José Raúl Gallego: “No hay vuelta atrás con el periodismo independiente”

José Raúl Gallego Ramos (Camagüey, 1986) se graduó de la Licenciatura en Periodismo en la Universidad de La Habana en el año 2010. Cuatro años más tarde terminó una Maestría en Ciencias de Comunicación en la misma institución estatal, y dos años después, en 2016, hizo una Maestría en Comunicación en la Universidad de Guadalajara. Entre 2010 y 2012 completó su servicio social como profesor de Periodismo en la Universidad de Camagüey, mientras laboraba como reportero en Adelante, el periódico provincial, y como conductor y guionista del programa Zona de encuentro en TV Camagüey. 

Entre 2016 y 2018 publicó esporádicamente artículos en medios independientes como Cuba Posible y El Toque, y en 2018 fue expulsado de su posición como profesor de la Universidad de Camagüey. También fue separado de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). A su juicio, querían hacer de su caso un ejemplo público, para mandar un mensaje a otros profesores y estudiantes de Periodismo.

Tuvo la oportunidad de “rectificar su comportamiento indebido”, no publicar más en medios con “una posición contraria al Gobierno de Cuba”, y pasar un año de castigo trabajando en una pequeña editorial universitaria, pero declinó. De este modo se tronchó su futuro profesional en Cuba, donde estaba haciendo un doctorado, y se convirtió en una “no persona” condenada a lo que él llama “el insilio”. 

No obstante, ganó una beca para continuar sus estudios de doctorado en la Universidad Iberoamericana de México, y en 2018 salió del país. No se arrepiente. Al contrario: según él, su expulsión de la Universidad de La Habana y su colaboración con medios independientes le ha ayudado a crecer profesionalmente.

Actualmente, mientras termina su doctorado, Gallego trabaja con el medio Inventario, un proyecto de periodismo de datos fundado por la cubana Bárbara Maseda en 2018. También ha colaborado regularmente con ADNCuba y Yucabyte.

¿Podrías describir tus orígenes familiares y sociales? ¿Qué trabajo o profesión practicaban tus padres, y cuán “integrada” fue tu familia en el proceso revolucionario durante tu niñez? ¿Cuán “integrado” fuiste tú de joven? ¿Cómo fueron tus experiencias educacionales hasta el preuniversitario?

Mis padres eran ingenieros. Trabajaban con el Estado. Teníamos un estatus normal dentro de Cuba. No éramos una familia pobre —para lo que eso significa en Cuba—, sino una familia normal. 

Mi mamá y mi papá no eran contrarios a la Revolución. Fueron jóvenes que se formaron a medida que fue avanzando el proceso. Nacieron en 1959 y en 1961. Crecieron dentro de las escuelas cubanas, con el mismo adoctrinamiento al que todos somos sometidos. En su momento fueron dirigentes estudiantiles. Creyeron en el proceso, como la mayoría de los cubanos, hasta un momento en que la gente se va desencantando…

A mí me sucedió lo mismo. Fui pionero. Fui a congresos pioneriles. Fui dirigente pioneril hasta la secundaria. Ya luego, en el preuniversitario, empecé a chocar con la rigidez de la estructura. Era un poco más crítico, pero sin ser contrario al sistema. De hecho, después de graduado, ya como profesor, era muy crítico con muchas cosas; pero sin que esa crítica estuviera enfocada en la naturaleza de los problemas, que es el sistema.

¿Cómo y por qué decidiste estudiar Periodismo? ¿Qué te atraía de la idea de ser periodista en un país como Cuba?

Bueno, creo que era lo que menos me desagradaba. Hasta 12 grado yo no tuve claro qué estudiar. Creo que escogí Periodismo con la idea de hacer periodismo deportivo, algo muy alejado de lo que hice después. Cuando entré en la carrera no tenía una vocación clara ni nada por el estilo. Sencillamente estaba en 12 grado y tenía que escoger algo. Yo era bueno sobre todo en el área de las letras. Y pensé que podía hacer periodismo deportivo. También por aquella idea un poco ilusa de que siendo periodista deportivo puedes viajar a múltiples eventos internacionales. 

