Darcy Borrero: “La prensa oficial es una hidra que se come sus propias cabezas”

Darcy Borrero Batista (Palma Soriano, 1993) es una mujer afrodescendiente, una “mestiza” que siente orgullo si le dicen “negra”. Profesionalmente, ha pasado por varios procesos: desde la apatía ante todo lo relacionado con política e ideología durante sus años de universidad hasta el desencanto de los medios oficialistas. Dadas sus experiencias durante esos años, se ha tenido que ir desprendiendo del vaho de la ambigüedad, el decir a medias; lo cual, inevitablemente, ha hecho más profundo su desengaño. 

Más que por un momento de “ruptura”, ha pasado por varios estadios, “como la relación tóxica y desgastada de la que una no sabe cómo salir, pero tiene que hacerlo. No solo porque sea un sistema patriarcal, sino porque también afecta el modo en que te relacionas con las demás personas”. Así que su orientación política se sigue construyendo bajo premisas antipatriarcales y antitotalitarias.  

Con residencia en Miami desde hace un año y medio, Borrero vivió las protestas del 11 de julio y las semanas siguientes de represión policial con una mezcla de asombro ante lo inédito, la frustración por no poder estar en Cuba físicamente y el tremendo cansancio gracias a su labor periodística constante. “He tenido que encontrar ecuanimidad y fuerza para lidiar desde aquí con todo lo que ellos están viviendo allá”, dice con añoranza. Mientras tanto, recibió la noticia de que su madre querida —quien todavía vive en Cuba— había sido diagnosticada con Covid-19.

De niña, viajó con su mamá —militante del Partido Comunista durante mucho tiempo— desde Palma Soriano a La Habana en busca de mejores condiciones económicas. Las encontraron, pero no sin esfuerzo. De hecho, al llegar a la capital, su madre —ingeniera de profesión— vendió dulces a la salida de las escuelas y en la casa de su hermana, quien les acogió. 

Ya en la escuela secundaria, aprendió rápidamente que pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) favorecía en términos de “integralidad”. Pero, aunque las buenas notas ya estaban, no le hicieron el “crecimiento” a la UJC porque llevaba la saya corta, los aretes grandes y la camisa por fuera. Ahora se ríe mucho de esas boberías, pues una de las razones de que llevara su saya tan corta era que no había uniformes nuevos y tenía que entrar a noveno grado con el mismo uniforme que usaba desde séptimo.

En 2008, para hacer sus estudios preuniversitarios, hizo las pruebas para entrar en La Lenin y las aprobó todas. Aquel año había un escalafón especialmente riguroso que hizo el corte en 94 puntos, así que entró “por los pelos”; una vez dentro, descubrió que varios habían pagado su entrada. Al graduarse del Pre, en 2011, pasó a la Universidad de La Habana, donde estudió Periodismo, graduándose con título de oro en 2016. Sus prácticas laborales las hizo en los medios oficiales TrabajadoresPrensa Latina y CubaSí

Si bien llegó a la Universidad motivada por la escritura, salió de la carrera de Periodismo convencida de que quería investigar y contarlo desde el estilo narrativo del “nuevo periodismo”. Fascinada con el periodismo de investigación y con el narrativo, decidió hacer un trabajo para la Facultad sobre el saqueo de tumbas en cementerios de La Habana. Armada con una carta del decano, logró entrevistar a policías y a una fiscal, pero a la larga aprendió que no es ese el tipo de periodismo que se puede hacer en Cuba.

Lejos de esas historias detectivescas con que fantaseaba, su primer trabajo como adiestrada —en septiembre de 2016—fue redactora en el periódico Granma, el órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Pero si bien la carrera académica le dio la medida de que no iba a poder hacer el periodismo que soñaba, fue en Granma, cumpliendo su obligación de servicio social, donde se dio cuenta que “el ejercicio del periodismo es aún más demoledor porque se te derrumban muchas nociones y expectativas”.

Su trabajo rápidamente se fue transformando en una experiencia frustrante. Comenzó la desconfianza y con ella, la paranoia. Sus textos regresaban con marcas amarillas que se traducían en “frases problemáticas” que no podían ser publicadas. Como castigo, en Granma, la pasaron a Internacionales, donde solo debía versionar cables de agencias y, con un poco menos de sistematicidad, hacer análisis sobre la realidad de África. 

Se dio cuenta que estaban evitando que ella escribiera sobre Cuba y, cuando escribía sobre determinados países, el argumento de censura podía ser tan irrisorio como decir que no podían “hablar mal de un país amigo” o que el periódico era muy pequeño para un texto sobre determinado fenómeno en un país africano. Su carrera en los medios oficiales terminó cuando la expulsaron del diario Granma por haber ganado un puesto en el concurso de reportajes de Hypermedia Magazine y porque ya les eran incómodas sus colaboraciones crecientes en medios independientes. 

De hecho, ha publicado su periodismo en un sinfín de medios independientes cubanos (El ToqueTremenda NotaOnCubaEl EstornudoYucabyte e Hypermedia Magazine); además de medios extranjeros (Cosecha Roja y Distintas Latitudes). Ahora trabaja como reportera desde Miami para Tremenda Nota y Diario Las Américas.



Darcy Borrero.


¿Podrías describir tu entorno local en Palma Soriano y Santiago de Cuba durante tu niñez y juventud? ¿Cómo fue tu llegada a La Habana para estudiar? ¿Fue un cambio chocante para ti?

Mis primeros 6 años de vida fueron en Palma Soriano, un pueblo grande en la zona oriental del país y con una riqueza histórica reconocida. Nací en un momento de grave crisis, en 1993; uno de los años más duros del Período Especial. Recuerdo que le hacía rechazo al círculo infantil, de donde un día escapé rumbo al trabajo de mi mamá. Tan inadaptada fui, que a veces pateaba a la maestra.

Durante primer grado, en un seminternado, sí me adapté mejor al aula. Me acuerdo que les pedía a mi mamá y a una tía nuestra que me preparara un aliño para echarle al “fufú” de la escuela y mejorarle el sabor. Mi mamá me llevaba en una bicicleta, un tramo nada corto. Por las tardes, me recogía mi abuelo en esa escuela, llamada Paquito González Cueto, y me compraba una paleta de mantecado. Era un gesto sublime, pues en esa época una paleta diaria de a peso era un lujo. 

Hacia mediados del curso mi mamá se fue unos meses a La Habana. Al finalizar, regresó a buscarme. Yo estaba contenta porque era volver a estar junto a mi mamá y en mejores condiciones de vida, aunque no sin esfuerzo. Al principio ella, siendo ingeniera, vendía dulces a la salida de las escuelas y en la casa de mi tía, que fue quien nos acogió. El cambio de entorno a la larga fue positivo porque llegué a La Habana y, aunque me hacían al principio el bullying típico que recibimos los orientales, conseguí amigas y un entorno de estabilidad propiciado por mi familia y la escuela, donde tuve buenos profesores, algunos de los cuales son mis amigos hoy.  

¿Qué trabajo o profesión practicaban tus padres y cuán “integrada” estuvo tu familia en el proceso revolucionario durante tu niñez? 

Mi familia, en el momento que nací, era de muy pocos recursos. De cinco hijos de mis abuelos maternos, tres, incluyendo a mi mamá, vivían en la casa, cuyas paredes nunca fueron repelladas y el techo sigue siendo de láminas de zinc. Siempre bromeo con que por la sala de cemento pulido hace años camina el caballo de mi tío cochero, y es cierto, porque no hay pasillo lateral habilitado para el animal. Allá solo vive ahora ese tío y la familia que formó; pero mis abuelos van y se pasan temporadas porque echan en falta su tierra. Aún se cocina con luz brillante y no hay agua en el grifo ni taza de baño, sino letrina. Así es la casa donde nací y crecí hasta los 6 años. 

A la universidad fueron mi tía mayor y mi mamá, que se hizo ingeniera y militante hasta que hace unos años pidió su baja. Yo le reclamé muchas veces durante mi infancia las horas que no podía dedicarme por las reuniones del Partido. Era una madre “integrada”; pero eso no afectó jamás nuestra relación. 

¿Cuánto te “integraste” tú de adolescente? ¿Cómo fueron tus experiencias educacionales hasta y durante el preuniversitario? ¿Cómo es que llegaste a La Lenin desde Palma Soriano?

En la secundaria empecé a ser un poco rebelde, pero sabía que pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas favorecía en términos de “integralidad” y esos inventos que politizan la enseñanza. Las buenas notas ya estaban, pero en Cuba se necesitaba ese “plus” ideológico. 

