Hace un par de semanas varios medios oficialistas cubanos recordaron el aniversario de la muerte de la gran artista Amelia Peláez del Casal (1896-1968), figura central de nuestro canon pictórico, que parece haber sido engullida por la propaganda revolucionaria.
Pero, ¿fue Amelia Peláez una simpatizante de la Revolución, como nos ha hecho creer cierta crítica o historiografía vulgar?[1]
La realidad es que la pintora se adaptó como pudo a la Revolución y su política cultural, pero nunca apoyó el proceso que llevó al exilio a muchos de sus amigos y colegas.
A una de ellas, la escritora y antropóloga Lydia Cabrera, le escribió en 1966-67 unas cartas reveladoras y poco conocidas, que pueden ser útiles para entender por qué muchos artistas con una carrera hecha antes de 1959 se quedaron en la isla luego del triunfo de la Revolución y prefirieron disimular sus verdaderas ideas políticas.
Son cartas que revelan el miedo profundo que se instaló en Cuba y detallan las difíciles disyuntivas de gente enferma, sin fuerzas para emigrar y empezar de nuevo en otro lugar.
Conviene precisar algunas de las circunstancias de esa correspondencia. En la primavera de 1966, tras acumular varios problemas de salud y operarse de cataratas, Amelia consigue viajar desde La Habana para volver a ingresarse en Ginebra y visitar luego París y Madrid, donde tiene algunos amigos.
El patrocinador del viaje es el coleccionista suizo Robert Altmann, que desde París se había ofrecido a correr con todos sus gastos. Será el último viaje de la pintora al extranjero, pues morirá apenas dos años después.
Desde Europa, las hermanas Peláez escriben a su vieja amiga, emigrada a Miami en 1960. Lydia tampoco pasa por un buen momento: no le gusta la llamada “capital del exilio” y sueña con irse a Madrid, pero no se decide a hacerlo sin dinero.
Atrás han quedado casi todas sus propiedades y pertenencias, al cuidado de Julia Lomas, una pariente y amiga de la familia. La finca de San José, propiedad de María Teresa “Titina” Rojas, pareja de Lydia, ha sido confiscada por el gobierno municipal de Marianao, que en vez de hacer de ella un museo, como les ha propuesto Marta Arjona, deciden vaciarla y luego demolerla[2].
De estos tristes asuntos informan las cartas que Amelia y su hermana Ninita le escriben a su vieja amiga desde un lugar donde no deben preocuparse por la censura postal. El tono cambia, desde luego, cuando Amelia regresa a lo que antes ha llamado “la prisión”, pero aún así no es difícil leer entre líneas.
Las referencias al patio vacío de la gran casona-taller de Amelia en La Víbora, donde hasta los pájaros han abandonado sus jaulas, son igual de reveladoras que su desagrado ante los elogios de Fidel Castro hechos por españoles, o la sincera confesión de que si pudiera se iría de Cuba llevándose hasta sus muertos.
Mucha gente sigue hoy creyendo que en los años 60 la Revolución cubana tuvo al gremio cultural de su parte. Y se asume que todos los pintores que se quedaron en la isla lo hicieron por voluntad propia. Pero la vida es mucho más complicada que la ideología, y a veces impone ciertas realidades.
Hace un par de años, la presidenta de la Fundación Amelia Peláez y sobrina nieta de la artista explicaba en entrevista con Salomé García en este mismo espacio, que aunque el gobierno de Fidel Castro acogió a la pintora como una artista revolucionaria, en realidad esta nunca lo fue.
“Ella no se fue de Cuba ―dice Carmen Peláez― porque tenía una diabetes intensa, porque se estaba cegando, y porque jamás pensó que la Revolución iba a durar. Hubo un momento en que se iba a exiliar en París, pero recibió una amenaza del gobierno: si no volvía, entraban y botaban a todas las viejas de la casa. Esto me lo dijo a mí Ninita, su hermana. Una de las viejas, su mamá, se quedó en Cuba. Después que ella muere, la convierten en otro logro de la Revolución, como Lezama. Lo cual no puede estar más lejos de la verdad”.
