El eterno femenino no existe

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Las inconstantes. Literatura y resistencia de mujeres en Cuba propicia el encuentro de treinta autoras de ficción, desde una perspectiva de género, bajo el auspicio de Editorial Hurón Azul y Possible Lab.

El título de este libro es en parte un homenaje al poema de Gertrudis Gómez de Avellaneda que abre la selección, y constituye el primer reclamo del volumen: “Contra mi sexo te ensañas / Y de inconstante lo acusas”; pretende además, desde un rejuego irónico, y hasta políticamente incorrecto, aludir a “la inconstancia” sí, pero en la manera de abordar el tema femenino de parte de las autoras que conforman la muestra, ya que en definitiva no hay una sola forma de ser mujer, ni un concepto inmutable de lo que esto significa a lo largo del tiempo y la historia, y por ende tampoco existe una fórmula para escribir desde tal condición, como no sea quizá, el gesto común de resistencia —y rebeldía.

Porque hoy resulta claro que el eterno femenino, ese arquetipo espiritual y moral, con tendencia a la pasividad y la belleza, consecuencia de un mito patriarcal, es imposible: El eterno femenino no existe.

Existen antecedentes en Cuba de una tradición relativa a la publicación de antologías, aunque las mujeres a menudo han sido grandes ausentes en estas, de ahí la importancia de brindar un espacio al conocimiento y reconocimiento de su obra, cada vez que se propicie la oportunidad.

Quizá entre las selecciones más notables, por temprana, se encuentra el llamado Álbum poético fotográfico de escritoras y poetisas cubanas escrito en homenaje a la señora Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda —que se publica en 1868 y se reedita luego en 1872, 1914 y 1926—, a cargo de la periodista Domitila García de Coronado, quién manifestó como principal propósito de su libro, dignificar a la mujer y reivindicar a autoras olvidadas.

Otra de las muestras esenciales fue la publicada por Manuela Herrera de Herrera, Condesa de Mortera, Escritoras cubanas. Composiciones escogidas de las más notables autoras de la isla de Cuba, en 1893. Además, el Florilegio de escritoras cubanas, de Antonio González Curquejo, editado a inicios del siglo XX, entre 1910 y 1919, con tres volúmenes que incluyeron más de un centenar de autoras, entre poetas y narradoras.

En la década del treinta, Federico de Ibarzábal publica Cuentos contemporáneos, primera antología del cuento cubano, y le destina una sección a las “mujeres cuentistas”, e incluye a: Lesbia Soravilla, Aurora Villar Buceta, Hortensia de Varela, Dora Alonso y Cuca Quintana.

La segunda compilación, Cuentos cubanos (Antología), elaborada por Emma Pérez y un grupo de estudiantes, apenas se acerca a dos escritoras: Dora Alonso y Aurora Villar Buceta, si bien en su introducción se nombran otras. A posteriori, las siguientes recopilaciones, o bien suelen ceñirse a unas pocas escritoras, siempre en número inferior al de sus congéneres masculinos, o no reúnen a ninguna.

Tal es el caso de Cuentos cubanos contemporáneos (1946)queJosé Antonio Portuondo edita en Méxicodonde aparecen Lydia Cabrera, Dora Alonso y Rosa Hilda Zell. También de Cuentos de la Revolución cubana (1970),de Ambrosio Fornet, en que no aparecen escritoras, o de El submarino amarillo (Cuento cubano 1966-1991). Breve antología (1993) a cargo de Leonardo Padura, en que apenas son antologadas María Elena Llanas, Mirta Yáñez y Aida Bahr.

En 1994 se publica Fábula de ángeles (Antología de la nueva cuentística cubana) de Salvador Redonet y Francisco López Sacha para brindar una visión general del nuevo cuento pero se excluye a las autoras. Más allá de estos ejemplos, en las últimas décadas del siglo XX es posible encontrar otra vez, selecciones centradas en su totalidad en la mujer, como es el caso de Poetisas cubanas (1985) de Alberto Rocasolano.

