‘La sangre numerosa’: prólogo a la “crisis de los misiles”



Este ensayo continúa el análisis de la guerra personal, vindicativa y racista que Fidel Castro desató contra Barack Obama desde incluso antes de que ganara la elección presidencial en 2008. Como hemos argumentado, detrás de ese odio visceral y racista estaban la envidia y el resentimiento.[1]

Dado el ensañamiento de los ataques de Castro, no es exagerado afirmar que constituyeron intentos de asesinato del presidente estadounidense: de su carácter, de su inteligencia, y en última instancia de su humanidad no blanca.[2] Tratándose de alguien que no dejó de sacarle provecho propagandístico a los intentos de asesinato contra su persona, esa violencia contra Obama que no puede menos que considerarse negrofóbica, resulta iluminadora.[3]

Al continuar ahora el trabajo, cuya primera parte publicamos el 2 de septiembre, tomaremos un rumbo diferente. En lugar de en los mencionados ataques a Obama, dirigiremos la atención primero a la “crisis de los misiles” de 1962.[4]

En aquellos días, en su momento más crítico, el pánico se había apoderado de los estadounidenses. Para muchos, la posibilidad de un conflicto nuclear con la Unión Soviética era algo real, posible. En Cuba, al revés, se respiraba un aire de confiada bravuconería. 

Las famosas baterías antiaéreas “cuatrobocas” tomaron posesión de las azoteas y del malecón habanero. La televisión trasmitía himnos “revolucionarios” y patrióticos. Los titulares de los periódicos y revistas contribuían a exaltar los ánimos. Las milicias fueron movilizadas y el país puesto en estado de alerta. 

Todos y todo estaba listo para repeler la agresión yanqui. El Estado llevó a cabo redadas contra los sospechosos habituales, que fueron miles. La retórica combativa, guerrerista incluso, alcanzó niveles que habrían dejado atónitos a los estadounidenses. Sobre todo, la confianza, la seguridad con que los cubanos parecían decididos a enfrentar nada menos que una hecatombe nuclear, excepto que la mayoría ignoraba esto último. 

Sabemos por Ernesto Che Guevara que, en aquel entonces, Castro estaba lejos de haber consolidado el poder.

En 1962 Castro estuvo dispuesto a abolir al pueblo cubano, a sacrificarlo si ello podía contribuir al triunfo mundial del socialismo. Sin embargo, desde el momento mismo en que Obama asumió la Presidencia, no dejó de atacarlo, ni de responsabilizarlo a él personalmente en la eventualidad de que se desatara una guerra nuclear. 

Como un maestro a su pupilo, o como un adulto a un niño pequeño, o sea, adoptando la típica postura de la autoridad y superioridad condescendiente del hombre blanco, no escatimó ni tiempo ni oportunidad para aleccionarlo

En entrevista concedida a Michel Chossudovsky se refirió a esa cruzada como una “batalla de ideas” que buscaba “difundir la palabra [de Castro, claro] a todo lo largo y ancho, a informar a la opinión pública mundial, a ‘hacer posible lo imposible’ por impedir una aventura militar, que en el verdadero sentido de la palabra, amenaza el futuro de la humanidad”.

Para conseguirlo, esto debía “traducirse en un movimiento mundial”. En palabras de Castro: “Se trata de exigir que el mundo no sea conducido a una catástrofe nuclear, se trata de preservar la vida”. (énfasis mío).[5]

Este ensayo se propone iluminar el cinismo de esos golpes de pecho. Lo más efectivo, por resultar también lo más obvio y lo que nos consumiría menos tiempo, sería contrastar a este Castro con aquel otro de 1962. De más está decir que esa es la meta final, pero les propongo ser pacientes, y en lugar de irnos directo a ese año, examinar con cuidado el pensamiento intrínsecamente genocida que casi lleva a la Isla y a buena parte de EE.UU. a su extinción, tal como aparece en su discurso del 16 abril de 1961. 

Pero es preciso subrayar antes que su manifiesto desprecio por los cubanos y su deseo de engrandecimiento se combinaron y trabajaron juntos desde 1959. Si tenemos razón, es posible afirmar entonces que la “crisis de los misiles” fue la consecuencia natural de esa combinación que ha sobrevivido a Castro y asegurado su sobrevida en la misma medida en que continúa aboliendo a los cubanos. 

Oponerse a la Revolución, criticarla, dudar, solo podía significar una cosa.

El discurso en el entierro de las víctimas de los ataques del 16 de abril de 1961 contra el aeródromo de Ciudad Libertad, la base aérea de San Antonio de los Baños y el aeropuerto de Santiago de Cuba, constituye un excelente punto de partida para poder calibrar el modo en que su deseo de autoengrandecimiento, de ocupar el lugar de Goliat más que derrotarlo, determinó sus decisiones y su postura durante la crisis de los misiles, pero también todo el tiempo que duró su mando en la Isla. 

Castro supo desde el primer momento que esos ataques no eran sino el “preludio” de la invasión, por lo que habían tenido “un carácter típicamente militar”.[6] Sabemos por Ernesto Che Guevara que, en aquel entonces, Castro estaba lejos de haber consolidado el poder. Eso motivó que el argentino buscara algún tipo de convivencia que permitiera reanudar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.[7]

Pero hay todavía otra evidencia mucho más temprana de los problemas que confrontaba el régimen: las encuestas de la revista Bohemia dejaron a la vista la rapidez con que el nuevo gobierno había comenzado a perder el apoyo popular.[8] Esto explica lo que a mi juicio constituye la espina dorsal de la retórica del discurso del 15 de abril de 1961: la relación enseñaraprendersangre.

Para aquellos cubanos “honestos” que tenían todavía alguna simpatía por Estados Unidos―que era lo que implicaba no identificarse con la Revolución había llegado la hora de definirse. Oponerse a la Revolución, criticarla, dudar, solo podía significar una cosa: apoyar y ser cómplice del imperialismo yanqui, del enemigo jurado de la Revolución:

“Si a alguno le quedara alguna duda, si alguno en este país de buena fe —y no hablo de la miserable gusanera, hablo de hombres y mujeres capaces de pensar honradamente, aunque no pensaran como nosotros—, si a alguno le quedara alguna duda, si alguno creyera que quedara un ápice de honra en la política yanki, si alguno creyera que quedara un ápice de moral en la política yanki, si alguno creyera que quedara un átomo de vergüenza o de honradez o de justicia en la política yanki, si alguno en este país, en este país afortunado que ha tenido la oportunidad de ver, en este país afortunado que ha tenido la oportunidad de aprender aunque haya sido un aprendizaje sangriento, pero un aprendizaje de libertad y un aprendizaje de dignidad…[9]

Como aún no las tenía todas consigo, Castro hila astutamente la antinomia dentro/fuera. Quedaban algunas personas honradas que no eran gusanos, aunque se mantenían al margen o fuera del interior revolucionario. Pero tan pronto como les concede el beneficio de la duda, lo retira. 

Lo vamos a juzgar ahí en el Anfiteatro de La Habana y en presencia del pueblo (APLAUSOS)”.

Hasta aquel momento había sido posible creer, con honradez ―según él― que al yanqui le quedaba algún “átomo de vergüenza, honradez y de justicia”, pero no después de los bombardeos. Por supuesto, lo que ya no podrá concebirse no era eso ―nótese lo extraño y absurdo de su proposición― sino que alguien osara no apoyar totalmente al régimen. Negárselo equivaldría a ser proyanqui. Era importante que quedara claro para esas personas honradas:

Si alguno en este país, que ha tenido el privilegio de ver convertirse a todo un pueblo en un pueblo de héroes y en un pueblo de hombres dignos y valientes (Aplausos); si alguno en este país, cuyo cúmulo de mérito, de heroísmo y de sacrificio crece por día, tuviese o albergase todavía alguna duda; si aquellos que no pensaran como nosotros creen que enarbolan o defienden una bandera honrada, creen que enarbolan o defienden una bandera justa, y por creer eso son proyankis y son defensores del gobierno de Estados Unidossi alguno de buena fe quedara en nuestro país de esos, sirvan estos hechos que vamos a analizar para que no les quede ya ninguna duda”.

