La sociedad civil, la administración Biden y el cuento de la buena pipa

En los últimos días se han sucedido alarmantes acontecimientos en La Habana.

El pasado 5 de febrero, el músico, activista y miembro del Movimiento San Isidro (MSI), Maykel Osorbo, fue atacado con un machete en la calle, a plena luz del día. Ese mismo día y bajo el hashtag #poramorte, un individuo que se hace llamar Alina Rubio incitaba en Twitter a matar y cortarle la lengua a la artista, activista y miembro del movimiento 27N, Tania Bruguera. Y varios son los defensores por los derechos de los animales en Cuba que en días recientes han visto sus mascotas envenenadas.

En la víspera del 168 aniversario del nacimiento de José Martí, una veintena de artistas, miembros del 27N, acudieron al Ministerio de Cultura como respuesta a la reunión convocada el día antes por el viceministro Fernando Rojas, en lo que debería ser la segunda reunión de un diálogo suspendido durante dos meses. En el hiato entre esta y la primera reunión, que tuvo lugar el 27 de noviembre pasado, cuando más de trescientos artistas de todas las esferas se plantaron frente al Mincult reclamando el derecho a la libertad de expresión, el cese de la represión y la liberación de los miembros del MSI entonces detenidos, el gobierno castrista ha desplegado una campaña sostenida de asesinato de reputación en los medios oficiales. Miembros del 27N y del MSI han sido objeto acoso, vigilancia policial, prisión domiciliaria de facto (al no permitírseles salir de sus casas), secuestros e incomunicación.

El supuesto diálogo de este 27 de enero se concretó de forma violenta cuando, nada más y nada menos que el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, agredió físicamente a uno de los asistentes (Mauricio Mendoza, periodista independiente) para arrebatarle el teléfono. El gesto fue secundado por otros funcionarios del Mincult que habían salido escoltando al ministro y al viceministro. La inadmisible agresión funcionó como una orden de ataque para que intervinieran la policía y las fuerzas paramilitares que ya rodeaban a los artistas.

La violencia no se hizo esperar. Todos fueron cargados por la fuerza (secuestrados) en un ómnibus del transporte público que habían traído para tal efecto, junto con la turba represora. Los artistas que reclamaban el diálogo por la vía pacífica y a través de la institución que los representa, fueron violentados físicamente, despojados de sus posesiones personales, cacheados (especialmente las mujeres) y detenidos por cinco horas en la Cuarta Estación de Policía de Infanta y Manglar, en el municipio Cerro, donde fueron sometidos a interrogatorios y se les quiso hacer firmar actas de detención.

Al hostigamiento y persecución policial, que es práctica habitual en un país cada vez más militarizado, se suma la excusa “sanitaria” de la pandemia como pretexto para multar y procesar a cualquier desafecto o allanar moradas, como fue el caso de Damas 955, sede del MSI, el pasado 26 de noviembre. A ello se adiciona el incremento sostenido de las tácticas de linchamiento mediático, usadas por el gobierno cubano para desacreditar a aquellos miembros de la sociedad civil que se atreven a disentir abiertamente y a reclamar sus derechos. Estas tácticas, alarmantes y desleales, funcionan como la construcción de un “expediente” que despoja al demandante de su calidad cívica, en los marcos de la legalidad, para criminalizarlo como delincuente común, a la vez que sirven como escarmiento público para que nadie se atreva a solidarizarse con los demandantes.

La separación de los puestos laborales es otra práctica común: ahí están los casos de los hermanos Omara y Ariel Ruiz Urquiola, Oscar Casanella y Anamely Ramos. Se suceden las purgas sistemáticas, a través del borrado y la reescritura de la historia. En la página oficial Ecured (Enciclopedia colaborativa en la red cubana), el perfil del periodista y escritor Carlos Manuel Álvarez, miembro del MSI, fue groseramente editado; otro tanto ocurrió con el historiador Julio César Guanche.

Más recientemente, la página de Casa de las Américas borró de su listado de escritores premiados a Legna Rodríguez Iglesias y Abel Sierra Madero, quienes residen fuera del país, publican en medios independientes y mantienen una actitud crítica frente a lo que acontece en la Isla. La cacería de brujas está en pleno apogeo.

