En su libro Archivo y terror. Operaciones entre literatura, política, teatro y arte—publicado recientemente por la Editorial Casa Vacía—, el escritor cubano, cubano-exiliado, exiliado-insiliado, insiliado-situacionado Carlos Alberto Aguilera, que hoy vive en la ex Checoslovaquia, vuelca en 19 “trabajos escriturales” el espectro transnacional con el que ha asestado —desde atrás—, con satisfacciones/decepciones, a la muy grata —e ingrata— literatura.
(El espacio digital creado por Aguilera, InCUBAdora, es una página de impostergable “consulta espiritual” sobre todo lo reyoyo que existe en la nación desperdigada y su ahistórica “incultura política”: hay que seguirlo —al dedillo o de culillo— si se quiere escapar de alguna manera del hoyo destutanador en el que nos sembraron).
Al galope, con su escaso tiempo dual/bipolar, Aguilera ha accedido a esta plurilingüe conversa-cita:
PMGR: ¿Cómo se clasificaría tu libro?
CAA: Archivo y terror es un libro de ensayos. O de ensayos y entrevistas. Aunque prefiero decir solo de ensayos, ya que considero a la entrevista como una extensión o camouflage del ensayo. Una de sus variantes perversas. Variante que se hace a dos cabezas y haciendo que la cosa gire en varias direcciones, como un ventilador chino.
PMGR: Nunca te lo dije, pero estando en Barcelona hace varios años, a través de Antonio José Ponte contacté a Radamés Molina (Rado, para los cercanos), quien me envió luego a La Habana el macuto impreso de las revistas Diáspora(s): una “joya oscura de vuestra cosecha autoral en los difíciles años habaneros”, para usar un calificativo que la salve de asociarla con antigualla coleccionable que invoca el morbo. Estoy en deuda impagable con él y contigo.
Ya en La Azotea de Reina María Rodríguez, donde se incubaron y diseminaron como semillas aventadas, había hojeado yo algunas de esas páginas en los tardos noventones, pero vayamos al grano, que ni chícharos quedan ya en tan actualizada Cuba, y tiempos tan jodidos reclaman poca poesía: ¿Qué significado tendría, en los presentes con-textos nacionales / nacionalistas, el manoseado ensemble referencial “Literatura-Nación”, que se enuncia(ba) con harta frecuencia por doquier?
CAA: Bueno, mientras exista un Estado que se apropie del significante nación para construir su despotismo de Estado y, a la vez, sus emblemas ideológicos, la literatura-nación estará por desgracia ahí, siendo utilizada o dejándose utilizar, tanto por la academia como por los escritores y hasta por el imaginario popular, que muchas veces confunde literatura con retrato de vida o panfleto.
Hay tanta literatura-nación en Retamar, en esos poemas obreros que hacía (“Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela”, por ejemplo), como en Padura, que circula alrededor de los estereotipos que el dispositivo facha-identitario y político cubano ha creado o acentuado en los últimos sesenta años.
PMGR: Por eso mismo es que esta no puede ser una entrevista formal, sino un tête à la tête en tanto encuentro cabezón. Nunca un pathos exhaustivo de tu obra ni de ti, aunque sea arduo desvincularlos. Porque un receptor a medias, por mediático que sea (pocos pueden con eso), suele sentar cabeza de lector/mendigo.
Te adelanto que, en lo que hablaremos, masticaré frases y citas, ideas comunes, y luego intentaré que se lo coman en la redacción de Hypermedia Magazine sin devolverlo (regurgitarlo). Blan-dirán, en caso extremo, que “no es de interés público” y listo. Nos tragaremos el mamotreto, sin previa consulta ni pacto de caballeros.
Teresita Dolvapage te la hizo (no la paja, por favor, una entrevista) descafeinadamente, hace un lustro. No reincidiré en lo dicho. Y Udo Kawasser, a quien conocí en aquella capital tan o más sucia que ahora, te estrenó en las redes en 2004: está, creo, en La Habana Elegante (esa re-tomadura —y no del pelo— del correligionario ilustre —y más claro que Pepe Antonio— don Francisco Morán).
Más recientemente, en este mismo año, TuMiamiBlog por poco te seduce —terca y ladinamente— para que regresaras a “la bella” City, la otra Cuba, a reconsiderar sus presupuestos Macondones/McAndinos. Bajo un aderezo “malvado”, desprovisto por igual de malvaviscos.
