Denis Solís y yo no somos tan diferentes

Hace unos días, había escrito sobre Denis Solís. Su situación me preocupa por irregular.

Denis Solís se expresa mal, no es coherente. Tiene un deje que me molesta. No comparto su presidente Trump 2020. Creo que no seríamos amigues. Yo soy pájare, negre, antirracista, activista cuir, profeminista. Abogo por un mundo inclusivo en el que cabe Solís, pero tal vez en el suyo no quepo yo. Como él, yo quiero cambios para mi sociedad; quiero participación real, fáctica. Quiero, necesito urgentemente, el cierre de las tiendas en MLC; no para mí, sino para mi madre que tiene 56 años y ha dedicado su vida a que yo tenga lo ingente para que me realice en este país.

Tengo el privilegio de tener una familia. Denis Solís es huérfano de madre y eso no es menos importante. Su padre se fue cuando los balseros. Yo tuve una abuela que me educó y, espiritualmente, me acompaña. No sé si él tiene alguna guía. Mi familia no es extensa pero ha estado cuando me ha hecho falta. Yo nunca he tenido que trabajar para ir a la escuela o, básicamente, para comer. Denis Solís ha vivido con carencias afectivas y económicas, y prácticamente solo. En el video se hace llamar “el lobo solitario”.

Solís es el hijo de sus circunstancias, como diría Ortega y Gasset. No por ello se justifica su desdén hacia la autoridad que invade su espacio. La transgresión del espacio constituye una violación al universo simbólico heteropatriarcal del joven. Vale la pena comprender que la masculinidad es un constructo que deviene un operativo montado sobre la violencia. Denis aprendió a protegerse a sí mismo y a los suyos en el fragor de la calle.

Vivir en La Habana Vieja significa construir una identidad barrial. La Habana Vieja solo existe como denominación administrativa. Se vive en San Isidro, Jesús María, Belén… Cada barrio tiene una historia de marginación y pobreza de la cual es difícil desprenderse. No imposible, pero si las políticas sociales pugnan con una realidad mucho más agresiva, homofóbica, machista, frente a un centro histórico y turístico como muralla o espejismo, cuya redistribución te toca poco o de forma ilegal, las oportunidades de integración social son exiguas.

Me atrevo a decir que tal vez el rap y la música fueron las herramientas de Denis Solís para salir de la cadena de reproducción de la pobreza.

Decía Amado Alonso que las malas palabras son mal sonantes. Es un ejercicio de descarga y contundencia emocionales. Solís se expresó con guapería y frases homofóbicas; no esperen otra cosa cuando la mayor parte del tiempo hemos vivido, producido y replicado eso y otras lindezas incorporadas a la cultura nacional. La guapería cubana es universal. El cine, el teatro, la literatura y la música han parido tipos originales. El mismo barrio de San Isidro tuvo un personaje mítico llamado Yarini.

Lejos de empatizar con Solís, es justo entrever que sobre él cae el peso de la desmesura. Y que si bien la alimentó, no tuvo del todo la culpa.

No obstante, si vamos a hablar de guapería y homofobia, antes que a Denis habría que mencionar a la diputada Yusimí, que estaba en contra de las voces platinadas en la televisón; al diputado Palmero, por proponer el referendo del Código de Familia; a la Asamblea Nacional del Poder Popular, por no aprobar el matrimonio igualitario; al ICRT, por cercenar todas las escenas homoafectivas en la televisión. Dentro de ese débito que el Estado posee con la ciudadanía, Solís sería una minúscula parte que, de seguro, saldaría el problema con una multa.

Si hubieran hecho un buen trabajo los factores de su cuadra, consejo popular, municipio, se hubieran percatado de que, desde una edad temprana, Solís necesitaba atención especial. Un seguimiento a tiempo nos hubiera ahorrado una directa de incongruencias que sirve de festín para aquellos que quieren ver la pira arder.

El problema aquí no es Solís, pero es mejor que pague quien tiró la tiza.

Para el poder blanco, para el Estado machista, no hay diferencia entre un negro disidente y un maricón negro.

Denis Solís y yo no somos tan diferentes.


© Imagen de portada: Gorki Águila.




Evelyn Sosa

El Movimiento San Isidro

Ernesto Menéndez-Conde

Movimiento (y no grupo) sugiere una expansión abierta e ininterrumpida. La reciente congregación de centenares de artistas ante la sede del MINCULT debe verse como una prolongación del Movimiento y como un indicio de que los activistas están sacudiendo el orden imperante.


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