¿Por qué los que no pensaban “como nosotros” tenían por fuerza que enarbolar o defender la bandera estadounidense y ser proyanquis? La respuesta está a la vista: precisamente por no pensar como nosotros.[10]

El discurso del 16 de abril de 1961 no difiere en esencia de ninguno de los que había estado recitando desde el instante mismo en que asumió el poder. En este sentido, un rasgo sobresaliente es el de equiparar al enemigo y/o a las acciones del enemigo con el nazismo y con Hitler. 

Por ejemplo, en el discurso en el club Rotario el 15 de enero de 1959, comparó los crímenes de Batista con los de los alemanes, y argumentó con una lógica retorcida y racista que los del dictador excedían a los de los nazis. Y como si esto no bastara, echó mano a la Biblia para convertir a Batista en el Mal absoluto, ontológico: 

“Si algún crimen es odioso es el crimen que cometió Caín. La Biblia habla del crimen de Caín como el peor de los crímenes, porque fue el crimen de un hermano que mata a otros hermanos. Si puede haber crimen odioso, bombardeo odioso, violaciones de derechos odiosas, son aquellas que se reciben no de un país extranjero, sino de hombres que han nacido en el mismo suelo que nosotros. Por eso los criminales de guerra de la dictadura de Batista son mil veces más odiosos que los criminales de guerra si hubieran sido de un país enemigo donde mediaran odios de razas, distintos intereses. Sin embargo, hubo criminales de guerra y hubo hombres, como Sosa Blanco —que lo vamos a juzgar ahí en el Anfiteatro de La Habana y en presencia del pueblo (APLAUSOS)—, que en una sola tarde asesinaron a 53 campesinos…”.[11]

Castro no podía soñar con invadir o atacar Estados Unidos… todavía.

En ese mismo discurso comparó los asesinatos en el poblado Minas de Bueycito con la masacre de Lídice: “ustedes se imaginan entonces la aldea de Lídice…”. No sorprende, pues, que en el discurso en Palacio el 21 de enero ―en el que prácticamente sometió a voto las ejecuciones― afirmara: “¡el Hitler de nosotros es Batista!” 

Igualmente afirmó cínicamente que, así como “en nombre de la paz” EE.UU. destruyó Hiroshima y Nagasaki, en Cuba “estamos fusilando a los esbirros para lograr la paz”. E igual que antes buscó una justificación en la Biblia: “porque hasta la Biblia dice que ‘el que a hierro mata, a hierro muere’”.[12]

En 1960, en el sepelio de las víctimas de la explosión del vapor La Coubre, comparó el siniestro con, por supuesto, lo ocurrido con el Maine en 1898: 

“Y que recordemos, la del Maine, cuyos misterios no los ha podido explicar nadie todavía perfectamente bien, llegó hasta a ser causa de una guerra; porque la nación a la que pertenecía aquel barco, aunque se supone que no pudo hacer allí ninguna investigación, aunque se supone que no pudo hacer lo que hemos hecho nosotros, hacer de inmediato todos los interrogatorios…”.[13]

Observemos que se coloca en la posición de McKinley, del amarillismo guerrerista estadounidense, puesto que metafóricamente La Coubre es el Maine. La diferencia era que McKinley Estados Unidos atacaron a España sin poseer las pruebas mientras que, supuestamente, él sí las tenía. Pero la rapidez con que se obtuvieron esas “pruebas” y la falta de una investigación profesional de lo sucedido, al contrario de lo que alegó, sugiere la misma manipulación de los hechos que hicieron la comisión estadounidense, y la prensa sensacionalista. 

Por lo mismo, en ambos casos, las explosiones y las víctimas sirvieron a propósitos guerreristas.[14] Claro, no podía declarar la guerra, y menos invadir a EE.UU. Pero, como está claro, sí le recordó al vecino norteño que la voladura del Maine llegó a ser “causa de una guerra”. Entonces, considerando que avanzamos en dirección a la “crisis de los misiles”, precisemos: Castro no podía soñar con invadir o atacar Estados Unidos… todavía.

Castro tenía que convertirse en el reverso moral e ideológico de EE.UU.

No nos será difícil suponer, pues, cuál fue la historia que manipuló en el discurso del 16 de abril: ¡el ataque a Pearl Harbor! Siguiendo el patrón discursivo habitual, comenzó haciendo el recuento de los agravios: la explosión de La Coubre, los ataques de lanchas y aviones piratas, hasta llegar a los últimos eventos. 

Sería absurdo negar que esas acciones y otras, como la quema de la tienda El Encanto―que curiosamente se le olvidó mencionar, a pesar de que había ocurrido el 13 de abril―, constituían actos terroristas que tenían que ser repudiados. 

Según Castro, “ningún pueblo de este continente había tenido oportunidad de conocer […] ese tipo de hostigamiento por aire y por mar, era ese tipo de operaciones filibusteras por aire y por mar”. Desde luego, él sabía, y recordó que el continente “sí había sabido lo que eran cañones navales; este continente si había sabido lo que eran ciudades bombardeadas, y este continente si había sabido lo que eran desembarcos de tropas extranjeras”. Pero la implicación era que el “hostigamiento” que sufría Cuba era todavía peor.[15]

De lo que se trataba era de crear un enemigo de épicas y bíblicas proporciones que representara el Mal absoluto, y del cual el “pequeño” David pudiera ser ―por su grandezade ideales, también de épicas y bíblicas proporciones― un digno rival. 

Esto significaba que Castro tenía que convertirse en el reverso moral e ideológico de EE.UU. Tales invenciones estuvieron desde el principio en función de afirmar la excepcionalidad no tanto de Cuba ―que fue lo que se les vendió a los cubanos―, como la de él mismo y “su obra”: la Revolución Cubana. 

Solo que el rígido binarismo nosotros vs. ellos no podía conducir sino a una identidad que sin su contrario perdería sentido, y no tendría razón alguna de ser: “Nos diferenciamos de Estados Unidos en que Estados Unidos es un país que explota a otros pueblos… Nosotros somos todo lo contrario…”, afirmó en el discurso del 16 de abril.[16]

“Un hecho dos veces criminaldos veces arterodos veces traicionero ¡y mil veces cobarde!”.

En efecto, eleva el conflicto con el enemigo ―lo llama “pugna”― a una escala global, de lucha entre superpotencias en el terreno moral e ideológico, puesto que todavía no podía llevarlo a escala militar. Pero esto último se insinúa, como un sueño quizá, en la comparación de los bombardeos a las bases aéreas con el bombardeo a Pearl Harbor. 

Simbólicamente al menos, Cuba ocupa así el lugar de la América de FDR, y Castro el de éste y el de Estados Unidos. Esta cínica jugada le permitirá simultáneamente ser y negar a EE.UU., puesto que “la pugna” entre el vecino norteño y el Japón era “entre sistemas similares,” mientras que la suya ―la de Cuba― era “una pugna de principios distintos”. No de sistemas distintos, sino una apocalíptica entre el Bien y el Mal absolutos: “es decir, es una pugna entre los que carecen de todo principio humano y los que hemos enarbolado la defensa de los principios humanos”. 

