I
Estoy segura de que en mi departamento han matado a alguien.
Y si no mataron a alguien, mataron a algo. Esto lo digo porque el piso de mi departamento huele a sangre.
Lo comento por lo siguiente: el otro día dediqué dos horas de mi tarde (mis únicas horas libres de la tarde) a olerlo. Esto pasó porque me dolía la espalda y tenía calor. Entonces, decidí acostarme en el suelo para que se me aliviara el dolor de la espalda y también para que se me pasara el calor. El suelo estaba fresco. Andaba mirando al techo, pensando, cuando me llegó el tufo. El tufo a sangre.
II
Yo tengo un olfato bastante desarrollado, a pesar de tener alergias bastante fuertes.
Bastante al cuadrado en una estructura dual.
Difenhidramina, loratadina, fexofenadina, cetirizina, chingo de pastillas en cóctel han hecho que yo tenga el superpoder de olerlo todo profundamente. Por ejemplo: yo sé cómo huelen, específicamente, cada una de mis plantas. Y sé también, específicamente, cómo huelen mis plantas cuando tienen plagas. Y sé también, específicamente, cómo huelen mis plantas si tienen mosca blanca, pulgón o araña roja. También puedo, a través del olor, darme cuenta de si un vaso con agua lleva mucho rato con esa agua. Puedo oler el polvo en el agua. Puedo sentir la vejez del agua. De alguna forma, la adicción a los antihistamínicos funciona como catalizador de mi superpoder.
Oh yes, oh yes.
III
Cuando me llegó el tufo a sangre yo estaba boca arriba. Poco a poco me fui volteando hasta terminar acostada boca abajo apoyándome en mis manos, con la nariz pegada al piso. Olía un tanto a cigarro, olía a frío, olía a líquido ambientador, olía también un poco a mi aliento porque mientras olía el piso, exhalaba el aire. El aire de mi boca chocaba con el piso y volvía a mi nariz. Un loop. Pero, entre todos esos olores, pude distinguir el olor a sangre. Y no cualquier tipo de sangre, sino a sangre ya coagulada.
IV
La sangre tarda en coagularse de diez a trece segundos. Por lo menos eso demora una sangre estándar. Una sangre regular. Si la sangre demora más en coagular significa que posiblemente tengas problemas hepáticos, o que tomas anticoagulantes, o que tienes niveles inadecuados de proteína, o que tienes una válvula cardiaca mecánica. Si la sangre coagula demasiado rápido puede ser debido a atracones de alimentos con mucha vitamina K, o al uso de medicamentos con estrógeno.
Esto no tiene que ver mucho con la historia, pero lo comento porque es necesario saber el tempo de nuestra sangre para saber el tempo de nuestra ira.
V
Puedo oler cuando va a llover. Pero puedo olerlo desde mucho antes. También, puedo oler la ceniza del volcán antes de que le dé por echar fumarola. Sé a qué huelen los dedos de varias personas que trastean mi celular. Después de que lo agarran, puedo oler que la pantalla huele a los dedos de otros y no a los míos.
VI
El olor a sangre del piso me recordó el olor a sangre en el piso de algunas casas en La Habana, donde se hacían ceremonias de santería. La sangre del animal se limpia, pero muchas veces enjuagan la colcha de trapear en la misma agua, todo el tiempo. Eso hace que se quede el piso un poco pegajoso, con un poco de olor a perfume (porque muchas veces, según he visto, le echan perfume al agua) y, por supuesto, con olor a sangre.
Yo siempre sabía cuándo, en mi casa de La Habana, mi mamá había tenido alguna actividad religiosa porque así olía el piso. Podía oler la sangre coagulada de un carnero al que desangraron. Podía oler su sangre y la sangre de la paloma, y la sangre del gallo, y la sangre de la gallina a los que le cortaron la cabeza.
VII
Empecé a gatear por todo el departamento, con la nariz pegada al piso. La intensidad de los olores cambiaba bastante. En el estudio huele también tenuemente a cigarro, pero predominantemente a tinta de tatuajes. En el piso de la recámara huele muchísimo a polvo y a perfume. Estos lugares no tienen suelo con olor a sangre. La sala y la cocina sí. ¿Por qué en la sala, por qué en la cocina?
VIII
Definitivamente, habían arrastrado algo ensangrentado por ambos lugares.