No obstante, en ese momento, en la Secundaria, no me hicieron ese “crecimiento” a la UJC. Dijeron que yo llevaba la saya corta y los aretes grandes, la camisa por fuera (y más allá de que las muchachas queríamos estar “pepillas” con las sayas cortas, el problema era que escaseaban los uniformes nuevos y algunas íbamos con el mismo desde séptimo grado). Luego me reí mucho de esas cosas.  

Ya vivía en La Habana, estudiaba en la escuela secundaria Máximo Gómez e hice las pruebas de ingreso. Las aprobé todas; pero eso no me aseguraba la entrada. Debía promediar entre las tres asignaturas más de 85. Lo hice; pero eso tampoco me aseguraba la plaza. Había un escalafón riguroso que hizo el corte en 94 puntos. Ya dentro escuché que unos cuantos habían pagado su entrada. 



Darcy Borrero en Lima, durante pasantía en Latina TV.


¿Cómo y por qué decidiste estudiar Periodismo en la Universidad? 

El periodismo siempre me atrajo porque me gustaba escribir. Pero mi primera opción era Relaciones Internacionales, una carrera evidentemente política. En ese momento me atraía la idea de aprender política internacional, estudiar idiomas. Del periodismo me atraía la escritura, poder contar historias reales.

Por lo general, hay una distancia considerable entre la idea de lo que es el periodismo antes de estudiarlo como carrera y su ejercicio mismo. Difieren considerablemente las tres etapas del proceso: antes, durante y después. Lo primero que aprendes es que demanda pasión y constancia, vocación de servicio público y ningún afán de hacerse “rico”. 

Terminé alegrándome de haber estudiado Periodismo en lugar de Relaciones Internacionales. Pero a la larga, la carrera muestra su rostro político; más allá de que te guste escribir o contar historias. 

¿Cómo “rostro político”? ¿Podrías dar un ejemplo específico de ese rostro que descubriste?

En primer año de la carrera, durante unas prácticas laborales en Prensa Latina, una colega y yo acompañamos a un periodista a un campamento donde se hospedaban integrantes de una brigada de solidaridad con Cuba. Ya yo había ido a ese lugar durante las prácticas anteriores en el periódico Trabajadores. Esa segunda vez, luego de aquel viaje de 45 kilómetros a Caimito, lo que buscaba el periodista era declaraciones de los brigadistas en torno al bloqueo para poner como titular: “Condena integrante de brigada solidaria el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por USA a Cuba”. 

O sea, ese era el “valor noticia” para la agencia de prensa, a pesar de las tantas historias que podían contar esos jóvenes extranjeros. Con eso te lo digo todo. Yo no estaba interesada en hacer ese tipo de “periodismo”. Eso no era periodismo, sino propaganda y mal trabajada.

Las prácticas laborales fueron experiencias enriquecedoras, pero implicaron también frustración por lo que era “publicable o no”; veía a periodistas que se habían dedicado por muchos años a trabajar para medios estatales y asimilaban la censura, se autorregulaban y escribían lo que sabían que no tendría problemas.

¿Qué te atraía de la idea de ser periodista en un país como Cuba?

En cuanto al periodismo, me enamoré de la esencia de la profesión al instante. También quedé fascinada con el periodismo de investigación, a pesar de que no había antecedentes sistemáticos y flamantes de ese periodismo que revela, y me fui a investigar sobre el saqueo de tumbas en cementerios de La Habana. Me hice de una carta del decano y logré entrevistar a policías, a una fiscal, pero a la larga, no es ese el tipo de periodismo que se puede hacer en Cuba. 



Darcy Borrero en Santiago de Cuba.


¿Qué más me puedes decir sobre este trabajo de investigación? ¿Escribiste o publicaste algo sobre el tema? ¿Por qué dices que no se puede hacer ese tipo de periodismo en Cuba? 

Hicimos una maqueta de documental que aún existe. Luego lo llevé a radio con otra colega porque nos era más sencillo. Por último, con un equipo de cinco, retomamos el tema y escribimos un texto. Nunca fue publicado en medios de comunicación, aunque le dieron la máxima calificación en la asignatura de Periodismo de Investigación. Traje de Cuba documentación para continuar el tema, pero he tenido otras prioridades. 

Investigar en Cuba es un desafío; para obtener información en el terreno hay que hacer un trabajo exhaustivo con las fuentes. Yo me pasé años entrevistando a las fuentes de este tema del robo de huesos humanos y a los oficiales del MININT que durante la carrera me estaban “ayudando” con la investigación, aun cuando lo que hacían era alargarla y entorpecerla. En cuanto a los datos, hay que navegar por una fuerte burocracia y no hay Ley de Transparencia para acceder a la información pública. Se ha hecho periodismo de investigación, pero poniendo un esfuerzo impagable y sobrehumano. 

¿Hubo clases, profesores, libros o periodistas específicos (actuales o de la historia) que te inspiraron o que tuvieron un impacto intelectual en ti como estudiante y futura periodista durante tus años universitarios?

El libro de Oriana Fallacci (Entrevista con la Historia) fue uno de los descubrimientos de inicios de la carrera. Lo devoré. Desde Kissinger hasta Indira Ghandi y los líderes del conflicto coreano. Y es un libro que pudiera ser básico en cualquier plan de estudios de Periodismo. 

Reportaje al pie de la horca del periodista y escritor checo Julius Fučík (quien fue asesinado por los nazis) me electrizó. 

El Gabriel García Márquez de Relato de un náufrago… 

Fragmentos de A sangre fría bastaron; las crónicas de Hemingway (“El viejo del Puente”) me emocionaron y me mostraron cómo se cuenta sin accesorios. 

Luego, aunque no entren en esa clasificación, tengo que mencionar Las Escenas Norteamericanas de Martí y algunas crónicas de Pablo de la Torriente. Había libros de teoría y de narrativa que valieron mucho la pena. Hasta Crimen y Castigo, que me hizo recorrer la obra de Dostoievski. 

Para graduarme, hice una tesis-libro del género testimonio sobre la vida de Eduardo Heras, que fue como hacer una segunda carrera. Para la parte teórica me apoyé muchísimo en Pierre Bourdieu y Kapuściński. 



Darcy Borrero junto a su madre.


¿Quién es Eduardo Heras y por qué lo escogiste como centro de ese libro-testimonio?

Eduardo es mi maestro y fundador del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, donde pasé el Taller de Técnicas Narrativas anual, único de su tipo en el país. Es un intelectual nacido en 1940, que se formó como maestro normalista en instituciones prerrevolucionarias y que luego combatió en Playa Girón bajo órdenes de Fidel Castro. Luego de esos días de guerra escribió sus primeros libros, en los que repasaba la caminata de los combatientes desde el ángulo humano y no tanto desde el punto de vista bélico. 

Su segundo libro no fue bien recibido por la “crítica revolucionaria” y eso provocó su expulsión de la Universidad, donde era estudiante de Periodismo y maestro a la vez. No importó que hubiera sido miliciano y hubiera defendido en 1961 a la Revolución que años después lo castigaba. Lo enviaron a trabajar a una fábrica de acero, donde esperaban su silencio; pero resistió y transformó el espacio. Llevó a él la educación porque Eduardo ha sido un educador ante todo; además de un excelente escritor y gran maestro de ajedrez. 

La injusticia contra él y el calado de sus clases en mí me llevaron a escribir ese libro en el que actúo como “transcriptora”. Con ayuda de mi tutor, Jesús Arencibia, conceptualicé un testimonio a voces múltiples, entrevisté, rebusqué en la prensa lo que podía ser útil a la investigación teniendo como marco temporal la vida de Eduardo, desde 1940. 

Este jueves 5 de agosto, por cierto, fue su cumpleaños 81. Su historia remueve los hilos de la política cultural cubana, de hostigamiento, silenciamiento y reivindicaciones tardías (en 2014 ganó el Premio Nacional de Literatura). La carrera de Periodismo, nosotros los jóvenes periodistas, le debíamos ese libro testimonial a Eduardo, quien ha contribuido a formar a centenares de jóvenes escritores. 

Que este libro mío se librara de la censura a pesar de que revisaba la política cultural, me trajo esperanza. Si bien la carrera te da la medida de que no vas a poder hacer el periodismo que sueñas, el ejercicio del periodismo es aún más demoledor porque se te derrumban muchas nociones y expectativas. 

Me interesa saber más sobre el periodismo que se enseña en las universidades de Cuba. En tu experiencia, ¿se preparan los estudiantes para ser “fiscalizadores del poder” o “facilitadores del poder”? Es decir, ¿se les enseñan las prácticas y principios liberales de periodismo como “cuarto poder” pero al llegar a trabajar en la prensa oficial chocan con el muro de la censura y la práctica de la obediencia, o desde las aulas de la universidad ya están entrenados ser “leales facilitadores” del poder y las políticas del Estado? 

