Con la concurrencia de representantes de unos 30 países, entre el 15 y el 17 de este mes, tuvo lugar en La Habana el III Encuentro Internacional de Publicaciones Teóricas de Partidos y Movimientos de Izquierda. El evento, organizado en la Universidad del Partido Comunista de Cuba “Ñico López”, reunió a activistas, intelectuales y politólogos “para intercambiar experiencias e investigaciones sobre los retos globales de la izquierda contemporánea”. Entre otras figuras conocidas, participaron la filósofa cubana Isabel Monal, el comunicólogo mexicano Fernando Buen Abad y el intelectual hispano-francés Ignacio Ramonet, quien impartió la conferencia inaugural “Información y manipulación mediática. La izquierda frente a los desafíos de la superinteligencia artificial cuántica”. También asistieron representantes de los partidos comunistas de China y Vietnam, con sus respectivas delegaciones.
Luis Morlote Rivas, funcionario del Departamento Ideológico del Comité Central del PCC y director de la revista Cuba Socialista en rueda de prensa. Fuente: CubaDebate (2025).
Bajo una convocatoria que apunta a la comunicación mediática y a la “batalla de ideas”, la agenda del encuentro incluyó paneles con historiadores y sociólogos centrados en geopolítica y relaciones internacionales; la presentación de publicaciones sobre el pensamiento de izquierda y sus líderes; talleres de debate y conferencias dedicadas a “las afectaciones del bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba”; así como visitas a comunidades habaneras e instituciones culturales como Casa de las Américas. Por último, tuvo lugar el lanzamiento de un número especial de la revista teórica Cuba Socialista, con un dossier dedicado a Palestina, y un acto público en “solidaridad con Venezuela”.
Cartel promocional del evento. Fuente: CubaSí (2025).
Como prolongación del evento teórico, se celebró, hasta el 19 de octubre, el I Festival Internacional “Granma–Rebelde”, que tuvo su sede en la Estación Cultural de Línea y 18, como espacio de “cultura y comunicación popular”. Según Yoerky Sánchez Cuellar, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) y director del periódico Granma, el festival pretende que Cuba se emule en el circuito de festejos de solidaridad que realizan partidos y organizaciones representantes de la izquierda europea en septiembre de cada año, donde es invitada de honor frecuente; como, por ejemplo, el Festival Internacional de la Solidaridad “ManiFiesta”, organizado por el Partido de los Trabajadores de Bélgica (PTB), donde Aleida Guevara encabezó la delegación cubana el pasado año.
Aleida Guevara posa junto al embajador de Nicaragua en Bélgica. Fuente: El19Digital (2024).
En esta primera edición de “un punto de encuentro entre comunicación, arte y compromiso social”, participaron delegaciones de 17 medios de prensa nacionales e internacionales, que montaron 35 estands expositivos con actividades donde destacó la develación de murales de pintura colectiva en honor a “la dignidad y a la resistencia popular”, así como el panel “Fidel en la prensa, el líder que escribió su historia”. Apuntando a la participación de la comunidad, el cierre estuvo a cargo de la orquesta cubana de música popular bailable Adalberto Álvarez y su Son.
Según sus organizadores, entre los que se cuentan la revista Cuba Socialista —órgano teórico del PCC— y los diarios Granma y Juventud Rebelde, ambos eventos estuvieron dedicados a Fidel Castro, en conmemoración del centenario de su natalicio, a celebrarse en agosto del año próximo. Estos medios subrayaron, además, que dichos encuentros buscan “fomentar la unidad del pensamiento de izquierda a nivel internacional y articular respuestas conjuntas ante las crisis sociales, económicas y ambientales actuales”. Con énfasis en la necesidad de una posición conjunta contra “el neofascismo, las guerras mediáticas y la colonización cultural contemporánea”, señalaron que, “en un mundo cada vez más polarizado y desafiante, el papel de las publicaciones teóricas de los partidos y movimientos de izquierda se vuelve crucial”. En resumen, la narrativa oficial presentó la cita de La Habana como un foro necesario de pensamiento crítico de izquierda, intercambio académico y reafirmación de la “batalla de ideas” promovida históricamente por la Revolución cubana.
Cartel promocional del Festival. Fuente: Tribuna de La Habana (2025).
Los foros de izquierda, el discurso revolucionario y la promoción de antivalores como herencia cubana
Pese al supuesto discurso emancipador y antimperialista que rodeó el encuentro, conviene señalar que estos foros de la izquierda intelectual oficial, en la práctica, legitiman narrativas autoritarias y promueven valores iliberales y antidemocráticos en la región. Desde 1959, la proyección de una “izquierda latinoamericana” con epicentro en La Habana ha servido al histrionismo discursivo del Gobierno. Incluso tras la implosión del mito que supuso el 11J para una parte de ese movimiento, tal recurso sigue utilizándose como argumento del sector más arcaico y radicalizado, reacio a salir de sus cenáculos y de sus zonas de confort.