Paradoja tremenda es que cuando saliste de Cuba te hayas ido a vivir a la Alemania “ungida”, la tierra que te inspiró un primer libro de poesía: Das Kapital (1997), en son de homenaje/venganza a favor —y en contra— de la plusvalía prometida por el padrastro del enclenque proletariado. Con el baro —y la paz— de aquella beca.
En tus declaraciones, has reiterado algo que se me antoja obsesión:
“Y es que hablar otra(s) lengua(s) te hace entender la escritura no solo como una máquina de guerra política (que también lo es), sino como una máquina de guerra ontológica, lingüístico-privada, caricaturesca”.
¿Cuánto hay de eso, también, en Archivo y terror?
CAA: Todo y nada…
Todo, porque en muchos de esos ensayos intento desmontar esa escritura “desplazada” que muchas veces leo aquí y allá.
Y nada, porque el ensayo, como género, es una zona muy particular de la escritura. Una zona de goce y entubamiento a la vez, que se aparta de todo impresionismo y a la vez de toda academia (de lo falso que hay en ambos lugares), y por eso debe construirse a fuego lento, para que todo quede en equilibrio.
PMGR: En dos libros tuyos anteriores —El Imperio Oblómov (2014), Matadero seis (2016)— se evidencia un nexo filial (por llamarlo así, como citando tu “en-tuba-miento”) que retrotrae a la figura paterna descontextualizándola de ámbitos patriarcales, reduciéndola a esa malsana comunidad de amor-odio-al-patria-y-muerte que inculcó Fidel Castro en cada cubano, con su hacendoso modo de desinflar la base productiva de lo que consideraba él “su Estado/Partido” y descojonar de paso la pirámide social “invertida”.
Pirámide que también tornara “recta”, mediante la machucación minuciosa de la famiglia cubizhe (mal dicho en italiano, porque en breve comenzaremos a maffiar nuestra propia carta/casta local de cariz-matriz eslavófila).
¿Consigue esta compilación de ensayo-interview-reseña-testimonio vislumbrar la omnisciencia de aquellas huellas nefastas en la vapuleada “cultura cubana”?
CAA: Creo que no. Archivo y terror es un libro de amor. Un poema hecho de libido, para no decir ad libitum.
Aunque en algunos de sus textos intenté desmontar el aparato castrista, lo que más me interesaba era (re)pensar cómo fluye o no el agenciamiento poder en las diferentes instancias y, si desde él, desde sus límites, era (es) posible construir algo. De ahí que se intercalen textos sobre arte, literatura, cine u otras cosas en el libro.
PMGR: Lo digo no porque hayas dedicado parte del índice a figuras/glorias/temeridades del adusto patio (que no es solo el de mi casa, el que debiendo ser “particular” es del gobierno, y sí: se llueve y se moja, pero bajo constantes aguas albañales lanzadas por un vecino chivatón y protegido), sino porque tú, vehículo transmisor/provocador empecinado, eres cubano, aunque ya te pese poco serlo. O admitirlo. Y reciclarlo en las tablas que apenas restan para salvarnos del horror/desencanto.
Irina Garbatzky, obviamente eslava, ha llamado “inscripciones postsoviéticas” a tu legado (in)vertido en El Imperio Oblómov (el título me recuerda a un poemario de Almelio Calderón Fornaris); como un exorcismo del sufrir aquellos ubicuos cánones.
¿Cuánto de tal indagación que no es choteo —a tu consideración de escritor/excretor/lector insular despellejado por la lejanía— se deja entrever en las páginas de este último/presente reto?
CAA: Creo que la mayoría de los textos del libro giran o piensan sobre Cuba, incluyendo los que apuntan en otra dirección, como la conversación con Herta Müller o uno que escribí como reacción a un librito extraordinario y del todo falso de Sebald: Sobre la historia natural de la destrucción.
Sebald articula un cliché bastante extendido en Alemania (o dentro de cierta izquierda alemana): el de no haber denunciado en su momento la destrucción del país por parte de las tropas aliadas, el de no haber impugnado in situ los bombardeos y el horror. Falsedad, a mi entender, doble.
