Tráiler
Vi una casa rodante,
una banderola en el techo,
un pájaro en la punta
en aquel libro.
¿Lo recuerdas padre?
En la ventana vi
a dos felices dueños agitar las manos
para decir adiós y saludar
a un mismo tiempo.
Vi la casa rodar
por carreteras, pueblos, calles de piedra, asfalto,
la veleta girar sin detenerse
en dirección del viento. Suroeste…
Norte…
Soñé entonces
una casa rodante para mí.
He cumplido ese sueño, padre.
Desde el día
en que te fuiste de casa
he vivido en un hogar rodante.
Sin ruedas,
ni veleta con pájaro,
pero anda conmigo dondequiera que voy.
He de arrastrar
esta casa ambulante
hasta que encuentre un árbol
bajo cuyas raíces
tengan
mis cenizas
un domicilio permanente.
Lo que queda de ti
Tus grandes ojos pardos
que escudriñan curiosos
al que entra por la puerta;
tus dos manos pequeñas
que aún pueden llamar
por el timbre inalámbrico
a la enfermera joven,
o estirar la cobija
para mejor cubrirte;
tu piel color marfil
sin pecas, sin arrugas;
tu muñeca delgada,
el reloj de pulsera
al que de vez en cuando
le preguntas, ¿amanece?
¿ya es hora dormirme?
Y tu voz socarrona
que me llama: “mijita”.
Cuento breve
El tallo de orquídeas
se volvió amarillento,
echó todas las flores
en la mesa de pino.
Me inclino a recogerlas,
en esos pocos pétalos
hay un cuento brevísimo: alguien se fue y dejó
sobre el piso de tablas vestidos color claro,
ajados, sin lavar,
caídos de una percha.
Atelier
Una pared en blanco pintada con espátula.
En las ventanas, creada con espátula, la luz.
Paneles y persianas, diseños de una espátula.
Tallos, pencas afuera, trazos verdes de espátula.
La mesa, maderamen forjado con espátula.
Una mujer desnuda se recuesta en la mesa.
Un hombre la dio a luz con una espátula.
En un jardín
Caída de la rama,
una orquídea se exhibe entre guijarros.
Un lagarto lascivo la mira de reojo.
En la sombra una copa de vino olvidada.
En un alero verde se lían la hoja y el gusano.
Dos gorgojos copulan en un catre de hierba.
Un perro vuelca el vino
que cae entre la orquídea.
El perro le relame el vino del cogollo.
Un lagarto lascivo los mira de reojo.
Cuervos
Cuadrilla de cuervos,
chasquidos, batir de alas
en el aire húmedo.
Cuadrilla de cuervos en levitación,
cae lentamente en la niebla.
Cuervos,
su estrado, un pico de montaña,
dominan desde un trozo de roca.
Cuadrillas de cuervos en los cables,
en alambres de púas,
en los árboles.
Cuervos avizoran, avizoran…
Dos niños avizoran plumas,
vientres negros sobre sus cabezas.
Griteríos de cuervos
los saludan.
Huésped
Una puerta entreabierta,
las doce campanadas,
los gatos en el techo…
Él entra con sigilo,
un vestido cae en un tapiz.
Un caracol sale de su concha,
un espádice de anturio se yergue,
una gata aúlla de placer en el tejado.
Bodegón con moscas
Comedor de barrio.
En el aire un tufo a pino,
a frutas y legumbres rancias.
Dos moscas se enredan en el aire.
En la mesa repollo agujereado,
bananos con pecas de la edad,
un jugo agrio de sandía en jarra
y huevos con estiércol de gallina.
Dos moscas pasean por los huevos.
Hay risas allende la pared,
y voces de barítono en sordina.
Una doña se arrulla sobre un hombre.
Dos moscas aterrizan en sus pechos.
Frutos de verano
Habitación de hotel.
Afuera los mangos se han preñado.
Los insectos aletean en las bujías.
Las lagartijas llegan.
En la mesa del cuarto, dos huéspedes.
