Una identidad regional une a las once escritoras entrevistadas en este volumen: todas se reconocen como latinoamericanas viviendo en Estados Unidos. Aunque, como en sus propias vidas, el lugar que otorgan a ese latinoamericanismo en sus obras es diverso. Ante la pregunta: ¿qué adjetivos le pondrías a tu sustantivo de escritora?, todas usaron el gentilicio de latinoamericanas en lugares muy diferentes de sus listas personales.
La identidad es tan compleja y móvil que, tal como afirma la cubana Kelly Martínez-Grandal en su entrevista, no basta con nacer en un país para ser una escritora de ese país. Una idea que confirma Lila Zemborain cuando se dice una argentina que no se considera solo una poeta argentina porque la mayor parte de su obra ha sido pensada desde Nueva York.
Las entrevistas que confluyen en este libro develan que las relaciones con el lugar de nacimiento son tan variadas como las vidas de estas mujeres. La chilena Lina Meruane, por ejemplo, confiesa que se reconoció como latinoamericana después de llegar a Estados Unidos, pero que el ataque a las Torres Gemelas en 2001 también la puso de frente a su origen palestino; mientras la mexicana Franky Piña cuenta que nació en México como Francisco y con los años se volvió Franky, Fran, habitando con el cambio de su nombre la fluidez de su existencia, una que no acepta, bajo ningún concepto, que sea catalogada como hispana. Jennifer Thorndike aporta un sutil cambio de perspectiva al otorgar más importancia a la región sobre la nación y definirse como una latinoamericana que nació en Perú.
De caminos más intrincados a nivel familiar y migratorio dan cuenta los testimonios de la venezolana Mariza Bafile y la mexicana Rose Mary Salum. Bafile es hija de italianos migrantes, actualmente reside en New York y considera que posee raíces líquidas, como el niño que nacía en una balsa en medio del océano para protagonizar uno de sus cuentos juveniles. Por su lado, Salum confiesa haber aceptado hace poco tiempo las numerosas intersecciones de su escritura, especialmente después de reconocerse como una mexicana de origen libanés, que también es estadounidense y vive en Houston. Osiris Mosquea, quien se define como “poeta dominicana” y afinca su trabajo creativo en las relaciones de su comunidad, escribe versos completamente marcados por el movimiento y la diversidad de la ciudad de Nueva York, su nueva isla, mientras le canta a la negritud de Harlem. Disímiles perspectivas sobre el mismo tema presentan las entrevistas de dos puertorriqueñas de diferentes generaciones y con distintos recorridos personales: Anjanette Delgado, residente en Florida, quien se define como una migrante, y Ana Teresa Toro, quien asegura que ha decidido conscientemente vivir en un país que no sabe que es país, una isla colonizada por Estados Unidos, a la que ella describe como anomalía en el siglo XXI.
Mi diálogo con Melanie Márquez Adams es la génesis de este proyecto, como explicaré más adelante. En él, la escritora nacida en Ecuador aporta otro matiz a las complejidades de la identidad. Se ubicó como una Latina writer en la entrevista original, publicada en Hypermedia Magazine a principios del 2020. Sin embargo, ha titulado su libro más reciente Querencia. Crónicas de una latinoamericana en Estados Unidos. Asegura que esta diferencia se debe a su elección de politizar cada una de estas categorías sobre identidad cuantas veces sea necesario, y a su decisión de separar su personalidad como escritora de su identidad personal.
Son las diferentes aristas de todas estas visiones las que han hecho que también yo aprenda a identificarme como escritora latinoamericana, donde antes solo habría escrito “cubana”. Estados Unidos, el territorio que habitamos y compartimos las doce mujeres directamente involucradas en este libro, ha tratado de diluirnos con calificativos como latinas, hispanas y otros similares que pretenden borrar nuestras diferencias culturales; pero a los cuales nosotras hemos transformado en comunidades con agencia política, manteniendo y defendiendo una voz literaria propia y un idioma: español o espanglish, tal como debaten las historias aquí reunidas.
Me gusta pensar que la multiplicidad de identidades que habitamos resulta, como mínimo, en que seamos doblemente americanas: americanas por nuestro país de residencia, Estados Unidos, ese que se ha apropiado injustamente del gentilicio de todo un continente; y americanas porque nacimos en dicho continente, América Latina, un espacio marcado sistemáticamente por la otredad.