Asimismo, en 1996 nace la primera recopilación de textos narrativos solo de escritoras, Estatuas de sal. Cuentistas cubanas contemporáneas (1996), preparada por Mirta Yáñez y Marilyn Bobes y luego, en 1997 el Álbum de poetisas cubanas, concebido por Mirta Yáñez —se reedita en 2002.

A partir de esta etapa, se empieza a asumir un criterio basado también en el enfoque de género, así como en la lucha contra la violencia hacia la mujer, un tema todavía tabú a razón del machismo que prevalece como praxis histórica y cultural, aunque en los últimos años ha sido más discutido y visibilizado. Así nace un libro como Sombras nada más, 36 escritoras cubanas contra la violencia de género, con selección de Laidi Fernández de Juan a partir de una idea de Marilyn Bobes —Ediciones Unión, 2015.

Las inconstantes. Literatura y resistencia de mujeres en Cuba se divide en dos partes. La primera, incluye narrativa y poesía y esboza un panorama, una visión global, que pretende ser abarcadora, al repasar el devenir de la literatura escrita por mujeres, con enfoque de género, en Cuba desde el siglo XIX hasta el presente.

Si bien se exploran distintas generaciones literarias, se pretende indagar en la obra de autoras claves para entender el desarrollo de este tema, algunas de las cuáles se reivindican, pues aunque en su momento fueron reconocidas, hoy se encuentran casi en el olvido; cabe señalar que incluso las voces más recientes entre las seleccionadas, han logrado ya la valoración de su obra —a partir de premios y publicaciones—y permiten avizorar hacia dónde se inclina la ficción femenina a futuro.

La segunda parte de este libro, reúne una producción reciente nacida al calor de talleres literarios actuales, como: Rincón del Poeta, de la Casa de Cultura Joseíto Fernández y Eliseo Diego en Casa de Cultura Comunitaria Los Sitios, ambos en Centro Habana; Cazadores de Sueños de la Casa de Cultura de Santa Amalia en Arroyo Naranjo; José María Heredia de Santiago de Cuba; y Taller Virtual Internacional Universo Literario.

Esta sección tiene un carácter también testimonial y pretende brindar voz a la mujer cubana actual. Se reflejan en muchos casos vivencias personales de autoras, que, sin ser profesionales de la escritura, han hallado en los encuentros de literatura, las herramientas necesarias para expresarse de manera simbólica.

Los Talleres Literarios, herederos quizá de la tradición cubana de las tertulias decimonónicas, se desarrollan a partir de los años sesenta en Cuba, como parte de la política cultural de la Revolución Cubana, con el fin de contribuir a la formación de nuevos escritores. Establecen así un espacio de laboratorio encauzado a la reunión periódica —semanal, o quincenal— de sus integrantes, para discutir textos, compartir lecturas, y propiciar asimismo el acercamiento a recursos técnicos.

Incluso el actual Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, institución más importante de su tipo en el país, fue inaugurado en su origen bajo la modalidad de taller. Lo cierto es que los talleres han permitido con el paso del tiempo el impulso de la escritura en Cuba y muchos escritores contemporáneos han estado afiliados a uno o varios de estos a lo largo de sus carreras, quizá también porque favorecen un lugar de encuentro, reflexión y cultura.




Este volumen surge a solicitud de Hurón Azul y Possible Lab, con el fin de reflejar historias de mujeres surgidas al calor de los talleres citados. Ernesto Arcia, profesor de Universo Literario y Rincón del Poeta tuvo la tarea de recopilar tales relatos. A la par, el proyecto se amplía con la selección de autoras con similar enfoque, para conformar un panorama de la literatura cubana, que le fuera encomendada a la autora de estas páginas.

La perspectiva de género se asume así en Las inconstantes desde distintos rumbos, e incluso en las obras de mayor antigüedad desde una dimensión que resulta contemporánea: algunos textos, sobre todo los que corresponden a la lírica, establecen un tono cuestionador y de denuncia, con atisbos feministas.

Otros, obligan a poner el ojo en la herida, al enfocarse en la situación de la mujer como sujeto vulnerable o vulnerado, planteamiento que pareciera las más veces, meramente expositivo en tanto no se ofrecen soluciones abiertas, aunque siempre la conciencia a la que invitan, podría erigirse en motor del cambio. Algunos más, subvierten, revisan, desacralizan los credos de una mirada tradicional y ortodoxa de la feminidad.