Estas cartas, conservadas en el fondo Lydia Cabrera Papers de la Cuban Heritage Collection, de la Universidad de Miami, demuestran punto por punto las afirmaciones de Carmen Peláez.
Son un recordatorio ―¡otro más!― de que a la historia de la cultura cubana le sobra ideología y le falta archivo.
*
Querida Lydia:
Llegó tu car[t]a ayer; cuánto me alegro de saber de ti, estoy de acuerdo contigo en todo menos en un punto[:] que es peligroso olvidar o odiar; creo que es mejor no olvidar, perdonar; que es el centro de la estabilidad espiritual; es difícil. Y hay muchos puntos que olvidar o aceptar, aún me son difíciles pero muy difíciles. Por ejemplo, el ausente aún no lo he aceptado ni perdonado, es una cosa increíble, pero también es una cosa verdadera y lo verdadero aunque sea contra Dios él también tienen que aceptar a los demás y ayudarnos a comprenderlo; esto no sé si está claro pero dentro de mí lo está porque lo siento desde lo más profundo hasta la última punta de mis vellos o piel o lo que sea[.] Hay otras cosas más que no me atrevo ni a decir, pues también son bien difíciles de decir; pues son intocables o impalpables (dirá la catedrática[:] cuánto disparate)[.] Pasemos a otra cosa, yo que estoy tan intranquila tratando de llevar un poco de calma a la tuya que está
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tan maltrecha. Todos hemos sufrido mucho material y espiritualmente, cada uno a la medida de esta espiritualidad o materialidad, tienes que sobreponerte y empezar la vida de nuevo; dones tienes[,] úsalos: si no los usas se perderán y esto también es imperdonable. Ahora voy a contarte que después de 33 días de hospital ya puedes pensar lo que queda de uno; esta vez es el miedo[,] no el miedo a la cucaracha, un miedo más sutil, más impalpable: miedo a vivir, a la oscuridad, a comer, a salir al sol[,] a todo[,] pero irá pasando. La otra vez fue angustia, una angustia sin principio ni fin, de comer ni pensarlo. Ya de esto voy mejor[.] En cuanto a oír, el artefactico es maravilloso para los demás pero no es lo natural, se pierden los matices humanos de la voz, es la era mecánica; tienes que pensar o aprender muchas cosas nuevas; por ejemplo, dos ojos operados con poca diferencia, casi ciega; la monjita no la veía bien, pero cuando me hablaba yo decía[:] es ella no es otra; por la mañana era más alta, era como el sol, por la noche me parecía más bajita, pero cuando me hablaba decía[:] es ella, era como la luna; esos matices de la voz en que va impregnada
[pág. 3]de emoción, de odio, de falsedad, de ironía[,] es difícil en una mecánica cualquiera que la musicalidad de los ruidos no existen, son golpes y de los que yo no sé si podré pintar; si podré leer lo que siempre me ha gustado mucho; después que te picotean los ojos es otra adaptación y entonces la cabeza no descansa y empiezan las cosas terribles a pasar por ella. Una cosa que no te diré pues tú ya tienes bastante con lo tuyo. En medio de todo esto hay cosas que me enternecen[:] todos han estado cariñosos y dispuestos a ayudar. En París tengo un amigo, yo creo que tú no lo conociste[,] un francés suizo que pasó la guerra en Cuba, era muy joven, artista, muy calladito, me llamó de [H]amburgo por teléfono y después de París. Me ha brindado su casa y dice que yo no tendré problema alguno. Hace 30 años que no lo veo[,] es rico, es para pensar que aún hay gente buena. Porque yo qué puedo dar ya. Yo pienso decirle adiós a París pues es muy difícil que pueda volver, además con tantas mataduras cómo volver, ya de allí te contaré. No creas que fue de cabeza dura que me operé en Cuba[,] es Lydia que yo no quería pedir nada[,] esperaba y esperaba y probé mi suerte que algún día te contaré (de espanto) pero tenía que escoger o ciega o pedir. Dinero tengo,