IX
Pero lo que no podía (ni puedo) distinguir es si ocurrió en la cocina y lo arrastraron hasta la puerta para sacarlo, o si ocurrió a la inversa.
X
Tampoco sabía si la inquilina anterior había comprado un pedazo de carne que goteó sangre hasta la cocina.
XI
Pero le escribí a una vecina para contarle y me dijo que la chica que vivía anteriormente aquí era vegetariana.
XII
Extraño.
XIII
Cuando llegó mi esposo me agarró oliendo el piso. Lo invité a que lo oliera conmigo para que entendiera. Obviamente no quiso. Él no cree en mi poder olfativo. Dice que yo me invento todo eso. Dice que lo que ocurre es que soy muy audaz y que, por ello, esos olores que digo concuerdan. Dice que ya sé desde antes lo que pasa y que luego solo agrego la cuestión de que lo olí. Dice que yo vivo en un universo simbólico y conspiranoico donde siempre ocurren cosas. Pero dice que eso está bien, que él también vive en ese mundo, que por eso somos doctores en filosofía.
XIV
Al final olió el piso y dijo que no olía a sangre. Eso es porque él no tiene un olfato desarrollado como el mío. No toma antihistamínicos. Se sentó conmigo y me preguntó que si quizás no era posible que el piso pareciese que huele a sangre debido a que hasta el día anterior estuvimos viendo Game of Thrones y en Game of Thrones hay mucha sangre.
XV
Qué interesante enfoque. Podría ser. Esa serie está sangrienta.
XVI
De ser correcta la hipótesis de mi esposo, entonces la cosa se volvía aun más interesante. Significaba pasar de lo detectivesco a lo fenomenológico.
XVII
Nunca pensé ver una serie como Game of Thrones. Debo reconocer que es fascinante: una reconstrucción de la Ilíada, desde la fantasía épica.
XVIII
De ser correcta la hipótesis de mi esposo estaríamos entonces hablando de cómo un fenómeno de la conciencia (provocado por un estímulo exterior) puja hasta hacer cierta simbiosis con los fenómenos del mundo de la vida. De ahí que parezca que lo que solo está en nuestra conciencia tiene una extensión bastante fuerte en este otro plano de lo real. Que hay una correlación inquebrantable. Clásico esto en filosofía. Interesante en la psicología. Podría parecer que, si no comprobamos los criterios de verdad de la relación entre el objeto fenoménico de la conciencia y el objeto fenoménico del mundo de la vida, entonces estaríamos locos.
XIX
Y locas y loques… porque la inclusión.
XX
Pero yo apoyo la idea de ciertos grados de existencia en todos los fenómenos, se den o no en el mundo de la vida. No podemos hablar de un mundo de la conciencia y un mundo de la vida. No vivimos en dos mundos. Vivimos en uno solo con una abrumadora multiplicidad de dimensiones. Eso significa que incluso las hipótesis y las cosas más extrañas continúan existiendo, a pesar de ser lógicamente falsas. Y en esa falta de verdad muchas veces es donde se encuentran las buenas ideas o las verdaderas verdades. Lo cual significa que, pese a todo, es probable que en mi departamento algo se haya muerto, o se haya desangrado, o se haya herido. En algún momento, algo acá se esparció de la sala a la cocina o de la cocina a la sala. Algo que estuvo más de trece segundos ahí porque huele a sangre coagulada.
XXI
—¿Entonces tú dices que aquí, posiblemente, hubo un asesinato, o algo se desangró, o hubo un accidente sangriento? —preguntó mi esposo.
—Sí —respondí yo.
—Pero no dejas de reconocer que quizás fue una proyección de un fenómeno de tu conciencia, provocado por Game of Thrones —afirmó mi esposo.
—Exactamente —respondí yo.
—¿Entonces quiere decir que todo es posible porque todo tiene un nivel de existencia, aunque sea una mera probabilidad? —preguntó de nuevo mi esposo.
—Es correcto —respondí.
—¿Esta suposición tuya es igual a la teoría que tenías respecto a que había un problema estatal con la venta de cocos en México porque ya no vendían tanta agua de coco? —preguntó mi esposo.
—Podría ser —respondí yo.
Y ahí mi esposo me miró de la misma forma en que me miran mis padres y mis colegas cuando les hablo de estas cuestiones.
XXII
Soy una persona incomprendida con un superpoder olfativo. Y, digan lo que digan, he descubierto un posible crimen.
© Imagen de portada: Markus Gjengaar.
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