No se me escapa la paradoja de que estemos asumiendo el nombre que el conquistador español dio a la región; una tierra aún en pleno crecimiento a la que el pueblo guna de Panamá y Colombia ha llamado Abya Yala. Mismo nombre que ha sido retomado como acto político por autoras feministas como la dominicana Ochy Curiel.
Pero el feminismo también enseña que una resistencia no debería descartar a la otra, que son todas estrategias de empoderamiento que, siempre he pensado, pueden sumarse a favor de visibilizar sujetos históricamente silenciados; y en este libro se habla mucho sobre el valor que tiene escribir en español en Estados Unidos y cómo el gesto se ha vuelto, para algunas, una invaluable forma de resistencia que llega a derogar los límites institucionales impuestos al idioma.
Autoras entrevistadas: Lina Meruane / Kelly Martínez-Grandal / Mariza Bafile / Ana Teresa Toro / Jennifer Thorndike / Franky Piña / Osiris Mosquea / Rose Mary Salum / Anjanette Delgado / Lila Zemborain / Melanie Márquez Adams.
Las identidades cambiantes que, incluso entre nosotras, nos permiten reconocernos de diversas maneras según el lugar desde donde nos enunciemos —identidades que fluyen, diría Franky Piña—, impactan nuestro lenguaje literario y temas de escritura; pero también nuestra vida privada. Tal como asegura Melanie Márquez Adams en su entrevista: “Las etiquetas, las identidades, son parte de la realidad cotidiana en este país y se permean en los distintos aspectos de crear, publicar y distribuir nuestra obra. No porque nos neguemos a ver o dialogar sobre un tema significa que deje de estar ahí, que ya no influya o afecte el entorno”. A lo que agrega: “no quiere decir que permito que las etiquetas me definan. Las considero pautas, guías, puentes hacia distintas exploraciones y posibilidades”.
Aunque son precisamente estas exploraciones uno de los ejes fundamentales de las once entrevistas que conforman este libro, no son el único. A las reflexiones sobre nuestros gentilicios se suman varios temas, que van desde la migración hasta el valor de las antologías contemporáneas en el campo de la literatura en español en Estados Unidos, pasando por debates sobre feminismo, canon, políticas nacionales, traducciones, editoriales independientes y el mainstream.
Los diálogos aquí presentes dan cuenta además de la consciencia de fundar espacios de divulgación artística que representen la pluralidad de Latinoamérica y de sus mujeres. Se trata de una consciencia compartida por la mayoría de las entrevistadas, quienes son o han sido directoras de revistas, editoriales, periodistas, gestoras culturales, abridoras de caminos que se han propuesto imaginar nuevos espacios para su obra y la de sus pares en medio de sus desplazamientos personales; mujeres que se han inventado nuevos países cuando se han quedado sin ninguno y que han compartido cada una de esas regiones imaginadas con otras creadoras.
En 2003, la escritora chilena Isabel Allende publicó su libro de memorias titulado Mi país inventado, donde exploraba su vida personal desde lo que ella considera como un exilio. En 2015, Pura Fernández editó el volumen No hay nación para este sexo: la Re(d)pública transatlántica de las Letras: escritoras españolas y latinoamericanas (1824-1936), donde se reúnen casi una veintena de ensayos que investigan vida y obra de autoras trasatlánticas, como Gertrudis Gómez de Avellaneda, cubana que terminó sus días viviendo en España. En ambos títulos se enuncian varios de los fundamentos que son también base de estas entrevistas.
Primero, que la exclusión es siempre una condición del exiliado o migrante, que puede adquirir otra dimensión si ese emigrado o exiliado se reconoce como mujer o sujeto no binario. Segundo, que, como afirma Kelly Martínez-Grandal, aunque todos los exilios son difíciles, estos se complejizan si se multiplican. Pero también si se reciben por herencia o si se heredan a la prole, y pueden ser tan profundos que alcancen incluso a una colonia moderna como Puerto Rico. Tercero, que las mujeres encuentran uno de los poderes más importantes y una de sus formas más seguras de supervivencia artística en la creación de redes y espacios de divulgación.
