El chofer me dijo, tan pronto como supo que yo era cubano:
―No nos hagamos ilusiones: la cultura sólo existe en las sociedades totalitarias. Porque en una sociedad abierta la cultura no necesita ni defensa ni definición. Es lo que es y punto, acaso es también lo que no es. Por eso en Cuba el Ministerio de Cultura es el único comparable en recursos con el Ministerio del Interior.
No creo que sea necesario añadir mucho más. Me he topado con miles de tipos así, filósofos al volante de un taxi Uber, boteando en un App del móvil de una punta a otra punta de la gran unión americana.
Escribo esto con uno o dedos de una sola mano, la derecha. Mientras cargo y mimo a mi hija recién nacida con la otra, la izquierda: la del corazón y también la de los infartos. No sé si este sea un buen testamento político, pero por lo menos así lo parece.
Le pregunto al totalitólogo de la cultura si él tiene hijos. Ya parece mayorcito, pero tal vez sea hasta más joven que yo.
Mi chofer de turno me mira muy serio. Estamos cruzando el río Hudson y yo me estoy yendo a Islandia por un año. De Newark a Reykjavík. Un sol de oro se pone sobre las aguas empalizadas y entonces él de pronto me dice, amarillento por los rayos del astro rey o acaso por las iluminaciones iniciales de algún cáncer:
―El hijo de un pueblo esclavo no tiene derecho a la procreación. Eso tiene que ganárselo viviendo por él, callando, muriendo.
Yo tampoco tenía a mi hijita cuando esta sentencia fue pronunciada para la historia de los cubanos sin Cuba, casi que escrita entre las volutas del aire acondicionado de un jeep Cherokee.
Yo también era el hijo de ese pueblo esclavo. Y vivía por él. Y moría. Pero no había sabido callarme lo suficiente.
Al final del viaje, el último de mis Uber antes de exiliarme esta vez desde los Estados hacia Islandia, le dejé una propinaza digital del 100% a mi totalitólogo de la cultura.
Gracias, compatriota célibe.
Uber Cuba 0117
En la televisión cubana publicaron mi foto del carné de identidad, como parte de los archivos de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Según el serial Tras la huella del Ministerio del Interior, me llamo Abel Ferreiro Luaces y todavía tengo 41 años. Esa fue la edad con que me expulsaron de Cuba, el martes 5 de marzo de 2013.