La vara de tumbar gatos (final)

Porque creer que una persona participa de una vida incógnita, 
cuyas puertas nos abriría su cariño, 
es todo lo que exige el amor para brotar, lo que más estima, 
y aquello por lo que cede todo lo demás.
Marcel Proust (Por el camino de Swann)


—¿Mañana o pasado mañana vemos otra película juntas?

—Por favor. Buscaré una que sea bella.

—Sí.

—De este año. Estoy esperando que salga la de Xavier Dolan. Son bonitas, brillantes, aunque no sublimes. Pero a veces son sublimes. Todo lleno de colores y muchachos agraciados.

(risa)

—Te ríes de todo. Yo espero ver todos esos dientes en vivo.

—Tú eres graciosa. Qué pena.

—Riéndose. Todos. En vivo no sé si soy graciosa, dice Jamila que sí. Pero no sé.

—Seguro que sí. Después de que la botella baje de la mitad, seguro.

—La caneca en la mochila. 

—A verte.

(foto)

—Así, saltando, las fotos serían lindas. Lindas y alegres.

—No podía saltar duro porque se hundía. Esa cosa fue el regalo de mi mejor amigo que vive en Canadá. Él mandó el dinero. El cake era de dulce de leche pero no comí.

(risa)

—Tengo hambre. (foto) Esta es mi preferida porque el globo salió volando.

—Es linda.

—Te mando un beso y me voy corriendo, me caigo de cansancio.

—Descansa, un beso para ti.

—Piensa en el video para que lo hagas mañana.

—Te voy a besar ahí arriba, en el nombre.

—Como un video de cumpleaños.

—Hoy filmé algo, ahora voy a escribir unas cosas y mañana veo.

(emoji) 

—Yo también, de nuevo.

—Ve, duerme, sueña.

—Lo propio.

(…)

—Que pasen un lindo día, hoy también. Ahora recargué, se me habían acabado los datos y cuando eso pasa ya no sale más nada en el Instagram, se me quedó trabado en tu foto, era lo único que podía ver. 

—Los datos son sabios. Qué deseos de ver una película.

—Y yo quisiera darte un beso hoy pero no en el nombre.

—Yo lo hice hace rato. No en el nombre.

—Quería que fuera en el guion, chiquitico, suavecito, sin que suene. Lo hice.

—No sé qué decir, espérate, estoy muda, ¿qué se dice en estos casos? 

—Se cambia de tema.

—Yo le hice un poema y un video al niño. A ti también, un poema. ¿Y ese dibujo tan lindo? Yo dormí mal, sin bañarme. El niño en la cama, la noche entera con asma. Pero no tengo sueño ni hambre. Solo pienso en dos cosas. El niño y otra cosa más.

(…)

—Tienes que comer. Yo solo pienso en una cosa.

—Me da asma si como. Así que pensar en eso me hace bien.

—Piensa entonces, piensa doble.

—Doble.

—¿El dibujo de Richard, dices?

—Sí. Yo no sé dibujar, es bello.

—A Richard no lo conozco personalmente pero sus pinturas me gustan demasiado. Él tiene un proyecto ahora, está dibujando a todos los que le piden.

—Ah.

—Le pediré uno para ti.

—Que dibuje al niño.

—Él dice que tengo las manos fuertes y que soy seria.

—Está enamorado de ti. Lo odio.

—No está enamorado de mí, solo hablamos dos veces, nos seguimos por Instagram y ya, tenemos un amigo en común pero hoy me habla de vez en cuando. Yo elijo.

—Sí. Tú. Jugando. Lo odio jugando.

—Lo sé.

—Nunca puedo odiar en serio a un artista, pero quisiera.

—Yo no puedo odiar a nadie. Quisiera hacer retratos por videollamadas pero no sé cómo lograrlo.

—Yo sí he odiado, con sangre en los ojos, pero sobre todo he odiado la situación, no a alguien. Ah, qué lindo eso.

—Llevo rato dándole vueltas.

—Haz el video así, grabas el teléfono, pon el teléfono en un lugar y que las personas también lo pongan en un lugar, donde se vea todo.

—Anoche escribí una cosita para el video pero cuando lo leo es terrible. Me tengo que ir, te escribo después. Voy a trabajar. Quisiera quedarme aquí.

