Keila Vall de la Ville

Diafragma 

Nadie sabe con certeza dónde queda el orificio 
la vena, el conducto, el pozo turbio. 

Para mirarme en esta historia 
debo hundir un dedo
o varios
en la carne rosa, 
debo hurgar en las costillas 
mirar cómo se arquean
y muestran sus bordes navaja. 

Son dos las costillas flotantes. 
Respiro electroshock, 
operación astral
y vuelven a su lugar. 

Para mirarme en esta historia me encomiendo a un gato 
si es que tienen corte
y puedo encenderles vela.
Tal vez es el hígado, en la punta de mis dedos. 

Si subo, en línea vertical, 
llego a un domo
al paraguas
que protege 
lo que siento que sentí. 

El diafragma, me dijeron una vez 
es el único músculo
que se inserta en sí mismo. 

Una sombrilla extendida a la tormenta 
separa la humedad, la antigua sangre 
de los huesos que crujen 
cada vez que sonríes
o intentas abrazar. 

Un puño apenas, una herida
y se abre.
Te expulsa la membrana como si fueses lluvia, 
salen los recuerdos catapulta
como gotas sin mojar. 

Me sirve de balance
sobre la cuerda floja
este paraguas.
Músculo curioso y fuerte
entre corazón y estómago
no pide nada para comenzar o terminar. 

Se inserta en sí. 



Serigráfica 

Escribo en la ciudad 
que escribe sobre mí. 

Me dejo tatuar 
imprimir
la versión negada 
que me conforma. 

¿Existe un milímetro en blanco en esta piel? 
¿Es que hay
una página en blanco? 

El cuerpo es camino. 

In & out da igual. 
Pronuncio la frase
y nace
la serigrafía de mí misma 
en Nueva York. 



Memoria cuzqueña 

Escalera radical
piedra irregular que al fin encaja 
                                                como un guante. 
Llevo peso al viaje largo, 
camino lenta 
                                  mente
                                  siete siglos en zigzag. 
El pasado se acerca 
dos colinas
y luego es solo bajar. 

Llego al monumento 
                       muslos ardiendo. 
Paso el día mirando el sol,
la perfección incomprensible
de unos bloques elegidos por una gente muy distinta a mí. 

Universo perfecto 
en la mitad de nada. 
Bajo al Cuzco
voy por una pizza, 
una cerveza Cristal 
un caramelo de coca 
                                                la memoria se organiza gracias 
                                                a detalles así. 
Esta noche tropezaré con un hombre 
me acostaré con él. 
El ácido láctico terminará 
derramado
en una cama de flores desteñidas. 

Así es el recuerdo:
en veinte años
mi encuentro con las magníficas rocas peruanas 
tendrá siempre a cuestas
un polizón. 



En dos 

                        Partir es siempre partirse en dos. 
Cristina Peri Rossi


Partir a tiempo.
Ya no quiero este suelo. 

Partir el tiempo partir el mapa. 

Partir con tiempo partir con mapa. 

No importa hacia dónde. 
Quiero partir
a pie. 



Muerte natural 

I

Tierra negra
roca gris iridiscente 
hojas laguna
en los pies. 

Caminamos mirando al suelo, monosílabos 
en voz baja
pronuncias la palabra nadie
resuena la palabra 
nadie
susurro lagartija. Huele a eucalipto. 

Entramos sin interrumpir
             huéspedes de bruma y misterio 
en esta historia animal. 

Tomas la cuerda 
aseguro el arnés. 
Te tengo. Voy. 
Las manos 
          roca en ligamento 
duelen. 
No miro bajo los pies. 
Serpiente en boca 
brazo de línea trenzada 
click. Voy. 
Mano en el sobre
línea vertical que se abre.
Entro a la fisura. Dedos y ahora 
palma en la fisura. 

Hubo una vez
          una grieta en la pared, 
                            un escalón a mi medida. 


II

Serpiente envuelta en las rodillas. 
Me mira como un pájaro, 
           cabeza de lado 
           ojos torcidos 
                en la repisa que llamo hotel.

Acerca su boca inhalando. 
Acá solo geología
no hay raíz. 

Quiere ahorcarme, pienso
como si la mujer fallecida fuera otra. 


