La diáspora cubana: desterrada, excluida y motor del futuro

Migración, éxodo y diáspora

Antes de 1959, Cuba era destino de migrantes, no emisor. La violenta polarización impuesta después de ese año creó un ininterrumpido flujo de nacionales hacia el exterior que se asentó en países de todas las regiones del mundo, con su núcleo principal en la Florida.Su dispersión global, posterior asentamiento fuera de su país origen y la preservación de rasgos culturales relativamente homogéneos, permiten considerarlo una “diáspora cubana”. Pero se conglomerado humano de millones de personas tiene una singularidad: está compuesta por una gran masa de cubanos excluidos como regla de la vida política y económica nacional, y que solo puede visitar su país natal con un permiso especial o “habilitación” de pasaporte, por un tiempo limitado en cada visita.

Varios éxodos masivos partieron de Cuba hacia Estados Unidos y otros destinos en diversas fechas. Sin embargo, la cifra de cubanos arribados a territorio estadounidense en casi una década (1950-1958) apenas ascendió a unas 50 950 personas. Hoy, viven en ese país más de millón y medio de personas nacidas enCuba. En la ola de los últimos dos años han llegado cientos de miles más que esperan la decisión sobre su estatus migratorio, con lo que se sobrepasan los dos millones —sin contar sus descendientes.

Diáspora, por definición, es la dispersión por el mundo de grupos humanos que se han visto obligados, por distintas causas, a abandonar su lugar de origen. La diáspora cubana fue una consecuencia del proceso iniciado en 1959 que destruyó por medio de la violencia política y económica las vidas de millones de personas obligadas, para proteger su seguridad o rehacer sus vidas, a desplazarse a otras tierras. Al igual que el pueblo judío, es posible encontrar cubanos en Alaska o New Jersey, en Egipto o Islandia, aunque su enclave principal sea el condado Miami-Dade, en Florida.

Además de ser excluidos de la vida nacional, dentro de la diáspora cubana hay varios miles de cubanos en “listas negras”, a quienes se les proscribe el acceso, incluso como visitante, al territorio cubano. Por excepcional que parezca, esa situación, antes, era peor.



Capital financiero, capital humano y capital social

Quien, desde 1959 hasta la reforma migratoria de 2013, deseara marcharse de Cuba, solo podía hacerlo a expensas de que todas sus propiedades fueran confiscadas por el Estado, tras pagar su salida con trabajos forzados en la agricultura, o a riesgo de su vida si lo intentaba de forma ilegal.[1] Era costumbre revisar en los aeropuertos a cada pasajero y arrebatarles hasta los anillos de matrimonio.

Pero lo que no entendió Castro es que aquellos que expulsaba del territorio nacional no solo tenían capital financiero de mayor o menor cuantía, sino también capital humano (conocimientos, habilidades, talento) y capital social (relaciones con personas, empresas e instituciones). Si bien pudo confiscarles el capital financiero (propiedades, cuentas bancarias, joyas), no pudo hacer lo mismo con el capital humano y social de aquellos que quiso transformar en miserables parias internacionales.

Con capital humano y social todavía a su disposición, aquellos cubanos se levantaron de nuevo cual ave fénix y hoy son la referencia palpable de que otra Cuba mejor será posible cuando haya libertad para progresar.[2]



Los primeros años: de exilio “provisional” a diáspora cubana

La mayor parte de los cientos de miles de cubanos que primero arribaron a Florida no venían con la idea de establecerse como una comunidad permanente en Estados Unidos. Su idea era organizar la lucha para recuperar su patria y recabar para ello el apoyo de las autoridades estadounidenses. Entre 1959 y 1965,más de 12 000 personas estaban dentro de la Isla involucradas en actividades militares insurreccionales en ciudades y montañas, apoyadas activamente por diversas organizaciones del exilio cubano asentado en Florida.

Después de los acuerdos entre la URSS y Estados Unidos para dar salida a la crisis de los cohetes de 1962, tras imponerse a mediados de esa década la aplastante supremacía militar de la contrainsurgencia cubana asesorada y equipada por Moscú, y cortarles Fidel Castro el camino de retorno, el exilio cubano se vio compelido a transformarse en otra diáspora permanente. Por primera vez, la prioridad de esa comunidad fue la regularización de su estatus migratorio en ese país.

