Cuando salió a la luz la canción “Con Cuba no te metas”, de Alejandro García (Virulo), muchos se sintieron incómodos y criticaron públicamente a los músicos que se unieron a su canto. Hubo cuestionamientos —algo que siempre es válido— y hubo también improperios: los tildaron de cobardes e hipócritas, entre otras ofensas.
En aquel momento pensé que hay problemas graves y complejos en la cultura cubana, incluida la cultura política, problemas que no se resuelven a ritmo de conga. Aunque eso no impidió que moviera el esqueleto frente al televisor y cantara con ellos cada vez que trasmitían el videoclip. De bailar me dio ciatalgia, porque mira si lo repitieron. Y todavía, de cuando en cuando, vuelvo a entonar aquel verso tautológico y simpático que dice: “El que tenga confusión que se confunda”.
No me gustó, sin embargo, que injuriaran a los músicos. En un artículo de desagravio publicado por La Jiribilla, Ana María Domínguez preguntaba, con razón: “¿Por qué la agresión directa hacia ellos? ¿Por qué los apelativos ofensivos para desacreditarlos? ¿Por qué no pueden estar ahí, como los demás, como la gente de pueblo que aparece en el video clip?”.
Estábamos entonces a inicios de enero. Todavía me empeñaba en lograr que se sentaran a la mesa de negociación los funcionarios del Ministerio de Cultura y de otras instancias del gobierno, con un grupo diverso de artistas independientes y periodistas que reclamaban cambios en la política del país; cambios que tienen que ver con el respeto a ciertos derechos ciudadanos que la Constitución reconoce, y no —como afirman los medios estatales— con el regreso de Cuba al capitalismo o su anexión a los Estados Unidos, algo que jamás defenderé. Todavía no había llegado el lamentable 27 de enero, y las preguntas de Ana María Domínguez me parecían justas no solo para con esos músicos, sino también para Tania Bruguera, Yunior García Aguilera y los demás artistas del 27N que sufrían (que sufren) ofensas y descrédito por la misma razón, es decir: por expresar públicamente sus opiniones políticas.
Volviendo a la canción de Alejandro García: el lenguaje popular y el tono entre belicoso y burlón de su conga, eso que en buen cubano solemos llamar “guapería barata”, más que agredirme, me divertían. Aunque seguía pensando que, contrario a lo que afirmaba el autor, “la jugada” sí es compleja y profunda. Pero no iba a ponerme a discutir cosas que Virulo sabe perfectamente, porque durante años su humor crítico e inteligente ha hecho pensar y reír a muchos cubanos.
Pensar y reír, bailar y pensar, son acciones que no se excluyen. Así que por esos días bailaba y pensaba en cómo desenredar el nudo gordiano de los argumentos ad hominem y otras barricadas que entorpecían el debate en torno al problema de la libertad de expresión en el arte y la política.
Al respecto, Norisley Valladares, citado también por la autora de ese artículo, decía:
“En momentos puntuales se exige mucho la definición de las personas, algo así como los extremos, o blanco o negro, pero la vida tiene matices y pueden coexistir diversas opiniones en un mismo contexto. Se polariza demasiado y, de repente, cuando se adopta una postura, puede que por ese hecho se cierre un nicho de mercado importante. Pero no le temo a eso, con el pueblo de Cuba me muero”.
“Con Cuba no te metas” alcanzó en pocos días más de cien mil vistas en YouTube, algo sin dudas loable. Resulta, sin embargo, que poco tiempo después otra canción, titulada “Patria y vida”, desde una postura política distinta, ha alcanzado también una cantidad enorme de vistas. Y resulta que los músicos, algunos con una obra de incuestionable valor artístico, han recibido en respuesta a su canto una multitud de ofensas, esta vez desde los medios oficiales, los medios que antes defendieron a los vilipendiados músicos de la conga.
Y yo pregunto, con el perdón —y con las mismas palabras— de Ana María Domínguez: ¿Por qué la agresión directa hacia ellos? ¿Por qué los apelativos ofensivos para desacreditarlos? ¿Por qué no pueden estar ahí, como los demás?
Nada. Paradojas de la realidad cubana. La canción protesta y el arte político son proclives a recibir el escarnio de los malos políticos. Para ellos es mejor que nadie proteste, que nadie desafine en el coro unánime. Si alguien lo hace, les causa una “indescriptible repugnancia”.
Qué pena: yo he disfrutado también “Patria y vida”. No encuentro nada antipatriótico en ella, porque para mí las palabras que nombran una ideología, una tendencia política o un período histórico, no pueden ser utilizadas como sinónimos de patria. Sé que no todas las decisiones de los políticos cubanos en estos 62 años han sido erradas, pero tampoco voy a reclamarles eso a Yotuel Romero y los demás, porque estoy seguro de que lo saben perfectamente.
Si tuviese mi propio sello discográfico, pondría ambas canciones en un disco, un single, pues son como las dos caras del mismo problema: desconocer al otro.
Con argumentos, no con arrebatos de ira
Ayer 27 de enero se cruzó un límite que jamás debió haberse cruzado. No sé cómo alguien puede justificar la actitud pendenciera de un ministro y de una cuadrilla de altos funcionarios de ese ministerio, ante una decena de jóvenes. Yo pido que sean cesados de sus cargos.