¿Hiciste prácticas laborales como estudiante? ¿Fue una experiencia frustrante o fructífera? 

Cuando yo estudié se hacía un mes de prácticas cada semestre, en un medio distinto. Ocho prácticas en total, porque en quinto año no se hacían. 

Hubo de todo. Algunas fueron mejores, otras no tanto. Dependía mucho del medio de prensa donde te ubicaran. Pero en sentido general eran prácticas donde se reproducía la visión del periodismo que prima en Cuba: un periodismo de corte “leal facilitador”. Es decir, no eran prácticas donde tú ibas a cuestionar el poder, a meterte con las cosas complicadas. Y no era una cuestión de géneros periodísticos, no. Ni siquiera en un gran reportaje. Las notas informativas que hacías eran prácticamente propaganda institucional. En ese sentido, creo que practicábamos el periodismo que se hace en Cuba. 

Atendiendo al desarrollo del periodismo cubano y su enseñanza en las universidades, ¿es una continuidad con el modelo de prensa establecido entre 1959 y 1979, o hay cambios o rupturas significativas que podrías señalar? 

Esa pregunta no te la podría responder con un criterio de especialista, porque no es algo que haya investigado. Te voy a dar una opinión muy somera de lo que pienso del fenómeno: creo que no, si vamos a la esencia. Por supuesto que ha habido cambios en los planes de estudio. El Plan E, por ejemplo, tiene cambios importantes con respecto al Plan D, en cuestiones de las materias que se enseñan y cómo se enseñan. Pero en la esencia del periodismo, de la función social del periodismo, yo creo que no muchos cambios. 

Y fíjate que hay diferencias entre las universidades. Por ejemplo, en la Universidad de La Habana se enseña una visión más abierta del periodismo que en la Universidad de Camagüey, donde yo ejercí. Pero también te puedo decir que sucede en otras universidades, por lo que me han comentado los colegas. 

Sin embargo, en esa visión más abierta de la Universidad de La Habana, el tope, el límite, sigue siendo el mismo: el sistema político. No se puede cuestionar el sistema político. Y la enseñanza del periodismo, de la investigación, es funcionalista. Es para mejorar el sistema. Y el sistema es precisamente el causante de los problemas que tiene el periodismo: solo se hace propaganda. 

Entonces, yo te diría que en esencia hay una continuidad con el modelo de prensa establecido entre 1959 y 1979, aunque por supuesto hay cambios, porque la tecnología implica cambios, porque el país ha cambiado en algunas cosas. Pero la esencia de un periodismo cuyo rol sea “leal facilitador”, de un periodismo que no cuestiona al sistema, sino que trata de apuntalarlo, eso sigue inalterable

¿Cuál fue tu primer puesto laboral como periodista en el sector oficial/estatal?

Mi primer puesto como periodista en el sector oficial fue como redactor en el periódico Adelante, que es el periódico provincial de Camagüey. Con una particularidad: mi ubicación, en realidad, era como profesor de la Universidad de Camagüey, pero un año antes había salido una resolución de que las personas que fueran a trabajar a las universidades tenían que hacer el servicio social dividido entre la universidad y un puesto en la producción. Y a mí lo que me tocó para el ejercicio del periodismo fue el periódico Adelante, como reportero. Además de eso, de manera individual, me conseguí un contrato en la televisión como guionista y locutor de un programa que hacíamos, Zona de encuentro, que era de debate entre jóvenes.

En el periódico, como estaba a medio tiempo, no tuve tanto la experiencia de hacer periodismo. En un principio empecé emocionado, tratando de hacer cosas, trabajos críticos, pero enseguida choqué con el muro de la censura en Adelante, y lo que hice fue tratar de escribir lo menos posible en ese periódico. 

