Aunque todavía a esta hora el diario oficial La Abuelita, del destartalado Partido Comunista, no haya procesado la información que brindó la semana pasada el Noticiero estelar a mandíbula combatiente, en voz del Presidente de la República Desarmada —el “hombre nuevo y fuerte” del inclasificable órgano político—, Mario Miguel Díaz-Canel Bermúdez; aunque todavía no haya dado su versión acerca de la última decisión del Gobierno Involucionario y su flamante Consejo de Ministros sobre otra toma de decisiones “para poner freno” —aunque sea momentáneo— al acuciante tema del fondo habitacional del país, que con tanta acumulación ha causado más perplejidad que los sucesivos derrumbes, la noticia ha revelado interesantes intersticios y generado comentarios.
Semejante anuncio contempla, cual descascarado plan de medidas populistas, “el traspaso paulatino y ordenado” de inmuebles institucionales que hasta ayer fueron negados a entregarse al soberano sin techo, a pesar de sus inutilidades demostradas y pataletas del vulgo.
El polémico espacio desinformativo de la televisión, que ha devenido humorístico, aderezó con imágenes retocadas de edificaciones variopintas de la capital, un adelanto de lo que probablemente comenzará a ser, quizá en breve, la remodelación de habitáculos divisibles con lo que aparezca, los cuales se repartirán —Dios sabrá con qué prioridad machetera— entre los más urgidos y sus familias chillonas, quienes sin duda amenazarán con sumarse al descontento “impopular” que hoy sale a las calles y redes inalámbricas a, sin miramientos, alambrarse.
Cualquier inmediata impericia que cometa la clase gobernante puede convertirse en detonante de un estallido social: el que a todas luces ellos prevén, temen, y luchan por evitar.
La carencia de perspectivas para alcanzar un hogar decoroso, la insalubridad que enseñorea los entornos sociales, sumada la falta de interés en cumplir una de las primeras promesas vociferadas por el marchito comandante con lo que fuera su Ley de Reforma Urbana (gestada el 14 de octubre de 1960, pero que desde marzo de 1959 ya había tenido visos plausibles, como la rebaja del 50 % de los alquileres republicanos), componen el cóctel perfecto para obligarlos a asumir tan desesperada cesión de antiguas propiedades.
Un porcentaje escandaloso de ciudadanos comunes, ignorantes de los continuos trasiegos gubernamentales, desconoce —porque jamás lee nada, ni le importa— que existe una paginilla del Consejo de Estado que “informa” sobre estas y otras cuestiones.
Hace apenas dos meses, en una “reunión de trabajo”, el mismo funcionariado sometió a debate el problemazo, concluyendo con la patriótica encomienda de toda la vida: “seguir adelante, incansablemente”, reafirmando el legado castrista de mentir sin pudor hasta lograr convertir tal espejismo en concreta realidad —y si de concreto, mejor— como las jetas.
El primer párrafo que resume ese encuentro virtual sostenido con los 15 mandatarios provinciales, resulta cuanto menos proverbial, por no decir genial:
“Cuba entra al tercer año de la Política Nacional de la Vivienda. Es una ambiciosa pero realizable meta —si se hacen las cosas como se deben— que ha de permitir resolver en una década los déficits habitacionales acumulados en el tiempo, que impactan en negativo en el ámbito social y económico del país. En su primer bienio, los resultados son loables”.
Es el estilo de todos los informes que en ese sitio reposan. O yacen, como restos.
“El humanista programa de subsidios para la construcción de viviendas, en especial el levantamiento de cédulas básicas habitacionales (CBH), sigue siendo el talón de Aquiles de la Política, y no solo por los números (los incumplimientos se acumulan año tras año, y son grandes), también porque está dirigido a favorecer a las familias vulnerables”.
En ninguno de estos informes aparece reporte del entramado constructivo de las Fuerzas Armadas, que regentan el 80 % de las obras “civiles” del país. Por supuesto, las extrahoteleras. Las cifras de tales erecciones de argamasa con cabillas constituyen secreto de guerra. O de Estado (el que está “en guerra permanente contra ese enemigo” que puede llegar a ser él mismo, sin confesarlo).
Yo vivo en Caibarién, un expuerto que circunscribe un “polo turístico” arrasado por el huracán Irma en 2017, y que aún ostenta cicatrices de eventos climatológicos anteriores. Todo lo que aquí se ha erigido en las últimas décadas es obra de esas instituciones armadas hasta los dientes. Y próvidas, además, de materiales que brillan por su ausencia en el sector “no verdolaga”.
No tiene mi ciudad edificios altos y viejos, como La Habana, donde el mal de la destrucción paulatina prolifera en plena manzana; pero sí ostenta medio centenar de familias damnificadas y todavía sin viviendas; 24 de ellas, albergadas en la zona de Dolores, en una antigua ESBEC que reciben agua potable en pipas cada equis días. Nadie sabe cómo se las arreglan para comer decentemente.