Cabe siempre aclarar, aunque resulte ya casi un lugar común, que toda selección es incompleta y que quizá falten aquí todavía nombres esenciales, que no han sido incluidos, por una parte para no hacer infinita la muestra y por otra, para no caer en reiteraciones en lo relativo a los tópicos que en esta se tratan.

Como ya se ha dicho, abre la primera parte de este volumen, Gertrudis Gómez de Avellaneda, una de las autoras más completas del romanticismo hispanoamericano, cuya huella todavía no parece reconocerse a cabalidad quizá porque en su momento llegó a considerarse a sí misma cubana y española, algo difícil de asimilar por la crítica en Cuba[1] y además por la marca de transgresión que recorre su vida y obra. Incluso si el análisis de la situación de la mujer de su época permea su literatura, y dedicó ensayos al tema, paradójicamente lleva el estigma de “varonil” a partir de que José Martí, de manera patriarcal, calificara su lírica de “ruda y enérgica”[2].

La Avellaneda da inicio en buena medida a la poesía escrita por mujeres en Cuba. Sus dos poemas “El porqué de la inconstancia” y “Romance”, de notable calidad literaria, se centran en la reivindicación femenina, y por demás se hacen muy actuales en el tratamiento del tema.

Se adscribe a esta línea también “Razones de una poetisa” de Adelaida del Mármol, una poeta que fallece de apenas diecinueve años. Estos versos son una muestra de un temprano despertar de la conciencia relativo a la desigualdad social femenina, en la poesía del siglo XIX.

Podría decirse que Pensativa en tu ventana… de Mercedes Matamoros da continuidad a este tópico y sentir. Sin embargo, en “Iban los dos en el wagon[3] sentados…”, se introduce ya la ironía, como recurso literario.Invitación”, también de Matamoros forma parte del libro El último amor de Safo, transgresor a razón de su enfoque erótico que parte de la sensibilidad femenina.

Peculiar por su tratamiento también del erotismo resulta la poeta adolescente y modernista, Juana Borrero. Existe en ella como una desesperación rayana en dramatismo al expresarse desde tal sentido; contrastan la innegable pulsión sexual que motiva sus versos con su condición también de mujer, que además encarna, dada su juventud y dependencia de la familia —y en particular de la figura paterna— el arquetipo de “virgen triste”, con que la calificara Julián del Casal.

En su soneto “Apolo”, en que la protagonista no consigue revivir a la estatua, este sentir alcanza su máxima expresión, aunque se sosiega en “Última rima”, testamento literario, que dicta en el lecho de muerte. “Íntima”, es un poema, en que la escritora reconoce su parte de sombra, desde una dimensión que no deja de ser romántica por el tono atormentado, aunque singular, en una mujer finisecular.

Los temas que aborda Juana en su escritura, tanto en la poesía, como en sus cartas a su novio, el también poeta, Carlos Pío Uhrbach, no dejan de destacar por la osadía al atreverse a expresar sentimientos y anhelos, máxime si se tiene en cuenta que fueron abordados por una creadora, que muere de solo dieciocho años y en el último suspiro del siglo XIX.

Entre las autoras casi olvidadas, que desarrollan su obra en el período republicano y llegó a gozar de cierta notoriedad en la época, se encuentra Fanny Crespo. De ella se rescata en estas páginas, su relato “Un crimen…”, ganador en 1918 de la Mención Honorífica en un concurso de cuentos de la revista Social, un texto dónde se narra un feminicidio, de manera temprana en la literatura de Cuba, con un interesante manejo de las técnicas narrativas, incluso si no exento de un tono melodramático.

Consuelo Montoro, también de esta etapa, cultivó la literatura para niños y colaboró con la sección infantil de Social en varias entregas. Su cuento“Algo nuevo sobre Caperucita”, revisita el clásico infantil, con un enfoque postmoderno y muy intrépido para el período, tampoco libre de ironía: lo primero a destacar es que Caperucita se aburre después de recuperarse del incidente con el lobo y por este motivo escapa de su hogar.

