Extractos de una entrevista grabada el 3 de diciembre de 2019.
Dices que siempre tuviste una intención política, pero no únicamente en el concepto elitista de la nación, sino también contra el mercado: el tema de Miss Bienal. Siempre fuiste como un objetor de conciencia. ¿Cómo ves este tema de la independencia, del artivismo, con esta nueva sociedad civil? Con el Decreto-Ley 349 hubo una fragmentación: había artistas que dialogaban con la institución, pero tú no estabas ahí. ¿Cómo has experimentado la relación del gremio hacia tu persona y hacia tu obra? Me dices que mucha gente te defiende, pero hay algún tipo de autocensura…
Es parte de mi filosofía, es parte de mi proyecto como activista, como artista: no espantar a la gente. En la política cubana, cuando un artista se mete en el mundo de la política, al régimen le interesa alejarlo de la gente. El Sexto estaba alejado de la gente. Después, a Tania Bruguera la gente le abrió fuego. El mundo del arte es como…, tú eres arte político, y nosotros caminamos por acá. Y desde un principio mi intención fue: yo voy a todas las fiestas, a toda la farándula, estoy metido en todo. Siempre he acercado a mis amigos al Museo de la Disidencia, a que escriban, a dialogar, a tomar ron… Yo soy un tipo común. Yo voy a Clandestina, yo voy a Perugorría.
Mi experiencia personal con el gremio es 90 % positiva; no podemos obviar de que vivimos en un país con mucho miedo. Y lo otro es que el mundo del arte es muy complejo porque hay egos, hay necesidad de reconocimiento. Cuando hablo de nosotros no es Luis Manuel solo: estamos hablando de Yanelys Núñez, Amaury Pacheco, Michel Matos, Soandry, José Ernesto Alonso… En la Bienal 00, que era el gran reto, teníamos 50 artistas extranjeros y 120 artistas cubanos. Y que ellos no vieran eso como tu ego, una pincha para ti…, eso fue lo más difícil. Y gracias a personajes como el Chino Novo,Mosquera, Marrero, que fueron superpuntuales, y sabiendo comunicar, dialogar, logramos que la gente confiara. Logramos aglutinar. La gente venía a hablar contigo a ver quién tú eras, si verdaderamente eras eso que tú decías. Fue un trabajo de muchos meses. Ernesto Oroza fue un tipo clave, Tania Bruguera también fue importante, la misma Coco Fusco…
Es una energía generacional. La gente tiene deseos de hacer y decir cosas. La gente está cansada. Ahora mismo estamos en la peor crisis cultural que habido en toda la historia.
Audio de la entrevista a Luis Manuel Otero Alcántara. Parte 1.
(Cortesía de Claudia González Marrero).
¿Cómo tú defines ahora la gestión de la política cultural en la presidencia de Díaz-Canel?
En Cuba, la cultura está cada día más paupérrima. En los 60, los 70, los 80, puedes decirme lo que sea, pero había cultura. De un bando o del otro, la gente creía en un proceso y había que ser socialista, había mucha gente convencida de eso. El régimen le cayó arriba a la gente, pero había músicos, escritores, poetas… Tienes que mirarlo en el contexto, la gente que creía en eso… Un régimen poniendo dinero, construyendo una imagen de la Revolución, pero ahí está toda la trova, que era parte de una efervescencia manipulada, pero había cultura. Después se empiezan a romper paradigmas, llegan los 90, entra el money, y empiezan procesos culturales superinteresantes: la distancia, el folclorismo, montón de cosas… Ahora mismo no está pasando nada de eso.
Fidel Castro era un tipo que todos los días te inventaba un número diferente. Cuando no eran los maestros emergentes, eran los instructores de arte, o una marcha en contra de los americanos. Y toda esa dinámica generaba cultura. Propaganda política y demás, pero había gente que creía, había paradigmas. Y era la contracultura fajada contra esa cultura. Ahora mismo no existe nada de eso. La gente no quiere trabajar. Hay una crisis de paradigmas, hay una crisis económica total, una crisis de las instituciones. Tú entras al Centro de Desarrollo, entras al Lam, a cualquier lugar, y te parece que son cementerios.