Uno, porque confunde denuncia de Estado con denuncia intelectual (y sobran los ejemplos de cómo desde el mismo año 1945 comenzaron a salir poco a poco textos, reportes, entrevistas y novelas donde sí se habla, se piensa y se denuncian los bombardeos de los aliados).
Y dos, porque confunde pathos y/o estupefacción (la estupefacción normal del que ha sido anestesiado) con parálisis.
PMGR: En tesis común sobre la inminencia de alguna falsa futuridad, la mencionada ensayista y tú —junto a Iván de la Nuez— coinciden en hiperbolizar su no-existencia.
Ella lo sintetiza diciendo que “la descolocación temporal tensiona la escritura”, e impele a los hijos bastardos de las revoluciones a apropiárselas, “consecuencia de haber crecido bajo el calor de una paradoja crucial ocurrida entre dos tiempos colisionados: el efecto del fin del mundo (el futuro ya llegó) y la utopía como origen perdido (el futuro ya se fue)”.
¿Te sientes identificado con semejante corriente narrativa —que agrupa no solo a profanos circunscritos a una sola tendencia literaria como pueden ser los poetas/la poesía— o vas a por más, tirando al pecho, tirando a matar?
CAA: Para mí lo más importante es la escritura. No la novela o la poesía o el teatro como géneros.
Lo que me interesa y disfruto es pensar o conceptualizar algo y después hacer que fluya en un determinado escribir.
Escritura que en mi caso siempre se salda con un entrecruce de “diferencias” (salvo en el haiku y en la zoofilia, ya no hay pureza en ninguna parte) e intentando que entren muchas cosas: obsesiones, delirios, realidad, fetiches, musiquita…
La literatura, aparte de concepto, es musiquita: sin esas dos cosas se vuelve algo vacía.
PMGR: Pedro Marqués de Armas, tu colega y amigo Doctor en Ciencias Médicas, escribió lo que considero un verso sublime: “En el subsuelo de la mente, sí”. No sé si está suscrito en un poema de Cabezas, ese título que hace honor al curalocos que él ha sido, o en otro poemario suyo.
Algunos de los poemas de Pedro fueron “astrologados” —porque mentar “antologación” huelga— por ti en Memorias de la clase muerta (1988-2001). ¿Ayudó esa búsqueda irresoluta, suerte de introspección afín al mejor/peor/común de los mortales, en la decisión de incluirlo en tu presente compendio, tan abracador como abarcador?
CAA: Marqués de Armas es uno de los que mejor ha visto, primero dentro de Cuba y después fuera, la relación entre archivo insular, políticas despóticas, imaginario institución y psiquiatría.
Sobre eso iba mi conversación con él incluida en Archivo y terror. Conversa que era, además, sobre su último libro en aquel momento: Ciencia y poder en Cuba: racismo, homofobia, nación, 1790-1970.
Un libro con muchos datos y una mirada muy particular, como son las cosas buenas cuando son del alma.
PMGR: Según Juan Carlos Quintero Herencia, para llegar a trascender lo utópico “se necesita de un acto heroico” —Fulguración del espacio. Letras e Imaginario Institucional de la Revolución Cubana (1960-1971), Beatriz Viterbo, 2002—, augurando que “el futuro” definiría lo que yo tildo como el estrábico precepto de nación cual experiencia de lejanía: “la voz del líder es un más allá, Cuba está más allá, el sentido de lo revolucionario es un más allá que requiere de un difícil viaje”. (Y esto semeja suicidio precoz).
¿Encontraste tu hora de matarte (de risa) fuera del islote?
CAA: Hmm. No sé. ¿Qué piensas tú?
PMGR: Lo que yo piense será una pinga. Una pena/un pene otrx. Así que dejemos los conexos galos y las insinuaciones vanas. Que no fueron dos las ayas de la francesa, sino una sola la empoemada por Martí cuando, despesjuelada frente a la incandescencia playera, aprendió a mirar y bien.
En el Imperio Oblómov insinúas autoría/pertenencia de Fidel Castro Ruz (C-Ruz, para mi goce) a una sentencia dicha por el personaje del patriarca obseso: “O aplauden o les rompo el futuro”. Poner la frase en otra boca es, además, secuela de traslapación/traspolación de cuerpos tangibles y estados anímicos.
