Iglesias Evangélicas en Cuba: el nuevo poder político en la sombra

¿Cuál es el papel de las Iglesias Evangélicas en la Cuba actual? ¿Es cierto que han conseguido formar un lobby detrás de las cortinas del poder? ¿Son las Iglesias Evangélicas cubanas las principales enemigas del matrimonio igualitario, las leyes de igualdad de género y el movimiento LGTBIQ+ en la isla?




Era el mes de octubre de 2018 y la mañana dominical parecía seguir su ritmo monótono en la céntrica barriada de El Vedado, excepto para el pastor metodista Lester Fernández, de la Iglesia de 25 y K. Sus palabras y gestos eran enfáticos y vehementes desde el púlpito. 

“No apoyamos desde ningún concepto —y cuando decimos no apoyamos, me refiero a los cristianos de esta nación— el Artículo 68, ¿saben por qué? Escuchen, porque es bien fácil explicarlo: ¡Porque la Biblia lo condena!”. 

Y al decir esto último, su mano izquierda alzó un ejemplar de las Sagradas Escrituras ante la congregación de más de quinientos feligreses, quienes, tras las palabras de su líder espiritual, exclamaron “¡Amén!” llenos de excitación, en un coro estridente. 

Cuando acabó el servicio religioso, la congregación salió en silencioso desfile hacia el área perimetral del edificio, portando un cartel que decía “Estoy a favor del Diseño Original. La familia como Dios la creó. Hombre + Mujer”, en alusión directa al texto bíblico del libro de Génesis capítulo 2, versos 27 y 28 donde, de acuerdo con la interpretación de muchas denominaciones cristianas, Dios, además de crear a Adán y Eva, también instituyó el matrimonio y, de facto, el modelo de la familia humana.  

Esta protesta pastoral y eclesial había comenzado meses atrás, a finales de junio del citado año, después que la Asamblea Nacional convocara de forma extraordinaria a varios grupos de trabajo en el Parlamento cubano para llevar a cabo la reforma de la Constitución. Dentro de los temas sobre la mesa estaba el Artículo 68, cuya propuesta apuntaba a dar luz verde al matrimonio igualitario en Cuba, algo inédito en el Código Civil Cubano hasta ese momento. 

Ante este hecho y de forma inusitada, los líderes de la Iglesia Evangélica Pentecostal, de las Asambleas de Dios, las Convenciones Bautista Occidental y Oriental, de la Liga Evangélica de Cuba y Metodista en Cuba, publicaron —firmada de puño y letra— una declaración oficial a la que lamentablemente no se le ha prestado mucha atención, ya que este documento marca un hito para la historia de las relaciones entre Iglesia y Estado en la Cuba post-1959. 

No es usual que este grupo de iglesias, con una participación sociopolítica de perfil bajo, se pronuncie en actitud de protesta para impugnar desde un estamento teológico la propuesta de reforma a un artículo de la Constitución. Un hecho de este tipo no tiene precedentes en los últimos 60 años de la Historia de Cuba.  

Uno de los párrafos memorables del documento dice lo siguiente: “La ideología de género no tiene relación alguna con nuestra cultura, nuestras luchas de independencia, ni con los líderes históricos de la Revolución. De igual manera tampoco guarda ningún vínculo con los países comunistas, dígase la antigua Unión Soviética, China, Vietnam y menos aún Corea del Norte”. 

Sin ningún tipo de remilgo, los líderes de estas de iglesias les pusieron la toga de homofóbicos históricos a todos los miembros del Partido Comunista Cubano (incluyendo Fidel y Raúl Castro); y no solo eso, también deslizaban que de aprobar dicho Artículo, estarían yendo contra sus propios principios ideológicos, o sea, se estarían cambiando la casaca.

¿Cuál fue la respuesta del gobierno cubano? Ninguna, o para decirlo mejor: inocua. 

Mariela Castro, desde su asiento parlamentario, alzó la voz diciendo que se sorprendía de que en Cuba hubiera tanta homofobia, lo cual evidenciaba su divorcio con esa zona tan triste de la historia de su propio país, regido durante 60 años por su familia. Luego, ya con un poco más de tino, en otro momento, la parlamentaria alegó que la Constitución no intentaba cambiar la Biblia (en lo cual tenía toda la razón) sino reformar una institución legal, cívica y laica. 

