Phineas Gage y la actual condición mental de Estados Unidos

El caso de Phineas Gage es paradigma de cómo un milagro médico deviene penoso objeto de estudio. En 1848 Gage estaba trabajando en la construcción de un ferrocarril en Cavendish, en el estado de Vermont, cuando sufrió un terrible accidente. Una carga de explosivos detonó antes de tiempo e hizo saltar una barra que le atravesó el cráneo: penetró por el lado izquierdo del rostro para salir por la parte superior. Pero Gage no solo sobrevivió, sino que ni siquiera perdió la conciencia y a los pocos minutos del accidente pudo hablar y hasta permitirse bromear con el doctor que le extrajo la barra atravesada en su cabeza.

A dos meses del accidente, el doctor que atendió a Gage ya lo consideraba completamente recuperado. No obstante, hizo notar que se había destruido el equilibrio entre la facultad intelectual del paciente “y sus propensiones animales”. Gage pasó de ser serio, sosegado y responsable, a ser “irregular, irreverente, blasfemo e impaciente”, incapaz de llevar a cabo sus planes o de tolerar la menor contrariedad.

Con el tiempo, estos cambios en la conducta convirtieron a Gage en una referencia para la neurología y la neuropsicología cognitiva. Su caso ayudó, entre otras cosas, a determinar que el lóbulo frontal, cuyas funciones se desconocían hasta entonces, era el sustrato anatómico para las funciones ejecutivas: gracias al caso de Gage, se comprobó que en esa parte del cerebro residía nuestra capacidad para hacer planes, llevarlos a cabo y corregir nuestra conducta.

Si hablo de Phineas Gage y su accidente es a propósito del acontecimiento que ha marcado este inicio de año en Estados Unidos. Me refiero al asalto al Congreso por parte de una multitud jaleada por el presidente del país en el momento en que se validaba el resultado de las elecciones.

No se trata de establecer un paralelo entre Gage y Trump. El presidente saliente no ha sufrido ningún accidente que justifique su conducta. Trump, al parecer, siempre ha sido como Gage después del accidente: un ser muy poco dado a tolerar la parte de la realidad que no se acomoda a sus deseos.

Sería exagerado decir que Trump es la barreta atravesando el lóbulo frontal de la nación, deformándole el carácter. Pero no lo es afirmar que el expresidente, y el culto que ha creado en torno a él, constituyen un elemento importante en el rapto de intolerancia que viene transformando el carácter del país desde hace un tiempo.

Pero hay más. Los psicólogos Greg Lukianoff y Jonathan Haidt han intentado explicar, en su libro The Coddling of the American Mind, cómo ciertas tendencias en la crianza de las últimas generaciones han modificado su conducta al punto de hacerlas cada vez más intolerantes a las ideas que contravengan su percepción del mundo. Esto se complementa con el fenómeno que el estudioso Robert Boyers llama “la tiranía de la virtud” en que ha devenido el culto exagerado a lo políticamente correcto.

Si a esto se le añade el impacto que han tenido en nuestras vidas las redes sociales, que nos convierten en redactores de nuestra propia realidad, podemos completar la aleación de la barra que Estados Unidos tiene alojada en nuestro lóbulo frontal.

La combinación de los retos tecnológicos y conductuales con una presidencia que ha actuado como desinhibidor de las pasiones más bajas y las más desquiciadas paranoias —a lo que se añaden circunstancias como la pandemia de la Covid-19 y la revuelta social de los últimos meses—, harían parecer un milagro la mera sobrevivencia de Estados Unidos como sociedad.

De ahí que la sociedad norteamericana no debería actuar como si nada hubiera pasado, como si lo ocurrido no afectara todos los ámbitos de convivencia. Como si esa barra no hubiera atravesado el órgano que determina nuestra capacidad de entendernos a nosotros mismos y a los demás, y de convivir pese a las diferencias. Como si fuera normal convivir en perpetua guerra civil virtual.

El caso de Phineas Gage, más allá de su trascendencia para los estudios neurológicos, no ofrece muchas esperanzas. No solo su carácter se volvió insoportable a partir del accidente, sino que en los doce años que le quedaban de vida padeció de continuas convulsiones. En medio de una de ellas le llegó la muerte.




Verdad y dolor: Archivo Cuba y el costo en vidas del período de Batista - Enrique Del Risco

Verdad y dolor: Archivo Cuba y el costo en vidas del período de Batista

Enrique Del Risco

Archivo Cuba acaba de concluir un largo y exhaustivo esfuerzo para revisar el número de muertes por causas políticas durante la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958).