Un gallo sin cabeza

Yo no sé si ustedes conocen sobre Mike, el gallo sin cabeza.

Por si acaso, las voy a contar.

En los años cuarenta un granjero le cortó la cabeza a un gallo. 

Un – gallo – que – aún – no – conocía – el – sentido – de – su – ser – en – el – mundo.

El granjero agarró uno arbitrariamente, lo puso en un tronco, lo sujetó por la parte inferior del cuello, levantó el hacha y le desprendió la cabeza. 

Pero…

El hacha no alcanzó la yugular del gallo, lo cual provocó que quedaran intactos un oído y casi todo el tronco encefálico. Esto trajo consigo que el gallo no muriera, sino que continuara vivo. Vivo sin cabeza.   

Desde ese momento el gallo, que solo era un gallo, dejó de ser solo un gallo y pasó a ser Mike, el gallo sin cabeza. 

Mike – encontró – su – ser – en – el – mundo – que – era – ser – Mike – el – gallo – sin – cabeza.

Para no dilatar mucho la historia, el granjero se dio cuenta de que Mike podía vivir sin cabeza. Él y su mujer lo alimentaron con un gotero. Le daban agua, le daban leche, le daban granos de maíz introduciéndoselo por el cuello cortado. Luego de eso, el gallo Mike se hizo muy famoso, y su dueño se hizo muy famoso. Recorrió Estados Unidos siendo expuesto junto a otros animales particulares, hasta que dieciocho meses después murió en una habitación de hotel.

Toda una muerte de estrella de rock, gallo Mike.

No sabemos si el gallo Mike sufría o no por la falta de cabeza (porque, ¿de qué manera podemos saber lo que siente un gallo?), pero lo que sí quedó registrado fue que comprendió la gravedad sin necesidad de una cabeza. 

También, lo que quedó registrado fue que podía subirse en perchas bastante altas sin perder el equilibrio. 

También, lo que quedó registrado fue que, debido a la falta perceptiva de la luz, su canto era poco vigoroso y fuera de los horarios habituales. 

También, lo que quedó registrado fue que el gallo Mike movía habitualmente el pedazo de cuello que le quedaba como si estuviese picoteando o acicalándose. 

También quedó registrado que, durante los dieciocho meses que Mike estuvo sin cabeza, todo el mundo salió en busca de gallos en pos de decapitarlos. Todo el mundo quería un gallo sin cabeza en su casa. Un gallo que no solo fuera un gallo, sino que fuera un gallo particular. Un gallo especial. No un gallo al que hay que inventarle algo interesante, sino un gallo capaz de demostrarle al mundo que andar con cabeza no es definitorio. ¡Qué cosa tan bonita, qué cosa tan poética, qué cosa tan profunda!

A mí esta historia me impactó mucho cuando era niña, entre otras cosas porque 1): me daba mucho miedo la película del jinete sin cabeza, 2): porque yo tengo el cuello largo.

Largo como el de un cisne.

Largo.

Largo como el de una jirafa

Largo.

Largo como el de un ganso.

Largo.

Largo como el de un gallo.

Largo.

Entonces, mi conclusión en aquel entonces fue la siguiente: si un gallo puede sobrevivir sin cabeza un tiempo, eso significaba que el jinete sin cabeza podía sobrevivir un tiempo (lo cual me atemorizaba), pero igualmente significaba que yo también podía sobrevivir sin cabeza un tiempo (lo cual me hacía sentir más segura, en caso de que el jinete sin cabeza me alcanzara). 

También mi conclusión fue que, seguramente, si el hachazo no agarraba la yugular, todas las aves de la tierra podrían vivir sin cabeza. Lo cual me hizo, finalmente, concluir que tener cabeza no era algo tan necesario, para algunos. 

Durante todos estos años he tenido que cargar con mi cabeza. Diariamente he debido cargar con mi cabeza. Cada minuto estoy yo con mi cabeza. Una mano, otra mano y entre ellas, esa estructura ovalada llena de incomodidad. He comprendido que es necesaria para el equilibrio gravitacional bajo el cual vivo. He comprendido que hay que cuidarla. He comprendido que ese es su lugar. Pero, me pesa tanto la cabeza… me pesa tanto… me pesa innecesariamente tanto… 




Jean-Luc Nancy

La extrañeza (I): La muerte de Jean-Luc Nancy

Amanda Rosa Pérez Morales

Jean-Luc Nancy (1940-2021) me ayudó a darle forma y estructura teórica a ciertas intuiciones que ya me rondaban: exilio y existencia comparten el mismo prefijo y se vuelven conceptos hermanos.