Erótica primavera

La primavera es erótica.

Los seres humanos se erotizan, las plantas se erotizan, los insectos se erotizan, los topos se erotizan, las piedras se erotizan, los organismos unicelulares se erotizan. 

Todo se erotiza en esta época. Porque la primavera es erótica.  

Erótica.


I

Mis plantas están eróticas en primavera. Entre ellas están eróticas en primavera. Cuando riego mi helecho, el agua se drena por debajo de la maceta y le cae encima a una de las hojas de mi Costilla de Adán. La hoja de mi Costilla de Adán chupa un poquito de esa agua y el excedente lo continúa compartiendo hasta caer sobre mi sábila, que también chupa un poquito, canaliza y deposita en la tierra. 

Tengo otra planta que quiso unirse al trío. Una que traje de Atlixco hace algunas semanas. La puse en una maceta especial, para que creciera a gusto, pero después de cambiarla en varias oportunidades encontré que quería estar sembrada en la misma maceta que la Costilla de Adán. Abrí con mis dedos un hueco en la tierra y metí la planta en el hueco de tierra que abrí con mis dedos en la maceta. Dejé descubiertas unas raíces aéreas y empezaron a acomodarse y a acercarse a la hoja de la Costilla de Adán que siempre recibe el chorrito de agua del helecho. 

Ahora las hojas de mis plantas parece que sacan la lengua esperando a que el helecho les eche algo. Como las riego al atardecer, el agua que suelta el helecho brilla y así yo, como espectadora, observo placenteramente cómo golpea el chorro dorado en la planta verde, cómo se mueve el chorro dorado en la planta verde, cómo se corporeiza el chorro dorado en la planta verde. Eróticas plantas en primavera.


II

Mi jazmín ya comenzó a florecer. Es como si en las noches le brotaran un montón de ubres. Mi jazmín parece una vaca con cientos de ubres. Discontinuamente, comienzan a abrirse las ubres de mi jazmín y con eso algunos insectos vienen y algunos moluscos gasterópodos vienen también a saludarse, enamorados por la briza. Así fue que encontré dos babosas pegadas, sumamente pegadas, disfrutando de la tierra de mi jazmín. Disfrutando de las ubres de mi planta de jazmín. Disfrutando del polen de las flores de mi jazmín. Yo agarré a las babosas pegadas que se retorcían y restregaban juntas. Mientras más se retorcían más me dejaban una cosa viscosa pero satisfactoria en la mano.  

Leí que las babosas podían matar a mi jazmín. Y también leí que si las echaba por las cañerías no morían. Entonces, las tiré por el retrete, a las babosas pegadas, y aun descargándose el baño, y aun dando vueltas, continuaban restregándose juntas, seguramente soltando el líquido viscoso. Sintiendo placer erótico de moluscos gasterópodos en primavera.


III

Mi amiga tiene una labradora. Justo ayer hablábamos y ella me contaba cómo la perra le hacía ojitos a otros perros. Primero los miraba jadeando, con la lengua visiblemente húmeda, luego se daba la vuelta y movía su cola. La mueve rápido, luego la detiene. Luego vuelve a observar al perro. 

Dice mi amiga que los perros miran a su perra también jadeando y con la lengua afuera. Se acercan, se huelen un poco. Dice mi amiga que se siente bien ver cómo se mezcla el pelaje de cada perro. Dice mi amiga que se sentiría bien estar en medio de esos dos pelajes frotándose como mismo se frotaban y restregaban las babosas. O no recuerdo bien si fui yo la que le sugerí a mi amiga que se sentiría bien estar frotándose entre esos dos pelajes. 

O quizás no, porque soy alérgica y para colmo me desagradan los perros. No recuerdo. En todo caso, ambas sentíamos placer al imaginar lo delicioso que suponía para los perros estar envueltos en tal suavidad, capaz de estimularlos mutuamente hasta comenzar a aparearse. Yo también recordaba a mi conocido el zoofílico. Seguramente él podrá entender la erótica excitación primaveral de los perros.


IV

En primavera mis vecinos de enfrente comienzan a dejar más y más sus cortinas abiertas. Los veo desnudarse cada noche. 

Son dos ancianos que tienen la cama justo en frente de la ventana y esa ventana pareciese que se agranda a través de mi ventanal. En primavera la pareja de ancianos disfruta mostrarme sus cuerpos. No es esta la primera primavera en la cual que ocurre. Ya es recurrente, siempre a partir de abril hasta junio. Veo la bata de dormir color blanco perla de la señora. Veo cuando se la pone. El señor se quita los pantalones. No se pone pijama. Veo que a ambos les gusta tener las piernas abiertas cuando ven la tele. Veo la planta de sus pies. Veo todo. 

Bajo esa actitud, un poco voyerista, veo todo desde mi ventanal, donde está mi mesa y donde está mi silla. Los ancianos saben que yo veo todo porque ellos, igualmente, me ven a mí. Saben el tiempo nocturno en donde me siento en mi silla. Saben también que ahí fumo habitualmente y saben que siempre apago las luces y dejo una lámpara prendida. Ellos saben que los observo, que descaradamente los observo, pero asumo que en sus vidas no hay momento más erótico que este que les acontece, en la primavera, conmigo. 

Mi intención primaria con esta Pinky Filosofía era reflexionar sobre el sentido capitalista de la erotización de la primavera. O contrastarla con el verano, que es para mí la estación del deseo. O hablar sobre cómo renace todo en esta época. O sobre cómo intuyo, siempre, que la primavera tiene cierta relación con la pedofilia. Pero luego me concentré en estas cuatro situaciones, en estos cuatro fenómenos, en estas cuatro experiencias y las (re)percibí tan bien, y las (re)vivítan bien, y las (re)sentí tan bien… Y en este erótico estado mío prefiero quedarme un rato más. Así que guardo la pedofilia, el verano y la biología para próximas entregas. 

Y me detengo justo aquí.


© Imagen de portada: Ana Silva.




mike-un-gallo-sin-cabeza

Un gallo sin cabeza

Amanda Rosa Pérez Morales

El gallo Mike se hizo muy famoso, y su dueño se hizo muy famoso. Recorrió Estados Unidos siendo expuesto junto a otros animales particulares, hasta que dieciocho meses después murió en una habitación de hotel.