¿Podrías describir alguna experiencia específica de censura? ¿Censuraron algún artículo?

Sí, experimenté la censura en algunos textos, en los cuales había ideas que no gustaban, que querían modificar, porque las encontraban muy críticas. Pero también la censura general, no se podía hablar de ciertos temas.

Un ejemplo específico que me llevó a colgar los guantes, a decir: “De aquí no voy a salir nunca, no voy a pasar”, fue con un trabajo que quise hacer sobre los precios en Cuba, sobre la política de precios. Incluso le escribí un correo a un viceministro de Economía; estuve haciendo varias investigaciones con profesores, con empresas, buscando fichas de costo, para luego ver cómo vendían los productos a la población. Hasta un momento en que me dijeron: “Mira, no sigas haciéndolo, porque eso no se va a publicar aquí. Aquí no se va a publicar que la ficha de costo de un bloque es de unos centavos y que se le vende a la población en cinco pesos”.

En otra ocasión, casi a modo de castigo, me mandaron a hacer un trabajo a la aduana, porque era un aniversario cerrado de la institución y ellos habían pedido que le dieran presencia en los medios. Y querían que hiciera un trabajo sobre la protección contra la salida del país de obras de arte, del patrimonio. O sobre los perros que usaban para las drogas, y esas cosas… Y les dije que, si hacía un trabajo sobre la aduana, iba a tocar el tema de la corrupción y del robo a los viajeros. Y ahí mismo me dijeron que no, que tenía que ser solo sobre esos dos temas. 

Estas son algunas experiencias. Ya te dije: trabajé muy poco. Me lo permitieron por ser profesor de la Universidad. Pero enseguida me di cuenta de que ese no era un lugar donde yo iba a hacer el periodismo que quería.

Y como tenía la justificación de que estaba en la Universidad, y al final a mí no me pagaban por ahí, por Adelante, entonces como que me dejaron escapar, y realmente publicaba muy poco, todo lo poco que pude. No me sentía motivado a publicar en un lugar donde se me censuraba bastante. 

En cambio, en la televisión, tal vez por ser un programa juvenil, que no se veía directamente como periodismo, sí tuve un poco más de libertad. Por supuesto, dentro de los límites que te pone el propio sistema. En ese momento yo no era crítico hacia el sistema en sí. Era crítico de manifestaciones del sistema, pero no del sistema en sí. Por tanto, creo que mi crítica tampoco era antagónica como para no permitirla. Aunque sí, creo que dije cosas en la televisión que en otro medio no hubiesen sucedido.

¿Podrías dar un ejemplo específico de algún tema que pudiste tocar o expresar en este programa juvenil y que hubiera sido censurado en el periódico Adelante?

En ese programa nosotros hablamos de todo. Te puedo decir, sin temor a equivocarme, que tocamos muchísimos temas que tenían que ver con problemas de la provincia, con problemas del país. El problema con el trabajo para los jóvenes, el tema de los paradigmas que tenían los jóvenes en la actualidad… Hablamos sobre los dirigentes… Fueron muchos temas. 

Creo que el único tema que nos censuraron en la televisión, que a última hora nos dijeron: “De esto no hablen”, fue sobre la religión. 

Ya te digo, eran trabajos que analizaban críticamente, con bastante sinceridad, pero no ponían en cuestionamiento al sistema. Más bien se trataba, desde la crítica, de que el sistema funcionara mejor. No era una crítica antagónica, pero para los términos del periodismo cubano, y de lo que se trabaja en los medios cubanos, pues sí: creo que estaba un poco más allá de lo que se suele tolerar.

¿Cómo combinaban estas experiencias profesionales con las esperanzas y ambiciones que tenías como estudiante?