Creo que se enseña todo, aunque dependiendo del lugar donde se estudie. Yo solo puedo hablar por la Facultad de Comunicación más grande, la de La Habana, que fue donde estudié. Y puedo afirmar que tuve muy buenos profesores que me dieron herramientas valiosísimas. Mi tutor, Jesús Arencibia, es uno de ellos, nos llevaba a clases referentes internacionales cuando impartía periodismo impreso y periodismo narrativo. Tuvimos también a Salvador Salazar como uno de los profesores de comunicación y sociedad. 

Los análisis del papel de la imprenta en tiempos de la Reforma de la Iglesia no eran en absoluto descabellados para entender las dimensiones de la información como poder, o de las relaciones entre sistema social y sistema comunicativo. Creo que hay de todo, hay una excesiva politización de la carrera y ejemplos no faltan. Siendo estudiantes nos proponían que participáramos de unos “tuitazos” para condenar el bloqueo/embargo. Para eso daban el Internet que en el resto de las circunstancias escaseaba. 

En cuanto a la prensa liberal, era interesante la alusión a la dominación de cadenas mediáticas, el tratamiento de ese tipo de prensa como “sensacionalista” y muchos de sus contenidos como “banales”. Cuando era estudiante, por ejemplo, surgió una revista llamada Vistar, que nos ponían como mal ejemplo y nos alertaban sobre su amarillismo; aunque algunos tal vez prefirieran irse a trabajar a esa revista que a un medio oficial. Pero a los estudiantes nos decían que, si no hacíamos el servicio social, podían invalidarnos los títulos. 

En general, creo que la Facultad daba las herramientas para que cada cual analizara e hiciera en consecuencia la carrera que le interesara, el problema es que la salida para algunos tenía que ser irse del país para hacer el periodismo que querían u otra cosa. En resumen, nos daban algunas herramientas para ser fiscalizadores del poder, pero sabíamos que en medios estatales solo podríamos ejercer como facilitadores del poder.  



Darcy Borrero en viaje de estudios a Bruselas.


Me interesa saber si dentro de los estudiantes de la Universidad había preferencia generalizada por conseguir puestos de trabajo en los periódicos más “importantes” u “oficiales”, como GranmaJuventud Rebelde o Trabajadores; o más bien, tratar de no trabajar en esos lugares.  

No creo que hubiera preferencia por esos medios nacionales; lo que sí había personas con intereses muy distintos: los “comprometidos” y los “apáticos”. Los estudiantes más “comprometidos” trataban de irse a la agencia Prensa Latina y en eso definía la llamada integralidad. O sea, que podías haber sido alumna ayudante de la asignatura Agencia, pero no era eso ni tus notas lo que “desempataba”, sino la integralidad. Por consenso, en mi aula se le dio la plaza a la jefa de grupo, que es mi amiga, era muy buena estudiante y tenía el plus que se buscaba para esta plaza. Lo vi justo. 

Similar sucedió con Sistema Informativo, para lo que se evaluaba que la persona hubiera tenido alguna práctica sólida durante la carrera. Ser título de oro ayudaba quizás a quienes tenían planes de vincularse a la prensa estatal y hacer en ella una carrera. En mi caso, era título de oro y tenía un promedio alto, me propusieron ir a Tribuna de La Habana y me negué porque dije que si iba a escribir en medios oficiales sería para una audiencia mayor, para que me leyeran en Palma Soriano (mi lugar de nacimiento) lo mismo que en La Güinera, mi barrio en La Habana. 

Entonces me mandaron a Granma. Lo que yo buscaba era tener práctica, hacer diarismo, aprender lo que era una rutina productiva, poder manejar mis tiempos de escritura en un periódico que debe salir al día siguiente y tiene un horario de cierre para impresión. Eso lo aprendí ahí, aunque la mano de la censura venía con el aprendizaje. Por eso es que probablemente, de entrada, algunos no quisieran trabajar en estos medios ni siquiera para “tener práctica profesional”. 

¿Cuéntame más sobre tu primer puesto laboral como periodista en Granma

Comencé a trabajar en el periódico Granma en septiembre de 2016. Antes había hecho prácticas en TrabajadoresPrensa Latina y CubaSí. Allí no había conocido el lado más agreste de la profesión porque me lo tomaba como una experiencia de enriquecimiento personal por el solo hecho de poder entrevistar a personas y contar desde sus perspectivas. 

Luego, trabajar en los medios oficiales como adiestrada se fue transformando en una experiencia frustrante. Comenzó la desconfianza y con ella la paranoia. Más allá de haberme dado una oportunidad con los medios oficiales, me expulsaron del diario Granma por haber ganado un puesto en el concurso de reportajes de Hypermedia Magazine por mi artículo “Misioneros… Huecos negros en sus batas blancas”, y porque ya les era incómodo mi trabajo en medios independientes. 

¿Podrías describir cómo se dio tu expulsión de Granma y cómo supiste que tu trabajo en medios independientes “les era incómodo”? ¿Hubo alguna reunión o proceso en que te juzgaron o en que te comunicaron los problemas de tus actividades? 

Sí, por supuesto, hubo una reunión para expulsarme. Me citaron a una oficina fría en la que estaban el subdirector Oscar Sánchez Serra y la jefa de personal. Ahí me dijeron que mi evaluación era “deficiente” por mi actitud ante el trabajo, aunque “los textos publicados eran de calidad”, según ellos. En una evaluación anterior, mi jefe me había propuesto como “notable” y los jefes superiores determinaron que “aceptable”. 

Antes de la reunión para expulsarme, la directora se había reunido conmigo. Me citó a su oficina y me preguntó por qué yo publicaba en medios “alternativos” o independientes. Le dije que había historias que en Granma no podía contar, entre otras cosas, porque yo trabajaba en Internacionales y las pocas veces que publiqué historias de Nacionales me las censuraban, editaban a su antojo o no las publicaban. La reunión acabó con una conclusión: yo terminaría mi Servicio Social y no publicaría en medios independientes en el plazo de los cuatro meses que me faltaban para terminar. 

Por otra parte, cuando publicaba historias como las de personas fallecidas durante el paso del huracán Irma, me sentía acosada, con las miradas encima, porque algún que otro colega me decía: “Vi tu trabajo tal…” y otros me llamaban “Darcy Bo…”, mi nombre en redes sociales, con altanería y un tono cínico. En mis redes siempre hacía posts catárticos sobre el transporte público y todo lo que me resultaba problemático en la sociedad.   

En 2011, el escritor cubano Juan Orlando Pérez publicó una reflexión en su blog Juan sin nada, titulado “Profesión, periodista. Cubano. Perdón”, donde dice que ser periodista en Cuba es la receta perfecta para una vida profesional de una “espesa insatisfacción” y “tremenda frustración”. Al mismo tiempo, describe los dos años que trabajó en Tribuna de La Habana como los más felices de su carrera. ¿Cómo entiendes esta descripción contradictoria de Pérez?

Probablemente se refiera a la antítesis misma de la relación amor/odio que se puede construir con esos medios. Por un lado, son los años de la inocencia inicial, la pugna por contar lo que queremos, la adrenalina diaria de pelearle una línea al editor, las estrategias para insertar de modo sucinto algunas ideas que necesitamos compartir con los lectores. Los trucos para diseminar esta información mediante concesiones retóricas. Una línea a favor y una en contra, el arañazo con apariencia de elogio al monstruo del poder. 

En mi caso, puedo hablar de un par de meses de felicidad. Después, fue una lucha que me pasó factura desde el ángulo psicológico. Justamente la frustración de ser censurada, repudiada, deslegitimada. Y el miedo a que me vigilaran constantemente y que pudieran coaccionarme, que me dijeran quienes me “atendían” que sabían quién yo era



Darcy Borrero.


Aquí hablas de “ser censurada, repudiada, deslegitimada” y “vigilada”, además del “miedo”. ¿Podrías compartir algunas anécdotas de este tratamiento por parte de tus jefes y colegas?

En el periódico era permanecer alerta y nerviosa porque te hacen sentir que estás haciendo algo malo cuando publicas en medios independientes. Mi paranoia se acrecentó ahí y no me quedaba más que bromear por chats: les decía a mis amigues que no se preocuparan, que sabíamos que la gente del Partido nos leía y que les mandáramos saludos por el chat. 

Por otra parte, el jefe de la redacción Internacional de Granma valoraba mi trabajo, me apoyaba hasta donde los de más arriba dejaban; solo tuvimos problemas una vez porque no me publicaron un texto específico. Luego vino otra jefa directamente del Comité Central del Partido y la relación de trabajo fluyó; aunque a decir verdad, ya cuando ella llegó, yo solo pensaba en irme y mostraba una apatía notable hacia ese trabajo. 