Una cerveza cuesta 5 fulas en el Mío y Tuyo. Los paradigmas cada día son más durakos, se relacionan mucho más con la banalidad. Las posturas culturales de pensamiento cada día están más en crisis. Por ejemplo, ¿dónde publicar un texto para que lo lean los estudiantes del ISA? Arte Cubano no sale, Noticias de Arte Cubano, que es el tabloide, tampoco. No hay una publicación. Desiderio Navarro se fue del parque; esa generación que movía y generaba espacios, todo el mundo se piró. Ahora mismo la gente escribe un texto para Diario de Cuba y eso no lo lee nadie. Las exposiciones son un día: tres fotos para Instagram y ya; al otro día no pasa nada. ¿Dónde está la curaduría? El espacio de pensamiento, que se esté hablando durante meses, que tú logres que la gente empiece a conectarse, a hablar, a pensar… Ya eso no pasa en Cuba.
Y el régimen lo sabe.
Y lo aprovecha muchísimo y lo notifica constantemente. Nos quiere convertir en estúpidos. El régimen cierra todo. Y lo otro es que nadie quiere pincha, con este calor, con esa necesidad económica, con un carro que te cuesta 1 dólar… Y el arte se mantiene al mismo nivel. Los Garaicoa, los Tania, esa gente sigue teniendo mucha plata, los chamaquitos se gradúan de San Alejandro, se ponen una camisa, se echan talco, cogen una jevita de Historia del Arte, le pagan 100 dólares al mes y la ponen a trabajar ahí, y ya, tienen tres pinturas, tres cuadros. ¿Dónde están tus uñas embarradas de óleo? O van a chuparle el tubo a Continua o a El Apartamento. Los otros días, Pistoletto dándole la mano a Díaz-Canel. Es como que yo mañana me aparezca dándole la mano a Trump. Entonces, ¿por qué yo no tengo la respuesta? Porque yo soy tercermundista. Todos los que vienen es por el acercamiento. Pero hay gente aquí a la que le dan palo, hay un montón de tipos presos ahora mismo.
Hay mucho nivel de despolitización a nivel retórico, pero la represión sigue igual o peor. Las cosas que he escuchado son estrategias de tipo KGB, represivas, mafiosas. Me imagino que tu experiencia con la represión es algo cotidiano…
Yo soy un tipo de mucha suerte, que me he conectado. Hasta ahora gozo de admiración y de una respuesta superpositivatanto del pueblo en la calle como del mundo del arte, los intelectuales, la oposición también. Producto, creo, del trabajo, de la obra que funciona. No sé verdaderamente por qué sucede esto, uno es carismático, saluda a la gente… Yo soy así. Yo soy un tipo que si tengo 10 pesos los comparto contigo. Quiero a mis amigos, mis amigos me quieren de verdad, estamos conectados. Veremos qué pasa, porque al final ellos tienen el poder sobre todo, menos sobre la creatividad y la mente y el corazón de uno. Mañana te puede pasar algo y puedes desaparecer, y la gente puede despertar un día y decir: no te queremos, nos estás perjudicando.
Audio de la entrevista a Luis Manuel Otero Alcántara. Parte 2.
(Cortesía de Claudia González Marrero).
¿Y no te parece que esa estrategia que han utilizado contigo ha sido contraproducente para ellos? A mí me resultó muy esclarecedor, en Artista X Artista, el momento en que tú llegaste. Ahí estaban Elvia Rosa Castro, Sandra, Magaly, el Chino, y todo el mundo te recibió con aplausos. Fue un momento de tensión impresionante. Imagino que la gente también admire mucho tu tenacidad.
Yo soy un negro del Cerro, eso es importante decirlo. Yo conozco el mundo humano. Y la gente me ve humano, me ve tomando alcohol, me ve en el día a día, me ve con mis ambiciones. Lo otro es que lo que yo estoy diciendo es lo mismo que quiere todo el mundo. Yo tengo una manera muy popular, muy chabacana y muy cómica de llegarle la gente, y la gente se conecta al momento con eso.
