Julita Osendi y el racismo de perfil

El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
Antonio Machado

El pasado 17 de abril Diario de Cuba publicó un breve artículo sobre un robo que había sufrido la periodista cubana Julita Osendi “en pleno malecón habanero”. 

En su muro de Facebook, Osendi afirmó que fue “terrorísticamente asaltada” por un “negro como el ébano” que “vestía muy bien […] ¡vaya! un dandy!”. Y concluyó que no se podía salir a la calle, “menos una mujer de la tercera edad,” porque ni siquiera era posible contar con el auxilio de las autoridades.[1]

La detallada descripción del ladrón era necesaria, desde luego, para las autoridades responsables de localizarlo. Pero, en Facebook, esa descripción es un ejemplo clásico de construcción de un perfil racista.[2]

Si el individuo en cuestión hubiera sido un blanco, no era imposible, pero sí bastante improbable, que Osendi mencionara su raza; menos aún que dijera “blanco como la leche”, la nieve o el marfil. 

De modo que, incluso antes de que el delito ocurriese, y aun si no hubiese ocurrido en lo absoluto, bastaba con que el sujeto fuese “negro como el ébano” para que esto lo convirtiera en sospechoso. 

Su negritud extrema, total, anunciaba —por así decirlo— sus antecedentes penales. En efecto, según la periodista, ella y Sadi —su acompañante— habían estado “todo el tiempo atentas a las mochilas”. 

El sujeto en cuestión estaba sentado en el muro y, de improviso, le arrebató el móvil, su “herramienta de trabajo”. 

En Facebook, esa descripción es un ejemplo clásico de construcción de un perfil racista.

Del relato de Osendi inferimos que el robo del móvil —sin dudas un delito, una fechoría— ocurrió de manera rápida y sin forcejeo: “Y el veloz corredor, cual campeón olímpico del hectómetro, desapareció”. 

Por eso no tiene sentido lo que comenta en Facebook: “Los estoy saludando por pura casualidad, porque ahora mismo es para que estuviera siendo atendida en un cuerpo de guardia de un hospital”.

Ni tampoco lo tiene, por tanto, que afirme que fue asaltada. Quienquiera que fuese, le arrebató el teléfono, pero no la asaltó. Nada indica que se tratara de robo con fuerza, aunque de más está decir que ella no se lo obsequió. 

Sin embargo, tanto su declaración de haber sido asaltada, como su afirmación de que “este tipo de delincuentes son graduados universitarios en hurto, despojo, robo con fuerza”, subrayan engañosamente la criminalidad como el ébano del negro. 

Aclaro que no estoy negando su derecho a denunciar el delito ni minimizando el impacto personal de la pérdida, pues con el móvil perdió importante material profesional. De lo que se trata es de la intención clara de vincular raza —entiéndase negritud— y crimen, e incluso de exacerbarlo en el demasiado familiar “miedo al negro”. 

La intención clara de vincular raza y crimen.

Como puede verse, en la descripción de “este tipo de delincuentes”, Osendi distingue“hurto”, “despojo” y “robo con fuerza”, mientras establece un continuum entre ellos. No es que el “tipo de delincuentes” a que se refiere esté “graduado” en alguna de esas “especialidades”, sino más bien que es “diplomado” en todas.

Así, uno entiende que la periodista, violentando el lenguaje, recurriera al término “terrorísticamente” para pintar con los colores más negros posibles una violencia cuyo horror es más la creación del prejuicio racista que la exposición de lo que realmente ocurrió. 

Lo irónico e iluminador de este caso es que Osendi no pasó por alto la discriminación a que ella misma —y otras personas de la “tercera edad”— está sujeta, al mismo tiempo que permanece ciega a su propia mirada racista como blanca.

En una entrevista que le hiciera Paquita Armas Fonseca en 2011, Osendi admitió haber sido discriminada: “Obstáculos, presiones, discriminaciones, hasta desprecio hubo… Mucho de esto proveniente de los propios deportistas hombres que se negaban a dar entrevistas ni a comentar nada por ser yo mujer, sobre todo peloteros y atletas de campo y pista”.[3]

Algo que resalta en la mayor parte de las entrevistas a esta periodista —si es que no en todas— son las constantes alusiones al prestigio personal: “Sin embargo, aunque esas nimiedades ni siquiera influyeron en mi decisión de terminar, al Latinoamericano no entro más. Al menos hasta que cambie la Comisión Nacional de Béisbol y a mí se me respete y se me dé el lugar histórico que me gané. Yo no me merezco el olvido, me desecharon”.[4]

La insistencia es notable: “Yo sí soy un referente; y que me digan lo que quieran, no me importa. Soy un referente de la prensa deportiva nacional”.[5]

Una violencia cuyo horror es más la creación del prejuicio racista.