La habilidad (o necesidad) histórica que hemos mostrado para crear redes intelectuales que sistemáticamente son silenciadas por la maquinaria patriarcal del mundo editorial y político, ha permitido, a largo plazo, el nacimiento de diversas comunidades lectoras cada vez más estables y amplias. Por siglos, las escritoras que nos antecedieron supieron reconocer el valor de estas redes y apropiarse de ellas como una de sus formas de resistencia. Pura Fernández cita a la autora española, fallecida en Argentina, Concepción Gimeno de Flaquer (1850-1919), quien ya advertía que “nada debiera ser tan satisfactorio para una mujer, como ensalzar los esclarecidos talentos de otras mujeres” (Álbum Ibero-Americano, 7-VI-1891). Simone de Beauvoir apuntala esta idea en El segundo sexo, cuando asegura que, si la visión comunitaria o grupal hubiese predominado entre las mujeres, habría sido posible romper mucho antes el ciclo de dominio político y doble rasero legal y social al que se nos somete constantemente.
Estos argumentos seguramente serán tomados como exagerados por los adalides de la “normalidad”, casi siempre enemigos de las corrientes feministas sobre las que se niegan a leer y a las que siempre califican de extremistas. Pero como esas personas son también aficionadas a los números, al “pruébame esa exageración que dices”, me tomo el tiempo de hacer un ejercicio cuantitativo y tomar, al azar, tres de las antologías que habitan mi librero: una de las más mencionadas en las entrevistas de este libro es Se habla español: voces latinas en USA, editada en el año 2000 por Edmundo Paz Soldán y Alberto Fuguet para la editorial Alfaguara. Las alusiones a esta antología son recurrentes porque dos de las autoras aquí entrevistadas fueron parte de ese importante volumen, que fijó la mirada sobre la producción en español que crecía en Estados Unidos. De los 36 nombres que conformaban el libro, solo seis eran personas que se identificaban como mujeres. Poetas sin frontera, también editada en 2000 por Ramiro Lagos para Editorial Verbum reunió a 43 poetas, 15 de ellos mujeres. Y el argumento inmediato sería que han pasado veinte años desde que se hicieron estas colecciones, que la situación ha cambiado para nosotras. Pero la esperada antología La cerveza, los bares, la poesía, editada en 2020 por Jesús García Sánchez para el hermoso número 1100 de la Colección Visor de Poesía, reúne a 116 autores, que abarcan desde el siglo I A.C. hasta el presente y solo 8 de esos autores son mujeres, incluida la actriz Marilyn Monroe.
Se puede repetir el ejercicio con antologías de grandes o pequeñas editoriales basadas en Madrid, Miami o Ciudad de México y el resultado es siempre el mismo. Casi nunca un editor incluye a más mujeres que hombres, nunca tiene que hacer un balance numérico para “incluir” algunos hombres, porque siempre más de la mitad de sus autores lo son. Lo que significa que, aunque se nos quiera acusar de exageradas, cuando se habla de canon literario e historia, cuando se habla de literatura, “lo normal” sigue siendo, por mucho, lo masculino.
Más de un siglo después de que Concepción Gimeno de Flaquer falleciera, y a pesar de todos los cambios positivos promovidos por el constante ejercicio colectivo de imaginarnos en el espacio público, las mujeres tenemos que seguir inventando los países (físicos o creativos) que como escritoras y seres humanos aspiramos a habitar. Más allá de cualquier ideología de género, siguen siendo necesarias estrategias para visibilizar la creación femenina, especialmente de quienes escriben en español en Estados Unidos y pueden llegar a ser parte marginal de un grupo ya marginalizado por instituciones nacionales, incluida la maquinaria estatal.
Sobre todos estos temas también ofrecen nuestras entrevistadas sus muy diversos puntos de vista, especialmente cuando se enfrentan a preguntas tales como: ¿sigue siendo necesario crear antologías dedicadas exclusivamente a voces femeninas?, o: ¿enfrentas más retos para publicar por ser mujer? Y digo que reflexionan sobre género y literatura “especialmente” ante estas preguntas porque sus perspectivas sobre el ser mujer atraviesan sus diversas respuestas. Ellas hablan sobre cuerpos femeninos también cuando cuentan sus experiencias como migrantes, como sujetos trans, cuando critican el racismo, o cuando se declaran feministas.