III 

No es la primera vez
       me pasará al final 
a veces creo que ha llegado la hora 
y no importa. 

A veces serpiente 
de muerte natural. 



Darling

Como un mal presagio. Esa vez me vi saliendo del camino, 
alejándome. No sé usar navajas y jugaba con una. Perdía el 
tiempo, todo era infértil. Había un auto a toda velocidad y 
nada en el canal de al lado. Veía el canal sin mí. Esa era mi 
vida, esa que quedaba atrás, lenta y torpe. Y no me importó.
 
Estaba ebria. 

Sí, darling, sí hay cosas indebidas. Detesto que me mientas. 
Hay capas que se rompen de tanto darle. Queda el hueco, 
el túnel al tiempo en el que supe que lo perdía todo y no 
me importó. En algún lugar la veía, la mala hora. La cubría 
con una sábana y continuaba a toda velocidad. Ya lo dije, 
estaba ebria. 

Un mal presagio, una jaula con un odioso pájaro adentro, 
que además canta. Pobre animal, está enjaulado y yo no 
siento nada. Un mal presagio, el deseo de contenerse des- 
pués de la resaca. Eso, darling, no se puede. Esa resaca no se 
va. Ese tiempo no regresa. 

Aquella vez decidiste: tu navaja tu auto a velocidad esa jaula 
llena de pájaro.

Ahora sabes en qué armario guardas cada cosa. Ordenas 
la casa. Desempolvas. Alimentas. Y allí está, el auto a toda 
velocidad y en el canal de al lado nada. Ves el canal sin ti. 

¿Y ahora qué? Este mal presagio. Este mal humor. 



Burka I 

Qué tanto temen
a un trozo de tela
como si el problema fuera 
el trozo de tela. 

Nosotras tenemos la nuestra 
se llama silencio
embudo
se llama templanza 
(cuidado con la templanza). 


Se llama 
sabotaje 
sacrificio. 
Y miedo. 

Burka. 



So close (Burka II) 

 To everything there is a season 
                   a time to every purpose under heaven 

                    Rafaella: Far away so close 


Hay un tiempo para borrarse 
un tiempo para cubrir esta vida 
y dejar la del otro expuesta, 
con su lamento.
Es un tiempo para esperar
que pase
ese tiempo. 
Un día el vapor dirá
y habrá que revolver bolsillos 
des vestir la burka 

intentar 
recordar 
quién
es 
quién. 



Maite

Hay algo perverso 
malditas células malditas 
me comen
me dañan.
Hay algo perverso
en mí.
Me atraviesan la memoria. 

Dices guanábana 
rompes calendarios 
hablas del mundo 
me lees la prensa 
dices masaje 
manicurista 
fibra.
Tratamientos que no curan 
pero distraen. 

Eres
la que hice mujer
a fuerza de cafés y mesa redonda 
a fuerza de palabras
y mirada incisiva. 

Te defendí. 
Ahora te dejo 
para morir. 



En el duelo 

Sombras largas 
vigilantes
como brochas en la brisa 
una rama sobresale
sin hojas. 

No sé por qué elegí las escaleras
para retardar mi llegada 
desplazarme en vertical un poco más 
alargar la línea tensa del tiempo 
me pregunto por qué. 

Para acelerar el pecho y prepararme
no sé por qué elegí las escaleras.

Piso tres
siempre me pregunto dónde es que nacen los bebés 
y de nuevo lo hice. 

Piso cuatro. Pasillo gris. Sin bebés.
Me engulle un pasillo a la hora inconveniente
las visitas ya se fueron y aquí estamos
medio fallecidos
fallidos
traspasamos en silencio la puerta inquieta que chilla 
despertamos sin querer a los enfermos, que temen 
en nuestros gestos y susurros
en la eterna luz gris de neón
lo peor. La muerte es de todos.
Sentada en el duelo soy la mala noticia
la página, doblada en una esquina,
que nadie quiere leer. 

Afuera un árbol
ramas desnudas pintando la noche 
dibujando la periferia
que inauguras.