A ellas se suman quienes recientemente sufrieron desplomes, y otros casos aislados residentes en viviendas de vecinos o de familiares que les acogieron en la espera infinita.
El patio de materiales de construcción, que hace apenas un año todavía asomaba con algo de esperanza, está más pelado que un ratón de ferretería.
Imagino que el GAE, Gaviota, y la Constructora Militar, mantengan regados por todo el país, al igual que aquí, edificios terminados y cerrados a cualquier protocolo negociador, oxidándose por dentro desde la era prepandémica; edificios que no serán donados a los respectivos gobiernos locales, porque “la inminencia del retorno de los turistas a Cuba” priorizará la entrega de esos inmuebles al personal privilegiado.
¿Quién dijo que la nomenclatura no era generosa y dadivosa?
Cuestionadas las administraciones locales acerca de esta falta de aptitudes y actitudes “comunistas” del monopolio verdeolivo para con su “comunidad” (aún) insiliada, la respuesta, como siempre, ha sido el oprobioso silencio.
Se puede entender que, a falta de razones coherentes con la propaganda, callen.
En Caibarién existen cientos de apartamentos terminados desde hace más de un año que continúan vacíos, aunque la perspectiva del turismo sigue más lejana que nunca. Las calamidades acontecidas en el municipio no han logrado conmover a los generosos generales que mangonean el país anteponiendo superávits y dividendos a los tan propalados discursos de la pacotilla costumbrista.
En Cuba, las intendencias políticas bajitas e intermedias carecen de potestad y recursos legales y morales para demandar, del poderoso ministerio envuelto en el misterio, una migaja que alivie al Programa Nacional de la Vivienda, ese armatoste administrativo que el Estado “revolucionario” propugna como prioridad.
Pero la prensa local —y loca, que jamás prensa—, hasta la verdad más apabullante maquilla con desvergonzada doblez:
“Tras haber cerrado el 2020 con el cumplimiento del plan de inversiones de la Vivienda en el municipio de Caibarién, el objetivo fundamental para el nuevo año será la eliminación de casos provocados por afectaciones climatológicas y erradicar barrios precarios”.
El depuesto Juan Enrique García Aguilar, exdirector de la Vivienda en el municipio, explicó a la radio, en su momento de esplendor falsario, que:
“El Plan de Estado ‘Tarea Vida’ está sustentado sobre una base científica multidisciplinaria que da prioridad al municipio en el tema de la construcción de inmuebles”.
A la sustituta actual de ese funcionario, Isbel Alonso Valdés, le espera la ingente tarea de tratar de solventar lo insolvente. Y reconstruir no solo casas destartaladas, sino la ruinosa fachada de su institución frente a la mirada pública.
Desde que el jefe de las batallas idílicas, el General de Cuerpo de Ejército Joaquín Quintas Solá, entonces viceministro de las Fuerzas Armadas, valorara “la marcha de la recuperación en las provincias de Matanzas, Cienfuegos, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Villa Clara”, para rendirle cuentas a la capitanía sobre lo bien que nos iría todo, los miles de albergados y las afectaciones que tendrían “solución a largo y mediano plazos”, aún esperan porque tal invención les sea claramente revelada.
El inoperante Consejo del Estado y los abyectos ministros de la Cuba calamitosa, suelen soltar perlas como esta en su sitio gubernativo:
Desde el 2012 hasta la fecha quedan pendientes de terminación 12 201 CBH con financiamiento otorgado. Están en ejecución 7 254 en diferentes etapas constructivas, en terminación 2 539 y sin iniciar 4 947. El Presidente de la República analizó que las CBH tienen una concepción progresiva que parte de la construcción inicial, en 25 metros cuadrados, del módulo básico de una vivienda, el que luego puede irse ampliando para elevar el confort y calidad de vida de sus habitantes.
Estas unidades habitacionales generan, además, por concepto de elaboración local de materiales de la construcción, nuevos empleos e ingresos, y permiten levantar más casas. ‘¿Por qué cuesta tanto trabajo terminar las CBH?’, preguntó el Jefe de Estado. ‘Porque no se les dedica el tiempo y el esfuerzo que llevan’ […].
Vivian Rodríguez Salazar, directora general de la Vivienda, del Ministerio de la Construcción, informó que en el año 2020 se terminaron 47 297 nuevos hogares, el 115 por ciento del plan (era de 41 014). El programa estatal se cumplió al 92 por ciento (13 865 viviendas) y el de los subsidios solo llegó al 61 por ciento (7 593 CBH). Por esfuerzo propio fueron inauguradas 25 839 unidades de las 13 632 previstas para el segundo año de la Política.