Recuerdo que durante el proceso de sanción me dijeron mercenaria y todo lo que le dicen a quien no piensa como ellos. Les respondí que me daban vergüenza. 

A pesar de todo, hay que destacar que había lazos humanos irrompibles: de ahí me llevé a uno de mis mejores amigos; conversé y aprecié mucho a Anita, la señora del archivo que me llamaba “querida” y me contaba de su juventud sata con los machos rebeldes. En fin, lo más triste es ver que mucha gente sigue ahí, tres años después, mirándose las caras alargadas y escribiendo por chat a quienes se han ido para decirles lo malo que está aquello.

Luego trabajé en la Oficina Santiago Álvarez y, tras varios meses de creación en los que hicimos hasta una revista por el centenario del cineasta, gané un concurso de ensayo periodístico sobre las relaciones entre la Unión Europea y Cuba, con “¿A dónde va el “almendrón?”, por lo que debía viajar a Bruselas. Coincidía con el Festival en Santiago de Cuba y a la jefa no le gustó nada que tuviera que ausentarme. Fue una coincidencia desafortunada y entendí en parte su postura. Pero después fui concientizando que en esos espacios laborales éramos instrumentos. 

En mi recorrido por Europa hice una parada en España, donde visité la tumba de Batista y escribí una crónica para El Estornudo, “Batista, el Hombre, está aquí”. A mi regreso, me estaban esperando para despedirme de mi trabajo en la Oficina, sin mayor explicación que esa visita a la tumba de Batista y el alargamiento de mi viaje por casi un mes. 

En mi siguiente empleo, Cubapoesía, en la UNEAC ocurrió algo similar. Parece que empezaron a ver mis redes sociales, donde yo publicaba mis inconformidades y mis textos periodísticos, lo cual no se ajustaba al modelo de sociedad perfecta que promovían desde ese espacio literario. 

Me di por vencida con el oficialismo. Había soportado demasiado sus desmanes, toda vez que me llamaron mercenaria, que me dijeron que yo no valía la pena, y que eludían confrontarme. Pretendían anular algún posible diálogo. Por otro lado, nunca fui considerada “oficialmente” para viajes al exterior porque no era “confiable”. No había nada que hacer, no me querían, no me necesitaban mientras no sirviera a sus objetivos propagandísticos. 



Graduación de Periodismo, 2016.


En tu experiencia como periodista, ¿cuál es la función de la Unión de Periodistas Cubanos (UPEC)? 

Nunca pertenecí a la UPEC, empecé a completar la planilla de solicitud y nunca la terminé ni la entregué. No estuve en congresos, no participé en sus concursos. En primer año de la carrera nos recibieron en la sede de la organización con un bufet, luego fui a un par de conferencias y ya por último a invitar al director, Ricardo Ronquillo (la primera persona que tomó una nota mía a inicios de la carrera y me ayudó a transformarla en crónica), a una exposición dedicada a Santiago Álvarez porque yo era la coordinadora de prensa de la oficina homónima del ICAIC. 

La función de la UPEC es dar una sensación de gremio y de espacio de convergencia entre periodistas que, en realidad, tiene menos de sindicato que de grupo partidista. Tributa a la ilusión de monopolio estatal sobre las historias y establece un muro que no pueden penetrar los que disienten. Por eso, su función es filtrar, quedarse con los que sirvan a los intereses del poder, y a su vez mediar entre estos y el poder mismo; lo cual es otra ilusión que se encubre con una espiral de silencio. Todo lo que se expresa queda en los márgenes que el poder admita. 

¿Cuáles son las críticas más comunes al funcionamiento del periodismo cubano que se han hecho durante los congresos de la UPEC y cuáles son los cambios sugeridos? ¿Han tenido algún impacto estas criticas o demandas?  

En cuanto a los congresos de la UPEC, vi fragmentos por televisión, leí sobre ellos, pero nunca presencié ninguno. Las demandas son históricas, pero la prensa sigue dependiendo estructural y funcionalmente del Partido, que establece verticalmente las líneas de la política editorial. Entre lo poco que ha cambiado están los salarios, lo cual tampoco es sustancial porque se han disparado los precios de todo en el país. 

Otra de las críticas que se manejan desde hace años es el “secretismo de instituciones y fuentes oficiales”. Pero si hay secretos con la prensa estatal, qué será con la independiente. De modo que una de las críticas fundamentales al periodismo cubano estatal es que adolece precisamente de crítica y está desconectado de la población. La agenda de la prensa no se corresponde con la de la ciudadanía. 

Son pocos los periodistas estatales que hacen cuestionamientos fuertes a partir de sus indagaciones. Es una prensa lenta, que no se atreve a actuar si no le mandan la orden desde arriba, que da a los funcionarios la palabra sin cuestionarlos y dejando caer las culpas de lo disfuncional y lo mal hecho a la población “indisciplinada”. Una muestra de esto es cómo fue la cobertura de la prensa estatal el 11J. Primero nos enteramos por la prensa independiente y la extranjera; si revisamos los medios estatales, hubo apenas unos “disturbios”. Hace poco lo analizaron en una reunión del presidente cubano con la prensa estatal. Algunos mencionaron estos aspectos, pero convinieron en que la prensa estatal socialista debe defender a la “Revolución en el poder”. Siguen analizando la realidad cubana en términos de guerra fría y depositando en el “bloqueo” de USA la causa de las desgracias de los cubanos. 

Creo que aun cuando la prensa se ha propuesto otros modelos de funcionamiento, estas demandas se acumulan, muchos dejan de buscar hechos verificables y verdades para ejercer un periodismo partidista sin horizontes ni cambios, a tal punto que su propaganda se vuelve asunto de fe e ilusión, como eso de “A Cuba ponle corazón”; “más que una vacuna es un país”, “hay que pensar como país”, entre otros lemas de campaña.  



Darcy Borrero en la Ermita de la Caridad, Miami.


¿Podrías describirme tu trayectoria como periodista a través del tiempo en el sector oficial y en el sector independiente, tanto en Cuba como en el extranjero? ¿Cuáles han sido los medios con que has publicado y cómo ha ido cambiando tus colaboraciones periodísticas?

Lo primero fue Granma (en la redacción cultural y en la internacional), simultáneo con El Toque y OnCuba, hasta 2018, al terminar mi trabajo en el periódico; en El Toque he publicado gran parte de mis artículos. Luego vino Tremenda Nota, donde he publicado otro tanto desde 2018, cuando escribí sobre discriminación racial y de género en el transporte público; el Huff Post México lo publicó también. Más adelante colaboré con El Estornudo

En 2019 hice una pasantía en un canal de televisión en Perú, entré a la Red Latam de Jóvenes Periodistas y publiqué algunas historias en Distintas Latitudes. He participado también en algunas becas más como el Laboratorio de Periodismo Situado, con colegas de varios países de la región. Por esa vía he publicado en Cosecha Roja y otros medios. 

De los internacionales, algunos como elDiario.ArClarín; otros de corte feminista, como Todas PRAlharaca; LGBTI, como Washington Blade. Y aquí en Florida, en el periódico en español más antiguo, Diario Las Américas, que me ha permitido volver al papel, escribir con fecha de cierre y publicar lo que va a quedar registrado sin que se le pueda hacer cambios, como se hace en la web. Un desafío y un placer. 

También, estando aquí, he publicado en otros medios como YucabyteADNCubanoticias 360Hypermedia MagazineCubaNet y Diario de Cuba. Recientemente, publiqué un texto que escribí de madrugada para Candela Review, una revista feminista hermosa. 

Hice pasantías y cursos. Definitivamente, empecé a hacer un periodismo en el terreno que se correspondía con mi vocación. Conté historias en momentos de huracanes, de tornado; historias de discriminación, de violencia estatal; de altísima sensibilidad como la muerte de una beba y el peligro de las vidas de otros tras la administración de la vacuna PRS(contra la Parotiditis, Rubéola y Sarampión). Con eso me quedo.

¿Quién fue la editora cuando publicaste en OnCuba? ¿Podrías describir tu experiencia como colaboradora allí? ¿En qué época fue esa colaboración? 

OnCuba fue uno de los primeros medios no estatales en que publiqué, en diciembre de 2016, el mismo año en que me gradué, y se extendió hasta octubre de 2018. Las editoras eran Leyda Machado y Mónica Rivero. Fue una buena experiencia, que me hizo crecer como redactora y me abrió espacios. Allí llegué a publicar un texto sobre el nieto de un general y sus caros gustos deportivos. 