El periódico Granma en su edición del 26 de noviembre, acusaba al MSI de “show contrarrevolucionario, auspiciado y apoyado por el gobierno estadounidense”, mientras que el artista y activista Luis Manuel Otero Alcántara, una de las voces más conocidas del MSI, es tildado como “cabecilla del grupúsculo” con “un abultado expediente de provocaciones”.

Recordemos que, el primero de marzo del 2020, Luis Manuel Otero Alcántara fue arrestado; se disponían a procesarlo como delincuente común bajo los supuestos cargos de “ultraje a los símbolos patrios” y “daño a la propiedad” por la realización de su performance Drapeau. En ese momento, gracias a la presión de la prensa independiente y el apoyo de la comunidad artística nacional e internacional, el gobierno se vio obligado a desestimar la causa.

No hace mucho, Alcántara hacía pública una de sus últimas series en la revista independiente El Estornudo. Bajo el título Mil maneras de morir accidentado, el artista desarrolló un ensayo fotográfico de todas las maneras posibles en que la Seguridad del Estado cubano podría hacer pasar su asesinato como un accidente.

La serie de Alcántara denuncia esta vil práctica del gobierno cubano. Sirvan de recordatorio, en tal sentido, la inoculación del virus del VIH al científico y también activista Ariel Ruiz Urquiola, a través de una de las transfusiones de cloruro de sodio y dextrosa, mientras se encontraba en huelga de hambre en la Sala K de penados y de Cuidados Especiales del hospital Abel Santamaría de Pinar del Río, en 2018; o el asesinato disfrazado de accidente automovilístico del líder de la oposición civil, fundador del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) y gestor del Proyecto Varela, Osvaldo Payá, en 2012.

Lo mismo que Alcántara, la artista Tania Bruguera ha sido blanco directo de difamación en el programa televisivo Las razones de Cuba. En la emisión del 6 de febrero, se le acusaba de ser una “fabricación política” de Washington, y agente de una “guerra cultural”.

Según el informe anual del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), Cuba, 2020: entre la represión contra la sociedad civil y la violación de los derechos sociales, al menos 1.798 detenciones arbitrarias, de ellas 216 violentas, tuvieron lugar el pasado año en la Isla, y se registraron al menos 1.647 retenciones forzosas de activistas en sus casas. La misma organización reporta, para el primer mes del año en curso, 84 detenciones y el hostigamiento de al menos 117 personas, sometidas a interrogatorios, agresión y detención domiciliar. El gobierno cubano está decidido a todo para neutralizar al movimiento cívico en la Isla.

La administración Biden-Harris tiene ante sí un reto estimulante: terminar con la fallida historia de más de 60 años de bloqueo inoperante, y actuar como agente activo en la flexibilización de las relaciones entre ambos países. La tarea no será fácil. El primer obstáculo en ese camino necesario es justamente su interlocutor: el gobierno cubano, cuya perpetuación en el poder se construye sobre la base del enemigo y el ideario revolucionario como telos hegemónico exclusivo —y excluyente— de la nación, que perniciosamente equipara pueblo y Estado como identidades consustanciales, desterrando cualquier posibilidad de alteridad o diálogo.

El 17 de diciembre del 2014, cuando el presidente Barack Obama anunciaba la normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba y la apertura, por primera vez en más de medio siglo, de una embajada en La Habana, al tiempo que la alentadora promesa de barrer con uno de los últimos vestigios de la Guerra Fría, Tania Bruguera dirigía una misiva a Raúl Castro, Barack Obama y el Papa Francisco, los tres dignatarios que habían participado de un diálogo secreto, por más de un año, para hacer posible ese hito histórico. En dicha carta, en tanto ciudadana cubana, Bruguera exigía transparencia política, derecho de manifestación, reconocimiento legal de asociaciones y partidos, la descriminalización del activismo político y elecciones libres. Todos estos reclamos siguen siendo enteramente pertinentes: son las demandas de la sociedad civil cubana actual.

Al final de la misiva, Bruguera proponía una reedición de su obra El susurro de Tatlin #6, esta vez fuera de la Institución artística: en la arena pública. La mera dislocación del emplazamiento de la obra (antes acogida por el Centro Wifredo Lam, como parte de la X Bienal de La Habana; ahora en la Plaza de la Revolución, bajo el nombre de #YoTambiénExijo), evidenciaba la hipocresía de un gobierno que hace uso oportunista del arte en calidad de bandera de la democracia ante el mundo, pero que continúa siendo represivo e intolerante en su esencia.