La demanda de los evangélicos, en términos jurídicos, era inviable. Cuba es un país laico donde los poderes de la Iglesia y el Estado están separados, por lo que las decisiones o interpretaciones religiosas no tienen nada que hacer en la toma de decisiones gubernamentales, y mucho menos pueden hacer lobby en la Asamblea Nacional. Pero Mariela Castro no contó con que la hegemonía cultural cristiana le iba a jugar una mala pasada, dejando su voz como un eco aislado en la sala.

Los estamentos morales del socialismo cubano son herencia directa y readaptada del milenario humanismo cristiano. Desde finales del siglo XIX y principios del XX, la ética y la moral cristianas fueron embebidas en las corrientes laicistas y filosóficas que se movían libremente en el interior de la sociedad republicana cubana sin grandes connotaciones. 

Cuando el comunismo ateo se entronizó en la silla del poder político en Cuba para cambiar las reglas del juego, aunque impugnaba las creencias religiosas (en especial las cristianas), entre ambos grupos antagónicos (comunistas y cristianos) no existían divergencias respecto a temas como el buen comportamiento cívico, la defensa de los valores familiares, el matrimonio encabezado por el patriarca, la buena ciudadanía y el respeto a normas morales consideradas de elevada catadura dentro del orden social. 

En este inmaculado cuadro cívico compartido por comunistas y cristianos conservadores, la homosexualidad era, y continúa siendo, una manifestación condenable de la conducta humana. 

Esta suerte de concordato tácito se afianzó en Cuba al no radicalizarse la cara más oscura y violenta del comunismo, contrario a como sucedió en Europa del Este; por lo que en esta zona ético-moral existió una tranquila coexistencia entre ambos adversarios ideológicos. De ahí que no resulte extraño que los ultraconservadores de izquierda no lo pensaran dos veces para potenciar coyunturalmente la postura de la emergente fuerza cristiana y frenar la reforma del Artículo 68.

Vale señalar también que desde que comenzó el debate en junio del 2018, hasta la actualidad, la intensidad de las discusiones en torno al Artículo 68 (las cuales, según datos del secretario del Consejo de Estado cubano, Homero Acosta, ocuparon el 66 % de las consultas populares), a lo que se sumó su trending mediático, han llevado a varias voces críticas de la oposición política cubana a afirmar que se trató de una cortina de humo para desviar la vista de otros problemas más graves que debieron estar sobre la mesa del debate y las reformas constitucionales. 

Sin embargo, las opiniones dentro de los constitucionalistas y representantes del Parlamento y de las organizaciones de masas, indican que se dieron por sorprendidos al ver la ola de debates que acaparó el Artículo 68 en las consultas populares, lo cual llevó a los constitucionalistas a focalizarse y emplearse a fondo en torno al mismo. 

Otro aspecto que hace de la declaración de los líderes evangélicos un documento célebre es que esta acción constituyó el efecto típico de “caja de Pandora” o detonante que ningún gobierno desea que ocurra, ya que dio lugar a los desfiles, las marchas de protestas silenciosas y los carteles en templos y casas cristianas. Esta protesta a intramuros eclesiásticos fue un gesto simbólico de alto impacto, primero en el corazón de la ciudad, y luego en la periferia y en todo el país. 

Otra razón de la importancia de esta declaración es que no se quedó solo en protestas desde los púlpitos de las iglesias y los desfiles perimetrales en las áreas aledañas a los templos, sino que los líderes y los activistas de estas iglesias se movilizaron con celeridad para organizar una campaña interdenominacional a lo largo del país con el propósito de reunir medio millón de firmas. 

¿Tenía esta campaña un móvil político explícito? No. La convocatoria homofóbica para urgir a dicha movilización nacional “anti 68” tenía un trasfondo escatológico que los cristianos ultraconservadores se toman muy en serio: los juicios de Dios contra medidas de pecado que colman la gota de la misericordia de Jehová. El Artículo 68 estaba en esa lista. Así lo expresaron las palabras (publicadas en Diario de Cuba) de Aleida León Báez, presidenta de la Liga Evangélica de Cuba y una de las firmantes del documento: “Si se aprueba [el matrimonio igualitario], nuestra nación va a la destrucción total”. Es decir, que los cristianos evangélicos estaban y están absolutamente convencidos que si se aprobaba el matrimonio igualitario en Cuba, la Isla corría el riesgo de sufrir la misma suerte que Sodoma y Gomorra. 

