Delfín Prats, entre el esplendor y el caos

Delfín Prats es un poeta cubano. Aunque él se niegue a que así lo llamen, la literatura de esta isla no pudiera escribirse si faltara su nombre y, quien se arriesgue a prescindir de él, estará mancillando páginas luminosas que la poesía no olvidará tan fácilmente. Nació en Holguín, en 1945, y el pasado 14 de diciembre estuvo cumpliendo 77 años.

Su verso nace espontáneo, como él mismo reconoce: “Cuando han venido los poemas, los he escrito”. Su oficio no es el de un aprendiz. El “oficio de poeta se construye frente a los tremendos obstáculos de la composición, es como una partida de ajedrez que se juega frente al lenguaje, donde uno se ve obligado a sacrificar no pocas piezas, que pueden ser versos, estrofas, poemas, que no llegan a abrirse paso hacia las casillas del triunfo”, asegura quien ha tenido que silenciar al silencio, apuñalar la estocada poderosa venida por la espalda.

La suya no es obra que se adhiera a una corriente específica, sino que pertenece, como él mismo dice, “a un concierto espléndido de voces”. Lo vivencial y lacerante lo muestra descarnado en cada verso, pues le 

sería totalmente imposible escribir un poema sin tener el calor de la solidaridad humana, sin el apoyo que siempre me han brindado mis amigos en Holguín y en otros lugares de la isla, sin la certidumbre de mi ciudad vista desde la Loma de la Cruz… Además, no imagino la escritura de un poema sin haber experimentado en carne propia la grandeza del paisaje, sin el mar, sin las montañas, sin los ríos, sin haber visto a Cuba desde un avión, sin una puesta de sol en el oriente de la Isla.

Silenciar al silencio, apuñalar la estocada poderosa venida por la espalda.

En 1968, trece poemas nacidos al fragor de las noches habaneras le merecen el Premio David y la publicación de Lenguaje de Mudos, que devino detonante de un amargo silencio a medias, roto por su próximo libro: Para festejar el ascenso de Ícaro, con el que ganó el Premio de la Crítica otorgado por las editoriales y el Ministerio de Cultura a las diez obras más representativas del año 1988.

Para quien tiene “una fe inquebrantable en la literatura como camino de perfección”, no sorprende que permanezcan, en ocasiones por años, aparentemente dormidos los versos que luego llegarán a feliz nacimiento. Con sencillez y humildad pasmosa, Delfín Prats confiesa: “nunca hice un aprendizaje de la forma a través de manuales de retórica, fue algo que adquirí intuitivamente, la belleza del lenguaje y la limpieza de la expresión son cosas que me interesan mucho”.

La poesía de Prats sostiene el aliento testimonial y el tono conversacional de los escritores de su tiempo, aunque no pueda clasificársele dentro del conversacionalismo más puro, sino que bebe por momentos en las aguas de esa corriente literaria para luego hacer una poesía de la existencia; una poesía que planteara la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad a partir de la perspectiva del yo, como él mismo asegura.

Para quien ha publicado cinco libros de poesía: Lenguaje de MudosPara festejar el ascenso de Ícaro (1987), Abrirse las constelaciones (1994), Lírica amatoria (2001) y El esplendor y el caos(2002), es muy duro pernoctar en el silencio de la página en blanco y con la sonrisa torcida reconoce que

Una poesía que planteara la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad.

a veces quisiera estar escribiendo porque sería una válvula de escape; pero tengo mucho miedo. Como considero logrados algunos de mis poemas. De pronto empezar a escribir, y que eso que escriba no sirva. No quisiera escribir dentro de una retórica, tampoco volver a repetir mis mismos logros. Mas vamos a confiar que en el futuro sí se produzca algo.

Y se produjo el milagro de la poesía en 2008 con la publicación, bajo el sello editorial La Luz de la AHS, del volumen de narrativa testimonial Strip-tease y eclipse de las almas

Hoy me complace que haya salido a luz un disco, El brillo de la superficie, con grabaciones de algunos de sus poemas, comentados además por él. De la colección Quemapalabras de La Luz, la grabación y producción estuvo a cargo del poeta y realizador audiovisual Pablo Guerra Martí. 

El disco reúne 21 poemas, en su mayoría escritos en las décadas de 1970 y 1980. De su propia voz se le escucha leer los iluminadores y contundentes versos que dieron unidad a las imágenes poéticas que conforman “Humanidad” —uno de sus poemas más exitosos, como él mismo califica—, “No vuelvas a los lugares donde fuiste feliz”, “Aguas”, “Para festejar el ascenso de Ícaro”, “Abrirse las constelaciones”; entre otros no publicados aún, como “Lento y difuso”. 

Es muy duro pernoctar en el silencio de la página en blanco.

Certero y preciso, como son también sus versos, aparecen sentencias como la que reza “del poeta, que no soy yo, que al menos no lo soy siempre, nadie es poeta las 24 horas del día”. 