Cuéntanos cuánto tuvo que ver esa apertura discursiva acerca de la torcida realidad cubana en una obra que viaja a la “llana/fría maepatria” y regresa de aquella (mala) semilla para perpetuarse en el imaginario de los “de adentro” como una opereta de desacralización de la “Ostalgia”, tan cabrona/dañina en cualquier obra postsoviética por reductora (para colmo preñada/tildada “de afuera”).
CAA: Bueno, ya desde los años en Cuba, con Retrato de A. Hooper y su esposa (1996), mi primer libro, estaba buscando la manera de salir de un espacio asfixiante, donde todo empezaba y terminaba en la isla, en su drama. O, en el peor de los casos, en su centralidad.
De ahí que ficcionar territorios fake ―nada más fake que el este europeo, o China― te daba más reposo a la hora de poner a funcionar ciertos conceptos o zonas sin tener que encajarlo en una “verdad de vida”, como era en aquel momento para mí el caso Cuba.
Después esta idea ha dado muchas vueltas y creo que donde mejor la explico es en un libro que saldrá próximamente por Hypermedia: Teoría de la transficción, donde doy claves que para mí son importantes a la hora de analizar una literatura que se entiende más a sí misma como flujo que como retrato, más como “transversalidad” que como “adentro”.
PMGR: El retablo rearmado como panóptico dantesco del soporte vivencial en Archivo y terror tiene vínculos con toda la urdimbre del viejo castrato teatral. ¿Por qué insistir —como lo haría yo, que no ostento todavía ningún sintagma/estigma del “locusmorbidus” como tú— en la recontra-utopía no-ficcional y la mariconá del sistema que ya probó fehacientemente su “macabrosidad”?
¿Pataleta de chama, grito de patriota? ¿Qué?
CAA: Reflexión. O en todo caso: autorreflexión.
Lo que me gustaría dejar en claro es que Archivo… recoge textos hechos por mí en los últimos quince años. De ahí que la curaduría del libro cruce ―además― sobre una de mis obsesiones: la patología poder en varios niveles. Y alrededor de esta patología y otras es que organicé el libro, porque otro de los dispositivos que intento mostrar una y otra vez es que hay un límite Cuba que no es el límite usual.
Un límite que pasa por la mierda y los sueños (García Vega), por el cine experimental (Miñuca Villaverde), por Rumania (Herta Müller), por la escatología (Lamborghini, Umberto Peña) o por la denuncia de todo capital (Santiago Sierra).
Límites todos, y valga la redundancia, no muy citados en el amplio archivo antropo-político cubano.
PMGR: En tus textos sobre los gorriones de “Mao, el regreso ficticio” y El Imperio Oblómov se lee de las fobias y poses anti-pajareras en todas las extremo-rojas dictaduras. ¿Existe un lugar revisitable por añadidura en tal profilaxis “no instituida/inducida/institucionalizada” del núcleo duro/macho del Partido Comunista en plan de erradicar/taxidermiar —inventemos el neologismo— a “la frágil fauna alada” que tanto daño/caca le hace con solo existir?
CAA: Existe desde el mismo inicio de la Revolución. Y existía desde antes, en el machismo y la vulgaridad cubana. Aunque nunca como proyecto de Estado, tal y como legitimó el castrismo con sus diferentes redadas, con la UMAP, con sus consignas machistas y con la actitud fascistoide del Gran Macho que fue Fidel y su hermano (para muchos, loca de carroza tapiñada).
Y creo que esta actitud se extiende al actual CENESEX, dirigido por Mariela Castro, ya que no solo es un lugar de control (control de la diferencia y sus sexualidades) y doctrina, sino de represiones políticas, de castigos ideológicos, morales, etc.
PMGR: ¿Hay una pose —apolítica por burda— reconocible en la trama “socializante” desplegada a posteriori en ese contexto, o se trata de la pura/puta masca(ra)da con que los cagados sortean la debilidad intrínseca/propia?
CAA: El sistema cubano es débil. Muy, mucho. Como todos los totalitarismos, además. De ahí que necesiten controlar el todo y reprimir y censurar y coartar y amenazar y hasta matar de vez en cuando para permanecer en el adentro de lo único que tienen y añoran: el poder.
Un poder con total conciencia de su resquebrajamiento y sin sentido, como te decía antes, pero “un” poder al fin y al cabo. Y desde ese sin-sentido es que todo se legaliza en el país; incluso, que el Partido Comunista, único existente en la Isla, esté por encima de la Constitución, que rija por encima de todo lo que es y puede pensarse como Ley.