#YoTambiénExijo nunca obtuvo el permiso oficial. Igual, el martes 30 de diciembre del 2014, una docena de personas se dieron cita en la Plaza, rodeados por efectivos de la policía. Para entonces, Bruguera estaba en paradero desconocido. Había sido detenida por la Seguridad del Estado.

Hoy, Tania Bruguera cumplía dos semanas de prisión domiciliar forzosa: desde el 27 de enero tiene una patrulla en las afueras de su casa que le impide la libre circulación. Mientras tanto, en una de sus tantas emisiones, el NTV ha hecho público su número de teléfono privado, al igual que los de otros miembros del MSI y el 27N, exponiéndolos al acoso de llamadas anónimas.

El domingo 20 de marzo del 2016, cuando el Air Force One aterrizaba en el aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, Obama se convertía en el primer presidente estadounidense en visitar la Isla desde 1928. Dos días después, su histórico discurso en el Gran Teatro de La Habana abría, al fin, la tan esperada brecha de amistad, unidad y democracia.

Como mismo el MSI y el 27N, Obama comenzaba su discurso a través de la poesía, y dejaba por sentado lo obsoleto de una política de aislamiento basada en la Guerra Fría en pleno siglo XXI. El discurso dirigido al pueblo cubano, dentro y fuera de la Isla, insistía en la necesidad de la democracia como espacio de cambio, y en los individuos como agentes catalizadores del mismo, capaces de re-imaginar la sociedad y mejorarla.

El discurso de Obama era un llamado a la esperanza y la reconciliación nacional. Era ese discurso de amor del que ha estado tan desprovisto el pueblo cubano, siempre empujado al sacrificio, siempre en pie de guerra.

La reacción del gobierno no se hizo esperar. Tan solo unos días después, Fidel Castro publicaba en el periódico Granma una de sus por entonces habituales reflexiones, donde calificaba el discurso del presidente estadounidense de “almibarado” y asumía que los oyentes debían haber estado al “punto del infarto”.

Donde Obama apuntaba al futuro, Castro se aferraba al pasado; donde Obama quería enterrar los últimos vestigios de la Guerra Fría, Castro se encargaba de atizarlos. Si Obama ofrecía una rosa blanca, Castro confirmaba que no necesitaba regalos del imperio.

Las razones de esta enérgica reacción son claras: el Estado totalitario cubano solo se mantiene en el poder bajo la vieja táctica de la excepcionalidad cubana, basada en la tensión geopolítica con los Estados Unidos, esa rancia escaramuza de la soberanía nacional siempre amenazada por la proximidad al “imperio más poderoso de la tierra”, en libresca reedición de la leyenda bíblica de David y Goliat. El viejo cuento de la buena pipa.

Con el reciente cambio de administración en los Estados Unidos, El estado castrista empieza a hacerse la boca agua y manda señas al nuevo gobierno, pero como siempre las señales son contradictorias. El sábado pasado, 6 de febrero, el presidente del país, anunciaba que se ampliarían las autorizaciones para cuentapropistas y el sector privado en varios rubros económicos. Sin embargo, ayer, 10 de febrero, el El Clasificador Nacional de Actividades Económicas (CNAE) del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de Cuba (MTSS), publicaba un listado de 124 actividades que quedaban prohibidas o limitadas. Bajo el rubro de Actividades donde no se permite el ejercicio del trabajo por cuenta propia,  se prohiben el periodismo independiente, el trabajo editorial, así como todas producción audiovisual y cinematográfica.

Así queda explícito en la  sección C, ededicado a la Industria manofacturera, en su inciso 11:

-Impresión de periódicos, revistas, tabloides, libros, mapas, atlas, sellos de correos, timbres fiscales, documentos de títulos, cheques y otros documentos de garantía, incluye cuños, gomígrafos y papel moneda y cualquier otro impreso que atente contra lo dispuesto en la Constitución de la República de Cuba y en la legislación vigente. (1811).