Autoras entrevistadas: Lina Meruane / Kelly Martínez-Grandal / Mariza Bafile / Ana Teresa Toro / Jennifer Thorndike / Franky Piña / Osiris Mosquea / Rose Mary Salum / Anjanette Delgado / Lila Zemborain / Melanie Márquez Adams.
Es que el principal objetivo de este libro es proponer un diálogo sobre las diferentes aristas de la literatura escrita en español por mujeres dentro y desde Estados Unidos, a partir de las formaciones culturales, personales e ideológicas que definen a nuestras entrevistadas como un grupo representativo, pero no totalizador. Quienes se acerquen a sus opiniones encontrarán un rompecabezas de identidades, transversalizado por la raza, el género, la edad, las diferentes ciudades donde viven; todo lo que ilumina distintas zonas del mismo fenómeno: ser una mujer que escribe en español en territorio estadounidense.
De más está decir que un libro como este es todas las voces e interseccionalidades que incluye, pero es también las autoras que no tuvieron tiempo para ser entrevistadas, y es la ausencia de muchas otras que admiramos, pero consideramos demasiado cercanas para invitarlas a participar.
La historia del presente proyecto es como sigue: en enero de 2020 le hice una entrevista a Melanie Márquez Adams, que fue publicada semanas después en Hypermedia Magazine con el título “Escribir sin tener un país”. Una edición revisada y ampliada de aquel primer diálogo funciona ahora como especie de epílogo para este conjunto. Porque, debido al interés que despertó en la editorial, otras diez entrevistas fueron hechas a dos manos, por la propia Melanie y por mí, a las autoras Lina Meruane, Franky Piña, Lila Zemborain, Anjanette Delgado, Osiris Mosquea, Ana Teresa Toro, Jennifer Thorndike, Rose Mary Salum, Mariza Bafile y Kelly Martínez-Grandal. Todas fueron entrevistadas en un lapso de pocas semanas, a partir de un cuestionario semiestandarizado, donde se repitieron algunas preguntas y se agregaron otras personalizadas.
En este sentido puede afirmarse que hay dos tipos de preguntas en estas entrevistas: unas completamente vinculadas a la vida y obra de cada autora, muy personales en algunos casos; y otras que se repiten, a veces literalmente, de una entrevista a otra y que indagan principalmente en temas como la identidad y el español como idioma de escritura creativa en Estados Unidos. Este segundo tipo de preguntas genera una especie de diálogo indirecto entre las entrevistadas que, consideramos, permitirá a quienes lean todos los textos acercarse a diferentes fenómenos anclados a la producción literaria en Estados Unidos y América Latina.
Acaso la presencia más fuerte de Melanie Márquez Adams y mía se devele precisamente en la selección temática de esos cuestionamientos que se repiten y que reflejan, de cierta manera, nuestras propias preocupaciones literarias y existenciales. Ya que mi coeditora estudió un máster en escritura creativa en la Universidad de Iowa, se reitera el diálogo con algunas entrevistadas sobre las características y carencias de los programas de este tipo; debido a que yo he investigado por más de diez años las relaciones entre medios de prensa y literatura, aparecen preguntas sobre el papel de la crítica en la valorización del canon. A veces nuestras dos perspectivas se funden en una sola pregunta, o dan a luz a temas completamente diferentes; siempre con el oído atento a aquello que las entrevistadas quieren realmente expresar, siempre flexibles a sus historias.
La amabilidad, el tiempo y el entusiasmo de todas hicieron posible concretar este proyecto cuando las condiciones parecían las más adversas. El mundo ha girado de manera vertiginosa y extraña en los últimos meses. Las crisis de salud, racismo y feminicidio se han multiplicado en todo el mundo, incluido Estados Unidos, avivadas muchas veces por el sensacionalismo de medios de prensa y por la histeria de las redes sociales. Pero en medio de tantas extrañezas, justo es reconocer que ha prevalecido la vida. En marzo de 2020 nació Nicanor, el pequeño poeta de Ana Teresa Toro; como ahora nace esta obra, concebida también como hija de su tiempo, por los temas que trata, y por el uso que hizo de nuevas tecnologías de comunicación, para desafiar al temporal de las malas noticias y acortar distancias entre entrevistadas y entrevistadoras.
