestiones, se desintegra. A los meses, después de ese duelo que estuve pasando, me comunico con varios activistas, con Juana Mora Cedeño, Juan Antonio Madrazo, porque quería continuar en este mundo y seguir haciendo lo que hacía en AfroMás, en aquel momento. 

Al comenzar con Madrazo, con quien trabajé varios meses, me empapé mucho más del tema racial. Estaba pensando en cómo proyectar esas dos discriminaciones, racismo y homofobia, desde una perspectiva interseccional, más novedosa. Digo “más novedosa” porque no conocía otros grupos de la comunidad LGBTIQ, solo los que estaban en ese momento allí.

En 2017, junto con amigos, llevé la propuesta de un proyecto más autónomo, más independiente, que nacía desde la mirada, el sufrimiento, de las experiencias de las personas negras LGBTIQ, no desde personas cis heterosexuales. Creamos un grupito comunitario y empezamos a tocar puertas. No conocíamos a nadie; no teníamos contacto de nadie. Nos metíamos en todos los lados. Así fuimos conociendo a otras personas, creando alianzas. 

Recuerdo que una amiga mía pintora, Dayme Ticet, a la que le hablé del proyecto, me sugirió que en Marianao había dos muchachas que tenían un proyecto muy bueno, Mirna y Ciria. Las conocí, somos inseparables. Me sirvió mucho esa experiencia de trabajar con las dos. Juana Mora me dio tremenda mano, pues me abrió las puertas al Proyecto Arcoíris, a conocer herramientas sobre derechos, necesarias para que la comunidad sepa defenderlos y exija su protección, en cualquier tipo de escenario.

Fui anotando en ese librito que uno tiene todas las cosas que ve, que desea hacer. Estábamos comenzando y era un proyecto muy ambicioso. Queríamos hacer tantas cosas, con poco tiempo de creado, sin presupuesto. Todo era a pulmón, a corazón, y lo logramos. En el camino fuimos conociendo a muchas personas, creamos articulaciones con otros grupos y personas, tratando de generar proyectos en conjunto, que era la idea de AA: la alianza entre todos los diferentes actores sociales

El momento cumbre fue en el Festival Afroconsciencia, en el cual conseguimos reunir muchos proyectos de tema racial, LGBTIQ, sobre violencia de género, la estética. Todos ellos en un solo momento, en un solo escenario, con un solo objetivo. Así ha sido AA, constantemente conociendo, intercambiando experiencias, creando.

Desde su creación en 2017 hasta el presente, es ostensible la evolución de AA. ¿Cómo definirías el proyecto en la actualidad? ¿Es posible construir esa ruta dentro del activismo cubano y el tuyo propio? ¿En qué punto se encuentra?

Estamos en un punto en el que no nos reconocemos, pues era totalmente distinto de lo que nos proyectábamos en un inicio. Tenemos los objetivos bien marcados; velamos porque no se saliera de allí, principalmente, por cuidarnos a nosotros, el espacio, las personas que intercambiaban con nosotros. Pero el tiempo te obliga a no ser tan recto, porque la vida no es lineal: tiene sus altas y sus bajas. Ha ido madurando, ha ido mutando. Antes no se metía en temas “tan” políticos, porque al final todo lo que estamos tratando son temas políticos. Ahora sí, dice de forma frontal, sin miedos, sin tapujos.

Nació como proyecto comunitario, no va a perder esa esencia. Aunque con la pandemia, que se ha extendido casi dos años, se ha visto bastante afectada. Tenemos que empezar de nuevo, tocar el espacio, a las personas, las comunidades, pero ya no nos proyectamos como un proyecto netamente comunitario. Ahora somos un poco más. No queremos decir que somos una organización, no nos gusta la palabra, ni partido político, pero tampoco un proyecto comunitario. Estamos que todavía no sabemos lo que somos.

Por razones de la vida he estado relacionado con tu trabajo y me llama la atención que eres capaz de confluir las temáticas LGBTIQ y el racismo en la sociedad cubana, y a la vez utilizas los medios audiovisuales, el documental, el pódcast, las redes sociales, como plataformas discursivas y no meros instrumentos tecnológicos, incluso con cualidades artísticas. Desde esa perspectiva, ¿cuál sería el centro de tu activismo? ¿Cómo convergen con AA y tu realización (más) personal, en lo que los intereses pueden coincidir o no en algún punto, para aportar al debate contemporáneo y visibilizar las desigualdades sociales? 

Al inicio, cuando decíamos que nuestro objetivo eran las personas negras LGBTIQ, siempre nos decían que esos dos temas no debían estar en uno solo. O tratábamos el tema racial, o el de las sexodisidencias. No se concebía que en un mismo objetivo entrara el mismo grupo poblacional. Siempre decía que “era una persona negra y gay; en mi grupo hay personas negras lesbianas”. Desgraciadamente, en aquel momento no había hombres o mujeres trans. Tratábamos desde esa mirada interseccional del cuerpo. No quiere decir que no nos interesaran las personas negras heterosexuales, que también sufren, LGBTIQ, o blancas. 