Ya en el bosque encuentra a un gitano que la secuestra. La heroína del relato no solo no aprende la lección, sino que recibe una segunda dosis de agresión, a la que en la narración en tono sarcástico se “le pasa la mano”, ya que los gitanos se llevan a la niña y le enseñan sus artes, pero lo más importante es que “la trataron muy bien”, como si eso fuera posible… Montoro critica así a una sociedad que mira hacia otro lado, y hasta culpa —y revictimiza— a la mujer, con tal de no encarar la violencia de género.

Ofelia Rodríguez Acosta, además de ejercer el periodismo y ser escritora, fue una feminista comprometida, que participó en la lucha por los derechos de la mujer y además contra el tirano Gerardo Machado. Por lo general las mujeres que aparecen en sus obras, que alcanzan así un matiz de denuncia implícita, se hallan en situaciones de injusticia social; tal es el caso de la protagonista de su cuento “El piano”, víctima de un padecimiento, que la excluye de la sociedad.

Entre las escritoras más notables del siglo XX en Cuba se encuentra la ganadora del Premio Cervantes, Dulce María Loynaz. De ella se selecciona “La oración de la rosa”, juego poético con el Padre nuestro en que “la rosa”, deviene metáfora de la mujer. “Las cosas de los muertos”, capítulo VIII de la segunda parte de Jardín. Novela lírica, presenta a su protagonista Bárbara, y juega con el arquetipo de la mujer como ser creador, a la vez que dueña de un jardín mitológico.

Flor Loynaz Muñoz, hermana de Dulce María, es quizá la más irreverente de las autoras que aparecen en estas páginas. Flor, también participó en la lucha contra Machado, y escandalizó a la sociedad de su época por su estilo de vida: bebía, fumaba, manejaba y cuando se rapa, se coloca por encima de cualquier precepto convencional acerca de la belleza.

Ni siquiera tuvo interés en la publicación de su obra. Su “Soneto al ron”, se adscribe a esta línea transgresora, y rompe y desacraliza todo absoluto posible relativo a la condición de mujer. “A la bovina, mi FIAT de 1930”, es un poema donde lo cotidiano, se vuelve motivo poético, algo característico también de la escritura femenina a lo largo del tiempo en Cuba.

Es interesante el tú a tú que establece la escritora en sus versos con respecto a su automóvil, al que alude en femenino —la bovina— ya que resulta, en todo caso, un ideal al que declara envidiar. “A mi tía Doña Virginia Loynaz del Castillo” es un poema breve, pero de singular belleza, dedicado a una tía solterona que comía flores, e infundía terror en los niños; otra infractora de la norma, que encarnó con su vida, su propia dimensión mítica.

Aurora Villar Buceta, más que olvidada, pareciera que buscó el olvido, por razones que hasta hoy se desconocen. Fue redescubierta a partir de la labor de la fallecida investigadora cubana Susana Montero, que a lo largo de su trayectoria buscó visibilizar a las mujeres autoras.

Los cuentos de Aurora Villar se encuentran permeados por un peculiar lirismo que también podría interpretarse como un sentimiento de desolación ante el mundo que le tocó vivir. En “Una mujer”, dos mujeres se enfrentan por el amor de un hombre, pero la sororidad y más que la sororidad, la compasión ante esa “otra” que ama por encima de sí misma, prevalece.

Dora Alonso, si bien podría ser recordada por la trascendencia de su obra dirigida a los niños, llega a Las inconstantes, con un cuento para adultos: “Sofía y el ángel”, donde la crítica, de cariz irónico, se centra en la tradición de confinar a las mujeres al espacio del hogar, lo que ha contribuido a lo largo del tiempo, a su vulnerabilidad.

Sofía es ya anciana al inicio de la historia, y habita la casa donde la bisabuela fue “sembrada por el esposo al pie del centenario árbol en un mal momento de celos”; esto es algo que se menciona casi de pasada, pero que brinda otra señal válida para entender también un historia, donde la religión desde un costado paternalista y patriarcal, deviene elemento de dominación.