Para el período que comienza, el plan mínimo prevé 44 652 viviendas a terminar por las diferentes vías. De ellas, 15 872 serán resultado de la labor estatal (además de 7 000 de la Agricultura y AZCUBA); y 12 201 por vía del subsidio, todos aprobados y con financiamiento en las cuentas bancarias de los subsidiados, incluidos los nuevos montos derivados de la Tarea Ordenamiento. En el esfuerzo propio el resultado esperado debe superar las 16 579 nuevas viviendas. El plan de rehabilitación de 2021 prevé 34 759 acciones constructivas, 6 856 por vía estatal y 27 903 por esfuerzo propio.
Sobre la política a favor de la dinámica demográfica, Rodríguez Salazar señaló que de las 28 679 madres con tres o más hijos que demandan acciones constructivas, en 2020 se beneficiaron, por las diferentes vías (financiamiento asignado, subsidios y plan estatal), 5 348 madres, y se culminaron 2 029 acciones constructivas. De forma acumulada se han beneficiado 5 735 madres, incluyendo las entregadas en 2019 (387). Este año se deben concluir o asignar 5 658 inmuebles para este destino.
Con respecto a la recuperación de daños por eventos climatológicos, se informó que de las 3 766 afectaciones de la tormenta tropical Laura, se solucionaron 3 332 (88 por ciento); y de las 757 dejadas por Eta se han resuelto 523 (69 por ciento). De las afectaciones climatológicas en general, en 2020 se solucionaron 20 133. Quedan pendientes 51 619, de ellas: 49 594 derrumbes totales y parciales, 373 afectaciones totales y parciales de techos, y 1 652 afectaciones en hogares de Tipología l”.
El fondo habitacional de la Isla al cierre de diciembre de 2020 era de 3 946 747 viviendas. El 63 por ciento se encuentra en buen estado técnico (2 493 894) y el resto es calificado de regular y malo (1 452 852). Las viviendas catalogadas como en buen estado se incrementaron un 2 %, dicen, mientras que las regulares y malas cayeron en igual magnitud.
De la aprobación de la Política Nacional de la Vivienda (diciembre de 2018) a la fecha, el fondo habitacional del país creció en 121 886 hogares, según el reporte. Mas no aclaran qué fuerzas construyeron esos habitáculos, ni a quienes se les otorgaron.
“Por su ubicación geográfica, el 76 % de los hogares cubanos están en asentamientos urbanos (2 997 437); en zonas rurales hay 949 310. Aunque porcentualmente se mantiene en términos iguales a años anteriores, el mayor crecimiento continúa siendo en la zona urbana. El déficit habitacional disminuyó en 2020; ahora se ubica en 862 879 unidades”.
Una de las “variantes más efectivas” para proveer de viviendas a necesitados es la adaptación de locales en desuso. Es como quitarse de arriba el palo que viene llegando.
Según Osvaldo Fariñas Viera, director Provincial de Planificación Física:
“Para modificar estos inmuebles en viviendas es imprescindible la labor de proyectistas y constructores con el propósito de realizar las transformaciones en el menor tiempo posible, como una alternativa para mejorar y ampliar el fondo habitacional de Villa Clara.
Los locales dan la posibilidad de habilitar muchas viviendas. Tenemos una cantidad considerable de personas afectadas por el ciclón Irma y la tormenta subtropical Alberto, algunos con derrumbes totales y otros casos de albergados en Caibarién, y esta vía sería ideal para minimizar esas problemáticas. Los procesos los radican las direcciones de Planificación Física a las diferentes instancias, desde las municipales a la provincial y al Instituto de Planificación Física, y los presentan para su aprobación a los Consejos de la Administración municipales o provincial”.
Por su parte, Yudí Rodríguez Hernández, Primera Secretaria del Partido en el territorio, “apeló a la conciencia de empresarios y llamó a los presidentes de Consejos Populares a identificar áreas e inmuebles que pueden ser utilizados para este fin, pues por lo general poseen ya una infraestructura vial, eléctrica, redes hidráulicas, etcétera”.
La provincia de Villa Clara tiene un fondo habitacional deteriorado y un déficit de 46 mil 51 viviendas para resolver en diez años, dice el funcionariado:
“Este año, ese déficit debe de disminuir al construirse entre 1 200 y 1 500 viviendas, incluidos todos los programas, entre los que se encuentran los subsidios”.
Los comisarios y camaradas del otrora glorioso Ejército Rebelde (o Revende) tienen la pala. O la palabra.
Galería
Caibarién. Nuevas edificaciones y estado actual del municipio – Galería.
Doble lealtad en la medicina cubana: la mala práctica
Yo también juré convertirme en justicia, también escribí al MINSAP, a la Fiscalía, agoté todas las instancias del escarnioque la burocracia te reserva cuando hay una negligencia médica y tú reclamas. También quise saber la verdad, encontrar sentido, restaurar el orden. Pero no pude.