Por si fuera poco, la vida con sus extrañas causalidades a veces parece colaborar con las mentes exaltadas por amenazas escatológicas: el sorpresivo y devastador tornado de la noche del 27 enero de 2019, según fuentes oficiales, tuvo como punto de origen el Reparto Martí, y nada menos que en la víspera del natalicio de José Martí. Estas inexplicables pero inquietantes coincidencias dieron lugar a muchísimas interpretaciones callejeras de orden metafísico, sobre todo de que se trataba de una “Señal”. 

Para mayor acicate, el 2 de febrero, tan solo una semana después del paso del tornado, se reportó una lluvia de meteoritos en la región de Viñales, en Pinar del Río. Solo hay que repasar los comentarios en las redes sociales para ver el aura apocalíptica de aquellos días.

Pero más allá de presuntas condenaciones, la recogida masiva de firmas para impugnar la reforma del Artículo 68 resulta muy significativa como gesto político implícito. Hasta donde las fuentes documentales lo indican, el último en realizar una acción de esta naturaleza, apelando a la maltrecha sociedad civil cubana para recoger firmas y promover un cambio constitucional en la Carta Magna de Cuba, fue el activista y líder opositor pacífico Oswaldo Payá Sardiñas —de filiación católica apostólica romana— con el Proyecto Varela. La historia es muy clara sobre la dura realidad que le tocó vivir a Payá tras aquel acto de civismo, actuando en plena facultad de los derechos constitucionales que le asistían, postura que mantuvo hasta su trágica muerte en julio de 2012, cuyas causas están aún en entredicho.

¿Qué ha ocurrido? ¿Qué giros ha dado la historia para que estas iglesias hayan dado un sutil golpe blando al Parlamento cubano sin la menor consecuencia? 

Hay que repasar un poco la historia para intentar responder a estas interrogantes.


“¡Paredón! ¡Paredón!”. Coreado por la muchedumbre el grito recorrió la escalinata y estremeció las columnas del rectorado de la Universidad de La Habana, hasta que se diluyó entre los cuerpos de la compacta multitud allí reunida; un público que, conmovido por la oratoria del joven y carismático líder revolucionario, esperaba atento a que el Dr. Fidel Castro Ruz terminara una breve pausa para reanudar su discurso aquel 13 de marzo de 1963. 

La invocación a la muerte por fusilamiento, que había llenado los salones de los juzgados y los tribunales populares en 1959, era coreada una vez más, pero no ya contra los partidarios de Fulgencio Batista, sino tras la acusación hecha por Fidel Castro a Testigos de Jehová, Adventistas del Séptimo Día, Pentecostales y el Bando Evangélico de Gedeón (conocido peyorativamente como “batiblancos”), de colaborar con la CIA.

Una acusación de este tipo, pronunciada en el contexto de los primeros años de la Revolución Cubana, era como si el César extendiera su mano e invirtiera el pulgar hacia abajo, con todas las consecuencias históricas, sociales y culturales que ello implicaba. El golpe contra estas iglesias fue letal. A partir de marzo de 1963, en los periódicos Revolución, Noticias de Hoy, Verde Olivo y el semanario gráfico Mella, comenzaron a publicarse artículos hipercríticos, sobre todo los de opinión, rompiendo incluso la ética periodística en materia de cinismo y sarcasmo. Muy pronto, los nefastos resultados para estas denominaciones cristianas no se hicieron esperar.

Los Testigos de Jehová y el Bando Evangélico de Gedeón se llevaron la peor parte: acoso sistemático, agresiones físicas y humillaciones públicas por parte de la policía y las organizaciones de masas como el Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y las Defensas Populares; también hubo allanamiento y cierre de templos. 

En el caso del Bando Evangélico de Gedeón está la sospechosa desaparición, aún sin resolver, del líder de dicha denominación, el apóstol Arturo Rangel Sosa, de su hermano José Rangel Sosa, obispo, y del misionero Heliodoro Castillo, quienes el 17 de agosto de 1966 salieron de la iglesia de Playa Baracoa para hacer un recorrido misionero por las provincias de Pinar del Río y Matanzas, y nunca más se supo de ellos.

En el caso específico de las iglesias evangélicas pentecostales, estas no pueden verse como un bloque monolítico; a lo largo de su historia han formado un complejo grupo de denominaciones dentro del seno del cristianismo, con características doctrinales similares (como la llamada recepción del Espíritu Santo como don de profecía mediante el don de Hablar en Lenguas o Glosolalia) pero también con diferencias en aspectos dogmáticos tales como la Trinidad, la Gracia, o en variadas interpretaciones escatológicas. 