Él juguetea con las llaves.
Sus ojos se deslizan por la copa.
Las manchas de labial sobre el cristal,
Las orejas, la nuca de ella.
Las pecas en el claro del pecho.
Un golpeteo de nudillos en la puerta.
El mozo trae vino.
La sangre pulsa con ímpetu en las venas.
Alguien llega a la puerta de enfrente.
Se oye el crujir del cesto de la ropa.
Dos lagartijas se tocan en el zócalo.
Ella ríe. Vuelca el vino en la mesa. Él ríe.
Chapotea las manos en el pozo de vino, ríen.
Con las yemas untadas le abre surcos en el pelo.
Le unge el cuello, la pelusa del pecho…
Las mejillas se afiebran.
Un torrente de agua se desploma sobre el techo en voladizo.
La lluvia desgaja los mangos de los árboles.
La pulpa anaranjada se agrieta.
El cuarto se llena de olor a tierra húmeda.
A mangos en sazón, a secreciones.
Indigente
McDonald’s, el estacionamiento.
Aves negras se apiñan en los postes.
Hojas secas, polvo de tormenta,
y trozos de periódico
giran alrededor de sus chanclos.
Él no sabe de presagios de inclemencia…
Escancia agua de lluvia de una lata
y devora mugrientos
chicken nuggets.
El hacedor
Todo lo dispone un hombre.
Uvas en el jardín,
corchos, copa de vino.
Todo por causa de un hombre.
Un corcho se adormece
al lado de unas uvas.
Todo por causa de un hombre.
El corcho erecto roza una uva;
ella exuda almíbar y se pudre.
Todo lo dispone un hombre.
En el recogedor hay residuos de uva,
y un corcho agujereado que gotea.
Tentación
Tarde en la noche va por las esquinas.
Hay un atajo, un cosquilleo, dos rejas.
Una entrada. Vacila, se devuelve.
Hay un gato, una puerta sin cerrojo.
Adentro un corredor, grutas de helechos.
Una gradilla en caracol aguarda.
Desde el fondo retozos, unas risas.
Un atisbo de carne y musgo dulce.
Los pies ciegos se apuran y tropiezan.
Se desploma. Se lo traga el vacío.
Abajo solo tablas, lozas, piedras.
Una herida en la sien, raspones, nadie.
Apocalipsis
El cielo era brasa en extinción,
humo y ceniza, sedimento negro.
Todos corrimos por la tierra oscura,
tratando de atrapar la chispa que caía.
Hogar, dulce hogar
Chimenea de ladrillo enfrente.
Un plumero de humo
ensucia la luz blanca.
Desidia de las horas;
la lluvia ahuyenta al sol.
Una horda de cuervos
se apiña en una palma seca.
Nirvana adentro.
Habitación azul
que la tarde difumina.
Tufillo de estofado.
Los platos en la mesa.
La mugre en la basura.
Espiga de un anturio
y pétalos de orquídea
en el espejo.
En el recogedor,
dos moscas picotean
un cadáver de uva.
Desechos
Un canasto de frutas, trozos de poda de árboles,
pañales desechables, cartuchos y botellas, flores
muertas, montones de chatarra, conchas de caracol,
harapos y colillas, estropajos, bolsas con enlatados,
clavos de zapatero, papeles de frituras, jeringas,
llantas, asientos sin respaldo, muñecas sin vestido,
títeres, lienzos, óleos…
Un montón de basura en una casa.
Un hombre sale por la chimenea de la pocilga,
un caballo se abreva en el retrete.
Restos
La garza
avizora la orilla
Las patas atoradas en el lodo,
restos de la resaca esta mañana.
Un árbol descuajado de raíces,
manchas de cuarzo, cobre diluido
sobre los charcos y la arena negra.
La casa derribada por las olas
ahora se recuesta entre bazofia.
Unos tablones quedan, un martillo,
una efigie de bronce, dos pantuflas,
la tapa de un retrete, unas heces,
gemidos de una perra, viento helado.