Por su parte, Washington no podía devolver a la Isla a cientos de miles de personas excluidas de Cuba ni tampoco era sostenible que carecieran de una definición migratoria legal que les facilitara su asentamiento definitivo allí. A menudo, su limbo migratorio complicaba hasta el simple trámite de alquilar una línea telefónica. Así nació el Acta de Ajuste Cubano de 1966. No fue una dádiva concedida en razón de su ideología anticomunista a un grupo de inmigrantes, sino el reconocimiento de facto de que habían hecho todo lo que estaba a su alcance por liberar su país y, al no lograrlo, no tenían otra alternativa que legalizar su estatus en tierra estadounidense.

Desde 1959 y hasta 1979, los cubanos no podrían ser considerados emigrados económicos en su sentido tradicional, sino exiliados políticos. Ni siquiera podían ir de visita a Cuba, mantener comunicaciones con sus familiares y mucho menos enviarles remesas. Paradójicamente, esto les trajo un efecto colateral inesperado: contribuyó a concentrar sus recursos en nuevos proyectos personales en el país de acogida. La política migratoria excluyente de Fidel Castro los liberó del peso moral de verse obligados a sostener a los familiares que permanecían en la Isla.

En 2017, los cubanos ya eran la tercera población hispana en Estados Unidos, precedidos por mexicanos y portorriqueños.[3] La diáspora cubana está hoy compuesta por casi dos millones y medio[4] de emigrantes que remesan a Cuba una cantidad que supera los 2 000 millones de dólares anuales. Esa comunidad también compite con los canadienses por el primer lugar de visitas turísticas a la Isla y envía paquetes con diversos productos valorados en otros 2 000 millones. Pero esas son cifras incompletas, porque también hay flujos de dinero y paquetes que son transportados a mano por los visitantes de forma continua y no contabilizados por las estadísticas.

Pero como bien afirma Ricardo Pou,[5] el asunto no es cuántos somos y cuánta riqueza poseemos, sino quiénes somos y qué papel podríamos jugar en el futuro del país donde nacimos. En el caso de los cubanos, tropezamos con la gran dificultad de ser una parte significativa, pero excluida, de la vida nacional, cuyo desarrollo está bloqueado por el régimen de gobernanza obsoleto y disfuncional aún vigente en Cuba.



El asesinato de la reputación del exilio

Vencidos militarmente, ajustado su estatus migratorio, impedidos de enviar remesas y obligados a centrar los frutos de su trabajo en su propio desarrollo, contando comparativamente con un considerable capital humano y social, los exiliados se transformaron en un asentamiento diaspórico de acelerado progreso. Sin duda era ahora posible considerarlos una diáspora en tanto se habían visto obligados a abandonar su tierra y asentarse en otra parte, de forma estable, manteniendo su cohesión cultural. Pero seguían sintiendo que el desafío era demostrar su valor como grupo al levantar el sitio al que el destino los condujo exiliados.

Miami se transformó económica y físicamente bajo la influencia de la diáspora cubana. La pueblerina ciudad se transfiguró en una metrópolis cosmopolita con lazos transnacionales en gran medida gracias al capital social de relaciones que algunos cubanos tenían en América Latina y otras regiones. La productividad de sus factorías superaba con creces la de las fábricas en Cuba bajo el régimen de Castro.

Los cubanos ya no se veían a sí mismos como habitantes provisionales, sino como nuevos ciudadanos estadounidenses y se involucraron en política local y nacional ejerciendo el voto para promover servidores públicos que tuviesen en cuenta sus intereses, y fomentaron sus propios medios de comunicación para proyectar sus valores y perspectivas. En eso llegó la crisis de El Mariel.

