En exclusiva para nuestro magazine: escritores, artistas y críticos cubanos recomiendan, destacan, comparten y comentan series televisivas contemporáneas. Porque ya se sabe: dentro de la TV todo; contra la TV, nada.
Rafael Grillo:
The Wire [HBO, 2002-2008]: Nunca la televisión volvió a ser la misma después de ella. David Simon descubrió como reinventar la dramaturgia haciendo que la ficción fuera más real que la vida misma.
Breaking Bad [AMC, 2008-2013]: Nunca antes, nunca después, fue tan corrosiva una historia facturada en la industria norteamericana. La perfecta familia clase media estadounidense convertida poco a poco en una banda de ladinos y narcotraficantes.
Game of Thrones [HBO, 2011-]: Del Rey Lear al Señor de los Anillos, así fue transcurriendo. Comenzó como un drama para elites y ha llegado a ser el mayor espectáculo del mundo. A estas alturas ya da lo mismo si eres un sofisticado o te gusta la fantasy, ¡everybody love it!
The Walking Dead [AMC, 2013-]: Mentira que es otra historia más de zombis. Quítalos y pon un escenario de guerra nuclear u otra catástrofe, da lo mismo. Esta es simplemente una historia de todo lo que los seres humanos somos capaces de hacer para sobrevivir.
Battlestar Galactica [SciFi, 2004-2009]: ¿Alguna vez podrá hacerse una serie de ciencia ficción como esta? Parece muy muy muy muy difícil.
Ahmel Echevarría:
The Young Pope [Sky, 2016-]: La actuación de Jude Law es impresionante. Serie intensa, hermosa y terrible a la vez. En el seno de la máxima institución de la Iglesia Católica, el hombre también es el lobo del hombre. El joven Papa parece ser un bello y cándido sujeto que introducirá grandes reformas en la Curia Romana y la Iglesia. Sin embargo, es un conservador casi rancio; habitan en él tanto el ángel como el demonio, lo cual cristalizará en sus decisiones frente a la Curia y los feligreses.
The Wire [HBO, 2002-2008]: Tiene a Baltimore como escenario, la droga (tráfico, consumo, corrupción y muerte) es el eje de la trama. Actores profesionales se combinan con algunos aficionados que se interpretan a sí mismos. La serie, sin dudas, genera una gran adicción. Si cabe algún símil, no sería otro que Baltimore tendido en un salón de operaciones. El escalpelo levantándole la piel, sin anestesia, para mostrar el cuerpo social y político en estado casi de necrosis total.
The Sopranos [HBO, 1999-2007]: Nueva Jersey y Tony Soprano; James Gandolfini golpeando con todas sus libras tanto en el set como en la ficción. Ángel exterminador sin lugar a dudas allá en el hogar y en la Curia mafiosa. Un hijo de puta que se te va volviendo entrañable, frente a ti.
The Handmaid´s Tales [HBO, 2017-]: El punto de partida es la novela de Margaret Atwood. Ella misma aparece en el primer episodio poco más de un minuto. La bofetada que pega allí a una de las criadas tiene el mismo efecto de la serie en no pocos espectadores: la terrible máscara de un gobierno totalitario se muestra en toda su magnitud. Máscara, sí, porque el verdadero rostro del totalitarismo suele salir a la luz cuando lo peor ha pasado. Delirio, absurdo y fantasía van de la mano para lanzarnos contra un perfecto y verosímil relato de esperanzas (truncas), traición y dolor. En fin, nada nuevo cuando un régimen despótico se instaura como el cáncer.
House [FOX, 2004-2012]: Hugh Laurie vs. Vicodine mientras la trama detectivesca se va desencadenando. La enfermedad será el villano, el acto criminal no transcurre al interior del tejido social o el cuerpo económico y político, sino en el humano. El adicto Gregory House es otro hijo de puta. No dejará títere con cabeza ni en el terreno de la amistad ni en el terreno profesional; antes de volverse una caricatura de sí mismo hacia los finales de la serie, será una suerte de agujero negro donde caeremos, casi sin remedio.
CSI: Las Vegas [CBS, 2000-]: Pero las primeras temporadas, cuando el team de científicos forenses medio freaks, medio nerds, donde además había un par de galanes situados en las antípodas, se adentraba en tenebrosas, torcidas, terribles y tentadoras tramas detectivescas. Cada una más escabrosa, aparentemente inverosímil y límite que la otra (y aquí cabe la vida de los criminales y sus víctimas, y las del equipo CSI). Es un paseo por los parajes oscuros del hombre. Y de la mujer. CSI: Las Vegas como una suerte de X-Files. Sí, lo que sucede en Las Vegas se queda en Las Vegas.
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