Por su parte, la sección J, que abarca información y comunicaciones prohíbe las siguientes actividades en sus incisos 56-59: -Edición y maquetación de libros, directorios y listas de correos, periódicos, tabloides y revistas en cualquier formato o soporte. (5811, 5812, 5813)

-Producción audiovisual y cinematográfica, actividades de grabación de sonido y edición de música, excepto la operación y/o arrendamiento de equipamiento para la producción artística, Agente de selección de elenco (casting), Auxiliar de producción artística. (5911) Actividades de exhibición de películas cinematográficas y cintas de vídeo. (5914) Transmisiones de radio. (6010)  Programación y transmisiones de televisión, y actividades de programación cultural de la música, las artes escénicas, el libro, las artes plásticas, el cine, el patrimonio cultural y el trabajo comunitario. (6020)[1]

El Estado castrista busca consolidarse como la única voz dentro de la sociedad civil cubana a través de la prohibición y, por ende, criminalización de estas actividades por cuenta propia.

La sociedad civil cubana ha madurado mucho desde la visita de Obama. Si en diciembre del 2014, cuando #YoTambiénExijo, apenas dos decenas de personas se atrevieron a ir a la Plaza de la Revolución, el pasado 27 de noviembre los plantados frente al Mincult superaron las trescientas personas. Desde entonces, el 27N sigue activo, lo mismo que el MSI y otras voces de la sociedad civil cubana, a pesar de las persecuciones, los atropellos y los linchamientos mediáticos sostenidos. Hoy en Cuba los jóvenes llevan la voz cantante, pero se suman a ellos varias generaciones, voces plurales de dentro y fuera de la isla, en esa gesta magnífica que es soñar una Cuba inclusiva y diversa; una Cuba digna, al fin, del siglo XXI.

En esa nueva Cuba que ya está gestándose, no tienen sentido las obsoletas y maniqueas posturas de un mundo bipolar. El Estado cubano, en franca descomposición, seguirá aferrándose a ellas como clavo caliente, y pondrá zancadillas una y otra vez a la administración Biden-Harris en su cometido histórico de seguir el camino abierto por Barack Obama para lograr la normalización de las relaciones bilaterales. Y lo hará hasta el último estertor, porque de ello depende su sobrevivencia; porque el poder totalitario cubano depende de una ideología hegemónica que justifique siempre la nación en pie de guerra, en emergencia constante contra el enemigo, y porque depende también de una economía monolítica, a través de la cual el Estado detente el control absoluto sobre todos los aspectos de la vida ciudadana. 

No obstante, al tiempo que flexibiliza el embargo y regulariza las relaciones bilaterales con Cuba, la nueva administración debería como parte de ese acuerdo exigir y velar por la liberación de las fuerzas productivas en Cuba y por el cumplimiento de la Constitución cubana vigente, en pos de proteger a esa sociedad civil que hoy es hostigada y perseguida: en específico, sus artículos 41, 51, 54 y 55[2], que actúan hoy como cláusulas dormidas, así como la derogación de decretos como los 349, 370 y 373, que funcionan a modo de calzo a esa Constitución y que coartan las libertades garantizadas por esa misma Carta Magna.

El resto, esa República, está en manos de los cubanos, que sabrán construirla con todos y para el bien de todos.




Notas:
[1] https://www.mtss.gob.cu/noticias/actividades-donde-no-se-permite-el-ejercicio-del-trabajo-por-cuenta-propia
[2] ARTÍCULO 41. El Estado cubano reconoce y garantiza a la persona el goce y el ejercicio irrenunciable, imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente de los derechos humanos, en correspondencia con los principios de progresividad, igualdad y no discriminación. Su respeto y garantía es de obligatorio cumplimiento para todos.
ARTÍCULO 51. Las personas no pueden ser sometidas a desaparición forzada, torturas ni tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes.
ARTÍCULO 54. El Estado reconoce, respeta y garantiza a las personas la libertad de pensamiento, conciencia y expresión.
La objeción de conciencia no puede invocarse con el propósito de evadir el cumplimiento de la ley o impedir a otro su cumplimiento o el ejercicio de sus derechos.
ARTÍCULO 55. Se reconoce a las personas la libertad de prensa. Este derecho se ejerce de conformidad con la ley y los fines de la sociedad.




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