Carilda Oliver Labra, una de las voces poéticas cubanas esenciales, supo convertir mejor que nadie lo cotidiano en motivo de trascendencia poética. Su poema “Carilda”, muestra el dilema de la poeta “casi burguesa”, pletórica de ansias románticas. “Discurso de Eva” es casi un manifiesto, aunque en el mejor sentido del término, en tanto Eva se muestra incitante, asume su carnalidad y redimensiona su condición de hembra cuando exige “hazme otra vez una llave turca”.

El erotismo es en Carilda Oliver un desacato a la norma, que no necesita ni siquiera el atenuante del amor —cabe recordar su célebre “Me desordeno, amor, me desordeno” en que “acaso sin estar enamorada” se entrega al deseo. Su visión de lo femenino, resulta transgresora en un mundo en que la sexualidad de la mujer ha sido ninguneada, por los siglos de los siglos.

Son varias las generaciones de escritoras, que inician su obra después del triunfo de la Revolución Cubana. Marilyn Bobes, Aida Bahr, y Laidi Fernández de Juan trascienden como creadoras que dan muestras de una conciencia de género en su obra literaria.




Cabe señalar que algunas de estas autoras también destacan por su labor en lo relativo a la reivindicación de la literatura femenina en Cuba, que han compilado y estudiado.

De Marilyn Bobes es “La infamia” texto que habla de la violencia de género, pero con un enfoque de empoderamiento; pertenece a la noveleta Mujer perjura. De Aida Bahr, es “La mirada del tigre”, que forma parte de su libro Ofelias, un cuento donde la agresión contra la mujer se comete de una forma velada y casi pasiva, pero dramática en sus consecuencias. “Naderías de hoy”, el minicuento de Laidi Fernández de Juan, critica desde una ironía fina, el feminicidio sin mencionarlo siquiera, como si cualquier lector pudiera “adivinar” de lo que se habla.

A Nara Mansur pertenecen tres poemas: “Sala de aisladas”, de Un ejercicio al aire libre, reflexiona sobre el dilema del aborto, un tema poco abordado en la literatura, quizá porque rompe con una concepción de lo femenino, que también se entiende desde lo maternal, en su cualidad casi sacra, impuesta desde siempre con el arquetipo religioso de la Virgen María. El díptico que integran “Armas extraviadas” y “El trajecito rosa”, forma parte del libro El trajecito rosa en que el “rosa” deviene tópico central, también como reducción fetichista de lo femenino.

Rebeca Murga, por su parte, en “Para eso son las amigas” construye un cuento coral con excelente manejo técnico; se centra en el acto sexual, para hablar de la prostitución femenina. Legna Rodríguez Iglesias, entre las más jóvenes autoras, que conforman esta selección destaca también por su irreverencia.

Wanda” es un texto muy especial, narrativo, aunque en verso, que podría quizá calificarse, si fueran necesarias las clasificaciones, como un poema épico fruto de la postmodernidad, por su manejo del lenguaje, en que con altas dosis de un humor extrañante se narra un feminicidio desde la perspectiva de la víctima.

Taimi Dieguez Mallo, la más joven poeta de estas páginas, por su parte, se coloca en diálogo con su árbol familiar, para en buena medida romper con este, en “Cementerio” y “Réquiem por las bisabuelas”.

El último relato, “Luna y olivos”, pertenece a la autora de este prólogo, y es un cuento coral —donde la mujer puede ser una o todas—; parte de jugar con el tema de esa construcción socio-cultural, en que la mujer nace de la costilla de Adán y por tanto lo femenino suele supeditarse al hombre, centro y Dios.

Abre la segunda parte de Las inconstantes. Literatura y resistencia de mujeres en Cuba, Esmeralda Diéglez Toledo, con“Apología de Obba” y «Sanatorio»,dos textos que se adentran en la psiquis femenina —e incluso en la locura—, para hablar del amor, aunque en su dimensión menos sana.

En el primero, el contexto de violencia en que habita la protagonista es estremecedor. Sin embargo, esta en tanto víctima de un contexto sociocultural que no le permite empoderarse, ama hasta las últimas consecuencias e incluso en contra de sí misma, para llegar a una mutilación que trasciende lo físico.