Fue demasiado para Fidel Castro. Si antes se había impuesto en el campo militar dada la abrumadora asimetría de fuerzas con las que había enfrentado a la oposición, ahora tenía que aniquilar la influencia creciente que ejercía esa comunidad en Estados Unidos. El asesinato de reputación que desde 1959 había ejercido contra sus enemigos políticos llamándolos “gusanos” —como Hitler a los judíos— ahora lo escalaría contra la comunidad en su conjunto. La “mafia de Miami” fue la marca creada para promover la narrativa de que los exitosos cubanos constituían una comunidad habitada por terroristas, criminales, odiadores, melancólicos fracasados y apátridas. Una comunidad, supuestamente, sin mérito alguno ya que, según el relato oficial castrista —del que todavía la zona de izquierda de la academia se hace lamentable eco ocasional—, todo lo que tenían se lo debían a diferentes administraciones estadounidenses que les habían concedido inmerecidos privilegios por encima de otras comunidades de emigrados.

Cuando más de 125 000 cubanos se dispusieron a abandonar su paraíso socialista por el puerto de El Mariel, Castro decidió asesinar su reputación desde el momento mismo en que montaron en los barcos al liberar criminales de las cárceles para mezclarlos con los que se marchaban. Un aporte eficaz a sus esfuerzos para asesinar la reputación de los “marielitos” fue el guion del filme Caracortada(Scarface), escrito por Oliver Stone, un apasionado simpatizante del dictador cubano. Quienes admiraron la excelente actuación de Al Pacino, desconocían el trasfondo del éxodo de El Mariel y se sumaron fácilmente a la idea superficial del guionista de que los cubanos que abandonaban la Isla del Dr. Castro, además de ingratos, eran criminales.

El asesinato de reputación[6] de la ahora establecida, próspera e influyente diáspora cubana no ha cesado un minuto desde 1959, en que se pretendía que todos los que huían del sistema comunista que impulsaba Castro eran los simpatizantes, funcionarios y torturadores del régimen dictatorial de Batista.[7] La política de asesinato de la reputación de los opositores se ha mantenido constante; aunque cada cierto tiempo el régimen cubano “actualiza” los epítetos: de batistiano a gusano, de gusano a mercenario, de mercenario a terrorista y de terroristas a odiadores.

La idea de la “mafia de Miami” sigue teniendo efecto entre extranjeros, pero ya no resulta tan eficaz entre los ciudadanos cubanos residentes en la Isla que actualmente logran sobrevivir gracias a las remesas de los parientes y amigos “gusanos” debido al colapso del sistema y el abandono de las políticas sociales populistas antes subvencionadas por Moscú. Hoy, como dice Emilio Morales, presidente del Havana Consulting Group y vicepresidente de Cuba Siglo 21, “Sin ‘gusanos’ no hay país”.[8]



Una nueva economía política a partir de las reformas de 2013

En 2013 se hicieron algunas reformas a las regulaciones migratorias dado el creciente peso económico de la diáspora cubana en la realidad económica del ciudadano de a pie —una tercera parte de la población recibe remesas de forma regular y son indispensables para su subsistencia—. Los excluidos de derechos ciudadanos seguirán siéndolo, pero bajo nuevas normas que le faciliten al Gobierno extraerles más dólares a esos cientos de miles de personas, obligadas a viajar con un pasaporte cubano —no se admite la doble nacionalidad—, que debe ser adicionalmente “habilitado”, cobro mediante, para visitar la Isla. Las listas negras de desterrados se mantuvieron y una nueva modalidad apareció en el horizonte: a cubanos que salen temporalmente del país se les bloquea el regreso mediante solicitud a las aerolíneas de cancelar sus boletos y no permitirles abordar.[9]

Desde esa reforma a las normas migratorias, paso a paso, la economía política de Cuba comenzó a cambiar, al traspasarles a lo familiares en el exterior la responsabilidad por el sostenimiento de millones de ciudadanos a cuyas necesidades el Estado ahora da la espalda. Sin remesas es muy difícil, entre muchas otras cosas, comer, adquirir medicinas, mitigar con linternas los apagones, poseer un celular y mantener comunicaciones telefónicas o acceder a Internet.

Los elogiados servicios públicos gratuitos de salud y educación, tradicionales pilares de la propaganda externa y de la cooptación interna en favor del Estado comunista, decayeron bajo una política de negligencia inversionista deliberada (benign neglect). Lo mismo ocurrió con las actividades productivas imprescindibles al bienestar nacional, como la producción agropecuaria.