Las habilidades constituyen parte del proceso de empoderamiento de uno mismo. La vida te obliga a aprender otras cosas, porque así es como avanza la sociedad cubana, todas las sociedades. Ver estas herramientas que son de la comunicación, cine, audiovisual, audios digitales, y observar la poca presencia del tema racial; porque no puedo decir que no se aborda, pero no desde esta mirada. 

Muchas veces desde una mirada blanca, externa, heterosexual…

Exactamente. Un ejemplo es el documental Raza (2008) [de Eric Corvalán], un realizador blanco que está diciendo lo que quiere. Pasa igual con muchos ejemplos con el tema LGBTIQ: las personas negras quedan excluidas de esos productos

En diciembre de 2018, me acerqué al realizador Damián Sainz, que tiene el proyecto de Cineclub Cuir, y estuve participando en varios de los cine-debates que realizaba. Lo invité al espacio nuestro a realizar una de las sesiones de Cineclub Cuir y lo repetimos en enero del año siguiente. 

A partir de esa experiencia, en junio de 2019 nace Cine Alternativo Afrodiaspórico de América Latina y el Caribe (CAA). Tuvimos todos esos meses de escritura sobre qué queríamos con este espacio. Uno de los objetivos era trabajar con los audiovisuales para visibilizar a las personas negras LGBTIQ, desde muchas aristas, solamente de la región, América Latina y el Caribe. Del mismo modo no excluíamos a África ni otros productos audiovisuales de la diáspora. CAA nace buscando a los realizadores negros. 

Fue mi difícil encontrar a esos realizadores negros. Gloria Rolando fue la única que encontramos en ese momento y Tanya [L. Saunders] desde Estados Unidos con Afro-Feminismos en Cuba…. Tuvimos además dos realizadores blancos que participaron en esa primera semana de proyección.

Sin embargo, estuvimos analizando, cuando fuimos a buscar realizadores negros, porque necesitábamos audiovisuales para la universidad, qué pasa con la gente negra. Entonces escribimos un proyecto para jóvenes en el Cerro, para el que quisiera hacer cine, con un teléfono móvil. Hubo personas interesadas, pero llegó la Covid-19 y se paró todo. 

Fuimos viendo lo que estaba pasando y decidimos que teníamos que crear nuestros propios productos, pues era necesario incorporar estos temas. En cualquier espacio lo vamos a proyectar, como lo hemos hecho hasta el momento. En un espacio de debate sobre el tema racial, aportamos la mirada LGBTIQ, pues existen muchos proyectos aliados que son homofóbicos. Del mismo modo, con la comunidad LGBTIQ insertamos el tema racial. Creamos los audiovisuales, los pódcast, pero lleva un estudio. Es un proceso un poco largo.

Por tu propio activismo has sido “interpelado” por los Órganos de la Seguridad del Estado, lo que deja en evidencia, cada vez que sucede contigo o cualquier otro activista, la indefensión de los actores sociales ante estas situaciones, la falta de mecanismos para proteger el espacio de la ciudadanía y la sociedad civil. Ser activista exige un rango de acción dentro de la sociedad, aunque no sea propiamente de las simpatías del Gobierno. Desde tu perspectiva, ¿cuál sería ese escenario propicio para constituir el activismo?

No creo que haya un marco tan visible. Al final todo lo que es independiente no es bien visto, no hay oportunidad de que puedas dialogar con las instituciones, de que puedas en un espacio hacer tu activismo, crear, llevar los mensajes hacia la comunidad. Siempre está ese cerco, vigilándote las 24 horas del día, cada paso, cada movimiento

¿Cuántas acciones no se han frustrado a lo largo de todo este tiempo? Con el proceso de debates de la Constitución, ¿cuántos encuentros no se abortaron?, ¿cuántas cosas no se hicieron y siempre estaba la Seguridad del Estado, que trataba por todos los medios de que no se pudiera hacer nada?

Otro tema relacionado son los financiamientos de organismos internacionales, algunos con una agenda para una transición democrática en Cuba. Curiosamente, el Gobierno hace hincapié cuando estos fondos son recibidos por activistas y periodistas independientes, pero jamás se ha declarado públicamente en contra de la subvención que recibe de estas mismas agencias a grupos religiosos fundamentalistas. ¿Cuál ha sido tu experiencia?

Al inicio había mucho miedo con el dinero. Desde que comencé el activismo que he realizado, en AA, ha sido a pulmón. Dentro de AA teníamos nuestras propias políticas y cada mes poníamos dinero; teníamos nuestro pequeño fondo. 