[pág. 4]no me faltan 20 mil pesos, todo lo vendo al precio que pida, nunca he tenido más, pero no puedo disponer de ello; me lo tienen que dejar sacar o mejor dicho, me lo sacan ellos (esto no lo digas a [la] cubanería), vivimos bajo el terror más o menos abiertamente. Allí lanzan las noticias o rumores y aquí (Cuba) se pagan las consecuencias. Yo antes de esto he tenido o desde el principio proposiciones de toda clase, puestos, viajes, contratos de trabajo, he tenido que tener mucho tacto, estar o procurar estar en el centro de las cosas para escapar, ahora no sé por qué culata saldrá el tiro; en fin, Lydia, muchos piensan que vendrá un arreglo, yo no creo nada de nada, nos ha tocado vivir un tiempo con cambios más radicales o profundos que los del siglo XVII, pero dicen que podremos salir y entrar y vernos; mi viaje de regreso no es por México, es París, Madrid, Habana, ellos lo hacen todo y disponen todo, tú eres o yo un paquete. Yo creo que yo no veré ese futuro de la mecanización, pero en cuanto a los hospitales te diré que ya casi lo es, pero lo será de espanto. Cuando te enfermas te mandan con un sobre que es como la factura de un paquete, te meten en una cama
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y te tocan y registran toda igual que cuando tú abres un paquete; el pudor, tu espiritualidad[,] tu sensibilidad todas tus intimidades feas o bellas tienes que dejarlas en tu casa dentro de una cajita porque cada día serán más poquita cosa, se llegará a la generación de seres mudos… Entenderás todo lo que digo y no digo. En cuanto a Julia te escribiré la próxima [.] Yo creo que lo está haciendo bastante bien, ella me ha dicho que vende lo justo para comer, piensen que ella nunca decidió nada, ella obedecía a madrina, a Titina, a ti y la cabeza si no se usa se paraliza por genio que sea la gente. Yo soy una analfabeta, tú lo sabes mejor que yo. Los países capitalistas de acá preciosos[,] divinos, el cerebro, claro, frío, ya lo dieron todo, de aquí el crepúsculo. América, Lydia, nuestra América, la que nosotros y los buenos quieren será la gran civilización futura, la América con toda, norte sur centro, con sus recursos naturales, sus riquezas, sus tradiciones indias y negras, españolas e inglesas. No será nunca Rusia, con 10 días de verano, sus desiertos, su inmenso territorio helado, en fin, yo me siento americana. Ese triunfo no lo veré pero lo siento. En fin, basta de disparates. Estaremos aquí todo el mes de abril, dame la dirección de Luz, la veré y te contaré de todo. Esta es la primera parte, la segunda va mañana o pasado. Es un esfuerzo grande para mí escribir. Un abrazo para ti y Titina, las quiere,
Amelia
[En la primera página de la carta, antes del encabezamiento, hay una nota manuscrita con la caligrafía de Ninita Peláez: “Le aconsejo que sea más cuidadosa al escribir, me contesta: Lydia me entiende y tú no. Además, es una carta DADA. Recuerdos, Ninita. Es alérgica a la pluma.”]*
Querida Lydia:
Se han pasado casi dos semanas sin poder escribirte porque ya me han puesto los espejuelos definitivos y los de ver de cerca o sea con los que puedo leer y escribir tardaron más en entregármelos. Iré contestando todas tus preguntas. En cuanto a Don Fernando me dijo Ravenet que lo estima y visita mucho que está completamente ido, la arterioesclerosis lo ha invadido, es una pena pues él no tiene tanta edad. Sé que vendió todos sus papeles en 30,000 al gobierno y supongo que con eso ha ido tirando. Ese es el camino de todos los que estamos allí. De la vida en Madrid te diré sobre el terreno pero mi sobrina Memé vivió allí dos años. La vida es cara, hay de todo pero el pueblo español está con Fidel y te lo dicen constantemente, ella acabó por decir que era venezolana. Esto es un poco desagradable. Yo si veo a María Elena le preguntaré pues ella es económica para que sepas más o menos. Respecto a tus papeles creo que no se puede mandar nada[.]