Las entrevistas aquí reunidas fueron hechas por correo electrónico, en reuniones por Zoom y vía WhatsApp. Si bien la primera forma de contacto ha sido bastante recurrente en el periodismo de la última década, las dos últimas han nacido de experiencias más recientes y de tecnologías de comunicación relativamente novedosas que hemos aprendido a explorar más a raíz de la crisis de salud pública que confinó a millones de personas de todo el mundo a sus hogares. Puede decirse entonces que este libro no se concentra (para nada) en la perspectiva de las autoras sobre el coronavirus, sino que nace a partir de la pausa y el (re)conocimiento que nos impuso la crisis a todas. Por ello cada entrevista gira en torno a proyectos de escritura, a temas políticos, sociales y literarios, a historias de vida, y también en torno a las esperanzas compartidas. Porque necesitamos tener esperanzas.
Mientras las entrevistas hechas por correo electrónico fueron modificadas muy levemente en el proceso de edición, las realizadas por Zoom y WhatsApp sí fueron sometidas a un trabajo de redacción más profundo, que permitiera transformar la expresión oral de las entrevistadas en una escrita, manteniendo siempre intactas tanto la voz de las escritoras, como sus intenciones y muchos de sus coloquialismos, especialmente aquellos que no obstruyeran la comprensión de la lectura.
Los detalles de estas estrategias para hacer entrevistas y sus diferentes métodos de edición significan que produjimos estos diálogos con los manuales clásicos de periodismo en mente. José Acosta Montoro aseguraba en Periodista y literatura (1973) que las entrevistas “nacen de una realidad, de una necesidad de crítica social, de expresión personal ante los demás, y se convertirán en la aportación más valiosa que el periodismo devuelve a la literatura cuanto esta ha contribuido a su desarrollo”. Poco ha cambiado la naturaleza de la entrevista de personalidad desde que fuera escrita esta definición. Y, como Juan Cantavella, en el Manual de la entrevista periodística (1996), nosotras consideramos que hacer entrevistas es también estar en disposición de entablar un diálogo profundo, que nazca de un acto de escucha empática, formas de relación social tan necesarias en estos tiempos.
Otra de las condiciones que Cantavella anota como imprescindible para el tipo de entrevista que aquí proponemos es que estas nos acerquen a personas que tienen algo que contar. Por eso las entrevistadoras hemos pretendido colocarnos como meras intermediarias entre lo mucho que estas escritoras tienen que decir y las personas que las leerán. La tarea no fue fácil. Algunas de nuestras entrevistadas resultaron parcas para hablar sobre sí mismas, a pesar de poseer una amplia producción literaria; otras, por el contrario, muy prolíficas, a lo que se suma que algunas ostentan la condición de ser ellas mismas hábiles entrevistadoras, como Ana Teresa Toro y Mariza Bafile, quienes han ejercido por años el periodismo en más de un idioma. Pero, otra vez, el sentido solidario que da luz a este libro facilitó el proceso y acortó todas las distancias geográficas, simbólicas y culturales.
Como resultado final, las entrevistas aquí reunidas no iluminan solamente las obras de las escritoras entrevistadas, sino que abren la puerta al trabajo de otras autoras, traductoras, editoras, caricaturistas que han colaborado con ellas durante décadas. Queda claro que este libro reúne once entrevistas como bien podría reunir cincuenta o cien. Para honrar ese fenómeno mayor del que este volumen da cuenta, hemos decidido crear un Índice de Nombres al final del libro. De dicho Índice se han excluido a nuestras entrevistadas y los títulos de sus propias obras, y se han incluido los nombres de otras escritoras, escritores, libros, medios de prensa, políticos, universidades y editoriales mencionados por ellas, y que dan fe de que este libro, afortunadamente, podría haber tenido muchas formas. El objetivo de un proyecto como este nunca es excluir, sino iluminar la perspectiva a la que se acerca. Por eso partimos, sin complejos ni demasiadas contradicciones, del hecho de que este no podría ser un libro total ni totalizador, pero que sí era uno muy necesario.