Cuando uno sale de la Universidad tiene claro cómo es la cosa en el periodismo oficial en Cuba. Entonces, las esperanzas y ambiciones ya van bastante disminuidas. 

Esas esperanzas y ambiciones que puedes tener siendo estudiante, los primeros años, se van matando a medida que avanzas en la carrera. Y aunque uno todavía llega al final con la esperanza de hacer algo, de hacer un cambio, al menos en mi caso esa esperanza era muy acotada.

En tu experiencia como periodista en Cuba, ¿cuál es la función de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC)?

La UPEC es una organización paraestatal; su función es la misma de todas las llamadas organizaciones no-gubernamentales (ONG) que tolera el Gobierno: son brazos, extensiones del Partido y del Gobierno hacia diversos sectores. Su principal encomienda es mantener y enfocar todos los esfuerzos para que estén en concordancia con la política del país. Esa es la función de la UPEC. 

La UPEC no representa a los periodistas, representa los intereses del Partido. Si analizas su trabajo como organización, te das cuenta de que lo menos que hace es promover la práctica del buen periodismo. Su acción está concentrada en ofrecer unos cursos de superación bastante básicos, organizar juegos de softbol, venderle alguna bobería los periodistas de vez en cuando, reproducir arengas, realizar reuniones inservibles y sancionar a todo aquel periodista que intente o se salga del redil.

¿Cuáles son las críticas más comunes al funcionamiento del periodismo cubano que se han hecho durante los congresos de la UPEC, y cuáles son los cambios sugeridos?

Se habla de “la falta de crítica”, de que “las fuentes no dan información”; se habla de que “prima un tono triunfalista en la prensa”. Y los cambios sugeridos son “dejar de hacer esas cosas”. Pero no se va a la esencia del problema, que es la estructura del sistema: la subordinación del sistema de prensa al sistema político.

Entonces, si tú solamente señalas el efecto, pero no vas a la causa, por supuesto que no puedes tener resultados. Y por eso es que vemos que los congresos de la UPEC son prácticamente el calco del congreso anterior. Se repiten los mismos temas. Se repiten las mismas críticas. Se repiten los mismos planteamientos. Y persisten los mismos problemas. 

¿Han tenido algún impacto estas críticas o demandas?

Su impacto es que dicen que “Ahora sí vamos a hacer cambios”, “El país necesita un periodismo más crítico”, “El Partido demanda un periodismo más crítico”. Pero en la práctica nada se resuelve, porque el periodismo no es compatible con el totalitarismo.

¿Cómo y por qué decidiste dejar el periodismo oficial?

Dejé el periodismo oficial cuando terminé mi servicio social en 2012. Dejé el periódico Adelante y durante un tiempo seguí haciendo algunas cosas en la televisión, en el programa juvenil de debate. Yo hacía investigación, tenía que prepararme, entrevistar personas, de manera que también era periodismo. Y me sentía bien con lo que estaba haciendo, hasta que hubo un momento en que el programa se agotó temáticamente, y lo dejé.

No te puedo decir que en ese momento sentía necesidad de hacer periodismo. Estaba más enfocado en la academia, en mis clases, en hacer mi maestría. Eso era realmente el centro de lo que me interesaba en aquel momento. De hecho, hacer periodismo me interesaba menos de lo que me interesa ahora, quizás porque todavía no había descubierto los medios independientes. 

¿Cómo y por qué decidiste lanzarte como periodista en los medios independientes?

A los medios independientes llego prácticamente por azar. En 2016 estaba en México, terminando la maestría en la Universidad de Guadalajara, y una amiga que colaboraba con Cuba Posible me escribe y me dice: “Mira, en Cuba Posiblevamos a hacer un dosier sobre agendas”. Ese el tema que yo trabajo investigativamente, y ella quería que le hiciera un pequeño análisis, un pequeño ensayo periodístico sobre las relaciones entre las diferentes agendas en Cuba.

