La maldita circunstancia del odio por todas partes

Al chivo expiatorio dale candela…

Esto llamado “realidad” tiene estructura de ficción.

Era un ser puro que sólo quería singar. Patria o muerte, singaremos.

¿Por qué razón ―que no confieso porque ignoro aunque lo sé sin saberlo― tengo ganas de que se cumpla a rajatabla la muerte o destrucción del otro? ¿Por qué la envidia y el resentimiento pueden convertirse en fuente de un inmenso deseo de felicidad?

Vamos, vamos, apremió el influencer de turno, sea del bando que sea, no puede haber atasco en los trenes que conducen a las cámaras de gas o a los crematorios. Llamadme Eichmann, ejemplo de inter-dependencia o inter-ser. Y punto.

Tiempo oportuno para reparar nosotros en este lúcido y pérfido análisis de Jaime Bayly sobre los jugadores argentinos: cada uno de ellos devenido en “capitalista globalista”. 

Entonces, partiendo de esta lógica, podríamos concluir que cada jugador cubano de Grandes Ligaspuede mostrar (y mostrarse) ante el propio gobierno cubano, pero sobre todo ante el pueblo cubano, cada jugador, decíamos-escribíamos, dejará de manifiesto que sin ayuda alguna de la política de estado del gobierno cubano, cada uno de ellos devino en un “capitalista globalista”.

Si escribo ―ojalá sepa expresarlo bien y evitar equívocos―, si hablo incluso, tal vez será para que prevalezca lo opuesto, es decir, la “banalidad del bien”. Que los trenes lleguen puntuales y no exista atasco ―ya no en los crematorios, por supuesto―, sino en un Gran Parque de Seres Libres.

Cada jugador cubano de Grandes Ligas devino en un “capitalista globalista”.

Compórtate de tal manera que si el Führer te estuviese viendo se sentiría orgulloso de ti. ¿Cuántos Eichmann viven en cada uno de nosotros que pide la muerte de quien piensa diferente o simplemente cumple órdenes para reprimir? Siendo un tipo gris que solo cumple órdenes bajo la imagen omnipresente de mi padre: el líder. 

Patria y vida, pero muerte al comunista. Patria o muerte, pero muerte al gusano. 

La cosa práctica consiste en que los trenes lleguen sin atasco a los crematorios. Entonces, de rodillas veo la imagen del verdadero padre devenido madre: José Martí. Y pido: patria con compasión.

Nuestra cierta manera de ocuparnos de una versión bien tropical de la banalidad del mal. Y a la vez de un mal devenido fetiche de lo banal. Aé, aé, aé la chambelona. El choteo chorrea. Si das la vuelta a la tortilla, llegas a la banalidad del bien. ¿Entiendes? 

Al día de hoy, la logística de los flujos de trenes hacia futuras cámaras de gas puede volverse tarea de algunos influencers. O de quien ocupe una tribuna. Pero esto resulta tangible: la maldita circunstancia del odio por todas partes, cunde.

Sin embargo, muchos actuales Eichmann, dentro o fuera de la isla, van a morirse (y matar) de alegría, si por fin no participan peloteros cubanos de Grandes Ligas en el próximo Clásico. Una manera gris y sibilina de que los trenes lleguen a tiempo. El Gran Otro te observa orgulloso. ¡Firmes! Siempre la polarización. ¿Y quiénes creamos dicha “polarización”?

Tiempo oportuno para re-reparar nosotros en este lúcido y pérfido, análisis de Jaime Bayly, sobre los jugadores argentinos: cada uno de ellos devenido en “capitalista globalista”. 

¿Cuántos Eichmann viven en cada uno de nosotros que pide la muerte de quien piensa diferente o simplemente cumple órdenes para reprimir? 

Entonces, partiendo de esta lógica, podríamos concluir que cada jugador cubano de Grandes Ligas puede mostrar (y mostrarse) ante el propio gobierno cubano, pero sobre todo ante el pueblo cubano, cada jugador, escribíamos-decíamos, dejará de manifiesto que sin ayuda alguna de la política de estado del gobierno cubano, cada uno de ellos devino en un “capitalista globalista”.

Por tanto, si cubanas y cubanos gritamos en el próximo Clásico “¡Cuba Campeón!”, no será jamás un triunfo de la dictadura sino del exilio, que fue dividido con odio. 

La familia cubana partida en pedazos por un odio supremo heredado por alguien que ejerció la Metáfora Paterna más castradora que hayamos tenido en nuestra pequeña historia cubana de nada, dejándonos así en la incurable confusión de matarnos unos a otros sin necesidad alguna; castrados allí donde vivamos ―semejante a un “acto reflejo”, es decir, lo vivimos sin pensarlo, parecido tal vez a la dicotomía entre no pensar y conocer de Eichmann―, muchas veces terminamos complaciendo el pedido paterno de quien fue nuestro Gran Líder: goza matando. Y como podéis leer: ¡no quiero ―o no puedo― ni escribir su nombre!

Al menos “yo” ni vivo ni escribo para el Gran Otro. Se va, se adiós para siempre… ¡jonrón!, pero sin nadie en base. Somos ese nadie. (Tanto que nos gusta el verbo “ser”, usémoslo).