Aunque sé que otros periodistas tienen experiencias distintas, yo no padecí censura en OnCuba; pero me pedían un cambio en unos detalles de un último texto sobre Fulgencio Batista y, al no estar de acuerdo con la propuesta editorial, decidí no publicarlo con ellos, sino en El Estornudo. Fue mi primer texto en este otro medio. 

¿Cómo y por qué decidiste lanzarte como periodista en los medios independientes, fuera de las instituciones del Estado? ¿Fue una decisión rápida o un proceso de concientización más largo? 

En mi caso fueron procesos simultáneos. Por curiosidad, quise empezar a colaborar con medios independientes. Quería experimentar la sensación de libertad al escoger las historias que me interesaba contar. Y para ello no rompí del todo con los medios estatales, lo que obviamente me generaba incoherencia y una crisis interna que no quisiera repetir nunca más en la vida. 

En la prensa estatal yo no estaba escribiendo sobre Cuba, buscaba hacer textos que hablaran de las personas, sin que se politizara el contenido en función de qué tan “amigos de Cuba” fueran los países y los temas abordados o sujetos de críticas. Por otro lado, contaba historias de jóvenes emprendedores, de afectados por desastres naturales, de mujeres picapiedras, en general de personas en situaciones de vulnerabilidad. La contradicción era tanta que no sabía qué hacer. Vivía con los nervios desatados, sobre todo cuando publicaba algo en medios no estatales. 

Fue un desgastante proceso de dos años que debía terminar por mi voluntad. Y, aunque yo había pedido la baja, quedó como que el medio me expulsaba.



Darcy Borrero en el Diario Las Américas.


¿Cómo que “pedir la baja”? ¿Uno no se va y ya?

En este caso porque yo estaba en el Servicio Social y no había terminado. Además, era un medio oficialista que podía tener represalias como invalidarme el título si me iba sin pedir la baja. 

Naturalmente, hacía ya mucho tiempo que no quería trabajar allí, pero era consciente de que no podía salirme sin, digamos, una autorización. La redacción estaba en crisis, éramos un par de periodistas. Pero, aun así, quedó como decisión de los directivos mi salida de Granma. De todos modos, lo agradecí. No podía pasar un minuto más entre personas que intentaban avergonzarme. 

Nunca me dieron mi expediente laboral y amenazaron con invalidarme el título que me gané con cinco años de carrera y dos de servicio social que eran, en toda regla, un ¡servicio político! 

¿Por qué llamas el servicio social un “servicio político”? 

Se denomina Servicio Social al trabajo que deben aportar los estudiantes cuando se gradúan de la universidad. Digo que es un servicio político porque, si bien se supone que sea un trabajo para que la persona aprenda y aporte a la sociedad, en el caso del periodismo es muy politizado, amenazan con quitar el título a quienes no lo cumplan, y cumplirlo implica seguir la línea editorial del Partido. 

¿Cómo es que pueden invalidar un título universitario? ¿Conoces a alguien en ese caso?

A la larga, no conozco a nadie que haya padecido la invalidación de su título; pero es parte del temor que infunden a los recién graduados para que no dejen de cumplirlo y para que en ese tiempo publiquemos lo que es cómodo al poder. El título invalidado es no poder ejercer el periodismo porque la persona que pasa por eso se convertiría en “usurpador de funciones” sin derecho a ejercer. 

¿Qué es un “expediente laboral”?

El expediente laboral quizás no sirva de tanto. Solo para hacer constar dónde trabajaste y cuánto tiempo. Al final, para publicar en medios, nadie te pide ese expediente laboral, sino que demuestres que eres capaz y le expliques qué has hecho como periodista. Hace poco una periodista que aún trabaja en un medio oficial me preguntaba si el expediente y la constancia del servicio le sirven internacionalmente. Lamenté decirle que, en mi experiencia, no. Lo que vale es que vean tu trabajo. 

¿Cuáles fueron las reacciones a tu partida de las personas y los medios donde trabajaste en el sector estatal? 

Perdí el contacto con muchas personas. Me borraron. Como cuando salí de la redacción de Cultura del periódico Granmay pasaron a las instituciones la orientación de no darme información porque ya no era periodista de esa redacción. Al salir del periódico me borraron, lo mismo fuentes que otros periodistas. Con otros extrabajadores de allí sí mantengo contacto, algunos son mis amigos. 

¿Cuáles fueron los costos y beneficios de esta decisión?

Ese fue uno de los costos, pero los beneficios fueron mayores porque empecé a conocer el ámbito del periodismo freelance en la región y me vinculé a la Red Latam. Hice talleres con Espacio PúblicoIWPRIPYSCosecha Roja.  

¿Cómo ibas descubriendo y colaborando con estas organizaciones? 

Todo esto está armado de redes humanas. Ves convocatorias, aplicas, las compartes con colegas; otros colegas comparten convocatorias contigo y se van tejiendo redes de colaboración regionales. 

A la Red Latam llegué porque otros colegas habían pasado por ahí y la recomendaron, apliqué y por suerte quedé. Es un gran espacio de aprendizaje. Con el resto de los espacios que menciono, lo mismo: convocatorias y recomendaciones de colegas una vez que el trabajo de una adquiere algo de visibilidad. 

¿Por qué usas aquí el término freelance y no “independiente”? ¿Para ti hay alguna diferencia?

No me gusta clasificarme. En este caso menciono la palabra freelance porque va con la esencia de mi trabajo. Casi nunca estoy fija en un espacio, sino que exploro y trato de salirme de zonas de confort para intentar crecer como profesional, llevar las historias que cuento a distintos espacios y visibilizar las realidades de sus protagonistas. 

Pero claro que hago periodismo en y para medios cubanos independientes del Estado. Podría calificarme como periodista independiente en tanto escribo lo que me inspira cuando me inspira. Aunque en ocasiones mantengo vínculos laborales bajo contrato, no se me dicta lo que tengo que hacer. 



Darcy Borrero.


En tu experiencia como periodista y como lectora, ¿cómo describirías el ecosistema de los medios independientes cubanos? ¿Cómo se distinguen entre sí y cuáles son las características que los unen y diferencian unos de los otros?

Creo que es un ecosistema en expansión en el que hay medios variopintos. Digamos que hay una polifonía necesaria: medios generalistas, medios que van tras la noticia de último minuto, medios que hacen un periodismo más reposado y de análisis social, jurídico, político. Hay también medios que ponen como bandera la escritura, el periodismo narrativo y por sus páginas pasan intelectuales de cotizado verbo. Luego hay, también, por temáticas, algunas distinciones: medios que cubren historias de comunidades vulnerables e impacto ambiental en la sociedad cubana, medios con una agenda de bienestar animal, LGBTIQ+, medios afrofeministas, decoloniales, antripatriarcales, etcétera. 

Las distinciones pueden hacerse desde varios puntos de vista, pero yo prefiero decir que los une el sentido de visibilizar lo que los medios estatales ocultan. Los une la denuncia de la falta de libertades que hay en la Isla, la fiscalización del poder y su cobertura a labores destacadas desde la sociedad civil. En ese empeño se diferencian tono, grado de frontalidad, equilibrio o mesura. 

Mirando atrás a tu propio desarrollo profesional y orientación política a lo largo de los años, ¿cómo han ido transformándose y por qué? ¿Hubo un momento de ruptura o fue más un proceso lento y largo de distanciamiento e independencia? 

Yo he pasado por varios procesos, del desencanto y la apatía ante todo lo relacionado con política e ideología durante los años de universidad, al examen del ejercicio periodístico partidista que se volvió insoportable en el periódico Granma. De esa etapa he tenido que ir desprendiendo el vaho de la ambigüedad, el decir a medias e, inevitablemente, las experiencias de todo este tiempo han hecho más profundo el desengaño. 

Todavía es un proceso que permanece, que implica rupturas internas, conflictos familiares derivados de contradicciones ideológicas al interior de los hogares. Y, más que un momento de ruptura, creo que han sido varios momentos, como la relación tóxica y desgastada de la que una no sabe cómo salir, pero tiene que hacerlo. No solo porque sea un sistema patriarcal, sino porque también afecta el modo en que te relacionas con las demás personas. Mi orientación política entonces se sigue construyendo bajo premisas antipatriarcales y antitotalitarias.  

Me hablaste por WhatsApp sobre un encuentro tuyo con Camila Acosta en el Polinesio, donde te habló de su propio proceso de radicalización. Me interesa saber más sobre este proceso compartido de “radicalización” o “ruptura”, o sea, su “despertar” político y profesional.