El Sexto, por ejemplo, es un tipo que se incomunicó. Él lo supo. El Sexto es un tipo que trabajó mucho, un tipo que tiene un talento espectacular, pero no tiene capital dentro del mundo de la cultura, porque se enfrascó en permear el mundo de la política nacional, en ser utilizado por la política. Somos diferentes. En cuanto a política, El Sexto es el artista político cubano que más respeto. Pero también admiro mucho a Amaury Pacheco, de Omni-Zona Franca: ahí hay un proceso intelectual, con un nivel de profundidad, que no está en la obra de El Sexto. Y admiro la obra de Tania Bruguera, donde también hay un nivel intelectual. Yo tengo fusionados en mí, y estudié muy bien, esos personajes como El Sexto, Tania Bruguera y Amaury Pacheco.
Omni-Zona Franca era ese tipo de vivencialidad muy pegada a la tierra, muy pegada al hombre, a ese problema del pan, la croqueta, el huevo… Y eso le generó a Amaury una admiración y un cariño muy humano dentro del gremio. Tania Bruguera conecta la realidad cubana con la high society, conecta ese mundo político con el mainstream del arte. Con El Susurro de Tatlin, logró conectar el mainstream con la oposición cubana. Que ya Amaury lo venía haciendo, pero él no tiene la carrera artística que tiene Tania y todas sus conexiones a nivel mundial. Tania metió el pase en la Plaza de la Revolución y la gente empezó darse cuenta de que el arte ya no puede estar metido en el cubo blanco. Y después viene un tipo como El Sexto, que ya es mi generación, que es como más loquito, más friki, ese híbrido que supuestamente se genera entre Tania y Amaury, pero muy metido en la política.
Yo veo todo eso y hago una especie de mejunje. Soy un tipo conectado con ese pie descalzo que se arrastra hasta El Rincón, pero me interesa también el mainstream: estoy conectado con todos los chismes, con todas las exposiciones, y a la vez estoy pegado a la política. Porque me interesa el arte como plataforma de incidencia en la política, no como un adorno de la política.
Audio de la entrevista a Luis Manuel Otero Alcántara. Parte 3.
(Cortesía de Claudia González Marrero).
En tu performance de las 24 horas con la bandera hubo personas que se ofendieron, porque todavía arrastran el constructo mitológico de la bandera como nación. ¿Cómo negociaste con esa experiencia? Recibiste realmente reacciones crudas de gente que te seguía, pero no perdiste seguidores…
Mi trabajo siempre va hacia empujar los límites. Cuando me hablas de los seguidores, estamos hablando del Museo de la Disidencia, por ejemplo, que es una obra clave. Cuando yo hice el Museo de la Disidencia, puse a Fidel Castro al lado de Payá, y ahí sí me atacó la derecha, la izquierda, la oposición, el régimen; todo el mundo me atacó en aquel ese momento. Yo estaba consciente de eso. Con mucho trabajo, no solamente mío, sino de muchos, la gente entendió, ha ido entendiendo mi trabajo poco a poco. Una obra que reacciona con esas mentes, no voy a decir ni rígidas ni cuadradas, esas mentes también víctimas del totalitarismo.
Yo no soy político, yo soy un artista, y quiero que Cuba entre, como decía Omara Ruiz Urquiola, en el siglo XXI. Y la única manera que tengo de hacerlo es poniendo constantemente en crisis los paradigmas, de un extremo al otro. Si la gente no me sigue, no me sigue. Yo no soy monedita de oro. Y el MSI, igual: dirígelo, yo te regalo a ti el MSI y me salgo. Pero el MSI no puede ser un grillete en el pie para mi creación artística. El arte es lo que va a hacer que esta mierda cambie, y que las mentes cambien. Poner en crisis todos los paradigmas, ponerme en crisis a mí mismo, es parte de ser activista… Ya, es fácil: la bandera es de todos, me pongo la bandera arriba, al lado de Payá, y le doy un beso en la boca a Berta Soler. A estas alturas, eso es muy fácil. Lo que pasa es que eso te mantiene en una especie de zona de confort, y a mí me interesa poner en crisis todos los extremos, poner en crisis toda esa historia.