PMGR: Porque habrá que hablar/escribir/chillar sobre ese rito/sitio puntal donde se anida la roña. Extensión de cualquier animalización deshumanizante añeja o por-venir…
Todas estas indagaciones (mete deo pa’ sacar fideo) que probablemente no aparecerán por ninguna parte en nuestro resumen sino como corolario de transgresiones, son solo preguntas que quería hacerte hace tiempo, y que aprovecho esta vez para C.A.nal-izar.
Aunque no creas en patrias ni establos a esta altura del inning, en 2013 Walfrido Dorta te apodó “El Checo”, aplatanándote de algún modo ad infinitum. Quizá contra natura. Previsoramente, soltaba que la mudada desde Germania te podría resultar gravamen extra. Hoy habitas —¡al fin!— el reservorio final de lo más elitario y demodé del Concret East, tras aquel descascaramiento del muro que sirvió para contaminar ambas ex Republiks contrincantes.
Pero es que en Praga nació demasiada gente y cultura como para no estar justo en la poma. ¿Te hacía falta esa sordidez, la calma aparente que el trópico coartaba? ¿Ha sido aquel país el lugar mejor hallado por ti donde componer oraciones?
CAA. Ha sido el sitio donde más concentración he logrado. Y por eso mismo, donde más he escrito o levantado proyectos, que para mí no hay mucha diferencia entre construir una novela, una antología, una revista o un proyecto como InCUBAdora o FluXus, sobre las múltiples posibilidades de cuestionar la imagen, donde uno tiene que estar muy atento a muchas variantes y poner en juego toda su complejidad y encanto.
PMGR: Dejemos esta charla aquí, querido. Retomaré la “conversa-dicta” algún otro día, con la misma admiración que hoy comparto. Debo cocinar para los enemigos, que son mis seniles padres. Luego seguiremos…
CAA: ¿Qué comemos hoy?
(…)
PMGR: Pregunta de postre, la cual quizá debí ubicar en otra parte y no aquí:
¿Es crucial para tu vida/obra que tus producciones, virtuales e impresas, sean leídas en la Cuba donde pasaste la mayor parte del tiempo, la Cuba mayoritariamente lela/lerda que hoy se debate entre la mera sobrevivencia y el caro dilema de “embellecer” su paisaje interior con suerte de flagrante (des)información?
CAA: Es importante en la misma medida que no lo es. Más que la lectura “nacional” (¿qué es una lectura nacional?), me interesa la lectura de una comunidad, de sujetos que piensen y disfruten la literatura de manera similar a la mía.
Es decir, el modo en que literatura y cabezas se acoplan está, para mí, por encima de cualquier constructo, canon o identidad.
PMGR: ¿Pudieras referir alguna otra experiencia personal que consideres idónea, apta, de interés, o lo que quieras? Es el espacio que antes olvidé ofrecerte, como un café fuerte. Mis disculpas…
CAA: Cierta vez que leí en Colonia el primer relato de mi libro Teoría del alma china. Un relato que avanza como en cámara lenta por zonas opresivas de una China-ficción. Al final varias personas, entre ellos una pareja de Shanghai, me preguntaron sobre cuándo había viajado al país y mencionaron la veracidad del texto.
Veracidad que, como ya sabes, era totalmente inventada. Ya que ni he ido a China ni sé chino. Cosa que a mi entender explica cómo la imaginación puede operar sobre la realidad misma, cómo puede mostrar zonas que de otra manera, quizá, hasta quedarían por desgracia “oscuras”.
PMGR: Imagino la cara de los asiáticos. Irían a inscribirse en un curso contemporáneo de parejología.
¿O es pajarerología?
CAA: Jajajajaja…
Posdata
CAA: Si quieres puedes terminar la entrevista antes, o dejar el jajajajaja mío como colofón (como mejor te funcione), que fue lo que hice cuando leí eso de la pajarolología…
¿O era solo paja en la logia?
Ángel Pérez: “¿Es más interesante la crítica o la película?”
Ángel Pérez está considerado uno de los críticos cubanos más insaciables y lúcidos de su generación: “Si escribir bien es hacerlo con estilo, con profundidad en las ideas, con rigor en la argumentación del criterio, si eso es escribir bien…, estamos jodidos”.