Coincidimos allí y nos tomamos unos mojitos mientras conversábamos sobre un libro en el que ella estaba trabajando acerca de la historia de la masonería en Cuba, con el que daba seguimiento a su tesis de licenciatura. Me dijo que la historia de esta hermandad la llevó a profundizar en el sesgo ideológico con que se cuenta la Historia en la enseñanza cubana. Cabe destacar que su indagación se remontaba a las luchas independentistas mambisas en el siglo xix, de lo cual me habló apasionadamente. 

Hablamos (esto también ella lo ha hecho público) sobre la persecución estatal que ha vivido junto a su pareja, llegando a padecer desalojos de las casas donde se rentaba, ya que ella no es de La Habana, sino de la Isla de Pinos; territorio que siempre ha sido objeto de polémicas en torno a su pertenencia a Cuba y que a mí me interesaba investigar, de hecho visité el derruido Presidio Modelo para aprender y contar parte de su historia.

¿Qué opinas de la prensa oficial? ¿Cómo podrías describírmela? ¿Es monolítica o tiene luces y sombras?

A la prensa oficial podría describirla como hidra que pretende abarcar con todas sus cabezas-tentáculos el espectro de información en y sobre Cuba, pero sería una hidra que se come sus propias cabezas. La veo en una imagen de bocas comiéndose las cabezas porque nada limita más al periodismo estatal que él mismo, mediante la burocracia de la prensa partidista. 

Si hubiera que hallarle luces, estas serían de forma, casi nunca de contenido. Los periodistas más creativos pueden informar de maneras más loables mediante recursos estéticos; aunque a decir verdad, esta prensa está pensada desde la monocromía aunque ahora salga en cuatro colores. Algunos periódicos locales y algunos periodistas excepcionales hacen bien su trabajo y logran un rigor poco frecuente, precisamente en la medida en que dialogan con lo local, que denuncian lo que afecta a sus audiencias, que abarcan un espacio comunitario. Pero en general, la prensa oficial deja muchos espacios que vienen siendo sus agujeros negros. 


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Darcy Borrero.


¿Qué es lo que diferencia fundamentalmente al periodismo independiente del periodismo oficial? 

La prensa independiente llega allí a donde tiene vetado entrar el oficialismo. Al periodismo estatal le faltan color, historias, matices, acercarse a la agenda ciudadana. Es mucho más atractivo desde cualquier punto de vista lo que propone la prensa independiente, sea financiada por grants o no. 

¿Cómo comparas sus condiciones de trabajo, sus habilidades para apoyar o facilitar el periodismo?

Si vamos a la logística, en un medio estatal de los más grandes tienes un carro disponible para ir a una cobertura, una computadora del centro de trabajo, una redacción con aire acondicionado y un almuerzo, que no es el más deseable pero que existe. Eso genera una rutina de acomodamiento. 

En los independientes, aunque en algunos casos hay redacciones, solo suele existir la virtualidad y un salario, o algunas veces un presupuesto de producción para determinadas historias. Pero requiere de la autogestión. 

Hay precariedad en ello, pero también aprendizaje; un crecimiento profesional en la medida que debes convencer a los editores de que vale la pena invertir en tu reportaje. Las experiencias de redacciones pequeñísimas que hacen trabajos extraordinarios están ahí y esto creo que es muy positivo para el periodismo. 

En cambio, desde el lado estatal, lo que veo es un desgaste improductivo en propaganda que cada vez menos lectores consumen. La diferencia es que en estos últimos recibes un salario para que vayas a coberturas donde escasea lo noticioso; mientras que en aquellos la relación laboral es mucho más propositiva, de mostrar tu iniciativa, de hacer que tus historias estén bien contadas y valga la pena pagarte por ellas, como en cualquier parte del mundo donde la competencia es algo natural. 

Eres periodista, pero ejercer el periodismo fuera de la oficialidad en Cuba te convierte en una suerte de “disidente” a los ojos del Estado aun cuando no sea tu intención. Para ti, ¿cuál es la diferencia clave entre un periodista independiente y un disidente, opositor o activista? ¿Es posible ser ambas cosas al mismo tiempo?

Nunca me he considerado disidente más allá de lo que supone la vocación de justicia que viene con el periodismo.Entonces, claro que disiento de un poder que malogra la iniciativa ciudadana, que persigue las opiniones libres y cierra el mercado cuando ni siquiera puede abastecer, mientras se escuda en un bloqueo económico que es real pero no más que la intención bloqueadora que siempre ha tenido la Revolución cubana hacia la creatividad de los individuos. 

En la distancia, quizás ejerzo menos el periodismo deseado y tiendo a condenar en mis redes sociales lo que me parece injusto e injustificado; pero eso no me convierte en activista ni en disidente porque tengo claro mi papel como periodista, independientemente de donde me encuentre. 

No publico sin investigar, sin leer versiones encontradas, sin contrastar. Por supuesto que no se trata igual a un dirigente que a una víctima, a un ciudadano que a un político, a un difamador de turno que a una persona a la que le violan constantemente sus derechos. Ni se cuenta igual un evento cultural que una historia de vida de un marginado o que las realidades de las disidencias sexuales y de género. 

Cuando me siento más activista es cuando cuento lo que viven o cómo mueren chicas trans, mujeres violentadas, marginadas, personas con discapacidad, exconvictos que fueron tratados injustamente…, y a quienes decido creerles. Cuando asumes el feminismo y acompañas luchas de comunidades vulneradas, se puede ser periodista y en cierto modo activista al mismo tiempo porque tienes una postura clara al respecto. Como humanos, no somos en esencia objetivos. No obstante, metodológicamente hay que tener claridad en cuanto a lo que somos y el lugar en el que estamos como periodistas, al servicio de la verdad y no de grupos o individuos.  

Durante un tiempo, se enfatizó el hecho de que algunos blogs y medios independientes fueran hechos “desde Cuba”, mientras otros se hacían “desde afuera”. ¿Para ti, todavía tiene importancia o significado o relevancia esta distinción, dada la realidad cada vez más “trasnacional” del periodismo y de la nación cubana?

Creo que con el paso de los años esta dicotomía pierde sentido, se disuelve, porque en muchos casos las maneras de hacer se combinan, con una dinámica de trabajo desde la Isla y fuera de ella. Por ejemplo, yo ahora estoy fuera de Cuba y sigo ejerciendo el periodismo en algunos medios independientes, pero de otras maneras. 

Si allá reportaba en el terreno, aquí me toca versionar noticias que llegan de allá, gestionar mis propias fuentes vía Internet, hacer llamadas, “textear”, investigar, navegar por informes y datos, y en alguna medida, volcarme a lo que pasa en el lugar donde resido. Ahora escribo noticias diarias sobre EE.UU. o cosas puntuales de Cuba que no requieren mi presencia física allá. 

Gracias a las redes, siempre que tengamos comunicación con las fuentes que sí están en el terreno, no hay problemas. Nunca va a ser lo mismo, pero es posible trabajar de esta forma, que ha venido a legitimarse con la pandemia. A mí no me importa como lectora si quien escribe está fuera o dentro, me importa que me cuente bien lo que pasa. Lo mismo intento aplicar a mi trabajo. 

Esas nociones de segmentación han servido tradicionalmente al gobierno cubano para fracturar la nación. Entonces, aunque respeto mucho a quienes se arriesgan en Cuba porque sé cómo es eso, lo he vivido, no sustento ni mido la credibilidad o calidad de un trabajo en términos de afuera o adentro. No relativizo porque el buen periodismo no entiende de fronteras; si bien estoy consciente de que no es lo mismo escribir un reportaje al pie de la horca que a la sombra de un cocotero, mojito en mano.  

¿Cómo ha sido distinto para ti, profesionalmente, cubrir la actualidad de la Isla estando adentro antes y estando afuera ahora? ¿Cuáles son los costos/desafíos y beneficios/facilidades de cada posición? 

Todos tenemos mucho que perder porque si no estamos nosotros los periodistas en Cuba, están nuestras familias. Riesgos hay en cualquiera de las dos posiciones y, afortunadamente, con tanto extremismo en una sociedad tan polarizada, no me ha tocado experimentar esos costos. 

Ahora puedo buscar información detalladamente y con acceso a Internet, que en Cuba me generaba grandes gastos. Puedo estudiar y documentarme mediante cursos online, tener cierta tranquilidad al pensar que no habrá personas asediándome. Y aunque se pierden fuentes y contacto con la realidad, las aplicaciones de mensajería nos amparan. 

Estar aquí es también una oportunidad de acercarme a la historia de Estados Unidos, cubrir otras historias sobre cubanos que viven aquí en Miami.



Darcy Borrero «con unas socias que encontré en un bar de mala muerte y me tomé unas frías (ni nos conocíamos jeje)».


¿Cuál fue tu experiencia de los acontecimientos históricos en Cuba del día 11 de julio y durante los días posteriores?