Raúl Castro creó un voraz holding conocido como GAESA (Grupo de Administración de Empresas Sociedad Anónima) que controla 70% de las riquezas nacionales cubanas y 95% de las transacciones financieras en la Isla; entre ellas, la recepción y manejo de las remesas.[10]

Las remesas en moneda libremente convertible las recibe ese holding, que paga a los familiares en pesos nacionales no convertibles y calculados según tasas fijas y arbitrarias de cambio. Con ese dinero, los receptores pueden ir a las tiendas —también propiedad de GAESA—, los únicos lugares donde pueden encontrar productos de primera necesidad como aceite o carne de pollo, pero a precios de más de 200% y hasta 400% el costo de su importación por esa corporación. El familiar residente en Cuba y su pariente en la diáspora son doblemente explotados. Unos y otros son sometidos a un régimen de esclavitud moderna en el que “el patrón” (GAESA) se lleva la mejor parte.

Los cubanos de la diáspora son acusados de manera injusta de crueldad en la propaganda de La Habana porque critican las políticas de reducir las sanciones contra el gobierno cubano. Supuestamente, “no quieren enviar remesas a su abuelita” con tal de perjudicar al Gobierno. Lo que en realidad rechazan parte de los cubanos exiliados es la idea de facilitarles a las corporaciones de los militares cubanos que continúen robándole las remesas a la abuelita y que, además, la exploten con precios inflados en la red de tiendas dolarizadas bajo su control monopólico.



La diáspora cubana en 2023

La diáspora cubana —esa significativa porción de la población que fue obligada a establecerse en otra parte para rehacer sus vidas— ya puede elaborar y hacer pública su visión de cómo avanzar hacia otra Cuba mejor y posible, y cuál sería su papel en ese empeño. Lo que no debiera hacer es dejarse manipular por el gobierno cubano que solo desea captar sus recursos sin cambiar el contexto nacional ni dejar espacio a que organizaciones espurias fomentadas por La Habana pretendan su representación ante otros Gobiernos.

El 11 de julio de 2021 una pacífica e insólita explosión de la inconformidad nacional tomó las calles de ciudades y pueblos a lo largo de Cuba exigiendo libertad y un cambio real del sistema. Fueron reprimidos sin piedad, detenidos arbitrariamente, y más de mil nuevos cubanos engrosaron la lista nacional de presos políticos.[11] (En la Isla hay una crisis estructural y multisistémica que incluye el colapso de los sistemas energético, de salud, salubridad, transporte y producción de alimentos).



¿Qué acciones pudiera considerar la diáspora en esas circunstancias?

Entre remesas, envíos de comida, medicinas, ropa, otras mercancías y gastos en la Isla al visitar a la familia, la diáspora cubana aporta hoy a la economía cubana ingresos superiores a los de diferentes ramas de la economía, la inversión directa y la ayuda externa. The Havana Consulting Group estima que, desde el primer año, la Isla recibiría al menos 5 000 millones de dólares para inversiones si se cumpliera la premisa insoslayable de transformar el actual régimen de gobernanza. Adicionalmente, la sociedad cubana pudiera recuperar muchos de sus talentos profesionales quienes, sin necesidad de repatriarse, podrían aportar servicios desde el exterior.[12]

En la diáspora descansa un motor inapreciable para otro modelo de desarrollo nacional. Pero para que los cubanos en el exterior se arriesguen a ir más allá del simple envío de remesas a sus familiares, se requiere una verdadera reforma estructural de mercado y garantías a derechos humanos básicos hoy violados.[13]La debacle económica y social en Cuba no se debe a las sanciones externas del embargo, como afirma de manera ininterrumpida la propaganda oficial, sino al bloqueo interno de las fuerzas productivas por el sistema de gobernanza vigente.[14]

Esa es la singularidad cubana. Sin libertad no habrá prosperidad en Cuba, aunque se invirtieran todos los recursos de la diáspora en la Isla.

No basta con decretar leyes inteligentes hacia la diáspora, como ocurriría si fuese una sociedad abierta y democrática. Hay que comenzar por transformar la sociedad de raíz, democratizarla, para que las dos mitades de la nación puedan actuar de conjunto para el beneficio general. El gobierno cubano se ha interesado hasta el presente en tratar de apropiarse de sus recursos, sin tener que hacerles frente como actor unitario racional autónomo con demandas que vayan más allá de peticiones economicistas puntuales, como el costo de los servicios consulares.