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Dice Ninita que todos los papeles y libros hay que llevarlos al Palacio de Comunicaciones donde hay un departamento para eso y allí te dan el visto bueno si te lo dejan salir o no. Y ya sabes… Uds antes de irse debieron de haber dejado las cosas de otro modo con instrucciones precisa [sic] sobre las cosas más importantes. Julia [Lomas] la pobre estuvo muy acosada, allí no se puede estar de frente a nadie, pues tú no sabes de quién puede venir la denuncia; por eso hay que venderle al Estado al otro y al otro porque se te forma un rollo tremendo. Marta [Arjona] dice que el hombre que tú dices es un sinvergüenza. Julia dice que no, pero si es o no es hay que tratarlo con mano izquierda porque si no un día para Guanajay [célebre prisión de mujeres]; se quedan con todo de golpe y porrazo. Yo he seguido esa táctica hasta hoy y voy escapando. Yo cuando te digo que me siento muy americana no es americana de allí, es toda América, la nuestra, la india, la negra, la española. Creo en
[pág. 3]ella, de allí saldrá todo lo bueno o malo que está por llegar (ya empiezo a disparatar). A mí me gustaría quedarme en esta parte de acá si tuviera con qué, pero como Ginebra está a 5 horas de París, a 4 de Venecia, y así cerca de todo, tranquila y sana. Pero más me gustaría vivir en París, pero figúrate. Yo digo y he dicho siempre que soñar no cuesta nada, es el único espacio libre que tiene el hombre. Yo creo que te haría bien salir un poco de allí si tanto te disgusta. Lo malo de nuestros problemas pasados y presentes es que no hemos tenido o no hemos sabido tener ayuda espiritual y material en nuestros empeños artísticos, eso me lo dijo una vez [Alexandra] Exter y tenía razón. Yo me siento aún un poco agotada pero ahí vamos reponiéndonos poco a poco. Todo es tan incierto sobre todo cuando todo te falla que hay veces que no tengo esperanzas de nada; en fin veremos cuando llegue a Cuba cómo me desenvuelvo; si puedo trabajar, si puedo voy a levantar vapor y hacer algún
[pág. 4]dinero y si pudiera hasta los muertos me llevaba… en fin Lydia ya yo pienso que me queda poco, pero te aseguro que a pesar de todos los malos pensamientos voy a luchar como si mil veces yo pienso que hay veces que hay que luchar hasta con Dios y ganarle la partida.
No me escribas aquí más pues esta semana pienso salir para París de allí te daré la dirección y escribiré enseguida, pienso estar dos semanas, un suspirito; pero del lobo aunque sea un pelo. Yo estoy hecha una gran cocinera pero buena. En Cuba, nadie se coloca. Ahora está allí Rosa la de Sofía, que es buena. Deja ver si podemos vernos pronto, en algún lugar del globo; quisiera hablar contigo largo, hay tanto que decir y sería quizás otra despedida más. Un abrazo para Titina y para ti el cariño de siempre de
Amelia
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Querida Lydia:
Esta no será muy larga pues tengo el tiempo justo pues salimos para Cuba el 13 o sea pasado mañana. En tu última me dices que no sabes donde está el centro del arte yo te diré que en París está en los órganos genitales. Todas las galerías más exclusivas tienen ese tema en todas sus etapas me ha recordado mucho a Pompeya[,] yo no sé por dónde vendrá el volcán… Me alegra que estés más contenta Yo he decidido entrar a la prisión pues las cosas no marchan bien y puede haber algo desagradable o ya casi lo hay así que se quedará para otra ocasión[.] Este Madrid tú sabes bien lo que yo siempre he pensado de él; el adentoote[?], pero no me gusta muchas cafeterías[,] muchos pisos nuevos todo muy caro como siempre esta es la carrera del adelanto y el progreso. A Luz la fui a ver la dirección está mal[,] todo por allá es un derrumbe pues el suelo vale mucho y las casas viejas no dan nada. Ella está muy vieja
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y mal[,] dice ella yo la encontré bien[,] ella dice que no ve[,] no es cataratas[,] tiene mucho reuma y no se siente bien. María Elena muy atenta y cariñosa[.] Lo mismo que Bandujo. Todos los días nos reunimos a comer aquí todo ha sido un corre corre[.] Tremendo Madrid, es más agobiante que cualquier otra parte. Ellos, Ma Elena, viven bien aunque como todo el mundo preocupados por el futuro; pues las reservas se agotan[,] las económicas y las físicas. Deja ver si en mi próxima salida te puedo ver en alguna parte del globo[,] aquí hay muchas bolas pero no creo en nada ya estoy insensible por esa parte sólo siento tener que depender de aquello. Tu amigo Lezama ha escrito dicen una novela, Paradiso, que ha levantado polvo pero no sé si es pompeyana o qué[,] parece que se ha quitado el cascarón; en fin, hasta pronto, con un abrazo de
Amelia.