En la entrevista con Armas, Osendi señaló que “hay quien ocultándose en bajezas como escribir a un sitio determinado y escribir un sinfín de cosas quieren demostrar que estás en lo último de la escala social”. Eso es lo que rechaza y —me atrevo a decir— lo que más teme: verse, o que la vean, o que la quieran marginar a lo último de la escala social. 

¿Y quiénes si no los negros como el ébano, los pobres e incluso las mujeres son los que están precisamente en ese fondo, en la nada social? Porque, aunque afirma que es una mujer salida del “pueblo”, resulta que es hija de padre asturiano y lo que “la minoría” no le perdona es que siendo “hija de asturianos pobres” llegara hasta donde llegó.

Pobres, pueblo, y todo lo que quiera; pero el origen español es en Cuba —y esto ganó un peso simbólico todavía mayor gracias a la gestión de Eusebio Leal— el marcador, el referente de la “blancura”. Por eso Osendi insiste: “Si alguien se enorgullece de su origen, esa soy yo”. También por eso se enorgullece de haber criado hijos “decentes”.[6]

Por supuesto, Julita Osendi tiene derecho a reclamar y a exigir el reconocimiento que se ha ganado. Pero, tan importante como esto, resulta señalar también que el hundimiento de esa minoría ninguneada es el pedestal sobre el que se yergue su propio valor humano. 

Se trata de una mirada discriminatoria y racista que no difiere en lo esencial de la del régimen. La “minoría” podría igualmente ser etiquetada de grupúsculo. El otrocualquiera que sea, pierde valor humano en la misma medida en que el que juzga eleva el suyo. 

Así que a estar alertas. Si alguien ve sentado en el malecón a un negro como el ébano, bien vestido, ¡que corra! O mejor, ¡que llame a la policía! ¡Seguro tiene antecedentes penales!




Notas:
[1] “Asaltan a Julita Osendi en pleno Malecón habanero”, en https://diariodecuba.com/cuba/1681762414_46541.html. Todas las citas de Osendi sobre el incidente corresponden a esta publicación.
[2] Profiling, en inglés. 
[3] “Julita Osendi: Una luchadora contra los prejuicios”, en http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/10/09/julita-osendi-una-luchadora-contra-los-prejuicios/
Véase también la entrevista “Julita Osendi: Sigan amándome u odiándome”, en https://alastensas.com/vidas/julita-osendi-sigan-amandome-u-odiandome/. En esta última, Osendi agrega otro tipo de discriminación: “El peor, sin dudas, la desestimación que he percibido tras jubilarme; aclaro, no del pueblo ni de los atletas. La desestimación es en todos los sentidos. No cuentan conmigo para nada. Desde que a mí no me invitaron al juego [de béisbol] cuando vino el presidente [Barack] Obama al Latino, acabada de jubilar, hasta actividades que les dan a las mujeres, hasta no poderme mencionar en el Noticiero Deportivo, del cual soy más que fundadora. Es una subestimación total hacia mi persona” (énfasis del autor).
[4] “Julita Osendi: No me merezco el olvido”, en https://medium.com/revista-alma-mater/julita-osendi-no-me-merezco-el-olvido-60048a1c3b23.
[5] Ídem.
[6] “Julita Osendi: Una luchadora…”, ed. cit. (Énfasis del autor).


© Imagen de portada: Post en Facebook de Julia Osendi.




esperar-la-ausencia-jose-lezama-lima-en-los-70-i

Esperar la ausencia. José Lezama Lima en los 70 (I)

Un Lezama Lima “inmovilizado y perplejo”, al borde de la depresión, el desespero, el pavor: un imposible posible que no alumbrará ‘potens’ alguno, solo dolor y lontananza.

Ernesto Hernández Busto