Pasar de la condición de excluidos a la de emigrados copartícipes del desarrollo nacional supone, primero, crear ciertas premisas insoslayables. Entre muchas otras estarían: modificar el régimen económico y jurídico cubano para legalizar el registro de la propiedad privada de los negocios; suprimir el monopolio de comercio estatal interior y exterior (incluido el Acopio en la agricultura);[15] dar independencia al poder judicial; ofrecer garantías contra las confiscaciones; respetar el derecho de libre expresión, prensa y asociación; así como legalizar la creación de gremios y sindicatos. A ello hay que sumar otras premisas, tales como: garantizar el acceso directo a las remesas en las monedas en que sean enviadas y permitir usarlas en negocios que faciliten la futura autosustentación de sus receptores. Sin esos cambios básicos sería impensable plantearse una plena incorporación de la diáspora al desarrollo nacional.

A los hoy excluidos habría que ofrecerles incentivos adicionales, como los que reciben en otros países donde se les estimula a contribuir al desarrollo. Entre ellos, el derecho a ejercer doble ciudadanía, privilegios fiscales para que inviertan sus ahorros o capital en empresas familiares o privadas, recibir los beneficios de los servicios públicos de salud y educación disponibles en la Isla, retornar a vivir en el país donde nacieron sin que las aduanas les impongan impuestos por la entrada al país de sus propiedades, y estar legalmente autorizados para, apoyándose en Internet, ofrecer y cobrar servicios remotos a su país natal (asesorías, clases, diagnósticos médicos, diseños, programación y muchos más) sin tener que retornar de manera física. Del mismo modo pudieran formar empresas en Estados Unidos y otros países para servir de puente a la exportación de servicios profesionales de cubanos radicados en la Isla. No es difícil imaginar el nacimiento y rápido crecimiento de cientos de miles de empresas y startups en todos esos y otros campos.[16]

Sin duda, una labor de conjunto de toda la diáspora tendría más fuerza frente al Estado totalitario cubano que la muy encomiable, pero al mismo tiempo, aislada labor de una o varias organizaciones opositoras. A pesar de que el gobierno cubano ha escapado políticamente airoso de crisis pasadas, la diáspora en su conjunto pudiera en lo adelante frustrar sus intentos. Para ello tendría que articular un programa que contemple, de manera conjunta y coherente, tanto los incentivos negativos (sanciones) que pudieran influir en la conducta de la élite de poder, como incentivos positivos que le presenten al pueblo cubano las posibilidades reales e inmediatas de mejoría económica y social alcanzables, si se producen las imprescindibles transformaciones democráticas en Cuba, de modo que animen a la población a asumir una conducta más proactiva. Semejantes incentivos positivos tienen que mostrar a la ciudadanía de manera convincente la factibilidad de alcanzar un cambio favorable de sus condiciones de vida en breve tiempo, si presiona desde dentro en favor de un cambio real del régimen de gobernanza vigente. Los seres humanos tienden a no asumir riesgos si las posibilidades de victoria son inferiores a 50% y los futuros beneficios resultan distantes, dudosos o escasos.

Pero a ese paisaje no se arriba sin transformaciones sistémicas internas que vayan más allá de políticas aisladas hacia la diáspora.

No habrá desarrollo de las fuerzas productivas nacionales si no se hace efectiva y legal la libertad empresarial y la plena propiedad privada de los actuales negocios del “sector no estatal” de emprendedores por cuenta propia y de los eventuales inversionistas de la diáspora.[17] Los primeros operan con una licencia de trabajo por cuenta propia revocable y no tienen garantías legales de propiedad sobre los negocios que desarrollan. El esquema de las llamadas MIPYMES que hoy auspicia el Gobierno no es un tejido empresarial libre, sino el modo de proyectar una imagen de apertura para esquivar sanciones, cuando en realidad se busca crear una clase media dócil a la oligarquía que la promueve.[18]Ese paso permitiría el surgimiento de un sector privado nacional, urbano y rural, capaz de producir libremente bienes y servicios, fijar precios, importar y exportar sin interferencia estatal, y todo ello tendría que ocurrir en el marco de una reforma paralela del Estado que asegure la independencia del poder judicial de la del ejecutivo y garantice el respeto a los derechos humanos básicos de conciencia, expresión, asociación, movimiento para avanzar al ejercicio de elecciones directas y pluralistas de los gobernantes. Una precondición inexcusable para iniciar todo ese proceso sería la liberación incondicional de los más de 1 000 presos políticos existentes.