Según los historiadores del protestantismo en Cuba, Carlos Molina Rodríguez y Marco Antonio Ramos, en 1959 existían en Cuba al menos veinte iglesias de corte pentecostal, entre ellas la Iglesia Evangélica Pentecostal, la Iglesia de Dios, la Liga Evangélica de Cuba, la Iglesia Evangélica Libre, la Iglesia de la Biblia Abierta y la Iglesia de Bethel, por tan solo citar algunas. 

Después del discurso de Fidel Castro de marzo de 1963 y hasta mediados de la década de los años 80, las iglesias pentecostales tuvieron que adaptarse a la nueva realidad política con la que tenía que convivir. En cuanto a su membresía, esta disminuyó tras el éxodo de pastores y miembros. 

En el ámbito de la formación teológica, el cierre del Instituto Bíblico de Manacas en la década de los 60 fue un golpe para la formación de líderes y el desarrollo doctrinal; también la prohibición de misioneros o pastores foráneos cortó la retroalimentación con sus iglesias madre en los Estados Unidos, al tiempo que el desarrollo teológico se estancaba. A esto se suman los prejuicios que tenían que soportar los cristianos en la Cuba de las tres primeras décadas revolucionarias; prejuicios que en muchas ocasiones los convertían en ciudadanos de segunda categoría a la hora de conseguir empleo o realizar estudios universitarios. 

A grandes rasgos, estos factores hicieron que tales denominaciones cristianas tuvieran que asumir un perfil muy bajo y enfocarse en fortalecer a intramuros la fe de sus disminuidas congregaciones, dado el escaso trabajo misionero que podían realizar.

Pero en 1985, el mismo año que Mijaíl Gorbachov ocupaba la presidencia de la Unión Soviética, se publca en Cuba un libro inesperado: Fidel y la Religión, surgido tras veintitrés horas de conversación entre el sacerdote dominico Frei Betto y el Comandante en Jefe cubano. Hasta ese momento Fidel Castro no había dado una entrevista tan extensa sobre el tema religioso, incluyendo sus posturas personales y políticas al respecto. Además de ser un éxito de ventas, este libro marcó un paso determinante en el cambio de aires entre el Estado y las Iglesias, impulsando una mirada conciliadora entre los líderes del Partido Comunista y los líderes cristianos de las distintas denominaciones.  

En 1986, la Iglesia Católica, tras años de diálogo y distensión con el gobierno cubano, tuvo la venia para celebrar el primer Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC). Esto sirvió de base para que en 1990 Castro se reuniera con 75 líderes protestantes. Entre ellos, los evangélicos pentecostales. El encuentro fue parcialmente transmitido por la televisión cubana. 

Desde los años 60, un reducido grupo de pastores protestantes había declarado su apoyo a la Revolución sin abdicar de sus convicciones religiosas; son los casos de Raúl Fernández Cabello, Rafael Cepeda, Sergio Arce, Juan Ramón de la Paz y Raúl Suarez, este último elegido miembro de la Asamblea Nacional.

En 1992 se introdujeron un grupo de reformas a la Constitución, como parte del llamado proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, iniciado a finales de 1987. Las más significativas, de orden religioso, fueron que Cuba pasaba de ser un Estado ateo a un Estado laico, y que se permitía la entrada de religiosos a las filas del Partido Comunista de Cuba.

Pero con la caída del Muro de Berlín, del Bloque del Este europeo, la desaparición del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y la disolución de la URSS, las agendas políticas, económicas y sociales en Cuba tuvieron que reformularse. La Isla entraba en un Período Especial en tiempo paz, uno de los estados de excepción más largos y únicos en la historia contemporánea de América. 

Pero el tiempo más agudo de la crisis del Período Especial, durante los años 90, fue también la hora del resurgimiento para las iglesias cristianas en Cuba, así como para las asociaciones religiosas y fraternales. La escasez de alimentos y ropa, la introducción de la doble moneda, la inversión de la pirámide social, la dolarización de la sociedad, trajeron consigo una crisis en los paradigmas políticos en su estamento ético y moral para con la sociedad, de modo que muchos cubanos buscaron refugio y consuelo en la religión. 

El gobierno de la Isla dio luz verde; tenía problemas más acuciosos a los que hacer frente en medio del complejo escenario sociopolítico que tenía por delante. Comenzó a vivirse una amplia tolerancia en el panorama religioso en general, la cual se afianzó con la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II, en 1998. Los creyentes ya no ocultaban sus Biblias, sus crucifijos o sus collares de Santería. Comenzaron a llegar de nuevo los misioneros extranjeros, y con ellos, ingresos económicos para las congregaciones. 