Esa fue mi primera colaboración con los medios independientes, con Cuba Posible. Les gustó el trabajo y seguí colaborando con ellos. Luego algunas personas empezaron a pedirme textos. Desde El Toque me pidieron; a La Joven Cuba envié un texto.

Fue un tiempo en que yo no estaba en los medios oficiales, sino que trabajaba como profesor en la Universidad (después de la Universidad de Guadalajara, yo regresé a Cuba). Entre 2016 y 2018 colaboré con El Toque y con Cuba Posible, fundamentalmente, y no tenía ningún problema con eso. Para mí no había nada malo en publicar en esos medios textos que yo sabía que no me iban a publicar en otro lugar.

De hecho, uno de los trabajos, antes de enviarlo a Cuba Posible, lo mandé primero a Cubadebate y ni siquiera me respondieron. Yo sabía que no me iban a responder, pero lo hice a manera de experimento. Entonces, así estuve publicando. La gente me preguntaba: “Oye, ¿a ti, no te ha pasado nada?”. Porque ya sabíamos de personas que colaboraban con los medios independientes que habían sido sancionadas… 

Recuerda que hubo una época en que los medios oficiales le permitían a sus periodistas publicar también en ciertos medios independientes que no tenían una posición frontal hacia el Gobierno (como la que podían tener, por ejemplo, Cubanet y Diario de Cuba). En estos nuevos medios, El ToqueEl EstornudoPeriodismo de BarrioOnCuba, hubo una época en que los medios oficiales te permitían colaborar, escribir en ellos, siempre y cuando tu discurso no fuera contrario al Gobierno ni te contradijeras con lo que decías en los medios oficiales.

Hubo un clima de tolerancia en esa época. Pero se fue rompiendo. Después dieron la orientación de que el periodista que colaborara con los medios independientes no podía estar en los medios oficiales.

¿Y cómo te impactó esa orientación? ¿Cómo reaccionaron tus jefes en la Universidad de Camagüey a tus artículos en los medios independientes? 

Yo no estaba en los medios oficiales. Yo estaba en la Universidad, y creo que allí ni siquiera sabían que yo estaba escribiendo. Cuando se dan cuenta, me expulsan de la Universidad. A partir de ahí es cuando más periodismo he hecho, porque es cuando más tiempo he tenido también. Y, sobre todo, por un problema de reafirmación.

Yo soy libre. A mí nadie me puede decir lo que debo o lo que no debo hacer, sobre todo cuando yo creo que es algo correcto. Entonces, desde ese tiempo he publicado más y he colaborado con más medios del sector independiente.

¿Cuáles fueron los costos y beneficios de esta decisión?

Me expulsaron de la Universidad. No fue por decidir publicar en los medios independientes, porque a mí ni siquiera me dieron la opción: “Dejas de hacerlo o te botamos”. A mí, sencillamente, me llamaron una mañana y me entregaron una sanción de un año para ser bibliotecario en una plaza de menor remuneración. Antes, en ningún momento me llamaron la atención; por tanto, no te puedo decir que yo lo valoré en términos de costo y beneficio. A mí sencillamente me expulsaron. No me dejaron más salida. 

¿Podrías dar mas detalles acerca de tu expulsión? ¿Hubo una justificación? ¿Fueron oficiales de la misma Universidad, o agentes de la Seguridad del Estado?

Realmente, más que “expulsión” fue “sanción”. Pero te voy a decir por qué le digo “expulsión”. 

Me sancionaron a un año en un puesto de menor remuneración, que en un principio iba a ser como bibliotecario, pero luego me pasaron a una editorial que está en la Universidad, porque decían que en la biblioteca iba a estar menos vigilado y menos controlado. 

Me entregaron por escrito mi sanción de un año, en la cual decía que había colaborado con medios que tienen una posición contraria al Gobierno de Cuba. Y lo sacan porque supuestamente había violado un artículo del Código de Trabajo, donde dice que los profesionales, para tener otro empleo, tienen que solicitar permiso a sus superiores. Yo había trabajado en la televisión. Había hecho más cosas. Nunca había solicitado permiso. 

