Israel Rojas y su grupo Buena Fe nunca me convencieron. Demasiado nacionalismo, demasiadas vestiduras rasgadas, demasiado doble sentido en las letras de sus canciones para terminar destapándose como lo que son ahora: esbirros.
Es que ese actuar ya lo vivimos demasiadas veces. Eso de cantar con el puño apretado en el pecho como si la patria se te estuviera muriendo entre las manos, con las venas del cuello a punto de explotar y los ojos llorosos por esta nación que tanto dolor ha sufrido…
¡Qué va! Mucha pantomima. Imposible que pudieran convencer a alguien. En cambio, sí confundieron y controlaron a toda una generación. Y lo hicieron bien.
Porque eso es lo que hacen los camaleones como los del grupo musical Buena Fe: hacerle creer a la juventud que están de su parte, que son la misma sangre, que ellos también son contestatarios y cantan en contra de la dictadura que nos ha subyugado. Porque así fue como lo hicieron esos esbirros.
Y ya no solo hablo de Israel Rojas, sino de otros tantos músicos y artistas cubanos, cuando tuvieron que tomar partida a favor de la Revolución mientras esta golpeaba y tiraba con armas de fuego al pueblo durante el estallido social del 11 de julio de 2021.
El mismo Israel Rojas y su compinche, Yoel Martínez, quien funciona en el grupo como una especie de jarrón chino, declararon que estaban listos para coger los palos y golpear a cada cubano y cubana que alzara su voz contra la dictadura comunista que rige en Cuba país desde hace más de sesenta años.
Así son estos rayadillos que tuvieron dormida a toda una generación con letras rancias que no llevaban a ningún lugar; sobre todo, a los jóvenes universitarios, que son los que más sufren la doctrina comunista mientras crecen.
Serio, yo nunca caí en el juego de esos esbirros. Ni en el de ellos; ni en el del trovador Raúl Torres, quien es ahora un candil lleno de barro tirado en alguna parte de la cochiquera donde se revuelcan los músicos que tanto se han burlado de este pueblo. Raúl Torres, quien pudo ser músico sagrado de la cubanidad, ahora es solo es una sombra permanente para burlarse de ella cada vez que alguien hace una búsqueda en YouTube.
Y es que esta es también una de las prácticas represivas y sistemáticas que comete la dictadura cubana: fabrican artistas revolucionarios, agentes dormidos que en algún momento van a activar cuando la situación se ponga crítica, como ha venido sucediendo en Cuba en los últimos años.
Así despertó del letargo Israel Rojas y su grupo Buena Fe para ponerse de parte de los órganos represivos de la dictadura, declarando que sus seguidores, los que siempre amaron su música, los que llenaron sus conciertos, son anormales porque malinterpretaron sus letras. Dejando claro que nunca cantaron sobre un posible cambio en Cuba, nunca sobre la libertad, sino que mantuvieron contenida a la juventud con un mensaje ambiguo, mientras aprovechaban y viajaban a Estados Unidos porque el intercambio cultural había que aprovecharlo.
Entonces, ¿cabría preguntarse qué clase de comunista es Israel Rojas, que aún patalea porque no lo dejan entrar en Estados Unidos? ¿Acaso ese país no es el gran enemigo que quiere destruir a Cuba? ¿Cómo Yoel Martínez, siendo un verdadero revolucionario que quería golpear con palos a los manifestantes del 11J, permitió que su hijo naciera en un hospital del capitalismo cruel y salvaje?
¡Así de grande es la doble moral con la que se manejan estos supuestos artistas! Mucho rencor, resentimiento, envidia y avaricia debe haber en el corazón de estos músicos para transitar del arte a la mediocridad, de los aplausos a la chivatería, de las canciones a la represión.
Asimismo, Arnaldo Rodríguez y su Talismán, por ejemplo, además de no dejar que “se apague la lucecita”, también ha participado en actos de repudio contra opositores a la dictadura. Imaginen el tipo de persona que hay que ser para formar parte de tal atrocidad, sobre todo teniendo en cuenta que este es un acólito que usa las redes para defender la Revolución. O sea, además de músico, es ciber-claria.
Por otra parte, no hay forma en que se pueda entender la transición política en los discursos aparentemente irreverentes y hasta disidentes de artistas como Virulo o Eduardo del Llano —este último no es músico, sino cineasta.
Se sabe que en Cuba el miedo es un factor clave a la hora de entender el país. Pero a Eduardo del Llano lo conocí, trasnochamos, bebí con él, jugamos a las películas, dirigí el making-of de uno de sus cortometrajes y puedo asegurar que él no era esa ciber-claria que ahora chapotea en las redes sociales buscando atención. Al menos no lo era delante de mí, porque en el fondo el represor nace así, servil y canalla.
Pero cuando Eduardo del Llano declara que a las personas que se manifiesten en Cuba hay que entrarles bien duro y caerles a palo para ver si dicen que Cuba es una dictadura de verdad, entonces el agente del G2 siempre estuvo ahí, dentro de él, esperando que la situación del país cambiara para poder soltar las mezquindades que ahora suelta.
Lo cierto es que la Revolución cubana no tiene salvación y el cambio hacia la democracia va a llegar sí o sí. Habrá que ver si estos artistas pasarán de chivatos a cocineros, y entonces Israel Rojas saldrá a declarar que estaba confundido y el anormal era él y no su público. Y que está arrepentido. Aunque lo dudo. Como dicen, la cabra siempre tira para el monte.
El acuartelamiento de San Isidro como comunidad emocional
El acuartelamiento significó una auténtica sacudida para todos. ¿Qué provocó semejante nivel de identificación con nuestra situación? ¿Por qué no se había dado antes un fenómeno como ese? Son preguntas que permanecen para el futuro.