Es que, en los últimos años, una pregunta con diferente enunciado parece volverse recurrente en medios de prensa, revistas especializadas e incluso en el espacio privado de quienes nos dedicamos a la literatura: ¿por qué han ganado tanta visibilidad obras de mujeres escritoras como Mariana Enríquez o María Fernanda Ampuero?; ¿por qué estamos leyendo más a Elena Garro?; ¿por qué las mujeres ocupan cada vez más espacios en la literatura?; ¿por qué sus voces suenan más?; ¿por qué sus libros están siendo más publicados? Lamentablemente, la respuesta parece estar precisamente en las múltiples crisis sociales que también fomentaron el nacimiento de este volumen. Francine Masiello, en su ensayo Entre civilización y barbarie. Mujeres, nación y cultura literaria en la Argentina moderna, argumenta que, en períodos de crisis sistémicas, las mujeres cuentan con márgenes de actuación más amplios y con más posibilidades para desa-ar al poder hegemónico:
“[…] cuando el Estado se encuentra en transición de una forma de gobierno a otra, o de un período tradicionalista a un programa más modernizante, hallamos una alteración en la representación del género. Surge una configuración diferente de los hombres y las mujeres, modificada según el período histórico y la naturaleza de la crisis nacional. Además, para los especialistas en literatura, las transformaciones en la representación del género y de la nación en la literatura significan una apertura hacia diversas y amplias áreas de preocupación, una de las cuales, y fundamental, es la cuestión del lenguaje”.
Jean Franco defendía en los años noventa del siglo pasado una idea similar en su texto “Going Public: Reinhabiting the Private”. Según Franco, la división entre espacio público y privado, “had been the basis for the subordination of women by historic capitalism”. Ella entiende que en momentos de crisis esta frágil barrera entre los espacios desaparece, favoreciendo una identidad con más poder para (entre) las mujeres.
El hecho de que nuestras entrevistadas tengan fechas de nacimiento que van desde la década de 1950 hasta la de 1980, que sus lugares de nacimiento ocupen el mapa de norte a sur del continente latinoamericano, incluyendo sus islas, que escriban poesía, teatro, narrativa y no-ficción, prueba que las mujeres siempre hemos estado escribiendo, alzando la voz, creando poéticas; pero que el desplazamiento del sistema en crisis es efectivamente el suceso que mejor nos permite desafiar al poder patriarcal y ocupar más espacios públicos.
Tengo la esperanza de que, esta vez, podamos revertir la desigualdad genérica del canon literario y de los espacios de divulgación artística de una vez para siempre, que la crisis sea tan profunda que no podamos volver al estado anterior y sigamos siendo estas voces imposibles de soslayar. Tengo la esperanza de que muy pronto nadie tenga que cuestionar la visibilidad de las mujeres y de que lo masculino deje de ser lo normalizado.
Por eso estas entrevistas tienen múltiple valor, porque se trata de mujeres hablando en el espacio público sobre ellas mismas, sobre sus cuerpos, sobre la política de sus países, sobre sus errores y aciertos. Y si hay mediadoras entre su discurso y el público, esas mediadoras son otras mujeres con preocupaciones similares, trabajando porque se cierre el ciclo de desigualdad al que por siglos y sistemáticamente se nos ha sometido.
No somos víctimas. La prueba es que aquí seguimos, luchando, sumando resistencias, imaginando países, contando nuestras historias con toda la honestidad y el afecto que llevamos dentro.
* Prólogo del volumen Imaginar países: Entrevistas a escritoras latinoamericanas en Estados Unidos (Hypermedia, 2021), editado por Dainerys Machado Vento y Melanie Márquez Adams.
Nuestro Nowhere: encierro e histeria en ‘Everglades’
En Everglades (Hypermedia, 2020), además de reiterar el fragmento, la ciencia-ficción, y una nueva forma de producir desde las coordenadas del Caribe sin salir de la región, Jorge Enrique Lage introduce el encierro y la histeria como modus operandi de lo que él llama “Nuestro Nowhere”.