Confesión
Soy una muchacha temerosa de vivir.
Los grandes monumentos del siglo me asustan.
No creo en los héroes nacidos entre cuatro paredes.
Los magistrados, los funcionarios, los policías,
Todos me registran y no me dejan ser. Morir a mis
anchas, encerrarme entre las mil paredes que
ocupan mi soledad. Escuchad, no me quiero ir,
no quiero ser la vilipendiada muchacha que juega
a la detracción de sí misma. Quemen mis vestidos,
persigan mis huellas, no me encontrarán. Todo rastro
mío se ha perdido entre el filón de mi vida y la
suerte de bufón que se divierte de mi rostro.
Con todas las de la ley me pueden encontrar despierta
En un túnel diciendo atrocidades a los oídos
de los perros.
Con la soga se cuentan historias
a mi abuela Ana Lozano Lozano
La fronda espesa es tu origen tu refugio y permanencia.
Ayahuasca, soga de muertos.
Traes los espíritus de las plantas
la sanación del cuerpo y sus pesadillas.
En mis ojos tus colores brillan y tienen rostros.
Ayahuasca, soga que guarda la certeza de mi nombre, y de
ti, abuela Ana, Uuitota en el Putumayo,
huyendo de las correrías caucheras esquivando el azote
en tu espalda. Tus quince años era un instante,
un tránsito de alucinaciones y exilios.
Ayahuasca, soga de muertos.
Tus colores hacen brillar la sucesión de mi relato porque
la historia que aquí se cuenta
fue contada por ti, abuela, en la plaza del pueblo. Tu
memoria recordó una vez más.
Fue el recuento de tu huida
y tú lo contaste con la soga.
Historia desde la liana
Se registra una historia en las aguas del Marañón
A veces permanece desnuda en los gramalotales
o en las voces marginales de los relatos anónimos.
Las crónicas y navegaciones advierten descubrimientos
en las versiones de un episodio atrapado en los baúles:
incendios, extravíos, correrías,
éxodos y espaldas devoradas por algún infierno.
Nauta discurre voraz en su cauce profundo
Mientras viejos cocamas cuecen raíces en la memoria.
Entonces, preciso recordar todo, absolutamente todo.
“La madre del ayahuasca me dice:
Así, despacito, calientito, bebe la bebida voraz de lo alucinante,
de lo acontecido, de lo amargo, de lo dulce o lo venenoso.
Acuérdate siempre la soga puede penetrarte los ojos,
inundar el registro de tus ancestros
o ahogarte en el río junto a los tuyos.
Porque la soga te envuelve en todas las versiones.
Alucina, alucina, alucinante,
alucina siempre, yo te absuelvo de las fiebres y las visiones”.
¿Qué amargor, qué hoja, qué corteza ―para relatar―
devorará mi lengua cocama,
qué palabras inventaré para consumar lo inevitable?
En las orillas de la huida todo se registra
a cuenta de nada, a cuenta de todo,
a cuenta de descifrar las hondas voces desde el peligro
y las lluvias feroces de antiguos duendes.
¿Suena ya la tempestad?
“Así nos reconocemos: en la sagrada soga que envuelve los destinos.
Alucina, alucina, alucinante.
Así nos desnudamos: con el toé que pinta los colores de las sombras,
protegidos por las lianas, las lunas llenas,
y la cómplice bebida de los migrantes de la noche”.
Y somos desde siempre
pintas de boa en las espaldas,
pintas de garza en los rostros.
Y pronto serenos arrojados
por un temporal de balsas apócrifas
hacia feroces corrientes de un mar acechante.
No poseo
No poseo sino una canoa y una parcela de arroz en un barrial,
no poseo sino el rumor del río huyendo siempre.
Aquí en Sonapi los tiempos son malos,
digo malos porque no siempre se come o se bebe.
Entonces pienso si moriré en este lugar.
Los muchachos fieles al pueblo pasan sin verme
y no poseo sino mis ojos que me complacen de día.
Recostada en el puente apunto a la luna,
¿qué debo hacer en esta postura?
Solo puedo recordar mi nombre cuando los difuntos me silban.
A carbón viajan los vapores
A carbón viajan los vapores, madre.
Y en carbón convierto el timareo
entre mis manos.
Te hago presente mi viaje a Iquitos
en uno de esos vapores que
tanto sueñas.
¿Recuerdas tu primer viaje a la
ciudad?
Tú ofrecías los mejores frutos
del temporal
recogidos en el patio de la casa.