Como antes con Batista ―“nuestro Hitler”―, y las comparaciones con los crímenes de los nazis que implícitamente colocaban los sufrimientos y agravios infligidos a los cubanos a la par que los de las poblaciones europeas y los de los judíos, equiparó los bombardeos del 15 de abril con Pearl Harbor. 

También el ataque a las bases aéreas en Cuba había sido por sorpresa, “similar,” afirmó “a esos tipos de ataques con que los gobiernos vandálicos del nazismo y del fascismo acostumbraban a agredir a las naciones”, puesto que ni siquiera había habido una declaración de guerra.

Todo el mundo”, añadió, “recuerda aquella fecha, todo el mundo recuerda la ola de indignación que causó en el pueblo de Estados Unidos”.[17] Por supuesto, el mensaje era que los cubanos tenían que sentir tanta rabia, e incluso más que los estadounidenses. La paradoja reside, otra vez, en que usa a Estados Unidos como espejo en el que los cubanos debían verse a sí mismos. Pero aprovecha el dramatismo y la tensión de esos momentos para proponer algo más siniestro que anticipa su carta a Jrushchov del 26 de octubre de 1962, en el momento más peligroso de la “crisis de los misiles”. 

Según él, “si el ataque Pearl Harbor fue considerado por el pueblo de Estados Unidos como un crimen y como un acto traicionero y cobarde, nuestro pueblo tiene derecho a considerar el ataque imperialista de ayer como un hecho dos veces criminaldos veces arterodos veces traicionero ¡y mil veces cobarde!”

“No somos un país poderoso”.

Ni que decir tenemos que la Isla no podía responder igual que lo había hecho el vecino, porque tenía “muy pocos barcos y muy pocos aviones”. Esa superioridad militar del enemigo lo obsesionaba, no en sí misma, sino porque frenaba su deseo de contratacar con un poderío similar. Dicho factor jugó un papel fundamental en la instalación de las ojivas nucleares soviéticas en la Isla, algo que Jrushchov no comprendió hasta que fue demasiado tarde. Pero en 1961, ya ese sueño nuclear, u otro muy parecido, lo mantenía despierto: 

“Con toda seguridad que el gobierno imperialista de Estados Unidos actúa así con nosotros porque nosotros no somos un país poderoso; con toda seguridad que actúa así con nosotros porque sabe que nosotros no podemos ripostarles como se merecen los hechos criminales y cobardes que ejecutan contra nosotros; con toda seguridad que, si nosotros fuésemos un país militarmente poderoso, ¡el gobierno imperialista de Estados Unidos no se atrevería jamás a perpetrar semejantes hechos contra nosotros!”

De la realidad ―“no somos”― pasa rápidamente a la ensoñación: “si nosotros fuésemos”. El sueño de David fue, desde el principio, ser Goliat. ¿Cuál habría sido entonces la respuesta a la ofensa del Goliat “malvado” en 1961 si Castro hubiese contado con un verdadero poderío militar? Él lo expresó con bastante claridad aquel 16 de abril de 1961, en el que implícitamente se abrogó el derecho a juzgar a EE.UU. como ese país había juzgado a Japón: 

“Y si el pueblo de Estados Unidos se consideró con el derecho de enjuiciar al gobierno que preparó y perpetró aquel ataque como un gobierno de viles y de miserables, ¡nuestro pueblo tiene derecho a calificar de mil veces vil y miserable al gobierno que preparó ese ataque contra nuestro país!”

Sabía muy bien que no fue “el pueblo” estadounidense el que últimamente juzgó a Japón por el ataque a Pearl Harbor, sino el gobierno, y sobre todo FDR, cuyo lugar histórico habría estado más que gozoso de ocupar. 

De modo que era él, Castro, no el “pueblo” cubano, quien reclamó entonces su derecho a juzgar a Estados Unidos. Sabía, además, que el juicio estadounidense no solo le pasó la cuenta al gobierno imperial japonés, sino también a los japoneses; y este derecho fue exactamente el que él reclamó para sí en abril de 1961, cuando no podía ejecutarlo, y luego otra vez, en 1962, cuando quiso llevarlo a cabo. 

Una cosa era lo que Castro pensaba de Estados Unidos, y otra lo que creían la mayor parte de los cubanos.

Solo que la segunda vez, además del deseo, contaba con los medios. ¿Y por qué habría de extrañarnos de quien, desde el momento en que asumió el poder, se había abrogado el derecho de decidir qué vidas de cubanos merecían que se las borrara sin ningún miramiento? 

En el discurso mismo del 16 de abril, el sesgo biopolítico se expresa en que la exaltación de las siete víctimas de los bombardeos no puede tener lugar sin al mismo tiempo alienarlasde aquellas otras que, supuestamente, eran menos dignas de vivir, o no lo eran: “¡porque esos que hemos venido a enterrar ahí […] son hijos entrañables de nuestro pueblo! […], y que tienen derecho a la vida más que los millonarios, ¡y que tienen derecho a la vida, más que los parásitos!, ¡y que tienen derecho a la vida, más que los gusanos!”

¿Por qué un millonario no tendría derecho a vivir? ¿Y un parásito, y un gusano? Más aún desde que sabemos que Castro aplicaba esas etiquetas, y otras como “antisocial”, “escoria”, “lumpen”, muy liberalmente para descalificar vidas.[18]

De modo que, cuando juzgó a Estados Unidos, estaba también sopesando el derecho a vivir, a existir, no solo del imperio, sino también de los estadounidenses. Juzgaba, y soñaba en alta voz, con ejecutar él mismo la sentencia: si tan solo tuviera el poderío militar necesario

Solo eso le faltaba. Con ese poderío, su derecho a enjuiciar a Estados Unidos implicaba igualmente el derecho a castigarlo, con más fuerza incluso que la fuerza con que ese país había castigado a Hiroshima y Nagasaki, puesto que para FC el ataque del 15 de abril de 1961 había sido doblemente artero, criminal y cobarde, más que el perpetrado en Pearl Harbor, y esto le daba a su vez el derecho también de declarar que el gobierno estadounidense era “mil veces” miserable. 

Pero en los primeros meses de abril de 1961, Castro estaba lejos de contar con el apoyo nacional que necesitaba para trabarse él, y trabar al país, en una guerra a muerte contra su adversario.[19]

Una cosa era lo que Castro pensaba de Estados Unidos, y otra lo que creían la mayor parte de los cubanos; más aún si consideramos que en aquellos momentos el miedo al comunismo estaba todavía presente en muchas mentes. 

Son caras las lecciones, son dolorosas las lecciones, son sangrientas las lecciones, pero ¡cómo aprenden los pueblos con esos hechos!

Por eso no aprovechó psicológicamente a su conveniencia la explosión de La Coubre. A pesar de sus acusaciones, no tenía evidencias concretas. Lo que sí salió de allí fue el grito ominoso de “¡Patria o Muerte!”, que devino piedra angular en la gestión administrativa de la muerte.

Lo que necesitaba era arrear con él al resto del país en el odio a Estados Unidos. Esto, unido a los halagos del orgullo nacional, de la nobleza y excepcionalidad del pueblo cubano, podía lograr que los cubanos estuvieran dispuestos a seguirlo hasta el final, incluso si no sabían con exactitud qué final sería ése. 

No tenía sino unas horas para conseguirlo, porque la invasión llegaría en cuestión de horas. Por eso, como ya afirmamos, el propósito del discurso del 16 de abril fue primariamente pedagógico: enseñar a los cubanos, persuadirlos de que tenían el derecho, el deber e incluso la obligación de sentir ese odio y de estar dispuestos a cualquier sacrificio para saciarlo. 