El salto del ciervo

El mundo es la puerta cerrada. Es una barrera. 
Y al mismo tiempo es el camino para cruzar
Simone Weil

Eso dicen y conviene creerlo: 
el vacío es importante
llama la gravedad
atrae la gracia 
hacia él van los ciervos alumbrados
el cuerpo inconforme con el sitio que ocupa 
sus pocas certezas:       
un lugar manifiesto marcado en la memoria
 
surco    
hendidura     señal.
Un conejo atraviesa raudo el camino               
aparece        
salta desde la izquierda

fisura el paisaje

sigue su ruta. 

Me lo llevo

la imagen es mía y a partir de ahora 
el lugar también

Lo inauguro

Apuntó una maestra: debe haber una ruptura
un rasgado en el vacío
debe ocurrir un hecho desesperado

dejar una miguita de pan
esto es importante, entiendo yo.

Donde no hay marca no hay nombre                       
donde no hay herida o rendija
eres cada vez recién llegada                  
no logras entrar.

Abruma en la ciudad la distancia ilegible          
medida plana que me separa 
del habitante 
más cercano. 
Aún no comprendo si el recorrido es largo 
o corto             
no sé cuán vacío es el vacío
entre un cuerpo y otro
¿dónde dejo mi huella? 

El vértigo entre las ventanas de mi apartamento 
y las que espío sin timidez                    
al otro 
lado             de la calle
¿Cuán ancha la hendidura?                   
¿Cuán largo el salto del ciervo?

Los siete pies cuadrados de la caja 
que sin esfuerzo asciende         
desde la calle hasta mi piso 
en perfecta 
línea 
vertical             
no sé si son siete pies. 
Desconozco cuántos pájaros recibiría esta caja 
en su ascenso.

No olvidar: la experiencia del espacio 
es sobre todo 
íntima. 
Pero hay más:              
si dicen 
sesenta y dos grados Fahrenheit,
esfera misteriosa.

Síntomas de extranjería:           
sufrir de frío o de calor al salir a la calle
volver con las sandalias mojadas. 
No olvidar: la experiencia del clima es sobre todo 
implacable.

Debe ocurrir algo desesperado, dijo la maestra

el lado B de la Gracia misma, entiendo yo.

En el lago, vacío y gracia se miran a los ojos. 
Viajo a esos ojos oscuros                     
me sumerjo en ese lago 
soy 
pensando en la herida 
en no fracturar mis tobillos de ciervo
ojos brillantes hendiendo el camino 
pasando raudos.

Dentro y fuera del lago 
dentro y fuera del ojo   
esfera, déjame entrar.

El desplazamiento emplaza. 
No olvidar: la existencia en los márgenes 
es sobre todo 
inevitable. 

No es casual el silencio del ciervo

el salto
la fractura que da sentido a mi existencia 

acá.


© Imagen de portada : Keila Vall de la Ville, por Violette Bule.




Sobre la autora:
Keila Vall de la Ville. Caracas, 1974. Autora de la novela Los días animales, el libro de cuentos Ana no duerme, el texto crítico en edición bilingüe Antolín Sánchez, discurso en movimiento: del pixel, al cuadro, a la secuencia. Ha antologado la compilación bilingüe Entre el aliento y el precipicio. Poéticas sobre la belleza. Fundadora del movimiento Jamming Poético (2011 al presente, Caracas) y coeditora de las plaquettes Mermeladas para llevar I, II y III, y de la antología 102 Poetas en Jamming. Incluida en las antologías Lascivia: Once autores en torno al erotismo; Tránsitos: antología poética venezolana; Basta! 100 mujeres contra la violencia de género102 Poetas en JammingMiradas y palabras sobre Caracas, para bien o para malCuentos contadosDe qué va el cuento: Antología del relato venezolano 2000-2012, y en las compilaciones de la Semana de la Nueva Narrativa Urbana, así como del Concurso Nacional de Cuentos SACVEN (2010) y del Premio de Cuento Policlínica Metropolitana (2011). Antropóloga (UCV), máster en Ciencias Políticas (USB), MFA en Escritura Creativa (NYU), y MA en Estudios Hispánicos (Columbia University). 


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Magali Alabau

Magali Alabau

Magali Alabau. Poeta. Nació en Cuba y reside en Nueva York desde 1968. Estudió teatro. Ha publicado entre 1986 y 2016 nueve poemarios.