Desde entonces recuerdo tu pudor
y tus vestidos miserables.
Timareo se llama este pueblo
donde arden los hombres
en los azotes del sol.
Yo soy uno de ellos, madre.
Carbonero primerizo,
aprendiz de desdichado.
Timareo (1950)
En Timareo no conocemos las letras
y sus escritos
y nadie nos registra en las páginas
de los libros oficiales.
Mi abuelo se enciende en el candor
de su nacimiento
y nombra una cronología envuelta
en los castigos.
(Son muchos los arboles donde habitó
la tortura y vastos los bosques
comprados entre mil muertes).
¡Qué lejos los días, qué distantes
las huidas!
Los parientes navegaron un mar
de posibilidades
lejos de las fatigas solariegas.
Pero no conocemos las letras y sus
destinos y
nos reconocemos en la llegada de un
tiempo de domingos dichosos.
Es lejos la ciudad y desde el puerto
llamo a todos los hijos
soldados que no regresan,
muchachas arrastradas a cines y bares
de mala muerte.
(La historia no registra
nuestros éxodos, los últimos viajes
aventados desde ríos intranquilos).
Santa Cecilia
Los árboles yacían quemados
unos sobre otros y
los hombres piadosos lloraban
sus siembras perdidas.
Eran tiempos que parecían
retratos
de historias sombrías.
El desbosque demoró
incendios interminables y
las ilusiones se aventaban
desde las palmas aceiteras.
Santa Cecilia vivía de sí misma
y diez casitas hacían
el planeta entero.
Una foto de la gringa Marilyn
en un bar muy pobre
es lo único que se podía esperar
después del asedio.
Hobby
Me gusta conversar en las esquinas
con los señores que pasan
me encanta saber que me aman
a escondidas
Los transeúntes se agitan
en las noches calurosas
Yo silbo despacito
mientras espero la señal
para romperles el alma
con el capricho de mi lengua.
Final de una calle
La sola solitaria calle que me venció
es la que atravieso todas las tardes
desde mi llegada.
Y lo que digo no es más
que lo que soy o fui
una ladrona de azares
un cuaderno de bitácora
un furibundo ataque de locura al entrar
en la ciudad
una caja de nada
la excitación en mi memoria
el ala quebrada que un pájaro esquiva
la torre de alucinados que no puedo derrumbar.
Este es mi camino
sobre interminables caminos
sobre manadas de huesos donde a veces me orino
y doy mil pasos
en un pasadizo
sin nombre
ni señal.
Atrapados entre llamas
Está entre sus llamas el sol
para secar el pescado salado
para tender playas sobre los ríos,
para tatuar antiguos lunares que los rostros dibujan
para distinguir resaca de creciente o la calma en el agua.
Y entre llamas el sol siempre acechando
atrapándome/atrapándonos hasta ser en la mañana
calientes cuerpos que las fiebres desconocen
atentos al recreo de los días en altas crecientes.
Antes o después de las estaciones
cuando los niños se aprestan a los caminos
las flechas pueden atravesar sombras sin ser haces
sin ser la mano que te alcanza en los brillos
y el sol despedazado entre luces
relampagueando/descifrando la herida de la pólvora
que pinta de cuerpo entero
un extraño cielo que buscan los cazadores.
Así estamos desnudos
apátridas
insospechados los plantíos
corriendo sin fin de los peligros y las impertinencias
que traen los advenedizos comerciantes
de extraños relatos donde la naturaleza se esconde
en bolsas que se quiebran
Siempre se
quiebran
se
quiebran…
Breve pasaje
Piel de sierpe
cruz de mashco
sueños de garza,
lengua o aletas de renaco:
¿quién enumera este trazo de mi cuerpo
abierto a cielos despejados?
Porque
las pintas me inundan en las tahuampas
y así
he sido
siempre
albedrío de un río que despide
voces de agua en cauces solariegos.
Peje inadvertido
siempre aquí
pinta de hembra
contando en playas no tocadas
los granos de arena asesinados por los barcos.
Estirpe
Desde la loma llegan los arroceros
y por la playa bajan hasta la espuma
Y se van
ya se van
sembrando hallazgos primeros
regando los últimos granos:
¡Qué sol en las espaldas!
¡Qué polvo entre los pies!
Los arroceros
suben
y
bajan
mirando el río esparcido
esclareciendo la posibilidad de un día sin final
Y son para los suyos
estirpe regada en las orillas:
¡Qué destinos arrojados en la arena!