Los agravios inferidos a Cuba por Estados Unidos ―comparables a los de los nazis, y peor que los que sufrió ese país en Pearl Harbor, según Castro― legitimaban, justificaban y exigían el odio infinito de los cubanos. Pero, mientras predicaba y educaba al “pueblo” en el odio, afirmaba, por un lado, que ya los cubanos lo habían aprendido y, por el otro, que había que educar en el odio a “nuestro pueblo.” E incluso que tenían que aprenderlo solitos, sin necesidad de maestro. 

Su jesuitismo pocas veces se mostró con más desparpajo que en esta pretensión: el maestro enseña abiertamente, mientras pretende que el pupilo aprende por sí mismo: “Sin embargo, ¡cómo sirven estos hechos para comprender!, ¡cómo sirven estos hechos para enseñarnos las realidades del mundo!, ¡cómo sirven estos hechos para educar a nuestro pueblo! Son caras las lecciones, son dolorosas las lecciones, son sangrientas las lecciones, pero ¡cómo aprenden los pueblos con esos hechos!, ¡cómo aprende nuestro pueblo!, ¡cómo se educa y cómo se crece nuestro pueblo!”

De la primera persona del plural, pasa rápidamente a la tercera del singular para quedarse ahí. Nótese, en particular, el paso también del aprendizaje de los pueblos al de nuestro pueblo; y finalmente que esas lecciones son, gradualmente, carasdolorosas y sangrientas

¿Por qué, si los hechos eran tan elocuentes, los cubanos no podían comprender por sí mismos la naturaleza del imperialismo?

El horizonte de esa graduación cuidadosa, hay que decirlo, era la inmolación. Por eso hay que deconstruir la pretensión hipócrita de que el pueblo estaba aprendiendo, y abrazando esa política de muerte, subrayando la mano siniestra del demagogo. 

El siguiente pasaje es crucial. Aunque afirma que en ese 16 de abril los cubanos ―él se enmascara en el nosotros― ya sabían “tantas cosas”, y eran uno de los pueblos que más había aprendido, se contradice al cambiar aprendido por aprender

Los cubanos, pues, habían aprendido mucho, pero también ignoraban mucho. Resulta que La Coubre, que había ocasionado más muertos, les había enseñado menos a los cubanos que los ataques aéreos del 15 de abril. Y según FC esos hechos ―no él, sino los hechos por sí mismos― eran los que iban a ilustrarmostrar a los cubanos ―y “quizás con más claridad que ningún otro hecho de los ocurridos hasta hoy”― lo que era el imperialismo.[20]

¿Por qué, si los hechos eran tan elocuentes, los cubanos no podían comprender por sí mismos la naturaleza del imperialismo? Porque ese aprendizaje no podía dejarse al arbitrio de los individuos. Por el contrario, exigía el espacio controlado del salón de clase ―la concentración― y la autoridad pedagógica del maestro. Éste los enseñaría, les mostraría lo que debían aprender, los ilustraría; y luego ―democráticamente― les haría preguntas retóricas que ellos, ya ilustrados y educados, responderían unánimemente, a coro. 

Veamos la interacción maestro-discípulos:

“¿Será que los imperialistas realmente significan algo tan malo? ¿Será que no hay mucha pasión en todas las acusaciones que se le hacen? ¿Serán producto del sectarismo todas las cosas que hemos oído decir del imperialismo norteamericano? ¿Serán ciertas todas las cosas que se afirman del imperialismo norteamericano? (Exclamaciones de: ‘¡Sí!’) ¿Serán todo lo desvergonzados que se afirma que son los imperialistas norteamericanos? (Exclamaciones de: ‘¡Sí!’) ¿Serán todo lo canalla y malvados que se afirma que son los imperialistas norteamericanos? (Exclamaciones de: ‘¡Sí!’) ¿Serán todo lo sanguinario, lo ruin y lo cobarde que se afirma que son los imperialistas norteamericanos? (Exclamaciones de: ‘¡Sí!’) ¿O será exageración? (Exclamaciones de: ‘¡No!’) ¿O será sectarismo? (Exclamaciones de: ‘¡No!’) ¿O será exceso de pasión? (Exclamaciones de: ‘¡No!’).”

“Una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos”. 

Los asistentes al discurso solo pueden responder “¡Sí!” o “¡No!” porque las preguntas son del tipo que suele hacérseles a los niños pequeños. Esas “preguntas” son las que están ilustrando al pueblo: “¿Serán todo lo sanguinario, lo ruin y lo cobarde que se afirma que son los imperialistas norteamericanos?” Es muy fácil argumentar que esos insultos iban dirigidos solo al gobierno estadounidense, pero ¿quién y dónde se atreve a precisar donde termina el uno y comienza el otro?

Es aquí donde la atención de Castro se vuelve a lo que ya habíamos comentado: a los cubanos “honrados” que todavía, “no pensaran como nosotros”. La avalancha de odio y de resentimiento que le precede borra la honradez que hipócritamente fingió adjudicarle a los que “no” eran de la gusanera, pero no pensaban igual que nosotros. Se institucionaliza la fractura de la nación entre dos bandos, en los que el derecho a existir depende de la necesidad de exterminar al otro: “Cuba” contra el imperio; “nosotros” contra los gusanos. 

Casi al final del discurso, hace una extraña inclusión: la Unión Soviética. ¿Qué relación había entre dicho país y lo que había estado gritando y repitiendo desde el principio? ¿O con los bombardeos? Ninguna. Pero esa intromisión aparece justo casi al final, como anticipo y preparación del terreno para el bombazo final. Le pide “al mundo” comparar “la hazaña soviética y la hazaña imperialista”. 

Con lo primero, se refiere al vuelo de Yuri Gagarin; con lo segundo, claro, a los ataques aéreos del 15 de abril. La comparación es estúpida, absurda, pero también ilustrativa de su narcisismo. El vuelo de Gagarin, que se insertaba en el contexto de la carrera espacial de la Guerra Fría, tuvo una resonancia mundial que ni tuvieron ni podían tener los referidos ataques. En este caso, la comparación obedece a la misma lógica que la de Pearl Harbor: marcar la excepcionalidad de “Cuba”. 

La comparación, sin embargo, es meramente una excusa para llevar a su audiencia a donde él quería. Si el suelo se movía bajo sus pies, solo había una opción: anticipar el golpe, y ver qué pasaba. Castro revelaanuncia que, en todo ese tiempo transcurrido desde el 1 de enero de 1959, había estado haciendo “una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos”. 

El piropo a la Unión Soviética y el anuncio de la “revolución socialista” los hace en los momentos en que más necesitaba el apoyo soviético, sobre todo el militar.[21] Pero esta movida la hace luego de haber acorralado al país en dos bandos, y de decretar que no se podía ser honrado y no odiar al imperialismo. Es de notar que, tan pronto proclama la revolución socialista, inexplicablemente irrumpe la consigna: “¡Fidel, Jruschov, estamos con los dos!”

“¿Es democrática una revolución en que los humildes tienen las armas?”.

¿Cómo y por qué salió de pronto, de la nada, esta consigna? ¿Acaso los manifestantes al unísono, coralmente, sin una sola excepción, se pusieron de acuerdo en un segundo con la revolución socialista de Castro? Y aún si ese fue el caso, ¿tenía que traducirse de inmediato en hurras a la Unión Soviética, al comunismo? 

Sé por experiencia, por haberlo vivido, que el origen de muchas consignas coreadas en las concentraciones y “marchas del pueblo combatiente” eran “orientadas” por los CDR, la CTC, el PCC, la UJC. De otra manera, no sería posible explicar la coincidencia de los gritos, pancartas de personas que provenían de lugares muy diferentes de la ciudad, incluso del país en los primeros años, y distantes unos de otros. 

