—¿Quiénes eran tus mejores amigos en La Habana?
—Heberto Padilla, Pablo Armando Fernández, Pepe Rodríguez Feo, encantadora persona, de quien decían que era agente. ¡Todos eran agentes!
—¿Quiénes eran tus mejores amigos en La Habana?
—Heberto Padilla, Pablo Armando Fernández, Pepe Rodríguez Feo, encantadora persona, de quien decían que era agente. ¡Todos eran agentes!
El placer con que el autor de ‘Cobra’ describe su vivencia ilustra perfectamente al artista que fue y siempre quiso ser: una persona interesada en lo superficial de modo obsesivo y delicado.
Tomás Fernández Robaina acaba de cumplir ochenta años. En julio de 2003 tuve la oportunidad de entrevistarlo. Hablamos de su trabajo en la Biblioteca Nacional, de su amistad con Reinaldo Arenas, de la Organización Nacional de Entendidos (ONE) , y de otros temas. Comparto con los lectores de “Fiebre de Archivo” aquella conversación.
Sentí la represión creciente del régimen como revolucionaria radical, que era como yo me definía. La homofobia me pareció retrógrada, catastrófica para el país entero. Sin embargo, la represión que sentí desde que tuve uso de razón, fue por ser mujer. Lo viví de niña, de adolescente, y de joven adulta. Hasta que me fui del país.
“Cada vez que entrevisto a una ‘cuban-american celebrity’, padezco el mismo síndrome de Ford: ‘Tus preguntas son una mierda, pero soy yo el que tengo que responder’. Ahora lo experimento con Roberto González Echevarría”.
Esta es la imagen que quiero para esta entrevista: Jorge Enrique Lage guiñando un ojo en Cuba, en su negativa al silencio: “Me gusta el instrumental de la ciencia-ficción, las movidas con el tiempo. Y me gusta trastear cacharrería en paro técnico. Para otras cosas más productivas, se necesitan habilidades de las que yo carezco”.
Si nos sentáramos en La Chalunga, yo le contaría el millón de discriminaciones que sufro todos los días por ser gordita, mujer y tortillera; le hablaría de la perdedera gubernamental y le enseñaría una libreta en la que voy anotando las similitudes entre la violencia de género en Cuba y el marabú.
Al llegar a París sentí que el metro me acogía, que los rostros ajenos me miraban de soslayo y que todos los inmigrantes, los refugiados e indocumentados pisoteados por la Unión Europea y maldecidos por el mar y las fronteras, entendían que mi amor por la humanidad estaba embarrado por el repudio y la tristeza.
Mi abuela entendía la libertad como mirar hacia el horizonte y que estuviera allí todas las mañanas. Mi padre inventariaba la libertad como la suma de todos los placeres prohibidos encontrados en un Placer Único. Mi idea de la libertad siempre fue menor: que la prisión abra sus puertas y te obligue a una esclavitud roñosa y despiadada: decir la verdad para los otros.
Fragmento de El estruendo de Ciclón. La nueva revista cubana (1955-59), título de próxima aparición por Hypermedia, bajo la edición de Ernesto Fundora.