Cuando empezó todo, el domingo 11 de julio, yo iba rumbo a la playa por primera vez en mucho tiempo; pero las noticias no me dejaron disfrutar como tenía previsto. Vi primero las protestas en San Antonio de los Baños y Palma Soriano, que es mi lugar de nacimiento. Al ver la magnitud de la manifestación allá, llamé a mi familia. Todo era cierto, la gente había salido a las calles y no salíamos del asombro. 

Creo que no se esperaba algo así porque la tradición de callar y resistir se ha enquistado en el país. Con las manifestaciones y el llamado al combate por parte del presidente, vino la violencia, particularmente la violencia policial e institucional. Me llegaron imágenes de una protesta en Toyo, de un herido, de unas patrullas volcadas; y escribí una primera crónica en Diario Las Américas: “El relato de las protestas pertenece a la ciudadanía”. 

Al día siguiente me llegaron vía redes sociales imágenes de las protestas en mi barrio habanero, La Güinera, Arroyo Naranjo. El martes 13 dieron la noticia de que el lunes anterior, en un enfrentamiento policial, había muerto Diubis Laurencio, un joven del barrio. Contacté fuentes y escribí un reportaje para Tremenda Nota: “La Güinera puso el muerto que Cuba no quería”. Después, hice otro reportaje para YucaByte: “No hay justicia para los invisibles”, sobre la detención de Juan Dennis Rodríguez; quien tomó su celular y salió de Las Guásimas, Arroyo Naranjo, dejando a su esposa y al bebé de ambos con la promesa de volver, pero aún no ha vuelto.

En medio de eso, la conexión fallaba. Para saber de mis familiares tuve que hacer llamadas directas porque cortaron Internet. En esos días no pude dormir más de 4 horas por noche. Cuando me levantaba, las noticias eran peores. Detuvieron a tres hermanos y un primo, entre ellos, un menor de edad y una muchacha a la que conozco. Al primo lo acusaron de “sedición”, un delito contra la Seguridad del Estado que se sanciona con penas severas, y fue excarcelado temporalmente con fianza. No sabemos qué va a pasar con los hermanos, que siguen presos. 

El viernes posterior a las protestas, como no podía quedarme de brazos cruzados ante todo lo que sucedía, me fui a Washington en una caravana de cubanos a cubrir las manifestaciones de apoyo a los de la Isla, frente a la Casa Blanca. Y no he tenido casi descanso, lo que derivó en migraña con aura acompañante. A mi madre la diagnosticaron con Covid en estos días y he tenido que encontrar ecuanimidad y fuerza para lidiar desde aquí con todo lo que ellos están viviendo allá.

¿A qué se debe tu decisión de emigrar? ¿Cómo, cuándo y por qué ocurrió? ¿Dirías que eres una emigrada, una exiliada, u otra cosa, y por qué? 

Fue algo bastante azaroso. Hubo unos años en los que solo pensaba en emigrar o salir de Cuba por un tiempo porque entendía que las oportunidades que yo buscaba estaban fuera del país. Sin embargo, cuando empecé a trabajar, vi que se abría un camino haciendo periodismo gracias a espacios como El Toque y OnCuba. Luego Hypermedia Magazine y Tremeda Nota también me abrieron sus puertas, y sentí que podía ejercer mi profesión a pesar de la paranoia y la vigilancia porque mis primeros trabajos para esos medios los escribí siendo aún adiestrada en la redacción Internacional del diario Granma

A mi salida definitiva de ese periódico fui una de las ganadoras de un concurso de la Unión Europea en Cuba y como premio viajé a Bruselas. Hice otros viajes: una pasantía en la televisión de Perú, estuve en Panamá y Chile, pero no tenía intenciones de emigrar en esos momentos porque quería hacer periodismo en Cuba. 

Llegué el 2 de febrero de 2020 a Estados Unidos con la idea de volver a la Isla, pero aquí comenzaba la pandemia de Covid-19 y decidí quedarme, evitando también un regreso que podía generarme desasosiego, exponerme a interrogatorios, acoso de las autoridades y comprometer mi salud mental. Decidí no correr ese riesgo. 

Aun así, me considero emigrada. Ya veremos si la Seguridad del Estado me da motivos para considerarme exiliada. Espero que no, porque toda mi familia está allá y quiero verla. De todos modos, a veces estas fronteras entre emigración y exilio se diluyen.

En todas partes del mundo el modelo de financiación de los medios está en crisis. En Cuba, además, hay un discurso oficial de que los medios y periodistas independientes son realmente “subversivos” y “mercenarios” porque cuentan con financiación alternativa. ¿Podrías hacer una valoración de esta controversia? 

Cuando uno tiene que gestionar su vida fuera de Cuba, estas diatribas cobran un matiz infantil. En un país donde se carece de lo elemental y los salarios se mueven en un ámbito de indigencia, todo ingreso puede leerse como fortuna. Pero no es real: 70 dólares que cobres por un artículo en el que inviertes intelecto, tiempo y búsquedas desgastantes, no son recompensa ni siquiera en Cuba; en todo caso, pesa más la intención de hacer un trabajo útil y de calidad. 

Estos son mis filtros con el financiamiento: no acepto dinero del narcotráfico ni de la trata de personas ni de ninguna actividad condenable; para esto, queda confiar en las instituciones y organizaciones que apoyan el periodismo riguroso. No me están pagando para que me prostituya ni para subyugarme, sino me están pagando por una labor más, en tanto habitante de este mundo que debe pagar cuentas. Y si además, mi salario cubre también mi satisfacción personal de escribir lo que quiero y como quiero, en muchos casos con una buena edición y con la guía de excelentes periodistas, estoy feliz. 

Lamentablemente, para tener esta discusión hay que manejar experiencias universales. El financiamiento de pequeños medios, los estímulos con capital, el apoyo con fondos públicos o privados, es lo más natural del mundo en contextos normales. Y con normales digo democráticos. Eso de “el que paga, manda”, es un axioma que sirve a los que satanizan nuestro trabajo. Que me paguen por mi trabajo no es un favor, no es una evidencia de que soy mercenaria ni de que trabajo para medios subversivos; sino me coloca en el mundo real, donde el trabajo debe ser remunerado, aunque ni siquiera estemos hablando de una remuneración que alcance para vivir. Si intentara vivir del periodismo, en estas circunstancias no podría. 

En Cuba estaría, igualmente, sobreviviendo. De modo que trabajo por un salario fijo que lo paga un medio privado y en paralelo investigo o participo de programas de organizaciones internacionales que apoyan el periodismo. Probablemente, tenga que recurrir en algún momento a la opción del micromecenazgo online. Ya lo hacen algunos medios cubanos como AM-PM y es tan sencillo como crearse un perfil en una plataforma (Patreon) y generar contenidos. Lo difícil es empezar a generar ingresos. Si los mecenas pagan es porque les gusta lo que creas y desean que sigas trabajando en ello. No a la inversa porque, como creador, existes antes de los financiamientos.



Diplomado en la Facultad de Artes y Letras.


¿Cuál es tu opinión sobre los fondos de entidades extranjeras (gobiernos o fundaciones u otras entidades) que van dedicados a promover cambios sociales y políticos en Cuba (el llamado “cambio de régimen”). Es decir, a promover la democracia, una prensa independiente, apoyar disidentes, etc. ¿Estos fondos y programas son legítimos?

Habría que ver de qué fondo se habla en cada caso. El asunto de los financiamientos es recurrente y por un lado se habla de este dinero proveniente de fondos no cubanos, mientras se aprovecha desde la narrativa oficialista en Cuba para desacreditar a los periodistas llamándolos mercenarios. Esa es una palabra tan gastada que ha perdido su sentido. 

Es válido aclarar que el gobierno cubano no permite, ni las leyes regulan a favor de, la existencia de medios no alineados con el Partido; es decir, no se permite la existencia de medios que no sean los creados por sus instituciones y representantes de sus organizaciones políticas y de masas. Entonces, no hay financiamientos posibles dentro de Cuba para los medios no estatales; de los fondos del Estado, de los fondos públicos a los que aporta la población cubana, ni un centavo será para financiar la prensa independiente al Partido. 

Aunque cada medio tiene sus reglas y busca sus financiamientos por distintas vías que incluyan o no fondos de otros gobiernos, a muchos solo les queda remitirse a financiamientos y cooperación internacional o de emigrados cubanos para poder sobrevivir. No puedo hablar por todos los medios porque no formo parte de sus estructuras económicas, pero lo legítimo fuera que en Cuba pudieran convivir medios de distinto signo ideológico, de distinto perfil, que no se presentaran los medios estatales como públicos y que el trabajo periodístico no se segmentara por su “independencia”, sino por su calidad. 