Tras la proclamación, o mejor, promulgación del socialismo, interpela a los milicianos armados con fusiles en la multitud ―ya se había dado la orden de movilización: “Y esa Revolución, esa Revolución, esa Revolución no la defendemos con mercenarios; esa Revolución la defendemos con los hombres y las mujeres del pueblo. ¿Quiénes tienen las armas? ¿Acaso las armas las tiene el mercenario? (Exclamaciones de: ‘¡No!’) ¿Acaso las armas las tiene el millonario? (Exclamaciones de: ‘¡No!’) Porque mercenario y millonario son la misma cosa. ¿Acaso las armas las tienen los hijitos de los ricos? (Exclamaciones de: ‘¡No!’)”.

El propósito de las afirmaciones y preguntas, demagogas, simplistas en su binarismo, e incluso estupidez ―¿de dónde sacó eso de que millonario y mercenario eran la misma cosa?― no era otro que agitar las emociones y sobre todo el machismo. En lugar de la razón, las agallas, los cojones. 

Por eso la única mención de las mujeres no pasa de ser una formalidad. Opone los hombres de verdad a los afeminados. Los diminutivos y estatus burgués significan a los últimos ―“los hijitos de los ricos”, las “manos de señoritos”, “manos de ricos”, “privilegiados”, “millonarios” ―en oposición a la masculinidad de los humildes, del pueblo: “¿Qué manos son esas que levantan esas armas? ¿No son manos obreras?… ¿No son manos endurecidas por el trabajo?… ¿No son manos humildes del pueblo?”

En un momento claramente marcado por el autoritarismo ―la masa, los humildes solo pueden y tienen que responder “¡Sí!” y “¡No!,” según la voluntad del Líder―, aparece la pregunta sobre la democracia: “¿Es democrática una revolución en que los humildes tienen las armas?”.

También es absurda la pregunta, pero más que eso es desfachatadamente manipuladora, antecedida por los halagos populistas y demagogos. Si hay algo que se revela aquí es precisamente su carácter antidemocrático y totalitario. Basta con escuchar atentamente el discurso y su transcripción. 

Una “revolución” que jamás fue de ellos.

En primer lugar, lo único que él ve realmente en la muchedumbre son los brazos, las manos. Las bocas no cuentan. Solo escuchamos “¡Sí!” y “¡No!”, porque casi todo lo que gritan los humildes le llega como ruidos, sonidos inarticulados, frases incomprensibles: “(Exclamaciones), (Aplausos y Exclamaciones de: ‘¡Sí!’ y ‘¡Fidel!, ¡Fidel!’ y diferentes consignas revolucionarias)”. 

Lo único que cuenta es el apoyo de los humildes, cuyas individualidades desaparecen en el hormiguero que se agita a los pies, debajo de la tribuna y las botas ―altar patrio― de Castro.

Entonces llega el remate. Afirma que esa era “la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes”. Por supuesto, lo aplauden. Y él, muy democráticamente, en nombre de todos los cubanos declara que “por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida”. 

Si bien la promesa arrastraba implícitamente a todos los cubanos al “¡Patria o Muerte!, no era suficiente todavía: “Obreros y campesinos, hombres y mujeres humildes de la patria ¿juran defender hasta la última gota de sangre esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes?”

Para calibrar ese cinismo que acaba arrinconando a la audiencia en un juramento al que, en ese momento, no podía negarse sin al mismo tiempo hacerse rea de la sospecha de traición, tenemos que repasar cuidadosamente el camino retórico, hábilmente tramado:

  1. Los ataques aéreos constituyeron un acto más infame que el bombardeo de Pearl Harbor. Por lo tanto, los cubanos tenían el derecho a sentirse más indignados que los estadounidenses.
  2. Los cubanos ―entiéndase Castro―, por lo mismo, tenían el derecho a enjuiciar a Estados Unidos al igual que ese país enjuició a Japón. 
  3. Quedaban cubanos “honrados” proyanquis.
  4. Castro les explicó a esos cubanos y a todo el pueblo que el imperialismo yanqui ―Estados Unidos― eran el Mal absoluto.
  5. En consecuencia, ya no les quedaba a los cubanos “honrados” ninguna justificación para continuar siendo proyanquis. O, para ser más exactos, no podían justificar no ser militantemente antiyanquis.
  6. Lo que no podían perdonarle los yanquis ―a él, porque los cubanos se enteraron en ese momento era que les estuviera haciendo una revolución socialista “en sus propias narices”.
  7. Esa “revolución socialista” que eligió hacer él sin consultar con los humildes ―y que tantas veces negó en público cuando decía que no era comunista― era la verdadera razónde la hostilidad imperialista: de los sabotajes, ataques aéreos y de la inminente invasión.
  8. La “revolución socialista” que él y solo él se empeñó en hacer, era, no obstante, una revolución “socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes”. Sí, socialista y democrática, a pesar de que no hubo consulta, ni elecciones, ni encuestas al respecto.
  9. Por lo tanto, “estamos” ―o sea, que todos los cubanos están― “dispuestos a dar la vida”.
  10. Pero tenía que asegurarse de que su audiencia comprendía, y que en prueba de ello estaba dispuesta a prestar juramento: “Obreros y campesinos, hombres y mujeres humildes de la patria, ¿juran defender hasta la última gota de sangre esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes?”
  11. Por si acaso, convoca a los muertos para repetir el juramento, ahora más elaborado, apelando a la emoción patriótica: “Aquí, frente a la tumba de los compañeros caídos; aquí, junto a los restos de los jóvenes heroicos, hijos de obreros e hijos de familias humildes, reafirmemos nuestra decisión, de que, al igual que ellos pusieron su pecho a las balas, al igual que ellos dieron su vida, vengan cuando vengan los mercenarios, todos nosotros, orgullosos de nuestra Revolución, orgullosos de defender esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, no vacilaremos, frente a quienes sean, en defenderla hasta nuestra última gota de sangre”.
  12. No se contó en lo absoluto con los humildes para hacer una revolución socialista, pero sí se les exigió la disposición al sacrificio último en defensa de una “revolución” que jamás fue de ellos, sino de FC. 

Por esto es importante enfatizar que lo que tenemos aquí es el llamado insistente, no a vencer, sino el del machismo homicida a morir: poner el pecho a las balas. Esta idea es iluminadora, porque muestra la lujuria masoquista de una hombría que es excitada con el prospecto del plomo. 

Existe un consenso bastante generalizado de que el origen de la “crisis de los misiles” fue la invasión por Bahía de Cochinos.

En ese discurso, en efecto, el énfasis recae en el sacrificio y la inmolación: “Dispongámonos a salirle al frente al enemigo, con el Himno Nacional, con las estrofas del himno patriótico, con el grito de “al combate”, con la convicción de que “morir por la patria es vivir” y que “en cadenas vivir es vivir en oprobios y afrentas sumidos”.

Los gritos esporádicos de “¡Venceremos!” salen de la multitud. Castro solo lo dice al final, o sea, como era de rutina para él decirlo después de “¡Patria o Muerte!” Me pregunto entonces si acaso en aquellos momentos esperaba una invasión total con todo el poder militar de Estados Unidos, o si lo concibió al menos. 

Existe un consenso bastante generalizado de que el origen de la “crisis de los misiles” fue la invasión por Bahía de Cochinos. A mi juicio es correcto, pero sostengo que es más preciso situarlo en el discurso de FC del 16 de abril de 1961. En este discurso está, me atrevo a decir, el borrador de la carta de Fidel Castro a Nikita Jrushchov del 26 de octubre de 1962. 

