«Nunca más vas a entrar a Cuba», le dijo la cónsul cubana con sarcasmo a mi amiga. A mi amiga ex-médica «quedada» en Chile, primer país democrático de Latinoamérica, casi del Primer Mundo.
Deberían expulsar a esa cónsul de ese país perfecto como un pelo. Deberían, como excepción, desterrarla también de Cuba. Por cruel, por descarada, por violadora, por aterrorizar a nuestra ciudadanía dejándola a la intemperie a lo largo y estrecho del mundo.
Tengo el nombre de esa cónsul. Y no se me va a olvidar nunca, compañera. Y a la primera oportunidad haré una reclamación ante la instancia jurídica internacional que proceda. No por cruel, ni por descarada, ni por violadora, ni por aterrorizar a nuestra subciudadanía en el mundo. Sino simplemente por mujer mala que se burla —como todos los cargos públicos en Cuba— de nuestra propia constitución. Y de decenas de convenios internacionales de diplomacia.
Mi amiga ex-médica me llama al móvil habanero desde su exilio reciente, llorando, y me dice que no puede ser verdad, que había oído casos así, pero que siempre había una justificación que ella entendía, aunque no compartiera esas injusticias, casi siempre por cuestiones «políticas».
Esto, Landy, no puede estarme pasando ahora a mí, que jamás me he metido en nada…, y me implora que le diga ideas de qué hacer para regresar aunque sea de visita a su hogar, donde toda su familia se desespera. Que la consuele un rato, en lo que se consume su tarjeta telefónica desde el Cono Sur, como cuando ella me llamaba a La Habana desde el campo, en aquella epoquita paupérrima donde nos amamos en cuerpo y alma con más intensidad que el amor a la patria (esa puta disciplinaria), hasta que un día mi amor médica de pronto me abandonó, para de pronto irse a otro hemisferio, llorando como ahora en mi celular, con papeles de «visita» para realmente «quedarse», y convertirse, sin darnos cuenta, en mi amiga ex-médica virtual.
Que le cuente algo lindo, susurra con voz rajada. Que no le diga nada, se contradice, que solo la escuche un rato y la deje sentir mi respiración. Y, por favor, Landy, tú sabes, me advierte entre pucheros, ahora que estás metido en la locura esa de los blogs, que no escriba ni media palabra, ni media sílaba, que no politice su caso, porque ponerlo en voz alta puede ser mucho peor…
¿Peor que la respuesta rabiosa de esa cónsul contracubana?, pienso, pero a la postre obedezco y no le respondo nada a mi amor. Porque para mí siempre, tú también lo sabes, seguirás siendo en secreto mi amor sin pre jo ex.
¿Qué hacer? ¿Contra qué muro rompernos la cabeza por tanta culpa humillada, bajo un poder déspota que borra de nuestra historia a sus mejores hijos (a mí y a ti, por ejemplo)? ¿Por qué tortura así al pueblo cubano un Ministerio de Relaciones Exteriores corrupto y desmesurado, políticamente de patas abiertas a la policía política, a la voluntad de uno o dos o una decena de hombres, y recientemente compinche de los magnates de Washington, DC? Estamos vivos, ¿recuerdan? Los vamos a sobrevivir, ¿recuerdan? ¿A dónde quieren llevarnos con esta ristra de odio entre hermanos? ¿Acaso a una guerra incivil? Ojalá. Ya debería ir siendo hora de cierta acción.
Mi niña graduada en una universidad ultimada por la Revolución, mi amada de per l facebookiforme en la noche gmail, muchachita que ya eres mujer a fuerza de que te cierren la puerta en la cara en una embajada en bancarrota, mi yerbita rockera de los desiertos recónditos y las sabanas de pronunciación exquisita de ese país, mi anónima florecita de ese destierro que te impuso la benevolencia de una diplocastrista, la que para colmo te explicó que tú no estás exiliada, como los chilenos o los salvadoreños en su época de comunismo en ciernes, no: la tipa te dijo que a los hondureños o guatemaltecos los burgueses bien pagados por la CIA les pegaban un tiro en la nuca y ya, aunque-pero-mas-sin-embargo a ti el Estado proletario cubano te ha perdonado la vida, pero no la biografía.
Mi amor, te prometo nunca escribir nada en mi blog de ti. O, mejor, te prometo que si lo escribo, como de costumbre cuando podíamos olernos de madrugada la piel, entonces solo podremos notarlo tú y yo (y esa cónsul canalla, por supuesto, que serán ahora todas las cónsules de la Cuba canalla, porque la verdad no la pueden comprar como a esos tarequitos de pacotilla con que atiborran sus apartamentos de lujo en nuestra Habana, letra muda que ellos mismos han ido dejando no tan náufraga como huérfana).
Mi amor, te tocó. Se nos acabó la cuerda y la inercia de infancia. Crecimos, pero no supimos escapar del horror de Cuba sin caer en el horror de los cubanos. El sarcasmo de esa funcionaria del MINREX era sinceridad a secas. La cónsul cabrona tenía razón: nos equivocamos de casa tú y yo.
Tal vez te lo dije antes de que cerraras los ojos de tanta desesperación y echaras a ciegas a correr: no vuelvas. Y recuerdo haberte dicho aún más con el corazón haciéndome crac en la mano: si te vas, es para no darle más vueltas a nuestro pésimo pasado (de eso me encargo yo, que soy el peor). Sé otra, sé libre. Cásate con la falda de un volcán. Cuba es estrictamente una maldición. Sé linda, sé joven. Sé comunista acaso, porque ni siquiera eso te permitieron serlo de verdad aquí, a pesar de tu carnet de carmín. Ama en otros ese amor nuestro de trenes interprovinciales que se nos descarriló. Chu-chuá, chu-chu-á… Tiembla a cielo abierto. Pare niños no cubanos lejos del socialismo gratuito y de un Castro que nos impuso un precio impagable para salir de él. No crezcas, no envejezcas. No dejes de vivirte en mí. Pero no le repitas a nadie las frases tuyas que fueron en otro planeta solo para mí.
Y, por supuesto, mi amor, espérame en el capitalismo (en uno de esos capitalismos con alma). Espérame con paciencia, porque ya estoy allí. Y porque tú bien sabes que por más que Landy lo intente, amor, tampoco nunca del todo estaré.
Cuba nos descolocó. Nos colgó. Hasta la próxima tarjeta telefónica del Coño Sur.
(De Del clarín escuchad el silencio. 59 poemas de amor y una canción contrarrevolucionaria,
Editorial Hypermedia, 2016).
Del clarín escuchad el silencio
Si Cabrera Infante escribió en ‘los distintos dialectos del español que se hablan en Cuba’, Orlando Luis Pardo Lazo introduce en el cubano las palabras de un himno tocado en reversa.