La cabeza de Fidel Castro muerto

¿Dónde has estado todo este tiempo, debajo de una piedra? 

Pregunta un amigo divertido, que me vio sacudir el polvo del camino. Entonces no me imaginaba en un lugar así. Que burla todas las leyes y los procesos sociales. Es como estar en una estrella muerta, haber sido absorbida por una burbuja gigantesca en el Triángulo de las Bermudas o desaparecer en el Mar japonés del Diablo. 

Creo que ya lo he dicho, me siento mejor en este lugar que en una isla de verdades a medias. En este lugar nadie podrá engañarme ni pavonearse a costilla mía. (Yo, que se supone salí de otra costilla.)

La gente que se acomodó, en el fondo no quiere que le hablen mal de Fidel Castro. 

—¡Fidel Castro nos templó a todos! —gritó la mujer joven del Hospital Faustino Pérez de Matanzas cuando vio la cabeza del viejo rebelde muerto, poco antes de perder su propia cabeza, a manos del director de la Sala-R.

Ni el Rebelde sin causa, interpretado por James Dean, logró tanto impacto en el mundo como el joven rebelde de la Sierra Maestra. 

Mal rayo lo parta. 

Ahora el problema es más grande. Mis recuerdos son cada vez más nítidos. Debe ser que está pasando el efecto de la anestesia. La cabeza de Fidel Castro desapareció. Según algunos rumores, no se explicaba qué hacía en las manos del director de la Sala-R.

Yo, que se supone salí de otra costilla.

Es irónico, ¿cuántas cabezas mandó a cortar Fidel Castro? 

Y mientras más nuevas cabezas cortaba, más grande se hizo la suya. Su cabeza creció como un Gulliver en la isla de las cabezas cortadas. 

¿Qué tamaño tendrá la cabeza de Fidel Castro muerto? Olvidé preguntar ese detalle. La que yo recuerdo, era como un globo enorme. 

Quiero ser precisa. No me dejaré engañar por los convertidos, los que creyeron que la Revolución estaba separada de la cabeza de Fidel Castro. Los que aún sin saberlo, aplaudieron la conversión de una isla en iglesia. Pobre del que no fuera un santo o no lo pareciera.

Total, que todo es efímero, lo único eterno es el Partido Comunista de la Eternidad. Aunque ahora, con esto de que la cabeza de Fidel Castro muerto anda suelta por ahí, uno empieza a creer que la ficción no es más una ficción y que, de hecho, por más que uno trate de escurrirse, terminará convertido en piedra. 

Bastará una mirada fija del barbudo con cabellos de serpientes como la Medusa de Caravaggio y, ¡zas!, seré “la mujer de mármol”. Eso, si antes no me agarra la rabia o no descubro el desenlace de la enfermedad que padezco y que me da esta apariencia de una achicharrada. 

¿Será que en la Sala-R miré fijamente los ojos de Fidel Castro? Tengo el recuerdo, en medio de mi somnolencia, de haber escuchado todo esto. Pude haber despertado y, como una sonámbula, ser atravesada por el ácido de su mirada.

‘¡Fidel Castro nos templó a todos!’

Si uno lo piensa bien, el director de la Sala-R debió creer que tenía total impunidad. Que podía, incluso, matar a sus pacientes si se diera el caso. Tal vez él no estaba infectado, sino poseso. 

Ernesto, un músico que conocí en Berlín, quedó petrificado cuando el mismísimo Fidel Castro vivo, después de un concierto, le dio unas palmaditas por el hombro y le preguntó: 

—¿Qué necesitas? 

Ernesto aseguraba que Fidel Castro le había leído el pensamiento. Él necesitaba una casa, tenía esa idea fija en su cabeza cuando le hizo la pregunta. Después de una pausa breve, finalmente pudo responder.

—¡Nada, comandante, no necesito nada! 

Respondió sin poder explicarse por qué. Lo que deseaba era muy distinto a lo que acababa de decir. Era como si su lengua estuviera desconectada del cerebelo y, en su lugar, existiera otro cerebro. 

Curiosamente, la descripción de Ernesto coincide con la protuberancia de la cual hablaba Camilo, el hijo de Dalia Sosa. Se dice que la peste podría convertirse en pandemia.

Ernesto aseguraba haber tenido una visión extraña, la de ver ante sí a un Fidel Castro viejo, pero, al mismo tiempo, como un eterno joven rebelde. Esto, lógicamente, encerraba una gran contradicción.

Un Gulliver en la isla de las cabezas cortadas.

¿Y si la cabeza de Fidel Castro se encuentra ahora en otro cuerpo? ¿En uno tal vez joven, que envejece de repente al estar controlado por la cabeza de un viejo? ¿Y si fue la cabeza trocada de Fidel Castro muerto la que dio origen a la peste? Cabe recordar que la peste es una especie de rabia.