El objetivo no es otro que el de poner en marcha, esta vez de forma irreversible, una reforma comprehensiva y radical que ponga fin a todas las trabas y discriminaciones que quebraron en dos mitades la nación y han impedido hasta hoy el potencial de actuación transnacionalizado del pueblo cubano.

Es irrelevante especular con escéptico pesimismo sobre la posible respuesta de las autoridades cubanas a semejante demanda. Las derrotas están aseguradas cuando de antemano se desiste de alcanzar la victoria. La política depende en no menos de 80% de las percepciones de los actores y de los costos potenciales que puedan infligir a sus adversarios. En medio de la grave crisis que atraviesa el país, con la miseria en expansión y una hambruna nacional en ciernes, el costo para la estabilidad interna y la gobernabilidad que tendría para la élite de poder rechazar esas posibilidades sería inconmensurable.

Los millones de excluidos y desterrados cubanos no deben permitir que organizaciones procastristas espurias, construidas y dirigidas por La Habana, pretendan representarla ante otros gobiernos.[19] La diáspora cubana puede constituirse como actor independiente y a la vez complementario respecto a las múltiples organizaciones del exilio que la integran a fin de elaborar y presentar —pública y directamente a la población dentro de Cuba— un proyecto de transformaciones radicales para el desarrollo nacional. Si los ciudadanos de la Isla deciden endosar tal propuesta presionarán al Gobierno desde dentro para su implementación.



Conclusiones

De ser uno de los tres primeros países desarrollados de América Latina en 1958, Cuba ha pasado a la cola del hemisferio no solo en índices económicos, sino también sociales y de derechos humanos. Hoy enfrenta la peor crisis de gobernabilidad de las últimas seis décadas. Eso podría cambiar en breve, para bien o para mal. La creciente e irresponsable alianza con Putin puede transformar el país en un Estado mafioso con mercado o las fuerzas prodemocráticas y la diáspora podrían finalmente encaminar la sociedad hacia otra Cuba mejor.

La diáspora y los ciudadanos en Cuba tienen un gran poder transformacional si combinan sus fuerzas en un plan coherente. Entre ambos, tienen capital financiero, humano y social para despegar por sí mismos y atraer, sin sumisión ni entreguismo, a importantes socios extranjeros.

Conversar, dialogar o incluso negociar son ejercicios diferentes. Lo que es aceptable o no en esos casos solo debe ser definido por el pueblo cubano. Lo que debe estar claro es que los cubanos no deben confiar su futuro a una negociación entre el actual gobierno de la Isla y actores extranjeros, bien se trate de otros Gobiernos o capitales privados.

La diáspora cubana debería tomar conciencia de su poder y organizarse como tal para hablar con una sola voz. Tiene que identificar metas y exigir cambios radicales del actual statu quo. Su momento ha llegado. La hoja de ruta anexionista de Putin y Díaz-Canel hay que enfrentarla con una hoja de ruta independentista del pueblo transnacional cubano.

En la Isla, el pueblo salió a la calle el 11 de julio de 2021 y no ha dejado de manifestar su protesta desde entonces. Es hora de que la diáspora, más allá de las múltiples organizaciones que la componen, hable como actor colectivo y exija con una sola voz sus derechos y los del pueblo al que nunca ha dejado de pertenecer y apoyar. Es urgente rechazar el nuevo anexionismo prorruso.

La diáspora cubana —hoy excluida y desterrada— constituye, junto al talento de los cubanos en la Isla, el motor más fiable para alcanzar y desarrollar la Cuba libre y próspera que nos merecemos.