Las iglesias crecieron exponencialmente. Incluso los organismos de control se hicieron los de la vista gorda (hasta su legalización en 2005) con los cultos realizados en casas particulares, en templos improvisados, creándose así, en varios puntos de la periferia de la ciudad, células de mucha presencia cristiana. 

Dentro de las membresías eclesiales que crecían con mayor celeridad y se expandían en este sistema de Casas-Culto estaban las congregaciones evangélicas pentecostales. ¿Por qué razón? Estudiosos del cristianismo en Cuba como Jorge Ramírez Calzadilla y Juana Bergues Curvelo lo atribuyen al “carismatismo”.

Como fenómeno socioreligioso, el carismatismo tiene casi la misma edad que la Revolución Cubana. Surgido en el ámbito cristiano de los Estados Unidos de 1960, su origen vino de la mano del reverendo episcopal Dennis Bennett, quien se mostraba en desacuerdo con el carácter doctrinal decimonónico que las autoridades de su iglesia conferían a la liturgia.

Convencido de que el cristianismo, en medio de la revolución contracultural de los años 60, estaba necesitado de una reforma espiritual, Bennett decidió cambiar las reglas del juego en el terreno de la adoración y la alabanza. Se aventuró a insertar ritmos populares dentro de la liturgia cristiana, ejecutados con instrumentos musicales que nunca antes habían intervenido en los cultos, en especial los instrumentos de percusión, de viento y eléctricos como guitarras y bajos (luego se añadirían los sintetizadores para elaborar música electrónica, etcétera). 

Esto ocasionó una verdadera revolución dentro del cristianismo. Algunas iglesias conservadoras se resistieron, pero la mayoría abrió sus puertas a una reforma litúrgico-musical que fue una boconada de aire fresco para la himnología cristiana: Bennet, sin proponérselo, fue el pionero de lo que hoy conocemos como Música Contemporánea Cristiana. 

Pero las reformas de Bennet tomaron caminos no previstos por el inconforme reverendo episcopal. No solo moldearon y actualizaron la alabanza y la dinámica del culto, con los movimientos rítmicos de los miembros de la congregación, las danzas, las palmadas, la alegría y el acercamiento físico entre las personas dentro del templo durante los servicios de adoración y predicación; sino que a partir de esta interacción cultural, el carismatismo cambió el pensamiento y la proyección teológica de muchas congregaciones cristianas. Dentro de las iglesias que abrazaron estos cambios estaban los grupos Evangélicos Pentecostales.

Otro fenómeno que vino de la mano del carismatismo fue la Teología de la Prosperidad, un llamativo apéndice doctrinal que, basado en la bendición en bienes materiales de Dios a los patriarcas del Antiguo Testamento como Abraham, Isaac, Jacob y Job, buscó convertir a la Iglesia en una gran empresa financiera y de mercado religioso. Esta doctrina, si así puede llamársele, tuvo gran impacto en Brasil en la década de los años 80, gracias al evangelista y predicador Edir Macedo, y se ramificó por todo el continente americano. 

Desde su surgimiento hasta el presente, la mayoría de las iglesias cristianas han criticado y hasta condenado esta tendencia que contradice los postulados de los evangelios, no solo por las implicaciones éticas y morales dentro del propio seno del cristianismo, sino por la mala reputación adquirida por la Iglesia Universal del Reino de Dios, casa matriz de esta línea teológica, cuyos líderes se han visto implicados en escándalos de narcotráfico y lavado de dinero.  

De modo que, cuando el carismatismo entró a Cuba tras las aperturas políticas de los años 90, las iglesias evangélicas pentecostales estaban afianzadas en el cono sur latinoamericano como un grupo religioso de rápido crecimiento y con líderes que iban en busca de posiciones en la arena política, muy cerca de los partidos de centro y derecha, provistos de una prédica evangélico-social centrada en la estabilidad de la familia modélica heterosexual como piedra angular de la sociedad; todo ello sin abandonar el tema de la libertad de conciencia y la democracia. 