Hoy, ante la evidencia del fortalecimiento autocrático y del fracaso socioeconómico del país, el gobierno cubano intenta mantener vigente ese seudoparadigma como vía para eludir las críticas por las sistemáticas violaciones de los derechos humanos y como palanca de legitimación ante sectores progresistas que, bajo la bandera de la revolución y el antimperialismo, justifican o minimizan prácticas abiertamente antidemocráticas.
La realización de foros y talleres como el que nos ocupa se inserta, asimismo, en una estrategia de poder blando y diplomacia cultural, refrendada por sectores de la izquierda regional, orientada a fomentar redes de apoyo ideológico a Cuba desde plataformas académicas y culturales. La terminología supuestamente progresista que estos espacios alimentan, captura y distorsiona el discurso de los derechos humanos desde una perspectiva ideologizada y polarizada, y adopta un doble rasero: denuncia con vehemencia los abusos de gobiernos de derecha, pero calla o excusa las transgresiones de sus aliados “revolucionarios”.
Por ejemplo, tras las protestas antigubernamentales del 11 de julio de 2021 en Cuba, algunos intelectuales y académicos latinoamericanos vinculados a estos foros respaldaron la versión oficial, que presentó aquellas movilizaciones como un “complot imperialista”, y justificaron la represión gubernamental como un “mal necesario”, bajo la lógica de que “el fin justifica los medios”. Ese mismo principio tampoco ve contradicciones en una selfi difundida en el marco del encuentro, en la que posan cuadros y comisarios oficialistas (Abel Prieto), portavoces de esa “izquierda” (Ramonet) y operadores mediáticos (Humberto López), señalados por prácticas de criminalización y campañas de descrédito contra ciudadanos e iniciativas que discrepan de la administración cubana o critican la realidad del país.
Imagen de participantes en el evento. Fuente: muro de Facebook de Abel Prieto (2025).
En el mismo tono, resulta polémico el rol de muchas publicaciones de izquierda incluidas en el encuentro de La Habana. Lejos de fomentar un pensamiento crítico independiente, suelen funcionar como aparatos de propaganda alineados con gobiernos de tendencia autoritaria. Sus páginas exaltan logros sociales y fustigan al “imperialismo”, dependiendo del lado político en el que se ubiquen sus miras: denuncian conflictos territoriales como el de Israel-Palestina, pero ignoran otros como el de Rusia-Ucrania; exigen la libertad de civiles detenidos en manifestaciones europeas, pero enmascaran la falta de pluralismo político, la censura a la prensa y otros rasgos antidemocráticos en países como Cuba, Venezuela o Nicaragua. Este mecanismo es tan siniestro, que la convocatoria en La Habana llega a posicionarse contra “los peligros de la inteligencia artificial”, mientras coordina estrategias comunicacionales transnacionales y conduce su propia guerra mediática, desde otro lado del espectro político.
Otro ejemplo ilustrativo es la trayectoria de Ignacio Ramonet, uno de los ponentes estelares del evento. Ramonet, exdirector de Le Monde Diplomatique, ha sido criticado durante años por su cercana afinidad con los líderes cubanos y venezolanos. Una evidencia es la entrevista que realizó en 2023 al gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, que desató fuertes cuestionamientos por su guion acrítico y sin contraparte. En esta pieza ampliamente difundida, Ramonet actuó casi como portavoz del régimen, otorgándole a Díaz-Canel una plataforma cómoda para construir su relato sin ser desafiado, omitiendo temas polémicos y cruciales. La connivencia de figuras intelectuales con los discursos oficiales evidencia cómo estos foros a menudo blindan de las críticas a regímenes no democráticos, presentándolos ante el público internacional bajo una luz benevolente y progresista.
Cabe destacar que el encuentro es coauspiciado por la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, creada por Cuba, Venezuela y otros gobiernos de esa izquierda en cuestión, y donde son frecuentes firmantes quienes asistieron a esta edición. Esta duplicidad cacofónica de organizaciones da la apariencia de un bloque diverso y nutrido, aunque en realidad son los mismos voceros del chavismo venezolano y del sandinismo nicaragüense los que concurren. Esta composición refleja una “internacional” de la izquierda autoritaria, más cohesionada por su oposición al orden liberal occidental que por una defensa auténtica de valores democráticos. Entre las principales narrativas antiliberales que esgrimen se encuentran la glorificación de líderes fuertes, la perpetuación en el poder sin alternancia, la persecución y cancelación de la prensa independiente y la sociedad civil autónoma, la sustracción de cualquier discurso divergente o revisionista de sus políticas domésticas. Paradójicamente, la difusión de los antivalores iliberales, vendidos como progresistas y asociados a la justicia social y la liberación popular, extirpa en un campo más amplio la alteridad y pluralidad ideológica, así como el respeto irrestricto a los derechos individuales.