Su verso nace espontáneo. Su escritura tiene que ver fundamentalmente con los lugares, con los paisajes, con lo que se experimenta ante los desafíos de la naturaleza, de los espacios abiertos: 

El Rock del flautista es un rock cuya escritura pretende —sin lograrlo como siempre, la poesía no puede lograr lo que pretende— llevar a la escritura ciertas visiones de Gibara, del mar de Gibara, de la bahía de Gibara, de estancias en Gibara. En este tipo de rock yo logro una gran victoria sobre lo anecdótico. Yo siempre he considerado, a veces de una manera bastante ingenua e inocente, que la poesía auténtica tiene dos grandes enemigos. Uno, es lo doctrinario. Tanto la poesía como las canciones están amenazadas por lo doctrinario, y si eso doctrinario entra, te arruina totalmente la canción o el poema. Y lo segundo, es lo anecdótico. O sea, la construcción de los versos. El poema en definitiva tiene que salvar la amenaza que tiene la anécdota, porque efectivamente, se escribe a partir de algo que se ha vivido, se escribe a partir de un recuerdo, pero la poesía no sirve para contar una anécdota.

La de Delfín Prats es una poesía de la existencia, una poesía que plantea la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad a partir de la perspectiva del yo:

como tampoco veo que la poesía mía pueda ser calificada de una poesía de la trascendencia, en el sentido que se le atribuye a la poesía de Lezama y de su grupo como trascendentalista. Yo creo que mi poesía ha logrado destacar el brillo de la superficie, desde ese punto de vista es una escritura superficial en el buen sentido de la palabra. Es decir, cuando yo acudo a algunos signos como son ángeles, demonios, dios, yo no lo hago en un sentido en absoluto para circunscribirme dentro de un contexto místico, sino única y exclusivamente se están utilizando estos signos y símbolos como un referente.

Su escritura tiene que ver fundamentalmente con lo que se experimenta ante los desafíos de la naturaleza, de los espacios abiertos.

Delfín autodefine su obra no como erótica, sino como una especie de lírica amatoria. Es decir, los suyos son poemas relacionados con el amor: 

Yo soy alguien que he tratado por todos los medios de evadir en mi escritura las referencias sociológicas y cotidianas inmediatas porque creo que lo que hacen es lastrar la poesía. Y por otra parte mi reticencia a enfrentar los temas históricos directamente. O sea, en las ocasiones en que yo lo he hecho, pues siempre he tratado de dar un rodeo a través de la lírica, de la estética. En poesía, la alusión directa de ciertas realidades las empobrece, mientras que insertarlas en un contexto distinto, sacarlas de ese discurso habitual y situarlas en el espacio del mito, es donde de verdad estas cosas funcionan, creo que las ennoblece.

Lastra la limpieza y belleza de tan noble esfuerzo por perpetuar voz y palabra de uno de los poetas más significativos del país, que no se enriqueciera la lectura de los versos en el trabajo de posproducción de sonido. Pues llega a resultar agotadora la escucha ya que no existen transiciones o pausas que separen la lectura de cada poema. Por esta razón, los comentarios que explican cada poema llegan a confundirse con el anterior.

Como logros, aparecen poemas inéditos y comentarios referidos a los versos que aún no le satisfacen del todo. 

Delfín Prats autodefine su obra no como erótica, sino como una especie de lírica amatoria. 

Este poema, “Lento y difuso”, con tres o cuatro textos más, es todo lo que yo tengo que no se ha publicado. Algunos van a parar a algunas revistas. Estos son los poemas que a mí no me satisfacen, quizás con el tiempo llegue un día en que yo haga una cosa que es el hallazgo poético verdadero que no siempre se logra. Cuando tú avizoras algo en un poema pero se trasluce en imágenes, pero el poema no cierra como un poema como “Humanidad”, un poema como “Abrirse las constelaciones”, un poema como “Ámala pero ámala”, que son poemas que con muy pocas palabras, con muy pocos versos redondean una idea, cierran algo, y a ese texto ya no se le puede agregar, es mejor tampoco tratar de quitarle nada.

En las palabras de presentación del disco, el poeta Pablo Guerra reconoce que “salvar para la memoria esos sonidos amados tiene un valor incalculable, pues de los seres amados, con el paso de los años, el primer recuerdo que perdemos es el sonido de su voz. Los gestos, los rostros, las palabras, permanecen, pero el recuerdo no tiene voz propia”. 

Hoy esperamos más de la literatura cubana, además de reconocer como Maestro de Juventudes a quien es maestro del verbo: esperamos se le conceda el merecido Premio Nacional de Literatura.


© Imagen de portada: Delfín Prats.




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Damaris Calderón, Dolan Mor y Antonio José Ponte

Legna Rodríguez Iglesias

Este dosier podría llamarse: “Los poetas cubanosrecomiendan”. Pero entonces sería traicionera con el tiempo perfecto de la poesía.






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