El presente artículo es meramente el prólogo a mi lectura de la “crisis de los misiles”, de modo que no quiero adelantar más de lo necesario. Me limitaré entonces a señalar los puntos esenciales de la conexión entre el discurso y la mencionada carta, aunque, por supuesto, me abstendré por el momento de comentar la misma, que dejo para el próximo trabajo:

  1. En el derecho a juzgar a EE.UU., que reclamó en su discurso Castro, sueña ―no que fuera posible hacer esta lectura entonces―, fantasea con hacer una guerra con Estados Unidos que incluía el ataque nuclear. La analogía Estados Unidos-Japón para invocar su derecho a juzgar al primero implicaba ―conscientemente o no― el castigo nuclear. Sobre todo, por el hecho mismo de que Castro tuvo el cinismo de afirmar que los bombardeos a las bases cubanas, en las que murieron 7 personas y no se cumplieron los objetivos militares, constituía una ofensa mayor que el ataque japonés.[22] A esto hay que agregar la liberalidad con que se refirió frecuentemente a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en los primeros años después del triunfo.
  2. La determinación de inmolar al país entero si fuese necesario. En este sentido, quiero destacar que en el castrismo uno de los peores insultos ―si es que no el más peyorativo de todos― ha sido el de cobarde. El desprecio absoluto por el miedo, y por los que osan reconocerlo y expresarlo, es el fundamento mismo de la inmolación. La resistenciapertenece a la misma lógica. Pensemos en lo que implica la idea de que no existe circunstancia alguna que justifique la rendición. Ni el pensamiento mambí llegó jamás tan lejos como el de FC en este sentido. Pero, además, como ya argumenté, se trata sobre todo de un manifiesto deseo de muerte impuesto a los cubanos. Esto explica el lugar privilegiado de Bayamo en el pensamiento castrista. Y no solo Bayamo, sino también Numancia. De hecho, hay que decir que la resistencia que se les ha exigido a los cubanos hasta el día de hoy no ha sido otra cosa que una lenta, tenaz autoinmolación, ante la insaciable piedra de sacrificio de la patria.

Recalquemos por otra parte que, si Fidel era, es el que debía vivir, entonces los humildes, el pueblo, en fin, los demás, eran los que podían, y en última instancia tenían que morir, posponer y/o renunciar a sus proyectos de vida, separarse de sus familias, aceptar el hambre, los apagones, resistirpara que él vivieray para que siga vivo canibalizando desde la muerte lo que queda del país.





Hoy casi nadie lo recuerda. Ni siquiera se lo encuentra en los medios oficiales, a pesar del proverbial gusto por reciclar sangres y martirios. 

Eduardo García Delgado fue un miliciano que murió en el ataque del 15 de abril de 1961. Antes de morir, escribió con su sangre Fidel en una puerta de Ciudad Libertad. 

Nicolás Guillén le dedicó el poema “La sangre generosa”. Predeciblemente, el poema niega la realidad de la muerte: “No digáis que se calla / pues en la pura lengua de la Patria / resuena”.[23]

Desde luego, aquí y allá uno encuentra esporádicamente su nombre. A veces, solo se le menciona de pasada y casi nunca aparece su retrato.[24] Un ejemplo revelador es el título de una nota de Radio Reloj: “Evoca Díaz-Canel valentía del héroe Eduardo García Delgado”. Solo que esa “evocación” es apenas un tweet que no dice absolutamente nada de lo que afirma el título: 

“Cuando con sangre escribe FIDEL este soldado que por la Patria muere, no digáismiserere: esa sangre es el símbolo de la Patria que vive». Un fragmento de la trascendencia de este día, en versos de Guillén. #CubaViveEnSuHistoria”




Ni siquiera menciona al mártir. Solo cita los versos del poema de Guillén, sin relacionarlo en absoluto con su historia. Lo usa para seguir machacando el Patria o Muerte. De hecho, en el nombre de FIDEL ―el único que leemos y en mayúsculas― encontramos la verdad del poema de Guillén: “Cuando con sangre escribe / Fidel este soldado que por la Patria / muere, no digáis miserere: /esa sangre es el símbolo de la /Patria que vive”. 

En efecto, la Patria que de verdad vive, y que vive a expensas de esa sangre, vampirizándola, es FIDEL. 

En 1962, Fidel Castro ya estaría listo para abolir a los cubanos. Y a EE.UU., en gran parte o completamente. Que personalmente él estuviera dispuesto a perecer también no hace menos monstruoso ni egoísta su deseo. 

Para Fidel Castro, la inscripción de su nombre en los anales de lo que quedara de la Historia y de la Humanidad bien valía la obliteración de unos cuantos millones de personas. 

No lo olvidemos.




Notas:
[1] Remito a los lectores a mi ensayo: “Mi raza es la de David: Fidel ‘Alejandro’ Castro vs. Barack Hussein Obama (parte I)”. Hipermedia Magazine, 2 de septiembre de 2023, https://hypermediamagazine.com/sociedad/mi-raza-es-la-de-david-fidel-alejandro-castro-vs-barack-hussein-obama-parte-i/
[2] A partir de ahora las itálicas para indicar énfasis, y las comillas (“”) para expresar ironía, o cuestionar, son mías a menos que se indique lo contrario. Si algún caso particular pudiera prestarse a confusión haremos la correspondiente aclaración.
[3] Ver: Andrés Zaldívar Diéguez. “El plan de la CIA en Girón contenía el asesinato de Fidel”. Granma, 18 de abril, 2023, https://www.granma.cu/cuba/2023-04-18/el-plan-de-la-cia-en-giron-contenia-el-asesinato-de-fidel-18-04-2023-20-04-47
[4] En Cuba, como se sabe, se le llama «Crisis de Octubre», pero he preferido por el nombre que enfatiza lo que estuvo en juego en esos días: la aniquilación, sino de toda la humanidad, sí al menos de una buena parte de ella, y la terrible incertidumbre de qué habría ocurrido luego con los supervivientes.