La bandera es de todos fue una obra que superó mis expectativas. A mí me interesa ese arte. Parece algo raro y loco lo que voy a decir ahora mismo, pero cada vez que me meten un pase caliente yo digo: mi pincha está funcionando. Que me metan un pase caliente es parte del presupuesto. Es muy traumático, el cuerpo lo sufre, pero vives en un régimen totalitario: si no pasa eso, yo me siento mal. Ahora mismo le decía a un socio que yo soy como una especie de radiactividad. Yo levanto la mano y ellos vuelan, porque saben que lo más mínimo, una bandera encima… Radiactividad. Y ellos dicen: tenemos que cortarle las manos y la cabeza a este. Y es cuando ya no me dejan moverme…
Tú, por supuesto, jamás anuncias ni pides autorización para nada. Ellos te tienen vigilado y se enteran de las cosas…
Es que yo hago como si viviera en un país normal. Eso se lo escuché el otro día de Boris Sánchez. Como si estuviera en Alemania. Depende de la obra, de la estrategia que tengamos, yo me posiciono más o me posiciono menos. Hay obras que hacemos de modo subterráneo y después las sacamos a la luz. A veces lo hacemos público para que la gente vea el nivel de locura que hay aquí. Por ejemplo, la obra sobre Daniel Llorente, de pinga para poderla lograr, porque tenía vigilancia las 24 horas, hasta en los pelos tenía yo cámara. Y logré escaparme media hora de la Seguridad del Estado y hacer la obra, y fue espectacular. Cuando me cogieron, yo estaba feliz.
A mí el victimismo ese, que me van a dar un palo, ay, pobrecito el artista, 17 veces preso… No, no: yo quiero pinchar, yo quiero hacer la obra. Me encierro y tienes que tumbarme la puerta. Después que yo termine la obra, me puedes meter preso. A mí lo que me interesa es la estrategia para producir la obra, que es con lo que ellos ahora mismo están lidiando. El gran dilema mío ahora es cómo crear en Cuba. Porque ellos lo que quieren es fracturarme mi talla creativa, que no puedas moverte. Entonces tengo que estar generando constantemente. Si me dejas dos días en la calle, es uno para descansar y otro para adelantar una pincha.
Audio de la entrevista a Luis Manuel Otero Alcántara. Parte 4.
(Cortesía de Claudia González Marrero).
La reacción de la Seguridad del Estado casi que se ha vuelto parte del proceso de producción de la obra y, a veces, parte de la obra en sí.
Y eso tiene que ver también con la desmitificación de esa gente. Hay que trabajar; es difícil, pero hay que trabajar, trabajar, trabajar… Y eso hace que la gente diga: se pueden hacer cosas. La Seguridad del Estado le teme a que la gente vea que uno trabaja y hace cosas, y se digan: ¿por qué yo te voy a tener miedo? ¿Vamos a morirnos? Ahora mismo están matando a un montón de indígenas y activistas en toda Latinoamérica, están sacando ojos. Morirnos es lo de menos.
Retomando el tema de la sociedad civil, ¿cómo tú ves el panorama entonces? ¿Realmente ves que hay una especie de despertar, una primavera cubana? ¿O crees que falta mucho para que las cosas cuajen?
Yo soy un tipo optimista. Creo que este es el momento. Estamos en un momento vivo, donde la gente está trabajando, está empujando… Cuba está cambiando mucho. Que tengamos internet, datos móviles, los tres barcitos que hay, una sociedad civil… Ahora, para hablar de una primavera, hay que esperar a que pase. Es muy difícil pronosticar si será un estallido social, o si va a ser algo procesual. Yo preferiría que fuera evolutivo, porque un estallido social… ¿Tú te imaginas a todos los durakitos tirando piedras, dando puñaladas y aprovechándose de la crisis? Sería triste. Pero si fuese necesario, yo lo asumiría. Me gustaría ser de las víctimas mortales.