Creo que hay un miedo terrible por la sociedad civil de recibir dinero, por estar en los ojos de la Seguridad del Estado. No hace falta recibir dinero para ser un objetivo de ella. También es algo que utiliza el propio sistema para criminalizar a los activistas y proyectos independientes. 

Si voy a hacer videos tengo todo el derecho a aplicar a becas, concursos; si no me brindan esa ayuda, tengo que salir a buscarla, porque quiero realizar el proyecto. Si quiero hacer una película y el ICAIC no me da el presupuesto, yo tengo que aplicar de algún modo a fondos internacionales. 

¿Por qué no voy a aceptar la ayuda? Debo tener claro para qué lo voy a utilizar. Eso sí, los fondos tienen que ser transparentes. Uno tiene que estar muy claro de los riesgos que corre para que no haya sorpresas.

¿Crees que el Cenesex me iba a dar el dinero para hacer los videos del Código de Familias? No lo iba a hacer.

En este momento, activistas independientes y cercanos a la institución están enfrascados en el anteproyecto del Código de Familias. El panorama nacional se complejiza, porque más allá de las divisiones, aparentemente insalvables, del movimiento LGBTIQ en la Isla, coexisten fuerzas reaccionarias, como los fundamentalistas religiosos, presionando para que no se apruebe el próximo Código y asistamos a un retroceso en el reconocimiento de derechos humanos que beneficiarían a las personas no heteronormativas. 

Como decías, la comunidad LGBTIQ está totalmente desunida y no se trata de dos bandos: el oficialista y los independientes; sino que dentro de los grupos independientes existen sus divisiones muy visibles y serias. 

Están los fundamentalistas, que pueden tener sus diferencias, pero son un bloque totalmente fuerte. Se olvidan de los elementos que los puedan separar y se enfocan en ese punto en común para accionar. Su único objetivo es el mismo: que no se apruebe el matrimonio, que no haya adopción, ni derechos para las personas LGBTIQ. Cuando lo logren, resolverán sus diferencias doctrinales.

En la comunidad LGBTIQ no pasa así. Todo el mundo actúa por su lado; no hay consensos ni espacios de convivencia al margen de su posición política. 

Además, después del 11J, a un joven gay preso, Yoan de la Cruz, la fiscalía le pide ocho años. No sé si es activistas, sino que está injustamente detenido. Así también un chico trans, en la prisión de mujeres, de la que no hay ni una foto de él. No tenemos datos de esa persona, pero sabemos que existe. Muchachas trans que están detenidas; una está cumpliendo en su casa. Cuando hablas con los activistas, salen con sus prioridades. 

Este escenario es más difícil que cuando el Referendo constitucional.

No solo es repartir stickers, pegar pegatinas en la ciudad, vender nasobucos, se necesita mucho más. Lleva tiempo, presupuesto, acompañamiento.

Recibiste el premio Revelación Cuba de los Latin Podcast Awards, el pasado 16 de octubre, ¿qué significa un lauro de tal magnitud para tu trabajo?

Significa mucho. No puedes imaginar los gritos que lancé cuando escuché mi nombre en Stereo Podcast. Primeramente, porque no fue un proyecto que nació con ese objetivo, con la intención de recibir algún reconocimiento internacional. Incluso Stereo Podcast está totalmente desligado de AA.

Nace durante los primeros meses de la cuarentena, en ese momento de estrés que no se podía salir a la calle y había que estar recluido por la Covid. Buscamos con los pódcast poder continuar el activismo. Pero llevaba un proceso de estudio porque no sabía cómo hacer podcasts.

Llegué a los Latin Podcast de casualidad. Navegaba para encontrar grupos de pódcast para poder promocionarlos y encontré su página oficial. Ni siquiera sabía que se dedicaban a premiar a los realizadores. Les escribí a los organizadores como en noviembre y recibí la respuesta en enero; de hecho, del propio director del certamen. Me pidió los enlaces para escucharlos. A la semana conversamos, se alegraba de que hubiera pódcast cubanos en el evento. Sería la primera vez que se presentaban materiales cubanos en los premios. Tuve que llenar una serie de requisitos. Traté de regarlos entre los pódcast que conocía, La Cafetera, Lo Llevamos Rizos, y otros. Llegamos por pura casualidad. Incluso nos ha motivado; estamos en el proceso de edición de la segunda temporada. Salimos de una edición visual, pero falta financiamiento.


© Imagen de portada: Raúl Soublett / Facebook.




Juan-Abreu-Entrevista

“Eros y política” o cuando Juan Abreu nos hizo libres

Rebeca Argudo

Al teclear “libre” en Google y pulsar en “voy a tener suerte” debería aparecer, indefectiblemente, una gran fotografía en blanco y negro de Juan Abreu desnudo.





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