Queremos sufrir y punto. Esto llamado “realidad” tiene estructura de ficción. Aquí, cobarde. En internet, valiente. Aquí, puro. En internet, abyecto. O al revés. ¿Cuál es mi verdadero yo?

El Gran Otro te observa orgulloso. ¡Firmes! Siempre la polarización.

Compórtate de tal manera que si el Führer te estuviese viendo se sentiría orgulloso de ti. Sin dudas, el Gran Líder aprobará tus actos, por abyectos que parezcan. Eso: solo parecen abyectos, no lo son. Por tanto, mata y goza. Después, respira. De lo frío a lo cruel a lo abyecto al goce, no hay más que un paso.

Sin embargo, dejemos al margen el asunto de que queremos sufrir (por algo actuamos como actuamos, según el psicoanálisis), de que gozamos con el sufrimiento, y punto… Que somos hijos del maltrato, para decirlo en tono coloquial. Tú te lo guisas, tú te lo comes, dijo una tibetana a un tibetano.

Demasiado dolor y sufrimiento para ocupar el presente espacio de enunciación. No eres nadie para hacerlo. Ríndete. No puedes, no existes. Así me despido. Mientras tanto…

…Una inteligencia sin mente envolvía el mundo en un extraño orden extraño de las cosas… Susurros movían la mano y el cerebro ejercía su profesión: cartógrafo. 

No puedo seguir, dijo, escribo. Preferiría no escribirlo, dijo, escribo. Y así hasta un reductio ad absurdum tipo 4…, 2…, 1…, respira, sigue el patrón de la respiración: 1:4:2.

¿Cómo resucitar, si la “resurrección” no existe por sí misma?

Me siento culpable siendo feliz. Comepinga, dijo el otro, otra, otre, otri, otru. Un mundo inclusivo: ni los comunistas podían quedarse fuera en la Cuba del futuro, que espero sea transhumana, dicho sea de paso. Vete a la mierda y banalizamos el mal una y otra vez, sobre todo en tiempos de redes sociales donde más que nunca posamos tal como somos para el Gran Otro.

La Metáfora Paterna más castradora que hayamos tenido en nuestra pequeña historia cubana de nada.

Ya lo sabemos: cada uno de nosotros es (ya que nos gusta tanto el verbo “ser”, usémoslo), cada uno se expone sin cortapisas como está estructurado, para decirlo rápido. Por sus actos o frutos los conoceréis, cito de memoria. Puro cinismo, dicho o escrito en el mejor sentido y sin ironía.

Acción, hechos… ¿Llueve? Y así pasábamos el tiempo en el no tiempo. Se trataba de una “propiocepción”. Y punto. Que cada uno se salve como pueda. Y Portero dio un portazo.

Me ahogo. Respira, sigue el patrón de la respiración: 1:4:2…

―No busques más, dijo y repitió citando o al revés: el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Por tanto, me quedo en la superficie; ya no bajo en busca de nada al fondo de nada en lo más profundo de lo más recóndito de nada de nada. Dejemos las tonterías seudointelectuales a un lado. Chapoteo en la superficie, chapoteo en la superficie.

Solo escucha y observa. Cada cuerpo se transparenta en sus actos, solo en este sentido me identifico con un cínico: aquel que solo cree en hechos. Y llovía bla bla bla por doquier…

―Te lo coges todo a la tremenda.

―La cultura del suicidio en Cuba, ¿qué te parece?

―Mejor cambiamos de tema.

Aquí, cobarde. En internet, valiente. Aquí, puro. En internet, abyecto.

―Cuando te conviene, das la vuelta a la tortilla.

―Bueno, soy tortillera, ¿y qué?

La Revolución como relato perfecto del gran Otro que introyectamos sin más y repetimos sin más. 

―La Revolución cubana se volvió trinquete, trapiche, y mira lo que queda de este piojo ―señalé para el colgajo que sobrevivía entre mis piernas o patas―: he aquí al verdadero trapo heroico.

Afuera llovía. La Habana de 2084 estaba vacía. ¿Había optado la gente por un suicidio en masas? 

Dijo un tipo ahí que en el asunto del suicidio se centraba el problema fundamental de la filosofía. Sin embargo, ¿no se tratará más bien del problema fundamental de la cultura humana, tan bien amaestrada por el símbolo? 

Amo: el Significante. ¡Hay modas que no pasan de moda! Y morir por la patria es vivir.

Amo. Mao. Aom.

―Socio, ¿puedes cambiar de frecuencia?

Dijo que sí con la cabeza. Movió el dial y apareció el hit parade de Billboard de cualquier año. Total, el tiempo se repite

No puedo estar aquí sentado como viejo dril sin dientes expulsado de su familia o manada mientras el pueblo cubano sufre. Ah, pueblo… Ah, cubano… Ah, sufrimiento… 

Eres un cínico. Será la vejez después de tanta abyección. Traduce. Vete a la mierda.

Y me retiré en paz para realizar en espíritu la última paja.




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Del diálogo como estructura para Cuba

Jorge Alberto Aguiar Díaz

Si a veces cuesta dialogar al interior de la familia, ¿por qué resolvemos tan fácilmente una guerra entre dos países, tan pronto como nos enteramos por las noticias?