A fin de cuentas, ¿qué es la independencia? ¿Por qué aplicarle la lógica de que quien paga manda, como si ese “quien” se tratara de un ente monolítico y no la mezcla de varios actores que dan su apoyo a un periodismo que ya existía y que surgió por necesidad de contar otra parte del relato nacional? 

A mí me interesa apegarme a los hechos y no a los financiamientos. Ni Granma, ni Granma al revés. Por otra parte, a la cooperación internacional, a los fondos como Velocidad, de Sembra Media, a Women International, acuden (y por ellos compiten) medios no solo cubanos, sino del mundo entero. Habría que ver si en sus países se les llama mercenarios o se le dice que apoyan un “cambio de régimen”. 

Yo defiendo la idea de que cualquier cambio en Cuba debe ser impulsado por quienes están en la Isla. No obstante, la nación es una sola, incluyendo a su diáspora, a su exilio, que no es un gobierno extranjero ni mucho menos. 

Como periodista independiente que ha trabajado para medios que abiertamente reciben estos fondos, ¿cómo aseguras que tu contenido periodístico y los enfoques de tus reportajes sobre Cuba no están influidos por los intereses de quienes dan esos fondos? O sea, que la línea editorial del medio sea realmente independiente de los intereses que financian y que no dicte, determine o tenga influencia sobre tu cobertura de la realidad cubana.  

Yo respondo por lo que escribo y eso basta para asegurar mi libertad como periodista, aunque cada medio tiene sus agendas y políticas editoriales. Lo que no va a pasar es que yo firme algo en lo que no crea. 

¿Cuáles son tus experiencias de acoso, intimidación o detención e interrogatorio por parte de la Seguridad del Estado? ¿Has sido arrestada, molestada, amenazada o difamada? ¿Ha sido impedido o “regulado” tu movimiento dentro o fuera del país? ¿Bajo cual justificación legal?

Mis experiencias en ese sentido han sido prácticamente nulas, aunque el acoso suele disfrazarse con facilidad. Nunca me han citado para un interrogatorio. Nunca he recibido mensajes con amenazas ni me han arrestado. 

Mucho antes, en los primeros años de la carrera, se me ocurrió grabar una manifestación en las afueras de mi barrio en Arroyo Naranjo y terminé esposada, metida en una patrulla. En la estación de policía me hicieron borrar luego lo que había grabado porque era una manifestación de las Damas de Blanco, un grupo de mujeres por los derechos humanos, y me advirtieron que no podía grabar esas cosas. Yo traté de defenderme lo más que pude, diciendo que era estudiante de Periodismo, pero ni modo.

Tampoco he estado al margen del acoso, desde el momento en que un par de compañeros del Partido se presentaron mientras comíamos en la misma mesa del diario Granma y uno le dijo a la otra (o viceversa) que yo era Darcy. Dirigiéndose a mí, soltaron desenfadadamente que eran los compañeros que nos atendían a nosotros los periodistas. 

Luego están las experiencias de la expulsión laboral, las de llegar a un sitio para reportar y me acusaran de contrarrevolucionaria, me agredieran verbalmente y me verificaran en tal lista. Finalmente, tratar de entrevistar a policías y que me retiraran el teléfono y me interrogaran, tratando de persuadirme para que dejara de hacer equis investigación. 

Pero ninguno de esos métodos de coacción es peor que el miedo y la sensación de que en cualquier momento pueden detenerte, citarte, regularte. No puedo negar que cada vez que he salido de Cuba, lo he hecho con miedo. Salí de Cuba con miedo. 

¿Qué sabes de la historia del periodismo independiente cubano antes del nuevo movimiento digital actual? ¿Quiénes fueron los pioneros del periodismo independiente en Cuba? ¿Te identificas con esta historia como parte de tu propia historia profesional ahora que eres una periodista independiente también?

Poco a poco he ido conociendo sobre la trayectoria del periodismo independiente cubano. Se habla mucho de Cubaencuentro como un espacio que ofreció a muchos la oportunidad de pensar en el entorno cubano alejado del tono triunfalista estatal y escribir en ese sentido, que analiza. 

CubaNet, por ejemplo, lleva años de existencia, es casi de mi edad, yo nací un año antes. Recientemente he publicado ahí. Sin embargo, no soy una colaboradora fija sino esporádica. Y reconozco tanto a este y a otros medios como parte de mi historia profesional al tiempo que incluyo en ella el paso por medios estatales. Todo eso forma parte de mi historia profesional, no escondo nada. 

Sé que en gran medida, si hemos llegado a descentralizar la plataforma discursiva y mediática cubana, logrando democratizar el acceso a versiones heterogéneas de la realidad, ha sido porque las historias de muchos medios y periodistas nos han traído hasta aquí. Y esa frontera que antes ponía a un periodismo “alternativo” hecho fundamentalmente por periodistas graduados que venían de la blogosfera, como bisagra entre la prensa estatal y la independiente, se ha diluido. 

Unos medios son mucho más frontales que otros, cuestionan más abiertamente la gestión gubernamental. Otros presentan análisis e investigaciones sólidas verificables y su crítica la ejercen desde un plano quizás más sutil, pero muy bien fundamentado. 

Otro debate es sobre la profesionalización de los periodistas, quiénes son graduados, quiénes no, quiénes están en el momento indicado para grabar una directa con su celular. Para mí, tener un título es útil en la medida en que tribute a mi crecimiento profesional, pero siempre partiendo de que lo esencial es mantener viva mi vocación y ejercer, ejercer, ejercer, lejos de presentarme como “la licenciada en Periodismo” o “la diplomada en Mediación lingüística y cultural”.



Graduación de la Escuela Vocacional Lenin.


¿Hasta la fecha, cuál ha sido el impacto del auge del nuevo periodismo independiente digital en Cuba? ¿Puede decirse que tiene futuro en la Isla? ¿Qué se debe cambiar para que tenga más o mejores posibilidades de existencia y éxito?

Esta es una pregunta para ensayo. Ya el periodismo independiente digital no es tan nuevo. Va creciendo y se han creado notables alianzas de medios como las que mantienen El Toque y Periodismo de Barrio para cubrir la pandemia, o la que asumieron varios medios al hacer una declaración en pos de las libertades de prensa. Rialta y El Estornudo también son aliados, y así… Creo que ya se salta la noción de medios independientes aislados porque muchos de ellos andan juntos. 

Por otro lado, yo hablaría de la existencia también de medios privados como OnCuba y otros que tienen muy delimitados sus roles. Creo que todos ellos son necesarios porque no existe prensa pública en Cuba y estos medios, en algunos casos, trazan el correlato que cuestiona lo oficial y quiebran el monopolio de los medios estatales. 

Creo en una Cuba donde exista diversidad mediática y no se haga únicamente periodismo partidista. Deben cambiar los relatos totalizadores, las declaraciones unívocas, debe acabar la persecución al periodismo no oficial, deben abrir el dominio Cuba a los ciudadanos cubanos, deben garantizarse las libertades de prensa y la multiplicidad de medios. Deben desaparecer la precariedad del ejercicio periodístico, la indigencia profesional, deben desaparecer las condiciones que provocan miedo a los reporteros, debe dejar de supeditarse la prensa a un partido. 

¿Hay alguna publicación o entrevista tuya a la cual me podrías referir acerca del periodismo (independiente) cubano?

La entrevista que me hizo Iván García para Diario Las Américas, “Periodista cubana Darcy Borrero habla de la adversidad y el encanto de su carrera”, 17 de diciembre de 2019.

Si pudieras recomendarme algunos artículos tuyos que sean representativos de tu trabajo periodístico a lo largo de tu carrera, ¿cuáles serían?

  • El reportaje de investigación que hice junto a Alberto Cabrera Toppin (reportaje finalista del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación de COLPIN e IPYS): “Etecsa: Los millones en el aire”, El Estornudo, 5 de octubre de 2020.“Violentadas en cuarentena”, una investigación regional transfronteriza en 19 países de América Latina y el Caribe sobre la violencia contra las mujeres por razones de género durante la cuarentena por la Covid-19. Laureada con el One World Media Foundation en 2021. En la primera parte cubrí Cuba; en la segunda, Puerto Rico

© Imágenes de interior y portada por cortesía de Darcy Borrero.




Abraham Jiménez Enoa

Abraham Jiménez Enoa: “Hay que estar en el lugar”

Ted A. Henken

“Me refiero a contar la Cuba de Cuba, para contar ese país, hay que estar aquí. Lo otro es opinióninformaciónactivismo, cualquier otra cosa, que también son válidas, pero no tienen el mismo valor periodístico”.