[5] Michel Chossudovsky. “Conversaciones con Fidel Castro: Los Peligros de una Guerra Nuclear”. CADTM, 4 diciembre, 2010, https://www.cadtm.org/Conversaciones-con-Fidel-Castro Ver también: “Sólo Obama puede evitar guerra nuclear: Fidel Castro”. Dailymotion.com, https://www.dailymotion.com/video/xemrpg “Fidel Castro insta a Obama hacer todo lo posible para evitar una guerra nuclear”. Sputnik, 4 de agosto de 2010, https://sputniknews.lat/20100804/127363203.html “Fidel Castro le pide a Obama que evite una guerra con Corea del Norte”. BBC Mundo, 5 abril de 2013, https://www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/2013/04/130405_ultnot_fidel_castro_corea_del_norte_nm “Por carta, Fidel Castro instó a Obama a evitar una guerra nuclear”. Infobae, 3 de noviembre de 2017, https://www.infobae.com/2010/08/04/529570-por-carta-fidel-castro-insto-obama-evitar-una-guerra-nuclear/
[6] Fidel Castro. Discurso 16 de abril de 1961.
[7] En agosto de 1961 –en la Conferencia de la Alianza para el Progreso celebrada en Punta del Este –el Che se reunió con Richard Goodwin, una figura importante del gabinete de Kennedy, y le entregó una caja de Cohiba, como obsequio para Kennedy. Es importa señalar que el encuentro fue una iniciativa del propio Guevara. No entraré en los jugosos detalles de la anécdota narrada por William M. LeoGrande y Peter Kornbluh en Diplomacia encubierta con Cuba. Cito: “Guevara le expresó su agradecimiento a Goodwin por la invasión de Bahía de Cochinos. “‘El dominio ejercido por mis compañeros en la isla había sido un poco inestable’ –me explicó–, pero la invasión nos ha permitido consolidar el poder otorgado por los factores fundamentales del país alrededor de Fidel”. 
Guevara admitió que era difícil llegar a un modus vivendi, pero propuso negociar y le informó a Goodwin que Cuba estaba dispuesta a hacer 4 concesiones. En realidad, menciona 5, pero la última es solo la respuesta a un chiste sobre la probabilidad de que Cuba invadiera Guantánamo: 1) Aunque no devolvería las expropiaciones, se comprometía a pagarlas a través del comercio. 2) Estaba dispuesta a renunciar a una alianza política con “el este”, a pesar de que era hacia donde se encaminaban sus simpatías. 3) Habría elecciones libres, “pero solo después de que la revolución estuviera bien institucionalizada y se creara un Estado fundado en un solo partido”. 4) Cuba estaba dispuesta a “discutir sus actividades en otros países de América Latina”. Ver: Diplomacia encubierta, 75-78. 
Estas concesiones que, por supuesto, el Che tuvo que haber consultado con FC, iluminan varias cuestiones. Primero, y ante todo, hay una estrecha relación entre la concesión 2 y 3. Demuestran que la opción “socialista” se eligió para consolidar y conservar el Poder. En efecto, las “elecciones libres” de que habla el Che no iban a ser sino una comedia, puesto que para entonces el poder estaría absolutamente concentrado en el Partido único. En otras palabras, se trataba del tipo de elección “democrática” escenificada en 2019. Lo segundo es que la concesión 4 es una tácita admisión de que Fidel Castro, en fecha tan temprana, estaba exportando la revolución. Esto podrá parecer muy revolucionario, pero la meta –equipararse en poder con los Estados Unidos, disputarle la hegemonía en América Latina, y más allá– era la del autoengrandecimiento. Y mientras en Punta del Este se tramaban estas posibles negociaciones, un editorial de Bohemia se jactaba de que “la ‘estrella’” del show era Cuba, o más exactamente Che Guevara. 
En torno “a su figura sólida y alerta”, afirma la revista que “se movían suspicacias, aprensiones, expectaciones, anhelos, simpatías, según fuera el caso”. Y añade: “Había un amanecer americano por las Antillas, esplendoroso para los pueblos, alarmante para los magnates”. Ahora sabemos que el Che, a su vez, le daba vueltas a Goodwin con una seductora cajita de Cohiba que el Máximo Líder obsequiaba a Kennedy a solo unos meses de la invasión de Bahía de Cochinos. Ver: “Punta del Este. La voz de América”. Bohemia, 20 de agosto de 1961, 63.
[8] En 1959 Bohemia realizó dos encuestas (survey) para evaluar la opinión de los cubanos sobre el gobierno revolucionario. Los resultados se publicaron el 22 de febrero y el 28 de junio respectivamente. Los resultados de la primera consulta fueron altamente positivos. Raúl Gutiérrez Serrano, el profesor de psicología social que se ocupaba de realizar las encuestas de Bohemia comentó: “Nunca se había visto antes una opinión tan favorable. Ni en nuestros surveys del 1946 al 1952; ni en nuestros estudios de surveys de otros países”. 
En efecto, más del 90% de los encuestados opinó que el gobierno estaba “haciendo todo perfectamente bien” y que la Revolución les había devuelto la libertad a los cubanos. Con respecto a la aplicación de la justicia –“Castigar a los culpables de la dictadura, fusilar a los criminales, castigar a los asesinos, fusilar a los malos, justicia rápida, vengar a los muertos”– es importante enfatizar que solo un 22.27% estuvo de acuerdo. Sin embargo, en un discurso en Artemisa el 17 de enero de 1959, FC mencionó los resultados de una encuesta llevada a cabo “por una prestigiosa firma” según la cual más del 90% de la población apoyaba el paredón.
Ahora bien, en la segunda encuesta, a pesar de que los resultados fueron también mayormente positivos, el porcentaje de aprobación descendió. Ahora solo el 78.31% consideraba que el gobierno estaba “haciendo todo perfectamente bien”. Esa caída fue particularmente notable en La Habana: del 84% de aprobación en la primera encuesta a solo el 65.59% de la segunda. Más aún, el 29% de los consultados consideró que los rebeldes lo estaban haciendo “pésimamente mal”. 
Tanto la información, como las citas las he tomado del excelente trabajo: Abel Sierra Madero. “¿Elecciones para qué? Las encuestas de Bohemia”Hypermedia Magazine, 10 de julio de 2020. Como observa Sierra Madero estos resultados preocupó a la dirigencia revolucionaria. En este sentido quiero llamar la atención sobre el hecho de que, como puede verse, en el caso de La Habana la aprobación de la gestión del Estado en la primera encuesta estuvo por debajo de la media nacional: 84% vs. 90%. 
[9] Fidel Castro. Discurso 16 abril, 1961, ob. cit.
[10] Ese si hay alguno, esa pregunta indirecta que deviene advertencia e índice acusatorio y amenazador es uno de los puntos clave de articulación de la retórica autoritaria del discurso. En efecto, FC insiste: “¿Queda algún cubano honesto que no comprenda?, ¿queda algún cubano honesto que lo dudeSi queda un cubano honesto que lo dude, si esto no fuese suficiente, pero que comprendiendo este modo de proceder fuese capaz de comprender, ahí están nuestras bases, ahí están San Antonio, las FAR y Santiago de Cuba”.
[11] Fidel Castro. “Discurso en el club Rotario de La Habana”, 15 de enero de 1959, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f150159e.html
[12] Fidel Castro. “Discurso en la magna concentración popular”. Palacio Presidencial, 21 de enero de 1959, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f210159e.html FC hizo de la sangre una bolsa de valores. En ese mercado, la sangre cubana era por fuerza la mejor cotizada, la más valiosa. Cuando hablamos de sangre, hablamos de vida: de la superioridad de una vida –la suya– por sobre todas las otras. Porque la sangre, la vida de FC fue, desde el principio, la más valiosa, incluso la única que era preciso preservar, y a la que se podía y había que sacrificarles todas las otras vidas. Por eso la supuesta frase de Abel Santamaría en el Moncada de que Fidel era “el que deb[ía] vivir”, lo dice todo. Ver: “Fidel, el que debe vivir”. Así concluye este artículo: “‘El que debe vivir es Fidel’, fue la constante de Abel Santamaría cuya vida Fidel había querido preservar mandándolo a la retaguardia menos peligrosa, el 26 de julio de 1953” (énfasis mío). Cubadebate, 1 diciembre 2016, http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/12/01/fidel-el-que-debe-vivir/ En 2011, o sea, en vida de FC, se publicó una historieta en dos volúmenes, y se estrenó una serie televisiva con ese título. En ellas se “aborda los múltiples intentos de acabar con la vida del Comandante en Jefe”. Ver: El que debe vivir (Volumen I), http://www.fidelcastro.cu/es/libros/el-que-debe-vivir-volumen-i
