Discurso pronunciado (en inglés) en Lviv, Ucrania, el 5 de julio de 2025, en el marco de la conferencia Ukrainian Renaissance, organizada del 4 al 6 de julio por Students for Liberty.
Yo nací en un país, Cuba, donde la dictadura comunista, dirigida por los hermanos Castro, Fidel y Raúl, ya es vieja de sesenta y seis años. A pesar de ello, hay todavía cantidad de gente, de pensadores, de políticos (no solamente de izquierda) que consideran que se trata de un régimen “cool”.
Por eso uno de mis libros se titula Cuba, totalitarisme tropical (exótico, casi).
Salsa, ron, tabaco, mulatas, revolución y… ¡Che!
Che Guevara es un ícono para todos los revolucionarios del mundo, con su mirada dirigida hacia el futuro (¿realismo socialista?) y su boina negra estrellada. Personalmente, no creo que sea realmente lindo.
He intentado desmoronar el mito del guerrillero argentino en un libro, La cara oculta del Che, publicado primero en francés (La face cachée du Che) en 2007 y luego en varios idiomas. Lo escribí en memoria de sus innumerables víctimas.
Che Guevara no fue para nada un buen chico romántico. Fue un killer, un asesino. Literalmente, como lo escribió acerca del “verdadero revolucionario” que tenía que volverse una “máquina de matar”. Él mismo practicó esos asesinatos, por medio de pelotones de fusilamiento, en la fortaleza-prisión de La Cabaña, defendiendo luego personalmente sus crímenes ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Me he dedicado a recoger testimonios de los sobrevivientes de esos crímenes y, también, de muchos otros de exprisioneros políticos que pasaron veinte o treinta años en las cárceles de los hermanos Castro. Uno de ellos, Raúl Castro, sigue dirigiendo (con noventa y cuatro años) mi país, aunque haya designado a un presidente fantoche, Miguel Díaz-Canel.
Contar la verdad acerca de ese régimen es mi modo de combatirlo. La verdad, no la “pravda”, como aún se usa ese término demasiado en Ucrania (hay un periódico llamado Pravda ucraniana, un bar Pravda y hasta una cerveza Pravda. En el pasado y también en el presente.
“No hay presente sin memoria”, suele decir mi amigo Jean-Pierre Pasternak, presidente de la Unión de los Ucranianos de Francia, con quien me manifiesto, en compañía de varios miembros de Students for Liberty, dos veces por semana en París.
Ustedes, los jóvenes y menos jóvenes ucranianos, son nuestra luz y nuestra esperanza. Una esperanza para los cubanos libres, los disidentes en el exilio y en la Isla. Y en las cárceles, donde hay más de mil presos políticos actualmente, olvidados por un mundo al que le sigue gustando la dictadura heredada de la Guerra Fría.
Para el gobierno castrista, nosotros somos “gusanos” a los que puede aplastar. O “mercenarios”. No es cierto. Mercenarios son los cubanos que van a combatir al lado de las tropas rusas de Putin, quien ha encontrado en el régimen castro-comunista un fuerte y fiel aliado, un cómplice.
En noviembre de 2022, el presidente Miguel Díaz-Canel fue a Moscú a inaugurar, al lado de Vladimir Putin, una ridícula estatua de… Fidel Castro.
Yo estoy expresándome aquí, en Lviv, para que mis palabras lleguen a los oídos de mis compatriotas que sufren. Estoy seguro de que ustedes les mandan su solidaridad con las rebeliones que, temprano o tarde, se volverán a producir, y también sé que ellos les envían su solidaridad a los bravos ucranianos que ustedes son.
Como escritor (a la vez en español y en francés), quisiera transmitirle un homenaje a Victoria Amelina, una joven escritora y periodista ucraniana, fallecida durante un bombardeo ruso el 1 de julio de 2023.
Ella escribía cuentos para niños y también relatos de esta guerra. Lo hago en nombre del PEN Club francés (soy miembro de su comité de dirección), una asociación internacional de defensa de la libertad de expresión.
También quiero pronunciarme con fuerza por la liberación de mi amigo argelino Boualem Sansal, un gran escritor detenido en Argelia por criticar, en sus libros y en sus palabras, el islamismo y el régimen socialista de su país, estrecho aliado desde siempre de la Cuba castrista, de la antigua Unión Soviética, y de la actual Rusia putinista.
Ya no soy estudiante. Como catedrático en la Universidad en Francia (en Aviñón, en el sur del país), comparto sus deseos de paz y de libertad. Creo que muchos estudiantes, como mi joven amigo Clément Bonnet, prefieren proclamar en sus camisetas “Less Marx, more Mises”, rindiéndole culto al gran economista liberal, originario de Lviv, y leer los escritos de quien fuera mi amigo y maestro, Mario Vargas Llosa, en lugar de los del estalinista Pablo Neruda o del castrista Gabriel García Márquez.
Es un gran honor para mí estar entre ustedes, en Lviv, Ucrania, de donde provienen algunos de mis antepasados judíos, quienes tuvieron que escapar, hace ya mucho tiempo, de los pogromos. Después de eso, mis padres huyeron de Polonia y luego de la Francia ocupada por los nazis, desde donde parte de mi familia fue deportada y exterminada.
Algunos de ellos encontraron un refugio en Cuba, de donde tuvimos que escapar todos, con mis padres y mi hermano, después de la llegada al poder de la revolución castrista en 1959.
Quisiera darles las gracias a todos y particularmente al organizador de este encuentro, Jan Mosovsky, por brindarme la oportunidad de relatar esta historia con la convicción de que, con las palabras, podemos combatir contra todas las dictaduras, la de Cuba, la de Argelia, la de Rusia.
Slava Ukraini.
Viva Cuba libre.

“Sentimos que el mundo se ha olvidado de nosotros”, una conversación con Luis Manuel Otero Alcántara
Por Coco Fusco
“Entonces, digamos que mañana salimos de la cárcel. ¿A dónde vamos? ¿A la misma Cuba o a un exilio obligatorio?”.