Uno de los grandes éxitos de los grupos pentecostales en Latinoamérica fue el terreno que ganaron en los estratos de las clases más humildes de la sociedad. Con una estrategia misionera bien organizada, llegaron a lugares donde la histórica Iglesia Católica no ha podido hacerlo. Una prueba de ello puede apreciarse en los países azotados por la Mara Salvatrucha, las violentas pandillas M13 y M18 que pululan en Honduras, El Salvador y Guatemala. En las zonas controladas por estos grupos en pugna, jurados a enfrentarse hasta la muerte, solo los evangélicos pentecostales pueden predicar y levantar sus iglesias. Incluso, si un pandillero desea abandonar la vida de crimen y violencia, solo se le perdona la vida si ingresa en una iglesia evangélica de por vida; de lo contrario puede darse por muerto. 

En el caso de Cuba fue la empatía humana del carismatismo, la música contemporánea insertada (lo cual era muy novedoso en el contexto litúrgico-eclesial de la Isla) y los múltiples elementos de aviamiento espiritual y fraternal que funcionaban como válvula de escape ante la crisis económica, lo que permitió que se instalaran con rapidez las congregaciones evangélicas pentecostales. 

Pero el impacto del carismatismo trascendió al pentecostalismo y se adentró también con fuerza en algunas iglesias protestantes cuyas doctrinas y dogmas diferían de los grupos pentecostales, como los episcopales y los metodistas. Estos últimos (con una rica historia de más de tres siglos) representan el caso más significativo, ya que la entrada del carismatismo pentecostal ha cambiado por completo la tradicional estructura litúrgica y teológica conservadora de este grupo cristiano en Cuba.


A la entrada del nuevo milenio, la crisis económica había encontrado un punto de equilibrio en Cuba. Dos Papas visitaron el país, dando continuidad al diálogo y la flexibilización de las relaciones entre Iglesia y Estado. 

En el caso de las iglesias evangélicas, la entrada en masa a las mismas fue mesurándose, pero el fenómeno de solidificación, asentamiento y rápida expansión no se detuvo. Los grupos evangélicos carismáticos comenzaron a competir con los Testigos de Jehová en la ganancia de conversos mediante una evangelización agresiva en las calles y los barrios, trabajando sobre todo con las comunidades de las zonas más pobres y marginales en todo el país; zonas que, tras los años duros del Período Especial, quedaron afectadas en todos los sentidos y cuya cuya población quedó vulnerable. 

Un elemento clave en la proliferación de estos grupos evangélicos han sido esos núcleos en casas particulares de los barrios pobres de la capital y de todo el país, con su prédica de esperanza y bendiciones para todos aquellos que entregan su alma al Señor, y con sus ruidosos cultos musicales a ritmo de géneros diversos, ya sean más bailables, como la salsa y el merengue, o más estridentes, como el rock y el rap; incluso el reguetón ha encontrado un nicho en la música cristiana. 

Por otra parte, detrás de esas jubilosas congregaciones hay toda una estructura de poder bien afianzada, con un liderazgo bien definido, donde el autoritarismo de los líderes no es mal visto ni criticado, ya que ellos están puestos ahí por voluntad divina. En ese sentido existe un trabajo dogmático de alto impacto psicológico y emocional entre los adeptos, que se transmite no solo durante las predicaciones, los sermones o los retiros espirituales, sino también en los momentos de adoración y liturgia, que es donde ocurre la sinergia y el paroxismo espiritual entre los miembros de estas congregaciones.

La combinación de estos elementos ha tenido un efecto de reconocimiento por parte de varios sectores de la sociedad cubana, sobre la base de que estas iglesias han sido claves en la recuperación de los valores éticos y morales dejados de lado por la crisis de valores consecuencia de la ideología marxista. La ética socialista, que iba a dar a luz el “hombre nuevo” preconizado por el Che Guevara, estaba en vías de extinción, como los dinosaurios. En cambio, el nuevo homo religiosus cubano, que cuatro décadas atrás parecía que iba extinguirse tras la victoria del ateísmo materialista y científico, renacía con más fuerza que nunca. 

Y este renacimiento de anhelados valores éticos y morales no solo tenía el respaldo de una fe, sino que también venía acompañado de amplios recursos materiales donados por iglesias hermanas en los Estados Unidos y otras regiones de América Latina. Esta imagen de poderío económico se ha convertido en uno de los rasgos que caracteriza a las iglesias pentecostales carismáticas, sin importar la denominación de la que procedan. Lo cual forma parte del posicionamiento y reconocimiento social ganado a lo largo de estos últimos 18 años, con un perfil político bajo.