Notas:
[1] “Los migrantes indocumentados que intentan salir en diversas embarcaciones además de podernaufragar en el intento a menudo han sido hundidos en el mar sin piedad por las tropas costeras cubanas.El caso más dramático fue el del remolcador 13 de marzo ocurrido el 13 de julio de 1994 en que 41cubanos que aspiraban a emigrar ilegalmente, entre ellos 10 niños, fueron asesinados a mansalva. Esa práctica no ha cesado. Otra embarcación fue embestida en fecha tan reciente como octubre de 2022 enBahía Honda con 5 víctimas fatales, entre ellas una menor de edad”(https://www.cubamilitar.org/wiki/Remolcador_13_de_marzo).
[2] Muchos de los cubanos que se asentaron en el exterior se destacaron como científicos, empresarios,académicos, artistas y otras profesiones, ganando reconocimiento internacional por sus aportes en esos yotros campos. Desde el presidente de la Coca Cola hasta ingenieros de la NASA; desde el presidente del centro de educación superior más grande de Estados Unidos (Miami Dade-College) hasta afamadosartistas de Hollywood y de la música latina.
[3] Según estadísticas publicadas por PEW sobre hispanos y cubanos en Estados Unidos, en 2017, antes de la última ola migratoria: “Estatus de inmigración. Entre los hispanos en EE.UU., cerca del 33% son nacidos en el extranjero, comparado con el 56% de los cubanos nacidos en EE.UU. Alrededor del 43% de los cubanos nacidos en el extranjero llevan en EE.UU. más de 20 años, y el 58% de los cubanos nacidos en el extranjero son ciudadanos estadounidenses. Nivel educativo. Alrededor del 16% de los hispanos estadounidenses de 25 años o más han obtenido al menos una licenciatura, en comparación con el 27% de los cubanos. Entre los cubanos de 25 años o más, los nacidos en EE.UU. son más propensos que los nacidos en el extranjero a tener un título de licenciatura o superior (38% frente a 23%). Ingresos. Entre los hispanos de EE.UU., la mediana de ingresos personales anuales para los mayores de 16 años fue de 25.000 dólares, en comparación con 28.000 dólares para los cubanos. En cuanto a los trabajadores a tiempo completo durante todo el año, los hispanos de EE.UU. ganaban menos que los cubanos ($34 000 vs. $35 000). Estado de pobreza. La proporción de hispanos estadounidenses que viven en la pobreza (19%) es mayor que entre los cubanos (16%). Alrededor del 14% de los cubanos nacidos en EE.UU. viven en la pobreza, al igual que el 17% de los cubanos nacidos en el extranjero. Propiedad de la vivienda. La tasa de propietarios de vivienda entre los hispanos de EE.UU. (47%) es inferior a la tasa de los cubanos en general (51%). Entre los cubanos en EE.UU., la tasa de propietarios de vivienda es mayor entre los nacidos en EE.UU. que entre los nacidos en el extranjero (55% vs. 50%).” (https://www.pewresearch.org/hispanic/fact-sheet/u-s-hispanics-facts-on-cuban-origin-latinos/).
[4] Número total de emigrantes de Cuba en 2020. En 2022 eran 2,1 757 300: 1 376 211 en Estados Unidos, seguidos de España (162 368), Italia, Chile, Canadá, Alemania, Brasil, México (13 146) y Puerto Rico (12 637) (es.statista.com ). Los datos de las remesas son de 2022: la tercera parte de la población cubana recibe remesas; más de la mitad recibe menos de 1 000 dólares al año, pero con un PIB per cápita apenas superior a 6 000 dólares al año según el Banco Mundial, la cifra es considerable. ¿Cuánto dinero gana Cuba en remesas? Por ejemplo, según algunas estimaciones, Cuba recibió entre 2 000-3 000 millones de dólares en 2019. El Havana Consulting Group ofrece cifras similares. A modo de ilustración, con 3 000 millones de dólares, las remesas equivaldrían al 24% de las exportaciones de Cuba en 2019 (es.statista.com, 24 de junio de 2022).
[5] Ricardo R. Pou: Diáspora y Desarrollo, Volumen I, Diaspora & Development Foundation, 2019, Estados Unidos.