[13] Fidel Castro. “Discurso en las honras fúnebres de las víctimas de la explosión del barco La Coubre.” 5 de marzo de 1960, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1960/esp/f050360e.html
[14] Sobre la explosión de La Coubre y la inculpación de Estados Unidos por el régimen recomiendo este artículo: Jacobo Machover. “‘La Coubre’: ¿un accidente convertido en atentado por Fidel Castro?” Diario de Cuba, 31 de octubre de 2021, https://diariodecuba.com/cuba/1635681673_35198.html
[15] Retóricamente, FC usa efectivamente la repetición constante en un obvio esfuerzo por imprimir su “verdad” en la audiencia: “lo que ningún pueblo de este continente había tenido oportunidad de conocer…; lo que nunca un pueblo de este continente había tenido que conocer era la lucha contra la Agencia Central de Inteligencia del gobierno de Estados Unidos…” Todo el discurso – y hay que añadir que prácticamente todos los discursos de FC – está basado en la repetición de lo mismo, y en la continua sarta de exageraciones ridículas. Por lo mismo, esos discursos tienen un fuerte componente violentoautoritario, que es importante subrayar y que no puede ser sobrestimado.  
[16] Aquí otra vez la “verdad” se construye con el taladro de la repetición: “Y nosotros no somos… no somos un país en virtud de cuyo sistema una mayoría del pueblo, una mayoría de los obreros, de las masas del país constituidas por los obreros y los campesinos, estén trabajando para una minoría explotadora y privilegiada de millonarios… no constituimos un país en virtud de cuyo sistema una parte minoritaria del pueblo viva parasitariamente, a costa del trabajo y del sudor de la masa mayoritaria del pueblo…” Subrayo “la diferencia” de una frase cuyo fin acentuar la repetición de lo mismo.
[17] Nótese la intencionalidad de la repetición es agitar las emociones de la audiencia, al tiempo que halagaba su ego: si todo el mundo recordaba la indignación de los estadounidenses, todo el mundo debería recordar la nuestra, que no éramos menos, sino iguales o superiores. Nosotros tambiénteníamos nuestro Pearl Harbor. 
[18] Esta fue siempre la verdadera política del régimen respecto a los Derechos Humanos. La politización no, la ideologización de la vida implicó y sigue implicando mantener en suspenso el valor humano de la vida. El título de un artículo de Granma de 2015 sobre Fiscalía y los Derechos Ciudadanos es harto elocuente: “Proteger lo más humano de nuestra especie”. 
Ese recorte – “lo más humano” – que la humanidad de cada ciudadano, su valor, no tiene un valor universal, sino que está sujeta a mediciones por un poder inapelable y arbitrario. Véase: Sheyla Delgado G di Silvestrelli. “Proteger lo más humano de nuestra especie”. Granma, 9 diciembre de 2015, https://www.granma.cu/cuba/2015-12-09/proteger-lo-mas-humano-de-nuestra-especie-09-12-2015-23-12-50
[19] Remito al lector a la nota 7.
[20] Cito textualmente el pasaje del discurso: “Por algo en estos instantes sabemos tantas cosas que otros pueblos ignoran; por algo somos en estos instantes uno de los pueblos que más ha aprendido, en menos tiempo, en la historia del mundo. Y estos hechos de ayer nos van a enseñar, estos hechos dolorosos de ayer nos van a ilustrar, y nos van a mostrar, quizás con más claridad que ningún otro hecho de los ocurridos hasta hoy, lo que es el imperialismo” (énfasis mío).
[21] Aunque a muchos la proclamación tuvo que cogerlos por sorpresa, desde hacía ya bastante que podía leerse lo que se avecinaba en el periódico Hoy. En su “Alocución” del 1 de enero de 1960 se hacía hincapié en que para su defensa Cuba contaba con la “poderosa solidaridad mundial” que incluía a “los pueblos de Nuestra América” y “los mil millones de seres humanos del poderoso campo socialista, desde la Unión Soviética a la China Popular…” Hoy, 1 enero de 1960, p. 4. La revista Bohemia, sin embargo, seguía más o menos como antes de 1959. En el número del 3 de enero del mismo año encontramos un artículo de Herminio Portell Vilá sobre las elecciones en Estados Unidos, la crónica roja “Dentro del suceso”. 
También aparece un artículo de un consejero de FDR sobre las reformas agrarias. Y no encontramos propaganda comunista. El espacio titulado “Palabras de fin de año” solo recoge en realidad las de FC. Según él, “en los días iniciales de la Revolución todo el mundo estaba con la Revolución” pero que luego de implementarse la Reforma Agraria, “aquella gente, los latifundistas, las grandes compañías” empezaron a decir que era “la Revolución más comunista del mundo”. También añade que “nuestros enemigos” eran fuertes, entre otras cosas, porque contaban con el apoyo de “la reacción nacional” y de “los intereses políticos, también afectados por la Revolución, elementos que han dejado de contar en Cuba para siempre políticamente, que se saben sin vigencia ni justificaci6n mientras la Revolución esté en el poder”. También añade que en una revolución como la cubana, “por justa y fuerte y grande que sea, y aunque tenga el respaldo de pueblo que tiene, se mezclan contra ella no solamente los políticos desplazados del poder, sino los elementos mercenarios e infinidad de intereses”. 
A un año del triunfo FC admite que existía ya oposición política, no solo por la Reforma Agraria. Como puede verse termina refiriéndose vagamente a “infinidad de intereses”. Afirma, sí, que “al finalizar el año, la masa que respalda la revolución es compacta, y además grande; es una masa firme y definida”. Pero es importante poner atención a lo que sigue: “Es la masa que quedó con la revolución después que se hicieron las leyes revolucionarias. Esos ya van con la revolución hasta el fin; y la otra parte se separó. Esos desprendimientos que iban a ocurrir, ocurrieron este año”. 
Entonces FC, al concluir 1959, admite que una masa se quedó con la revolución e iría con ella hasta el fin e, implícitamente, que había también otra masa – la que no se quedó con la revolución – que le era adversa, y que esos desprendimientos, como él los llama, no contaban. Por eso expresa que no tenía la menor duda de que todo marcharía mejor a partir de 1960. Ver: Bohemia, 3 de enero de 1960, 30-31.
[22] El sufrimiento personal es intransferible y no está sujeto a medidas. El valor de cada vida es único, por lo que aclaro que no estoy afirmando ni sugiriendo que la pérdida de vidas humanas en Pearl Harbor fue superior a la de los bombardeos en Cuba en abril de 1961. Lo que subrayo es el juego manipulador de FC que sí implica que las vidas cubanas que se perdieron tenían más valor que las de los marines y personas que murieron a consecuencia del ataque japonés.  
[23] Nicolás Guillén. “La sangre numerosa”. https://lapupilainsomne.wordpress.com/2019/04/15/la-sangre-numerosa-por-nicolas-guillen/  
[24] Aparece mencionado en: “García Delgado: amor y patriotismo cubano”. Mesa Redonda, 15 de abril de 2011, http://mesaredonda.cubadebate.cu/noticias/2011/04/15/garcia-delgado-amor-y-patriotismo-cubano/  “Celebran aniversario 55 de la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea Revolucionaria”: “El acto se convirtió en recordación de aquellos que ofrendaron su vida por la paz de los cielos cubanos; en especial Eduardo García Delgado, joven artillero quien escribiera con su sangre el nombre de Fidel antes de morir…” Granma, 8 de abril de 2016, https://www.granma.cu/cuba/2016-04-08/celebran-aniversario-55-de-la-defensa-antiaerea-y-fuerza-aerea-revolucionaria-08-04-2016-20-04-50  Ver también: “Eduardo García Delgado, un lugar especial en la Historia de Cuba”. ICRT, 15 de abril de 2020, https://www.radiotrinidad.icrt.cu/2020/04/15/eduardo-garcia-delgado-un-lugar-especial-en-la-historia-de-cuba/ La página de ACN donde se lo menciona el enlace nos lleva a: “Etiqueta no encontrada” https://www.acn.cu/component/tags/tag/eduardo-garcia-delgado
“Defender la independencia y soberanía del país”: “En este lugar cayeron siete personas víctimas de la metralla, entre ellos el miliciano Eduardo García Delgado quien escribiera con su sangre en una pared el nombre de Fidel, símbolo de la decisión de todo un pueblo. Otros, poco más de cincuenta vecinos de la zona resultaron heridos”. Tribuna de La Habana. http://www.tribuna.cu/historia/2023-04-15/defender-la-independencia-y-soberania-del-pais