—No, trabaja, corre. Yo me voy a bañar. Te ayudo, si quieres, después.

(…)

—¿Qué haces despierta?

—No sé.

—Duerme.

—Algo me decía.

—Mira la hora.

—Sí. Pero me dormí sin beso.

—Te lo mandé. ¿Enviaste los correos?

—No.

—¿Lo vas a hacer ahora?

—No. Solo tú.

—Te mando un beso, duerme. ¿Y esa cara?

—Yo quería esto, no dormir. Verte, oírte.

—¿Oírme?

—Bueno, leer el mensaje a veces es oírte.

—Me dio alegría que escribieras, me sorprendió.

—Me dormí pensando que no quería dormir. Una dicotomía. Pensé que te habías bañado y estabas ya en esa cama negra. Y me dormí.

—Estoy en esa cama negra ahora, cuando te dormiste me fui a editar.

—Entonces fue mejor. Pero yo te acompaño tranquilita, si hay que editar.

—Ven.

—Eso hago.

—Quieres que te dé un abrazo. Yo quiero. Te fuiste.

—No. Caca. Mi abrazo. No vimos la película, es inadmisible.

—Otro día.

—Mañana, por favor.

—Mañana, dame un beso.

—Un beso muy así. Para ti contigo. ¿Puede ser sintiendo la saliva? ¿Y la lengua? Quiero sentir la lengua tuya.

—Sí, claro.

—Es un beso así entonces, un poco revuelto, pero como es tarde igual es suave.

—Si me das un beso revuelto no voy a poder dormir.

—Pero yo quiero tomármelo todo, de tu boca.

—Para dormir suave.

—Déjame un momento, sí, vas a dormir mejor.

—Dale.

—Llevo cinco minutos besándote, no me puedo separar.

—No te separes, me gusta.

—Y las manos se me van hacia ahí como si fuera lo mismo.

—Tócame.

—Está mojado ya.

—Yo también quiero hacértelo, sí, hace rato.

—Tú me lo has hecho muchas veces.

—Desde que pusiste tus labios.

—Dame un chance.

—Está mojado.

—Sí, no puedo casi ni hablar. Es que quiero sentir eso un momento sin que me toques tú. Tu boca, un momento.

—Trataré. De no tocarte y quedarme quieta.

—Sí, quieta, ssss. Es una fuente. Se me va el tiempo ahí, pierdo el sentido del tiempo.

—¿Dime qué me haces?

—Te toco con los dedos: índice y del medio. Suavecito casi sin saber. Pero necesito poner la palma. En todo el espacio. Cubrirlo. Es tan pequeño y cómodo.

—Eso me gusta.

—Me dan deseos de besar la vagina pero quiero la lengua.

—Tienes la mano caliente y eso me encanta.

—Hago como si lo tomara con los dedos y vuelvo a tapar y entonces todo se abre.

—Sigue.

—Está duro y mojado, como un botón.

—Me vuelve loca eso y tu lengua.

—Ya no aguanto probarlo pero no lo pruebo. Nada de eso es brusco. Parece cámara lenta. Se ha ido abriendo y al mismo tiempo está así recogido.

—Yo siento que está muy mojado todo.

—Todo.

—Me lo haces muy rico, no voy a poder aguantar más.

—Yo me muero por entrar pero tampoco.

—Hazlo por favor.

—Sí, estaba esperando que me lo pidieras. Pero creo que no lo hago todavía. Cuando lo hago casi tengo un orgasmo yo. Entro y me quedo ahí en lo más hondo. Pero tu clítoris sigue en mi palma. Y también seguimos besándonos. No quiero despegarme del clítoris. Es demasiado bueno sentirlo. En mi mano.

—Si no te despegas me voy a venir.

—Es una pequeña lengua.

—Me gusta mucho.

—Te vienes cuando salgo y lo vuelvo a acariciar sin querer como si me estuviera llamando. Unas vueltecitas así con varios dedos y te vienes sin darte cuenta. Es solo un beso, un beso nada más, antes de dormir. Qué barbaridad.

—Dame un segundo, no aguanto, casi me vengo.

—Termina, chamomile.


© Imagen de portada: fotograma de la película: ‘Beanpole’ (2019), de Kantemir Balagov.




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La vara de tumbar gatos

Legna Rodríguez Iglesias

Una historia donde no pasa nada, solo pelo largo.






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