Pero lo gracioso de esto, su “fallo”, es que en los medios independientes yo no tenía un empleo. No tenía una remuneración ni una labor fija. Simplemente colaboraba de manera esporádica. En esa época (desde que empecé a colaborar con Cuba Posibleen 2016, hasta el 2018) había mandado solamente 4 o 5 artículos. Ni siquiera era una colaboración constante con esos medios. 

Yo apelé la sanción. Me llevaron al órgano de Justicia Laboral; ahí presenté todos mis elementos. Todo el mundo pensaba que le iban a dar para atrás a aquello, porque no se sostenía. Sin embargo, lo que hicieron fue bajarme la sanción a seis meses. Y paralelamente, el rector de la Universidad sacó una resolución (que después dijeron que no existía, pero sí existía, pues se la comunicaron a los estudiantes) de que las personas que colaboraran con El ToqueCuba Posible u OnCuba, eran expulsión directa de la Universidad.

Entonces, como yo no iba a dejar de colaborar, y no iba a cumplir además una sanción injusta, sencillamente presenté mi baja y me la dieron. Por eso te digo: fue una sanción que a la postre fue prácticamente una expulsión, porque yo no tenía más opciones, a no ser que me plegara por completo a lo que ellos me estaban imponiendo. 

Esto me lo notificaron los profesores de la Universidad, pero en conjunto con ellos estaba la Seguridad del Estado. Yo fui entrevistado por oficiales de la Seguridad del Estado. Supe que el Partido también estuvo detrás de todo. Y te estoy hablando del Partido a nivel provincial: el secretario del Partido, Jorge Luis Tapia, que hoy es viceprimer ministro de Cuba.

También Olga Lidia Tapia Iglesias, que era miembro del Comité Central, habló sobre mi caso en una reunión en la Universidad. Y dos días antes de que me hicieran el proceso en el órgano de Justicia Laboral, hubo una reunión en el Partido donde llevaron a los profesores que estaban implicados en esa decisión, llevaron a funcionarios de la Universidad y a funcionarios de la UPEC para analizar también mi caso. 

Fue un proceso que estuvo muy mediado políticamente, sobre todo porque ellos estaban un poco preocupados por la oposición de los estudiantes y de los profesores, que incluso atestiguaron a mi favor en el órgano de Justicia Laboral. 

Pero al final de todo, mi decisión fue, por supuesto, no pasar ese año de penitencia, sino seguir haciendo lo mismo: publicar en los medios independientes. Y es algo de lo que no me arrepiento. Al contrario, creo que me ha ayudado a crecer profesionalmente. He hecho cosas que no había visto en mi formación como estudiante, y mucho menos en los medios oficiales. He conocido personas inteligentes, interesantes, que me han ayudado a crecer. 

En el plano personal, como soy investigador de medios, esta relación con los medios independientes también me ha hecho conocer por dentro mi objeto de estudio, me ha permitido tener relaciones con los principales periodistas. Y esto me ha abierto puertas a la hora de realizar entrevistas, investigaciones. He podido tener una imagen menos idílica de mi objeto de estudio. 

En ese sentido, los costos fueron los costos de quien decide pensar de manera independiente y hacerlo de manera abierta en Cuba. Me tocó irme del país, porque me cerraron las puertas en todos los lugares. Me botaron de la Universidad. Me sancionaron en la UPEC. Me sacaron de la UJC. Me convirtieron en una “no persona”, me condenaron al “insilio”. La Seguridad de Estado me empezó a perseguir.

¿Hubo otras sanciones de la UPEC y la UJC?