¡Qué ríos de vida en las fatigas!
¿Dónde están los antiguos,
los de antes?
¿Qué caminos de urgencia atravesaron
desde las crecientes que el agua arroja?
Nadie responde
¿nadie?
(Sobre arrozales tendidos
se parecen a multitudes de granos lanzados
hacia territorios invadidos por la arena)
¿Qué huellas navegan…
Mientras duerme la arcilla
Y descansa la memoria de la laguna de la canoa
¿Qué huellas navegan contigo,
Qué epístolas se insinúan rompiendo a remo las olas?
Todo parece tan simple en los itinerarios
Todo como ráfaga de viento en la garúa
Mientras atrapa su We had a conversation of Chapter 17 and read about Rhythms
from the Caribe in the United States. We read Ritmos del Caribe (Imagina 110-
111). descanso el búho insomne
Y acicatea la trampa en las redes
¿Qué viento esparce tus sueños?
¿Qué rumor estremece la llamada del manguaré?
Yo me pregunto
¿Qué hacen
Tus pies de hallazgos sin caminos
Tus manos de chambira en las jicras
Cuando tu voz es una quebrada profunda que navega
Cual perpetuo retorno hacia caudales de ausencia?
Porque todo parece tan simple en tus cabellos
Todo como un puerto que se va quedando dormido
Estación de trueque
En diez días el sernamby estará lejos
muy lejos de los bosques y la sangría,
más allá de las últimas estradas después del exterminio.
El Cónsul General Casement se reporta a Sir Edward Grey:
“J.C. Arana declara que había 40,000 indios
viviendo en el área de su empresa del Putumayo”.
Desconozco de sires y lores y cónsules británicos
y de vapores de transporte en muelles desconocidos.
Porque en los datos oficiales no figuran mis manos
ni mi ruta aventada en madrugadas de insomnio.
En diez días el sernamby y mis dedos encerrados
llegarán a un destino cuya letra de trato mercantil
me resulta tan extraña.
Alguien falsifica nombres o historias en titulaciones,
en datos oficiales, en misiones exploradoras,
en reportajes de compañías de administración dudosa.
Nadie asomó por las noticias negociadas
solo sé que la estación de trueque arrastró mi cuerpo
que bajaba o surcaba por las riberas de una selva circundante
en cuyas “reservas celosamente guardadas por aventureros”
se perdían las vidas
en tierras de nadie
¿De nadie?
Mientras mi mano a punta de filo y machete
abría una herida sangrante en el árbol
que por ese entonces tenía tanto valor
que mi vida
no valía nada.
¿Nada?
Imagen / desimagen
Para cruzar / ríos de espanto /
para escuchar cauces / y gritos de las sierpes /
los caminos viajan / por huellas y honduras /
que las profundidades / del azote bajo el árbol /
escondieron en / registros / y en sacos de watopa / para llevar la carga /
o arrojaron / atrocidades / y / sueños / envueltos / en bolsas de jebe /
Para atravesar / el mismo río / y volver / a volver /
porque / detrás / de las canoas / nadaban / peces / volando /
los hijos de tus hijos / nuestros hijos /
mareados / calentados / en las cobijas / compradas donde el chino /
y el puerto / se volvía / nuevamente / el lugar / de todos / los mundos /
el rumor / último / de las noticias silenciadas /
Érase una vez / un universo / conocido por los migrantes /
érase una vez / unas muchachas / que restregaban las ropas /
y los ropajes / de la madrugada / y los bares sumergidos /
en las ascuas / del mejor postor / la música que danza /
y rueda / hasta pertenecer / a / los / desvalidos / los locos /
Putrefactos / asediados / infantes / rodando / lustrines / cajitas /
sin juguetes / y / los / descalzados pies / corrían /
/por las / aguas fangosas /
vendíamos / maletines / lavábamos / desperdicios /
barríamos / honorablemente / nuestras casas / entonces / inundación /
es palabra / próxima / fábula líquida / envuelta / en balsas / de topas /
que / no / soplaban vientos / sino audacias /
mientras / recreamos / plumas / y sombreros / y hojas de bijau /
Y desvivimos / detrás / de los biombos / o los techos/
/de irapai / o de plástico /
la mañana / es nuestra / con sus paisajes / de aves / moribundas /
Abandonados / o henchidos de luz / bajando / por las canoas /
cruzamos / desvíos / que el agua / nos deja /
Así / los días / nos / esperan / abrasando / tushpas / lamparines /