En este sentido, foros como el analizado se configuran como un manual de operaciones para nuevas autocracias en la región, influyendo en movimientos políticos de otros países que replican sus métodos de control social y promocionan paulatinamente dinámicas dictatoriales, mientras conservan una retórica revolucionaria. La estrategia, sin embargo, no deja de ser maniquea al reforzar la ortodoxia partidista y desacreditar como “agentes del imperialismo” a quienes disienten, eliminando cualquier autocrítica dentro de la izquierda. Al respecto, ilustra una conclusión del sociólogo venezolano Rafael Uzcátegui en Utopía envenenada: Difusión, disputa y desmontaje del sharp power del Estado Cubano(2025), donde asegura que “el socialismo realmente existente no es el de los libros, sino el de los alambrados, las prisiones y los centros de tortura”.
¿Derechos culturales para quién?
Finalmente, resulta pertinente examinar este fenómeno desde la perspectiva de los derechos culturales y su incidencia en el desarrollo democrático, tanto nacional como de la región. Una política editorial ideologizada —es decir, la orientación uniforme y partidaria de los medios de comunicación y de las publicaciones culturales— ejerce un impacto negativo directo sobre la calidad de la cultura democrática. En las sociedades pluralistas, la diversidad de voces mediáticas y expresiones artísticas es condición esencial para reflejar la multiplicidad de ideas, identidades y visiones presentes en el conjunto social. Cuando, por el contrario, los espacios editoriales, educativos, periodísticos y culturales se encuentran monopolizados por una ideología hegemónica o por la narrativa del partido gobernante, la uniformidad forzada produce efectos que ni siquiera los foros internacionales de corte “progresista” logran disimular.
Incluso dentro de la misma programación del festival se perciben las posturas que anulan los derechos culturales en favor de la agenda gubernamental hegemónica. Por ejemplo, el grupo de teatro El Ciervo Encantado ha publicado recientemente que recibió la cancelación de sus funciones durante el fin de semana que transcurrió el encuentro en La Habana, ya que las actividades programadas por la oficialidad tuvieron lugar enfrente de su sede. Ya sea por el inconveniente de un guion irreverente que caracteriza al grupo o por el ahorro de recursos escasos en un país sumergido en una crisis multifactorial y estructural, las mismas autoridades culturales que se promocionan como defensoras de los derechos culturales son las que censuran para su propio provecho.
Comunicado de El Ciervo Encantado. Fuente: muro de Facebook de El Ciervo Encantado (2025).
En este rigor, el modelo de concentración mediática estatal y partidista que semejante foro promueve presenta un grave retroceso para la garantía de los derechos culturales, mantenidos bajo el prisma de la censura y la coacción institucional, por la pérdida de patrimonio nacional en favor de la narrativa hegemónica, mediante la desinformación estructural de la que la política editorial es protagonista, y en un clima de creciente ideologización e intolerancia. Los países que han seguido este modelo de concentración mediática partidista en la región presentan hoy graves retrocesos democráticos: poderes perpetuados, debilitamiento del Estado de derecho y polarización extrema de la sociedad. Venezuela, por ejemplo, vivió el cierre y/o compra forzada de medios independientes y la creación de un conglomerado estatal comunicacional al servicio del chavismo; Nicaragua expulsó o clausuró medios críticos y cooptó la academia; en Bolivia, Ecuador y otros procesos populistas de izquierda también se intentó amordazar a la prensa privada y a proyectos culturales independientes, acusándolos de plegarse a discursos conservadores y promover la desestabilización política.
En conclusión, el ODC llama la atención respecto a la arbitraria política cultural del gobierno cubano, el cual defiende una retórica de “democratización de la cultura” y asegura proteger la soberanía informativa, mientras contraviene el objetivo de “fomentar un entorno propicio para el respeto y ejercicio de todos los derechos humanos, en particular los culturales, a fin de construir un mundo más justo y equitativo” de la Declaración de MONDIACULT, de la que es firmante.
El ODC expone con este análisis que el Encuentro Internacional de Publicaciones de Izquierda acogido por Cuba refleja la voluntad de articular un frente ideológico regional que relativiza los derechos fundamentales en consonancia con los intereses unilaterales de los gobiernos de los que son parte. Asimismo, advierte que esta evidencia contribuye a afianzar en la cultura política regional una peligrosa tolerancia al autoritarismo “de izquierdas”. El Observatorio aboga a favor de que la intelectualidad latinoamericana rompa con esta indulgencia y abrace una defensa sin adjetivos de los derechos humanos y la democracia, aplicando la misma vara crítica a todos los gobiernos, allende signos ideológicos. Por último, el ODC recuerda que una política editorial abierta, plural y centrada en la ciudadanía —y no en dogmas de partido— es condición indispensable para que los pueblos latinoamericanos alcancen esa soberanía que proclamaban las revistas reunidas en La Habana, pero desde una perspectiva realmente inclusiva, libre y democrática.