Pero en América Latina y los Estados Unidos, durante estos últimos 18 años, el perfil político ha ido justo en dirección contraria. El nuevo mileno ha sido muy provechoso para los Evangélicos Pentecostales. La crisis de la posmodernidad, el auge de los fundamentalismos religiosos, el incremento de las ideologías de derechas a nivel global y la crisis que ha venido experimentando la Iglesia Católica, sacudida por los escándalos de pederastia y violación, han servido a los evangélicos carismáticos para entrar por la puerta ancha en el lobby político de la región, transformándose en una fuerza de considerable empuje, apta incluso para ocupar una silla presidencial. 

Un ejemplo evidente de esto último son los casos de Jimmy Morales, actual presidente de Guatemala, y Jair Mesías Balsonaro, el controvertido mandatario de Brasil, de quien la prensa publicó varias fotos suyas en las cuales aparecía con su esposa y miembros del equipo de trabajo tomados de la mano y orando junto a un pastor, momentos después de la confirmación de su triunfo. Tampoco se puede dejar de mencionar a Fabricio Alvarado, excandidato a las pasadas elecciones de Costa Rica, con amplios seguidores en el sector evangélico, y que perdió por un escaso margen.

¿Tienen las iglesias implicadas en Cuba con la protesta contra el Artículo 68 alguna relación con el poderoso emporio evangélico de la derecha latinoamericana? Hasta el momento no se han podido demostrar vínculos directos; lo que sí es evidente es que comparten valores profundos, doctrinas y dogmas, y que los une un sentimiento de fe común: un nexo poderosísimo que no debe ser pasado por alto, ya que los hermana bajo una misma bandera pese a cualquier diferencia específica. 

Por lo cual, puede deducirse que no hay grandes escollos para crear futuras alianzas a la sombra de la Cruz de Cristo.


La noticia, en diciembre de 2018, dejó desconcertada a la comunidad LGTBIQ: el Artículo 68 se transformaba en el Artículo 82, con un cambio de términos (de “personas” a “cónyuges”), y sus tipificaciones fueron redirigidas a la futura restructuración del Código de Familia. 

Fue un duro golpe para la comunidad LGTBIQ, la cual se había sentido profundamente agredida ante la declaración de los líderes cristianos evangélicos, e intentaron revertir el efecto de la declaración. Bajo el amparo institucional del CENESEX pudieron realizar marchas públicas, incluso, convocar a “besadas” al aire libre, con sutiles campañas de apoyo en la televisión cubana a través de sugestivos spots.

Las redes sociales lanzaron el eslogan “68Va”, y recibieron apoyo de plataformas mediáticas independientes como Cuba Posible y Diario de Cuba. Pero nada de esto tuvo el efecto esperado. Los cristianos evangélicos ganaron. 

Según una fuente del Parlamento, las firmas recogidas por la campaña nacional “Estoy a favor del diseño original” alcanzaron las trecientas mil, cifra nada despreciable tomando en cuenta que en la actualidad, solo en la Ciudad de la Habana se calculan unos dos millones de habitantes. 

Para atenuar la amargura y decepción que ensombrecía a la mayoría de los activistas LGBTI, Mariela Castro publicó un tweet donde declaraba que “la nueva fórmula sostiene la esencia del artículo anteriormente propuesto (68), pues borra el binarismo de género y heteronormatividad con el que estaba definido el matrimonio en la Constitución de 1976. La variación en la nueva propuesta estriba en la sustitución de ʻpersonasʼ por ʻcónyugesʼ, cuestión que mantiene la posibilidad de que todas las personas podamos acceder a la institución matrimonial (…) Cuba es nuestra, Cuba es de todos y todas. No hemos cedido ni cederemos a los chantajes fundamentalistas y retrógrados que se oponen políticamente al proyecto emancipador de la Revolución Cubana”.

Sin embargo, el lunes 6 de mayo de 2019, un comunicado oficial del CENESEX dejaba nuevamente perplejos a los activistas LGTBIQ: quedaba suspendida la Conga contra la Homofobia y la Transfobia alegando lo siguiente: “Cumpliendo con las orientaciones del MINSAP no se realizará este año la Conga cubana contra la Homofobia y la Transfobia, por determinadas circunstancias que no ayudan a su desarrollo exitoso, tanto en La Habana como en Camagüey, sin que ello implique no retomarla para el próximo año”.  