[con la caligrafía de Ninita]: “Dice Luz que le escribas que no contestaste a su última carta. A ella le cuesta mucho trabajo contestar las cartas por su vista, pero que se alegraría tener noticias tuyas. Ninita.”*
[carta mecanografiada]
La Víbora, 8 de febrero de 1967
Querida cubanita:
Quiero empezar el año escribiendo una retrasada y larga carta que recibirás cualquier día del año. Yo te escribí la última desde París y Ninita te mandó el periódico con la exposición de Arte Negro. Lo recibiste? Creo que debes despertar, sacudir el pasado y ponerte en plan de ataque. Tienes que salir de la Miamera y de todas sus mentalidades, pues ahora al final te vas a dejar copar por el espíritu cubense. La Exposición de Arte Negro era bonita y buena; a la entrada vendías [sic] libros sobre cosas negras: leyendas, novelas, artículos, temas religiosos[.] Por qué no estabas tú? Una variedad de discos con música que me hubiera gustado comprar alguno, pero la plata estaba lejos y bajando cada día más. Creo que hubiera sido una oportunidad para ti. La Europa que nosotros vivimos no existe en muchos aspectos, el ambiente no es tan cerrado como antes; hay más, pero más, cordialidad. Yo tengo la impresión que la decadencia ha empezado con mucha altura y dignidad, pero al fin es el final. Madrid está magnífico, tiene un gran adelanto, que es más aparente que real; nos cogió unos calores bárbaros y pitamos pues a Ninita le entró la calambrina de irse, no sé por qué…
De aquí te diré que el cuartico está igualito, sin pintura, ni piso, ni techo; pero estamos esperando y esperando. Yo estoy pinta[n]do bastante. Hay en Europa, supongo que allí también, m[u]chos materiales nuevos. Los acrílicos son maravillosos, pintura de agua que se puede lavar y se puede empastar. Los papeles preciosos, tintas de todos colores; en fin, tantas cosas buenas y nuevas para poder trabajar.
De la vista he seguido bien, pero la salud parece que anda mal. Ahora, tengo un edema en una pierna que no puedo ponerme zapatos y tengo un plan de reposo: tres veces al día, mañana, tarde y noche debo acostarme en la cama con dos almohadas en los pies y una en las corvas para tratar de eliminar esa acumulación de líquido en dicha extremidad. Este edema me trae dolores, calambres y tiende a entumecerme la pierna. Tengo un plan que yo creo que es lo mismo que la carabina de Ambrosio. El azúcar está entre 90 y 100, es normal para mí, pero yo me siento mal. Por este motivo de mi repo-
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Cuéntame lo que haces, qué proyectos tienes… piensas ir a Europa este año. Si Dios quisiera que nos pudiéramos encontrar por esos mundos algún día… Quizás yo pueda ir este año o principios del otro. Yo siempre soñando, pues lo único que no cuesta es soñar. Quisiera poderte darte [sic] buenas noticias, pero no las hay ni las espero mucho. A veces pienso tanta gente que tienen buenos puestos en las Naciones Unidas con magníficos sueldos y tú posees tres [idiomas]; eso sería una oportunidad que pudieras provechar.