Un estallido social puede ser necesario en un momento determinado, lo que pasa es que tiene que articularse a través la sociedad civil y de los políticos, porque en los 90 hubo un estallido social y no pasó ni cojones. Cuando repartan tres o cuatro muslos de pollo, la gente se va a ir para su casa y el régimen va a decir “estamos en tiempo de guerra”, y va a justificar lo injustificable.
Mientras tanto nosotros estamos aquí, trabajando en la sociedad civil, haciendo determinada incidencia, porque tampoco se puede ser ingenuo: no vas a lograrlo tú solo, tiene que haber un montón de factores internacionales que influyan en esta realidad, para empujar esto hacia una dirección o hacia otra.
Audio de la entrevista a Luis Manuel Otero Alcántara. Parte 5.
(Cortesía de Claudia González Marrero).
¿Que crees que viene para Cuba, y para el Movimientos San Isidro?
No terminé de contar cómo nació el Movimiento San Isidro. Con el 349, cuando nos lanzamos, logramos avanzar bastante. Yo le decía a la Seguridad del Estado: es que ustedes me están quitando el oxígeno, y si me van a matar, vamos a morirnos fajados. La del 349 fue una gran victoria, porque fue de las primeras veces que el régimen echó para atrás y dijo públicamente: “nos equivocamos”. En el intermedio, Amaury Pacheco y Michel Matos dicen: qué vamos a hacer después del 349 con esta conectividad que tenemos de dos años trabajando, cómo resolvemos esto. Así es como surge el Movimiento San Isidro.
¿Cómo veo la Cuba contemporánea para nosotros? Trabajando. Si me preguntas cómo sueño yo a Cuba: en un proceso de transición, invitando a todos los intelectuales, políticos, politólogos, economistas; a todos los cubanos que están por el mundo y que quieran pinchar aquí, pero en un régimen de transición real. Sueño con un país al que puedan entrar Alexis Valdés y Willy Chirino, y donde se le pueda hacer un monumento a Celia Cruz.
Si el régimen no cambia en los próximos 4, 5 años… Mira, si el cuerpo aguanta, bien, ojalá; pero si no: estoy listo para fracturarme yo también. Ese héroe inmaculado, sufriendo muchos años, con la piedra y las águilas que se lo comen, Prometeo… No. Yo soy un tipo finito. Yo sé que el cuerpo es finito. Por ejemplo, cuando Yanelys se quedó en España, yo apoyé esa idea, porque a ella ya le estaban dando ya parálisis cerebrales: a nivel físico, estaba fracturada. Creo que en este nivel de miseria cultural, de miseria en general, en Cuba hay que hacer como cuando sacaron las obras de arte de España durante la Guerra Civil: sacamos todo eso. Los locos que estamos fritos porque nacemos con un tornillo de menos, nos quedamos trabajando aquí, y después que toda esa gente regrese.
El Movimiento San Isidro pudiera fracturarse. Ha sido un ejemplo de cómo hacer cosas de una nueva manera, de cómo empujar en diferentes direcciones. Herramientas que le hemos dado a la oposición misma: de visualidad, de cómo llegar a los jóvenes… Y el régimen, yo creo que están cansados también, hay muchas contradicciones. Allá dentro hay gente buena también, gente que está ahí porque fueron traicionados, y de pinga decir que te equivocaste después de 50, 60 años… Yo creo que conmigo incluso pudiera ser peor. A El Sexto le echaron 9 meses por los puercos; a Ángel Delgado, por cagar en un periódico, le echaron un año, 6, 9 meses, no me acuerdo cuánto fue…
Entonces, con inteligencia, con mucho respeto también, pero trabajando. Lo que va a hacer que Cuba cambie es el trabajo. Ni el régimen quiere trabajar.
Michel Uranga, conocedor y triunfador de su propia individualidad
Esta entrevista es, probablemente, un despropósito: la antientrevista. No se puede hablar con un yogui y esperar entender algo. Un yogui no separa el mundo de los hechos y el mundo que él ha creado. Michel Urangaes yogui, terapeuta, maestro, amigo, emprendedor e influencer de La Habana de hoy.