La noticia tuvo un efecto de acritud e indignación. Previendo lo que venía, el CENESEX dio una explicación que, lejos de satisfacer, dejó más perplejidad y sospechas: se decía que la Conga podía ser tomada por “fuerzas extranjeras” que podían utilizar el evento para sus propias agendas. ¿De qué forma? Según Diario de Cuba, bandas no identificadas por las autoridades cubanas podrían atacar el desfile LGTBIQ y generar la intervención de la policía para difundir imágenes de descrédito por el mundo. Dentro de esos hipotéticos agresores estaban los grupos cristianos que apoyaron la campaña contra la reforma del Artículo 68. 

El activista LGTBIQ Adiel González Maimó, en una declaración también recogida por Diario de Cuba, afirmó que la suspensión de la conga tenía relación con una posible reacción de protesta masiva por parte de los evangélicos: “No nos falten el respeto. Digan mejor: ‘los fundamentalistas religiosos amenazaron con salir a la calle en respuesta a la conga, y cogimos miedo porque ellos son más poderosos que nosotros, y como los gays, lesbianas y trans no son tan importantes, y nos importa un carajo sus derechos, entonces le hemos indicado a Mariela y a CENESEX que ni se les ocurra ser tan visibles este año’”.

En este punto cabría hacerse una pregunta: ¿Serían capaces los evangélicos cristianos de llevar a cabo un acto violento, de agresión física, contra miembros de la comunidad LGTBIQ

Además de las doctrinas ultraconservadoras que estos grupos evangélicos profesan, también siguen la doctrina de la No Violencia: dejar la resolución de los conflictos de esta índole en manos de Dios. Aunque en Cuba los datos de las denuncias en la policía no son públicos, y mucho menos se ven en la prensa oficial, hasta el momento no ha salido a la luz ningún caso de cristianos evangélicos agrediendo físicamente a un gay por el mero hecho de su condición homosexual.

Atendiendo a las evidencias que hasta ahora se tienen, estos grupos tienen una bajísima probabilidad de ejecutar un acto de este tipo, y el curso de los acontecimientos se ha encargado de confirmarlo cuando —sin el menor ánimo de tirar la toalla en legítima defensa de sus derechos— los activistas LGTBIQ determinaron realizar una marcha “no oficial” el sábado 11 de mayo, en respuesta a supresión de la conga contra la Homofobia y la Transfobia

Según las webs independientes Cibercuba y Diario de Cuba, y medios extranjeros como El Mundo, la idea de una conga alternativa no tuvo grata acogida en los medios oficiales, y los activistas que estaban promoviendo la campaña comenzaron a sufrir coacciones y amenazas. Aunque la fuente no identificó quiénes eran los intimidadores, las imágenes del acto represivo muestran sujetos vestidos de civil actuando junto con la policía, lo cual indica la acción de las habituales fuerzas de choque, convocadas y dirigidas por la Seguridad del Estado. 

Hasta donde se conoce, no se ha reportado la presencia de cristianos reprimiendo con violencia a los participantes en la marcha.


Mientras la comunidad LGTBIQ lucha con los conflictos y reveses que le ha impuesto la realidad, en los predios de las iglesias firmantes de la declaración contra el Artículo 68 la realidad es otra. Aires de victoria religiosa y política se respiran después de la reafirmación de la nueva Constitución de la República en abril de 2019. Así lo dejó ver entre líneas el obispo metodista Ricardo Pereira Díaz cuando, en una entrevista a Cibercuba, dijo lo siguiente:

“Porque la Asamblea Nacional ha confesado que se dieron cuenta que un alto por ciento del pueblo de Cuba no estaba a favor de la propuesta del Artículo 68. Qué orgullo que la iglesia sea una intérprete del pensamiento del pueblo cubano. Nunca antes la iglesia ha estado tan compenetrada con el pueblo para interpretar su pensamiento”. 

¿Tiene razón la cauta e inteligente afirmación del obispo metodista? Por el momento es difícil de precisar. Pero lo que sí ha quedado demostrado es que los cristianos evangélicos son una fuerza política a tomar en cuanta en el presente escenario cubano y en otros posibles. 

La gran interrogante es qué forma adoptarán y cuál será su radio de acción si algún día se dan las condiciones necesarias para ampliar y proyectar su influencia en las esferas social, económica y política. Un referente posible y cercano lo tenemos en los grupos políticos evangélicos de las derechas latinoamericanas. 

La última palabra la tienen el tiempo, la historia y sus circunstancias.




900 kilómetros

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Atilio Caballero

Ganador del Primer Premio de Reportajes “Editorial Hypermedia 2019”.