No me has escrito nada como está New York en arte, en teatro, en el cinema, los libros, la novela y la poesía. Yo supongo que estarás al día en todo esto, escríbeme pues tengo deseos y necesidad de saber muchas cosas del mundo artístico del momento[.]
Aquí hemos pasado unas Pascuas idiotas, uno ya no se alegra nada y eso que yo no me dejo caer así, así…; pero la realidad le da a uno cada topetazo increíble. Aquí todo es tan lejano que hasta la muerte parece lejana. Yo he tenido que adaptarme a muchas cosas y se necesita una voluntad de hierro para vencer tantos obstáculos. Hay veces [que] tengo tantas dudas de todo y de todos. Aquí, en mi casa somos tan pocos que es un asilo de ancianos. Mi patio está vacío, no hay pájaros, las jaulas están desiertas, sin cotorras ni pericos; en fin ellos también sufrieron. Con quién se lamentaron…? Sobre quién caerá esa injusticia…? Aquí hay unos días preciosos, la Cuaresma cae temprano y el cielo no ha cambiado pero ya ni este cielo me gusta y creo que el otro tampoco me dice nada. Yo a veces no quiero pensar. Esta carta se ha demorado mucho sobre la mesa y son tantas las cosas desagradables que diariamente llegan que uno lo que quisiera es detener el tiempo: mi sobrina Teté, hija de Sofía, que está en New York está muy grave con leucemia aplástica aguda. Estoy con[s]ternada con su enfermedad y sin salvación y tan lejos para nosotros. Ya me da todo igual, deja ver si en otra puedo estar mejor de ánimo.
A Titina le deseo muchas cosas buenas para 1967. Recuerdos de todos los míos y te quiere[,]
Amelia [firmado]
Notas:
[1] En Wikipedia, por ejemplo, se cita a un tal Emir Sader asegurando que “Amelia se mantuvo en Cuba hasta su muerte, comprometida con dicha Revolución”. (Ver la entrada “PELÁEZ, Amelia” en Latinoamérica: Enciclopedia Contemporánea de América Latina y el Caribe, AKAL Ediciones, Madrid, pág. 953.)
[2] Lydia y María Teresa se dedicaron durante años a restaurar su mansión, con piezas y muebles de la época colonial, rescatados de viejas residencias habaneras. El lugar deslumbró a María Zambrano, que en 1953 le dedicó un artículo publicado en la revista Bohemia titulado “El estilo en Cuba: la Quinta de San José”.
Así resumen Amelia y su hermana lo sucedido con la Quinta: “Sobre San José son tantos los cuentos que se puede escribir un tomo; lo quieren todo, lo destruyen todo hasta que ellos se devoren unos a los otros. Todo lo grande de un capitalista es motivo para intervenirlo. Los envidiosos del Ayuntamiento de Marianao al saber que su propietaria no estaba en el territorio nacional y ser de un interés social para el distrito de Marianao lo intervino con el fin de demolerlo y levantar el edificio Centro Obrero de Marianao. El Consejo de Cultura hizo gestiones para que no se demoliera y dedicarlo a museo, Marianao consideró que era de su demarcación y tenían facultades para hacerlo. Demolieron el edificio colonial y han levantado junto a la calle un espantapájaros de edificio moderno sin pie ni cabeza, detrás el terrenazo de San José sin su bella casa colonial. La casa nueva del Country también fue tomada por considerarse zona estratégica. Tuvieron allí unos pupilos, tumbaron los zapotes y los árboles de aquellos alrededores. Me han dicho que han ido despojando de sus valiosas rejas, de sus mediopuntos y ventanas. No sé, porque yo nunca paso por allá. Parece que en la actualidad está vacía.” (Carta del 28 de marzo de 1966, de Amelia y Ninita Peláez a Lydia.)
© Imagen de portada: Amelia Peláez y Lydia Cabrera a bordo del Majestic Monaco, 1930.
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