Menos de veinte personas han sobrevivido a la rabia sin haber sido diagnosticadas a tiempo. La mujer joven en la Sala-R murió a causa de ahorcamiento. El director la apretó con tanta fuerza que, aunque lo intentó, no pudo terminar de arrancarle la lengua, pero sí le arrancó la cabeza. La mujer no paraba de gritar la misma frase: 

―¡Fidel Castro nos templó a todos!

No puedo creer que anden las cabezas y las lenguas sueltas por ahí, transfiguradas de sus cuerpos. Tal vez este cuerpo no es el mío, sino el de otra persona. Comienzo a experimentar una extraña paranoia. 

Lo importante es la cabeza, debo mantener la calma. 

¿Y si la cabeza de Fidel Castro está ahora en un cuerpo femenino? Pensándolo bien, sería una total ironía.

Pero nada de esto tiene sentido. Si la cabeza de Fidel Castro no aparece, es obvio que alguien se la ha robado. 

‘¡Nada, comandante, no necesito nada!’

Fidel Castro era abogado y secuestró la ley. Como Gilles Deleuze, “creo en la jurisprudencia”. Ahora mismo, en este estado, ¿quién se ocupa de mí? Como yo, debe haber miles de casos, miles de enfermos más. 

Otros están privados de libertad, simplemente, por desconocer que padecen “la nueva rabia”. Sí, porque es una especie de mutación. Ya no me quedan dudas, cada vez los recuerdos son más nítidos.

Durante mi estancia en el Hospital Faustino Pérez de Matanzas, un hospital de provincia, tan solo en una noche murieron doce personas. Pude entender que esta, la nueva rabia, es una enfermedad absolutamente humana. A esas alturas, ya se había descartado la posibilidad de contagio en los animales.

Papá no podía llorar. Se sentía triste, pero como todo hombre convertido, aún en aquellas circunstancias, debía soportar callado. 

Papá
Las lágrimas se endurecieron
como el vidrio forjado
al calor de la caída
y como vidrios 
atravesaron su corazón frío.

Lástima, no pudieron matarla. 

Supe que Ponce ha muerto y entonces escribí el poema. 

Me siento como un bulto de basura acumulada en un basurero de país.

Lloré por mí, por no poder sentir nada. Deseé tenerte a mi lado para que me corrigieras. Para que sacaras, como siempre, lo mejor de mí. Te extrañé, aunque por estos días parezca absurdo extrañarte. Solo que no encuentro otra palabra que se ajuste mejor: extraño.

Se me fueron las palabras. No encontraba otra forma de comunicar mis emociones a no ser esa: exprimir mi cerebro, tratar de entender cada una de las monstruosidades que padecimos allí. Lo cual es insalvable. Parece sistémico. 

Me siento como un bulto de basura. Basura acumulada en un basurero de país. La gente no sirve y ha sido un propósito corromperla. 

Me he imaginado un juicio, finalmente con las sillas para los responsables de toda esta catástrofe. Es un alivio saber que la cabeza de Fidel Castro anda por ahí. Es la señal de que podrá responder ante la justicia. Ante otra justicia que no sea la “revolucionaria”. 

Fidel Castro usó sus dos armas de destrucción masiva: la palabra y las balas.

Fidel Castro usó sus dos armas de destrucción masiva: la palabra y las balas. Pero se centró en la palabra. He ahí su singularidad. Los cortes de cabeza los hacía con el pulso de un cirujano. O mejor, porque no dejaban cicatrices visibles. Es más, algunas cabezas siguen ahí aún después de haber sido cortadas. Solo se hizo notable la ausencia de la testa del general Arnaldo Ochoa.

Regreso al año 1971, la guillotina de palabras de Fidel Castro, su instrumento patentado en el nombre de la Revolución, realizó una ejecución colectiva en una sala de la UNEAR (Unión de los Escritores y Artistas Revolucionarios). 

Aunque ausente físicamente de aquella reunión, Fidel Castro estuvo presente en espíritu. Diez años antes, su discurso “Palabras…” había alertado sobre el nuevo género: Literatura de la Revolución Dentro.Y este fue el principio del fin de una nueva década donde las cabezas de los educadores reemplazaron a las de los intelectuales. Después, ya no hubo remedio. 


© Imagen de portada: Los enemigos del pueblo (Informe Posmortem), Teatro Kairos LCAP.




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El país del sí

Lynn Cruz

Hablo desde un lugar que, de no ser porque me aseguraron que íbamos a estar bien, diría que es lo más parecido a una tumba.