[6] El asesinato estatal de reputación es un proceso deliberado y constante, destinado a destruir la credibilidad y la reputación de una persona, institución, grupo social o nación mediante una combinación de métodos tanto abiertos comoencubiertos. Esta estrategia tiene la finalidad de anular la capacidad de influencia de la víctima, silenciar su voz y lograr que la sociedad la rechace. Al transformar a las víctimas en no-personas, las hacen vulnerables a abusos aún más graves como la agresión física, el encarcelamiento, la expropiación de bienes, el destierro y el asesinato, llegando incluso amasacres o al genocidio de todo el grupo social al que pertenecen.
[7] Juan Antonio Blanco: El asesinato de la reputación. De Amadeo Barletta a Yoani Sánchez, Eriginal Books, 2013.
[8] Emilio Morales: “Sin ‘gusanos’ no hay país”, en https://diariodecuba.com/cuba/1684407721_47227.html.
[9] Dos casos paradigmáticos ocurridos en 2022 son los de Omara Ruiz Urquiola, quien salió de Cuba a un tratamiento médico, y Anamely Ramos, quien asistió a una ceremonia para recoger un premio al rapero activista Maykel Osorbo, hoy preso en Cuba. Con ellas se evidenció de nuevo la figura del cubano desterrado al que se pretende convertir en personacarente de Estado o patria.
[10] Emilio Morales: “GAESA y el colapso del régimen”, en https://cubasiglo21.com/cuba-gaesa-y-el-colapso-del-regimen/.
[11] “[…] hoy hay 1,007 presos políticos —33 de ellos menores de edad— en el país”(https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2022/04/04/cuba-informe-prisoners-defenders-onu- protestas-tortura/).
[12] Juan Antonio Blanco: Remesas de Conocimiento, Eriginal Books, Estados Unidos, 2012.
[13] Elías Amor: “¿Inversiones de la diáspora en Cuba? No, gracias”, en http://cuba-economia.blogspot.com/2021/08/inversiones-de-la-diaspora-en-cuba-no.html.
[14] “FHRC denuncia y condena el bloqueo”, en https://fhrcuba.org/es/2018/06/fhrc-denuncia-y- condena-el-bloqueo/.
[15] “Carta abierta de los campesinos cubanos al presidente Miguel Díaz-Canel”, en https://fhrcuba.org/es/2020/05/carta-abierta-de-campesinos-cubanos-a-diaz-canel/.
[16] El capital total que estaría disponible en la diáspora para ser invertido en Cuba no puede medirse por el, ya de por sí considerable, acumulado por los principales empresarios cubanos. Como explicó Hernando de Soto en su obra El misterio del capital (Editorial Planeta, Perú, 2019), hay que considerar el conjunto de valores del que dispone una persona para ser usados como colaterales al obtener una línea de crédito para una inversión. La diáspora cubana posee no solo cuentas bancarias, por humildes que ellas sean, sino numerosos bienes que pueden considerarse colaterales de una línea crédito. Pero esa apuesta por invertirlo todo en Cuba no se producirá hasta que una genuina transformación de la realidad de la Islales ofrezca a los cubanos en el exterior suficientes atractivos y garantías.
[17] El reconocido economista Jorge Sanguinetty considera que la empresa privada es la célula principal de cualquiereconomía moderna y su reconstitución está llamada a jugar un papel central en la futura reconstrucción de la sociedad cubana (“La reconstrucción de la diáspora cubana”, en https://diariodecuba.com/economia/1675013444_44897.html).
[18] Emilio Morales: El emprendimiento en Cuba asfixiado por Gaesa. Cuba Siglo 21. Dossier Cuba No. 5, marzo 2023.
[19] Desde 1978 el gobierno cubano ha construido organizaciones que pretenden representar los intereses de la diáspora yhablan en su nombre, cuando en realidad representan los intereses económicos y políticos del propio Gobierno.




ruinas-remesas-y-hoteles-como-factores-de-cambio

Ruinas, remesas y hoteles como factores de cambio

Oscar Grandío Moráguez

Los hoteles construidos, en medio de la debacle generalizada del país, son la prueba y el símbolo más fehaciente de esta falta de voluntad absoluta para cambiar. El eslogan es claro: son continuidad de un proceso de destrucción de la nación.