Gueto a la cubana (VI y final)

22 de abril, 7:30 a.m. Estoy en una cola para vegetales. Aún no abren el puesto, pero ya hay más de cincuenta personas a la espera. Este lugar es céntrico y, además, suele estar bien surtido.

Todo el mundo tiene su nasobuco. Habrá quien lo retire para fumar o se lo quite un rato para respirar, pero en verdad hay disciplina en eso. 

La distancia en la cola es otra cosa: no se guarda correctamente y la gente conversa en grupos, como si la mascarilla fuera un accesorio requerido en una reunión social.

Veo una gata pequeña que juega sola en la acera; tiene tres colores: blanco, gris y mostaza.

Sube a un arbusto cercano a mí como si la persiguiera un enemigo feroz. Luego se tira al suelo, da saltos, caza moscas en el aire.

No puedo evitar reírme. 

Me acerco y la llamo. Ella me mira sigilosa y luego me ignora. Insisto. Entonces, como quien me hace un favor enorme, viene adonde está mi mano y se deja acariciar; es suave y cariñosa, ronronea.

Hay una señora detrás de mí en la cola que reacciona violenta:

—Suelta ese gato sucio, chica, ¿tú no sabes que eso transmite el virus?

No la miro. Finjo que no la escucho. Cargo a la gatica y la dejo dentro de la que parece ser su casa.

Así está el mundo. 

Reina el caos.


Gueto a la cubana - Adriana Normand

En la Florida y en Australia ya han abierto algunas playas. En Dinamarca han vuelto a funcionar los salones de tatuajes. En Alemania ya usted puede visitar ciertas librerías.

Hoy el director de la OMS ha dicho que lo peor de la epidemia está por venir. 

Por su parte, Bernard-Henri Lévy nos recuerda los números de la gripe de Hong Kong de 1968 y de la gripe asiática entre 1957 y 1958. Dice que ya nadie se acuerda de ellos, que ahora estamos demasiado pendientes a las estadísticas de la COVID-19.

Hay quienes reclaman en las calles su “derecho a la libertad de movimiento” y prefieren que se levanten las medidas restrictivas. 

En Matanzas, Cuba, han llenado la ciudad de advertencias sanitarias, entre las que se encuentran no tocar a las mascotas.

¿Qué hacer? 

¿Qué defender?

La excesiva información ha generado que ya mucha gente rechace cualquier mención al virus, que se vayan ablandando también las medidas de protección individuales.

Pasada la histeria inicial, en la que no se sabía nada, hay quienes piensan ya que son invulnerables, que lo peor ha pasado.

También hay quien escoge dejarse llevar por todo tipo de teorías no probadas, como la de que los animales propagan el virus o que el té con limón puede evitar el contagio.

Tanta tecnología e informatización para nada. Para que la gente siga inmersa en una mentalidad mágico-religiosa a niveles preocupantes.

Cada vez que me mandan una de esas cadenas de oración por Messenger, me pongo de mal humor. Me da pena con mis amigos creyentes genuinos, pero estoy harta de superficialidades.

Las redes se llenan todos los días de esas imágenes de esperanza y amor, y yo no puedo evitar pensar entonces por qué aún hay tanta desigualdad, por qué la comida no alcanza para todos, por qué los respiradores son selectivos.

En un mundo no muy lejano no habrá gobiernos. Como en los escenarios más crueles de la ciencia ficción, gobernarán las corporaciones. Creo que serán aquellas que tengan en sus manos la salud y la mejora de la calidad de vida.Por suerte no estaré yo para verlo.




Gueto a la cubana (V) - Adriana Normand

Gueto a la cubana (V)

Adriana Normand

La enfermedad nos lleva siempre a la verdadera naturaleza de la existencia, que es la soledad. Por hacernos acompañar somos capaces de organizar toda nuestra vida. Hasta el más desahuciado de los seres tiene un asidero; abandonarlo significa, por lo tanto, haber perdido toda esperanza.