La garza
me avizora.
Espejismo
Un tumulto de espigas de colores
que brotaba en la dermis de la tierra
fue el sueño de un terreno baldío.
Cucarachas
I
En una grieta
se agita
una pata contusa.
Minúsculo recuerdo
del paraíso.
II
La cucaracha,
golosina crocante
entre las fauces del gato.
Cosas de patos
A las seis caminamos
por los alrededores de la casa.
Anochecía, fuimos hasta la acequia.
Dos patos moscovitas en el pasto
miraban hacia el agua verdosa del canal.
La pata, con un pañolón blanco
alrededor del cuello, era hermosa y rolliza.
Tenía el pico de un escarlata oscuro.
El pato junto a ella, cabeza y copete rojo, parecía un pariente del gallo.
Me arrimé despacito para mirarlos bien.
Los patos moscovitas eran pareja,
tal vez por la estación
en que ventea frío,
tal vez para cuidar
una camada de paticos. Los patos me miraron
con sus ojos inmóviles de ave. Quise fotografiarlos,
cuchichearles una zalamería,
tocar sus plumas,
pero ellos volaron asustados.
Se echaron a las aguas del canal.
Yo veía la estela blanca que dejaron,
pensando en qué se siente al ser un pato.
Los patos otra vez
Me gustaría que hubieras visto esa familia de patos en la yerba,
cerca a los apartamentos viejos, al olor rancio de la bahía.
El macho grande y negro miraba alrededor, nervioso.
Justo cuando llegué, la hembra abrió las alas cariñosas.
Sus hijos picoteaban entre hojas de pasto amarillento.
Por tres días habían anunciado la llegada de un huracán enorme.
Los patos se veían inquietos, algo flotaba entre los matorrales.
Los paticos distraídos buscaban bichos, gusanos en la tierra.
El huracán llegó al amanecer. Los patos se habían ido.
Creo que escuché graznidos, batir de alas frenético.
Los patos vivían en campo abierto, su casa era la hierba.
El vendaval tal vez los arrastró lejos.
Quizás el padre huyó graznando, perdido, y la madre buscó a sus hijos entre lodo y árboles derribados.
Esos patos me hicieron recordarte cuando vivías allá, en la casa pequeña junto al río,
cálida, compacta, de ladrillo, pero tenías miedo cuando llovía, como un pato indefenso a la intemperie.
Ahora ya no te asustan ni el viento, ni la lluvia.
El huracán no llega hasta tu cofre de cenizas.
© Imagen de portada: Ximena Gómez.
Sobre la autora:
Ximena Gómez. Nació en Colombia. Es poeta, traductora y psicóloga. Su poesía se ha publicado en Nueva York Poetry Review, Círculo de Poesía, La raíz invertida, Baquiana, Álastor, Suplemento Realidades y ficciones, El Golem, Nagari y Conexos entre otras; traducida al inglés en Nashville Review, Sheila-Na-Gig, The Laurel Review, Cagibi, The Wild Word, World Literature Today y Interrim. Es autora de los poemarios: Habitación con moscas (Madrid: Ediciones Torremozas, 2016), Último día / Last Day (Weston: Katakana Editores, 2019), y Cuando llegue la sequía (Madrid: Ediciones Torremozas, 2021). Es la traductora de Among the Ruins / Entre las ruinas, de George Franklin (Weston: Katakana Editores, 2018), de Brown Girl Dreaming, de Jacqueline Woodson (Miami: Penguin Random House Group – Vintage Español, 2020) ganador del National Book Award y co- traductora de 32 Poems / 32 Poemas de Hyam Plutzik, candidato al premio Pulitzer (Miami, Suburbano Ediciones, 2021). Reside actualmente en Miami, Estados Unidos.
Magali Alabau
Magali Alabau. Poeta. Nació en Cuba y reside en Nueva York desde 1968. Estudió teatro. Ha publicado entre 1986 y 2016 nueve poemarios.