En su reciente columna de opinión en The Wall Street Journal, Yaroslav Trofimov profundiza en los entresijos de cómo la actual guerra entre Israel y Hamás está configurando el panorama geopolítico mundial. Esta guerra, como afirma Trofimov, es algo más que un conflicto localizado: se extiende a lo largo y ancho, influyendo en el equilibrio de poder mundial.
La actual tensión en Oriente Medio está poniendo a prueba los recursos estadounidenses y europeos. Al hacerlo, desplaza inadvertidamente el foco de atención de Rusia, ofreciendo al país un respiro de la mirada crítica del mundo, especialmente en lo que respecta a sus acciones en Ucrania. Al mismo tiempo, China está identificando nuevas oportunidades en medio del caos.
Mientras la guerra continúa, como consecuencia del ataque lanzado por Hamás contra territorios israelíes el 7 de octubre, que se cobró la vida de aproximadamente 1400 civiles, los principales actores geopolíticos están sacando provecho. Rusia, China e Irán —todos ellos oponentes históricos del statu quo internacional apoyado por Estados Unidos— están explotando la situación. Alexander Stubb, ex primer ministro finlandés y actual candidato presidencial, subraya este sentimiento: cuando Estados Unidos deja vacíos de poder, siempre habrá actores dispuestos a ocuparlos.
Sin embargo, Estados Unidos se ha esforzado por reafirmar su postura en Oriente Medio, demostrando su papel indispensable. Pero, como subraya Trofimov, la concentración de la atención norteamericana en esta región permite a Rusia ganar un terreno considerable. Ante el creciente número de muertos palestinos, Moscú desafía abiertamente lo que percibe como hipocresía occidental. Contrasta la condena de las masacres de civiles rusos en Ucrania con sus reacciones comparativamente moderadas ante las acciones israelíes en Gaza.
La retórica del presidente ruso Vladimir Putin, que compara el asedio israelí a Gaza con el asedio de su ciudad natal, Leningrado, durante la Segunda Guerra Mundial, subraya la ambición de Rusia de encabezar un movimiento mundial contra el “neocolonialismo” occidental, al tiempo que libra su guerra colonial en Ucrania.
La postura de China también revela un cambio. China, que antes mantenía lazos amistosos con Israel, ahora apoya abiertamente la causa palestina. Curiosamente, Pekín evita calificar de “terrorismo” los ataques de Hamás, a pesar de las bajas chinas en el conflicto. Esto, sugiere Trofimov, forma parte de la estrategia de China para presentarse como una alternativa pacífica a Estados Unidos, especialmente para las naciones en desarrollo.
Las ramificaciones de este conflicto se extienden también a India, que recientemente ha estrechado lazos con Israel. Los ambiciosos proyectos que pretenden desafiar la iniciativa china “Belt and Road” se ven ahora amenazados por la actual agitación.
Las naciones europeas se enfrentan a sus propios retos. Además de la tensión en las alianzas regionales y la desviación de la crisis de Ucrania, existe la posibilidad de una crisis energética y el resurgimiento de grupos militantes islamistas. Los efectos indirectos son evidentes en las manifestaciones pro palestinas en toda Europa.
Para Ucrania, este conflicto significa una posible reducción del apoyo militar occidental. Mientras Israel busca interceptores para sus sistemas de defensa, las necesidades de Ucrania son más terrestres, lo que revela una disparidad en la ayuda militar occidental.
El lado positivo podría ser la posible estrategia de la administración Biden de agrupar la ayuda militar a Israel y Ucrania, lo que dificultaría a los republicanos negar su apoyo.
La pastilla: 01×07. ¿Será el científico Eduardo López-Collazo el primer Nobel cubano?
Eduardo López-Collazo es físico nuclear, doctor en Farmacia e investigador. ¿Su sueño? Eliminar la metástasis. Desde 2014, su nombre aparece en la lista de los gais más influyentes de España. Es colaborador habitual de este podcast.