Has de saber, apreciado Cirilo, que el concepto de transficción no resulta de fácil discernimiento. Considero que es uno de eso casos donde los ejemplos han venido rondándonos por años y, cuando llega el término que los agrupa, nos golpea la cara y decimos: “Sí, chico, si eso es lo que más conozco, ya sabía yo que había una particularidad en esto…”.
Pienso que es menester que emprendas la lectura del volumen que te traigo, amén de tu manera ortodoxa de analizar la vida, y tu deseo de comparar cada texto literario con Borges (quien, por cierto, bien podría tener un par de textos en esta antología).
En cuanto a propuesta estética, Teoría de la transficción es uno de los libros más valientes de la Editorial Hypermedia. Se trata de un volumen que apuesta por escrituras de esas que para ti y para muchos podrán resultar inclasificables, o, incluso, que se resisten a ser leídas. Y es que el acto de leer también debe cambiar junto con la literatura, y el lector ha de ser un atleta en constante entrenamiento, o una app que cada cierto tiempo se actualiza.
Como eres un gran lector, y además observas cada detalle, notarás que el libro comienza con una cita de Judith Butler, suerte de spoiler sobre lo que se va a encontrar en sus páginas. Dice ella, y repite Carlos A. Aguilera: “Lo que el tabú prohíbe por una parte, lo inaugura y legitima por la otra”.
Tienes razón: se refiere a que aquel material descartable por la vara alta del tabú es, sobre todo, de una validez que se construye a través de ese propio descarte. Sabrás que la Butler es una filósofa con grandes aportes en estudios de género y de lo queer, en consonancia con lo que propone Aguilera en su selección.
Esta es una antología de escrituras cancerosas, escrituras que han decidido mutar su estructura celular y burlarse de los bordes, ignorar los límites. Para alguien como tú, estimado Cirilo, de tantas lecturas, un prólogo explicativo como el de Aguilera tal vez no sea de gran ayuda para entender qué tienen en común estos textos, más allá de que sus autores son escritores cubanos que han hecho gran parte de su obra luego del inicio del espantosamente nombrado Período Especial (del que, lo hemos hablado mucho tú y yo, aún no hemos salido). Pero ese texto introductorio servirá de brújula a aquellos que lo requieran.
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Esta antología quiere mostrar la ligereza, la «borradura», el no género, el kitsch, el muñón o el self de algunos escritores. Carlos A. Aguilera
Animal carnívoro que es, Aguilera se toma el trabajo de desmenuzar el concepto de transficción desde varias de sus aristas: lo que se refiere a la nación y el transnacionalismo, la ligereza y la transprofundidad, los géneros y la transficción misma, la transtemporalidad y el tiempo, y el narrador que se convierte de yo a él, en lo que resulta ser un transyo.
No es mi intención abrumarte. Si vas por pasos, verás que se trata de atravesar las nociones de tiempo, género, nación, intensidad y punto de vista, en textos que no quieren ser necesariamente contenidos dentro de estos esquemas, establecidos más por los estudiosos que por los autores.
Sabes cómo funcionan las antologías en el contexto cubano, no pocas veces alejadas de un concepto propiamente literario. Por buen tiempo, en este país, el hecho de ser seleccionado para una de ellas era algo legitimador. Se entendía como ser parte de una élite privilegiada, la crème de la crème, lo mejorcito del mercado, lo que los críticos y los funcionarios, desde adentro de la institución, aprobaban. En algunos casos el antologador era además escritor, y organizaba su colección para justificar la propia obra.
No digo que no haya habido grandes selecciones (junto a muchas bien malas), pero sí considero que, además del tamiz político que siempre tiene una publicación en Cuba, muchas veces había detrás un deseo de legitimar a los amigos, a los compañeros de generación; un deseo de publicar textos propios para aumentar un currículo patético y cobrar el cheque mínimo que permitía al autor apuntalar su dañada economía.