El cuento consigue un paralelismo con el patakín yoruba de Obba, la mujer de Changó, que en su pretensión de someterlo se corta una oreja; resulta una exploración muy particular y sugestiva acerca de los celos y el desamor, que bebe en la fuente de la cultura afrocubana.

Madalina Cobián González, es una de las autoras que se revela con más fuerza, como parte de la selección relativa a los talleres literarios. Sus cuentos “Vivienda” y “Fe de vida”, de cariz autobiográfico, exhiben la situación de la mujer, en condición de vulnerabilidad a razón de la injusticia social, solo comparable, por la vitalidad de lo que cuenta, con las historias acerca de la favela de una autora como la brasilera Carolina María de Jesús, pero que además establece un paralelismo con Ofelia Rodríguez Acosta, una de las escritoras de la primera parte de esta selección.

Tres son los relatos de Ania Álvarez Enamorado para Las inconstantes, y en los tres se pone de manifiesto una suerte de sed de vida. En “Viva”, la protagonista, actúa con premeditación, aunque en defensa propia. “Hartazgo”, es un cuento breve, de cariz erótico y en “Punto Giro”, la protagonista depone el instinto suicida.

“Juicio”, el conciso cuento de Fara Chapman Garrido coloca su atención en un feminicidio. De Gitanjali Escobar Travieso, “Portazo”, “Punto final” y “El velo” se centran en la mujer que escapa, se atreve a enfrentar su realidad y cambiarla, son cuentos de empoderamiento femenino.

Iliana Beatriz Carballosa Ávila, se presenta con “Donde duermen los arrullos”, un texto diferente en esta muestra, por su tono fantástico, recreación del mito latinoamericano de La Llorona. “Mujer con alma de azúcar”, de Isabel Patricia García Betancourt juega asimismo, con el referente de una obra de arte cubano, como La niña de las cañas de Leopoldo Romañach Guillén, para recrearse en el desarrollo laboral de la mujer, después del triunfo revolucionario, incluso en un ámbito como la agricultura.

“Sabor a ti”, de María de los Ángeles Hernández González, explora el amor y el sexo, en la tercera edad, desde lo femenino; un tema casi que ausente de la literatura. De la joven Ziulen Poveda Espinosa es Olokun”, que retoma el motivo del suicidio, pero desde una mirada deudora del realismo mágico.

Aymara B. Hernández Denis, cierra la selección con dos cuentos: “El balcón del Caribe”, destaca por su tono poético, para contar una historia que tiene como eje la añoranza. Por su parte, La otra orilla…” se centra en el tema de la mujer que emigra en las más difíciles condiciones. Este relato destaca por la fluidez y ritmo de su prosa, así como por el drama humano que refiere.

Como ha podido percibirse hasta aquí, más allá de cualquier diferencia signada por los estilos y épocas en que fueron escritos, los textos de las treinta autoras que integran este panorama tienen en común el posicionamiento desde el que se conciben: la condición de mujer, que más que una sensibilidad a tono con la falacia del eterno femenino, se coloca desde estas páginas en el centro de la creación, para hablar y pensarse en el mundo.

Diseño de cubierta: Luis Trápaga.

Ilustraciones de cubierta e interiores: Parísicilia. Linograbado, estampas Impresas en el Atelier Clot Bramsen, París.






Notas:
[1] Vale recordar que Cintio Vitier la excluye de su ensayo Lo cubano en la poesía por no encontrar en ella una marca de «cubanía». Por demás, tampoco se incluyen a otras dos voces esenciales del siglo XX: Dulce María Loynaz, a razón de que ameritaría «un estudio aparte» y a Fina García Marruz, por ser esposa del ensayista.
[2] En su ensayo «Tres libros. Poetisas americanas», que apareció en la Revista Universal de México, el 28 de agosto de 1875, crítica del libro recopilatorio Poetisas americanas, editado por José Domingo Cortés.
[3] Wagon: vagón o carreta.





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“En el perdido parque del recuerdo”: memorias de Fina García Marruz

Ernesto Hernández Busto

Fina García Marruz nos ha dejado un libro sobre la República, mucho más hondo, original y brillante que las memorias noveladas escritas por su esposo, Cintio Vitier.






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