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tomás fernández robaina

Tomás Fernández Robaina: “Yo eso no lo puedo olvidar”

Tomás Fernández Robaina acaba de cumplir ochenta años. En julio de 2003 tuve la oportunidad de entrevistarlo. Hablamos de su trabajo en la Biblioteca Nacional, de su amistad con Reinaldo Arenas, de la Organización Nacional de Entendidos (ONE) , y de otros temas. Comparto con los lectores de “Fiebre de Archivo” aquella conversación.

Ana Maria Simo

Ana María Simo: “Cuba es dolorosa. Trato de no verla”

Sentí la represión creciente del régimen como revolucionaria radical, que era como yo me definía. La homofobia me pareció retrógrada, catastrófica para el país entero. Sin embargo, la represión que sentí desde que tuve uso de razón, fue por ser mujer. Lo viví de niña, de adolescente, y de joven adulta. Hasta que me fui del país.

Sabor Metálico - Roberto González Echevarría

Sabor metálico

“Cada vez que entrevisto a una ‘cuban-american celebrity’, padezco el mismo síndrome de Ford: ‘Tus preguntas son una mierda, pero soy yo el que tengo que responder’. Ahora lo experimento con Roberto González Echevarría”.

Jorge Enrique Lage: “Si te gustó La autopista…, te gustará Everglades” - Gilberto Padilla Cárdenas

Jorge Enrique Lage: “Si te gustó La autopista…, te gustará Everglades

Esta es la imagen que quiero para esta entrevista: Jorge Enrique Lage guiñando un ojo en Cuba, en su negativa al silencio: “Me gusta el instrumental de la ciencia-ficción, las movidas con el tiempo. Y me gusta trastear cacharrería en paro técnico. Para otras cosas más productivas, se necesitan habilidades de las que yo carezco”.

James Franco - Chalunga y purpurina

Chalunga y purpurina

Si nos sentáramos en La Chalunga, yo le contaría el millón de discriminaciones que sufro todos los días por ser gordita, mujer y tortillera; le hablaría de la perdedera gubernamental y le enseñaría una libreta en la que voy anotando las similitudes entre la violencia de género en Cuba y el marabú.

París no me importa ni pinga

París no me importa ni pinga

Al llegar a París sentí que el metro me acogía, que los rostros ajenos me miraban de soslayo y que todos los inmigrantes, los refugiados e indocumentados pisoteados por la Unión Europea y maldecidos por el mar y las fronteras, entendían que mi amor por la humanidad estaba embarrado por el repudio y la tristeza.