invenciones / de / rutas / desde / un / grito / de / la / orilla / extrema /
Desimagen / imagen
Invenciones / de / rutas / desde / un / grito / de / la / orilla / extrema /
así / los días / nos / esperan / abrasando / tushpas / lamparines /
cruzamos / desvíos / que el agua / nos deja /
abandonados / o henchidos de luz / bajando / por las canoas /
la mañana / es nuestra / con sus paisajes / de aves / moribundas /
Y desvivimos / detrás / de los biombos / o los techos/
/de irapai / o de plástico /
mientras / recreamos / plumas / y sombreros / y hojas de bijau /
que / no / soplaban vientos / sino audacias /
es palabra / próxima / fábula líquida / envuelta / en balsas / de topas /
barríamos / honorablemente / nuestras casas / entonces / inundación /
vendíamos / maletines / lavábamos / desperdicios /
sin juguetes / y / los / descalzados pies / corrían /
/por las / aguas fangosas /
Putrefactos / asediados / infantes / rodando / lustrines / cajitas /
y rueda / hasta pertenecer / a / los / desvalidos / los locos /
en las ascuas / del mejor postor / la música que danza /
y los ropajes / de la madrugada / y los bares sumergidos /
érase una vez / unas muchachas / que restregaban las ropas /
Érase una vez / un universo / conocido por los migrantes /
el rumor / último / de las noticias silenciadas /
y el puerto / se volvía / nuevamente / el lugar / de todos/ los mundos /
mareados / calentados / en las cobijas / compradas donde el chino /
los hijos de tus hijos / nuestros hijos /
porque / detrás / de las canoas / nadaban / peces / volando /
Para atravesar / el mismo río / y volver / a volver /
o arrojaron / atrocidades / y / sueños / envueltos / en bolsas de jebe /
escondieron en / registros / y en sacos de watopa / para llevar la carga /
que las profundidades / del azote bajo el árbol /
los caminos viajan / por huellas y honduras /
para escuchar cauces / y gritos de las sierpes /
Para cruzar / ríos de espanto /
Capítulo fronterizo
La lluvia cierra,
¿o abre el final?
Porque ya habíamos trajinado rutas descansadas,
caminos de orillas sin destinos ciertos
y mientras alguien castraba las islas
alturas y bajadas deslumbraban nuestros sueños.
(El viaje asaltaba la furiosa hondura del Amazonas)
Nuestros amigos muertos Abel y Germán,
más cerca del río, la tierra o el espanto,
velaban mosquiteros de memorias ahogadas.
Así, precisamos beber la saliva de sus cuerpos
y la tensa aridez de las impávidas noticias del saqueo.
No tuvimos tiempo para liberar las acrobacias del bufeo
saltando detrás de la embarcación de la nada
y la tranquilidad de la orquídea en los pashacos
retornaba entre tus manos con presagio de sombras.
El viaje loco y espléndido, nos conducía sin miedo
hacia maderos sobrevivientes de las masacres.
Detrás de los minutos que nadie enumera,
detrás de las brújulas implantadas por extraños andantes,
existen multitudes de peces que escapan de las tormentas
existen niños que atisban desde los puertos
existen rostros tamizados por antiguas siembras.
Oh, amor, este trajín fue un viaje de islas que el agua desvía,
una ruta encendida por los incendios
de tanto andar
de tanto solear
de tanto naufragar
mientras otras cenizas atizaban los cuerpos.
La lluvia
¿cierra o abre el final?
© Imagen de portada: Ana Varela Tafur.
Sobre la autora:
Ana Varela Tafur (Perú, 1963). Poeta, docente y activista cultural. Doctora en Literatura latinoamericana por la Universidad de California, Davis. Publicó Lo que no veo en visiones (1992), Voces desde la orilla (2000), Dama en el escenario (2001) y Estancias de Emilia Tangoa (2022). Sus poemas aparecen en las revistas Lucero, Diálogo, Céfiro, Huizache y Literary Amazonia, entre otras; y han sido antologados en Al norte de la cordillera: Antología de voces andinas en los Estados Unidos (2016) y Volteando el siglo. 25 poetas peruanos (2020). Coeditó, con Leopoldo Bernucci, el libro Benjamín Saldana Rocca: Prensa y denuncia en la Amazonia cauchera (2021).
Magali Alabau
Magali Alabau. Poeta. Nació en Cuba y reside en Nueva York desde 1968. Estudió teatro. Ha publicado entre 1986 y 2016 nueve poemarios.