En esa línea de pensamiento, estamos entonces en presencia de una transantología, si entendemos por trans todo aquello que expone y defiende una diversidad que va desde los estilos hasta los consabidos géneros.
No, Cirilo, lo trans no se refiere a un disfraz, no te pongas tan semántico y heteronormativo. Lo trans representa a un producto tercero, que tiene características de dos fuentes distintas y que alcanza un resultado diferente y renovado.
Visto así, este libro reúne textos deformes, pero no siempre en el mismo sentido.
Encontramos aquí a un guionista de cine como Abel Arcos (quien, por cierto, fue galardonado con el Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba en 2014); al periodista Carlos Manuel Álvarez, que tiene tres libros de ficción publicados; o al crítico Iván de la Nuez, cuya escritura siempre resultó paradigmática (porque en Cuba hay pocos críticos, porque casi ninguno se le acerca en agudeza y porque el hombre, Cirilo, sabe escribir muy bien).
Hay textos que se acercan más al continente narrativa, como los de Ahmel Echevarría, José Manuel Prieto, Ronaldo Menéndez, Abel Fernández-Larrea, Waldo Pérez Cino, Ena Lucía Portela, Rolando Sánchez Mejías y el propio Carlos A. Aguilera. Estos son, tal vez, los que pudieran resultar de preferencia a lectores de corte ortodoxo como tú, de los que defienden que debe existir un conflicto o, en su defecto, un lenguaje que sostenga el discurso, una intensidad homogénea.
Sé que te gusta hacer clasificaciones literarias como si se tratara de comidas. ¿Qué es esto, pescado o poesía? ¿Se trata de un texto fragmentado o de un aliño con omega 3 y 6? ¿Es ciencia ficción o picadillo vegano?
Tendrás que dejar atrás todo lo antes concebido, cual si te pararas en la puerta del infierno descrito por Dante, para abordar lo escrito por Legna Rodríguez Iglesias, Ramón Hondal, Jorge Enrique Lage o Radamés Molina. Has de traspasar tu concepción de la historia, del lenguaje y de la poesía misma.
También necesitas ser un buen translector para acercarte a Ernesto Hernández Busto, Michael H. Miranda, Pablo de Cuba e Idalia Morejón, cuyas escrituras están cercanas al diario, a la anécdota: citan fechas, lugares, momentos de seres casi al borde del suicidio.
Leer estas páginas es como leer por primera vez. Es preciso estudiarlo todo y, si fuera necesario, tomar notas de tus percepciones. Teoría de la transficción te ofrece la oportunidad de convertirte en un translector.
Cirilo, amigo, si eres capaz de abrirte a la lectura deliciosa, estoy convencida de que tu visión ortodoxa se verá reemplazada por otra más abarcadora y enriquecida.
Sabes que tengo mis majaderías respecto a las selecciones, pero pienso que este volumen sale bien parado en la reunión de escrituras que representan lo transliterario, lo transartístico o lo transficcional. Si algo me molesta en ella, es que siempre he considerado que el antologador no debería incluirse en su propia antología; pero como que este volumen es excepcional, lo es también para este esquema mío, porque Carlos A. Aguilera es tal vez uno de los cultores más representativos de la transficción en Cuba.
Dicho todo lo anterior, aquí te dejo el libro, Cirilo querido. Guarda cuidado de leerlo sin prejuicios y con la mente abierta. Estoy segura de que te agradará.
Cuida también de no mancharme sus páginas; el ejemplar no es mío, y debe ser devuelto. No tendría cómo justificar la marca de tus paticas gatunas, o la mácula de tus bigotes mojados con leche insultando la blancura del papel.
Para Carlos Lechuga, de una lectora casada
Carlos Lechuga: Es un verdadero gusto comenzar el año leyendo En brazos de la mujer casada (Editorial Hypermedia, 2020). Creo que es una hermosa despedida al 2020, tan lleno de sobresaltos y represiones. Su libro supera esos doce meses de mierda y consigue que, al menos por un momento, sea posible olvidar tanta tragedia.