Paralelamente a mi expulsión de la Universidad, también llevaron un proceso de expulsión de la UJC y de la UPEC. En un congreso de la UPEC que se hace a nivel provincial, una asamblea provincial de la UPEC donde estaban Rosa Miriam Elizalde, Luis Sexto y Enrique Villuendas —como funcionario del Departamento Ideológico del Comité Central—, se pararon algunos periodistas de la provincia, sobre todo de edad avanzada, y dijeron que yo estaba siendo expulsado de la Universidad por escribir en Cuba Posible, y que también debían expulsarme de la UPEC. 

Yo no estuve en esa reunión, porque estaba en la Universidad trabajando. Me habían puesto un horario cerrado, horario de oficina dentro de la editorial. Tenía que trabajar de 8:00 a.m. a 5:00 p.m., y por eso no pude asistir a esa reunión de la UPEC. Todas las cosas malas que se hablaron de mí, fueron en mi ausencia. Delante de todo el gremio y delante de esas otras personas, que además corroboraron que no se podía tener “ese tipo de persona” (“ese tipo de persona” soy yo) dentro de la organización. Que había que tomar medidas. Que no se podía tener “mercenarios”. Incluso se viraron contra Arailaisy Rosabal, quien se paró a defenderme; le dijeron muchas cosas.

Al final, en un proceso plagado de errores técnicos, me impusieron tres años de separación de la UPEC. Ni siquiera consultaron a mi delegación de base de la UPEC. Yo traté de impugnarlo por la parte técnica, pero no me hicieron caso. La medida fue ratificada por el órgano supremo de la UPEC, sin que ninguna de esas personas (algunos me conocían, fueron mis profesores) me llamara para preguntarme qué había pasado y escuchar mi versión. 

De hecho, es muy “gracioso”, porque la sanción de la UPEC dice: “utiliza un lenguaje académico”, y que “tenía mucho cuidado al decir las cosas”, pero que aún así: “había colaborado con medios enemigos” y que “eso no era tolerable”. Yo ahora leo lo que escribí en aquel momento, y son textos que, si bien son correctos, no llegaban a la profundidad del problema, que es el sistema. Se quedaban en señalar cosas que estaban mal, pero no eran textos frontales. De hecho, son textos que hoy tú los lees y dices: “No veo realmente por qué lo sacaron”. 

Sencillamente, yo había colaborado con Cuba Posible, hubo una limpieza y yo fui parte de ella.

De parte de la Seguridad del Estado, ¿hubo amenazas, advertencias, citaciones a ti y a tu familia? Dices que la Seguridad te empezó a perseguir, ¿de qué manera? 

La Seguridad del Estado me citó dos veces. Me citaron a la oficina de Inmigración; entregaban citaciones que no decían el motivo ni que sería con agentes de la Seguridad. Fueron citaciones inválidas, a las que yo acudí por desconocimiento. Hoy no lo haría.

En todo momento trataron de mostrarse comprensivos. Estaban en esa primera etapa, de “nosotros sabemos que tú eres un buen muchacho”. Sobre todo, trataban de que yo sintiera que no era igual a otros periodistas independientes. Es una técnica que usan con todo el mundo. Tratan de hacerte sentir que tú eres mejor, que tú eres más inteligente… Incluso trataban de desmarcarme de Henry Constantín; me decían: “Nosotros sabemos que tú no eres igual que Henry”. O sea, tratan constantemente de mantenerte escindido de tus colegas, sobre todo de aquellos que tienen una posición más frontal. 

Dentro esas reuniones había amenazas veladas, en tono de consejos. Pero te estaban amenazando. “Si un día haces esto, te venimos a buscar ya en la patrulla, vestidos de verde y con esposas”. O: “Vamos a estar dando vueltas por tu casa, por si a tu mamá le pasara algo”. Ese tipo de parlamentos, que en boca de agentes de la Seguridad del Estado son amenazas. Uno sabe lo que están haciendo. 

Y cuando te digo que la Seguridad me empezó a perseguir, es porque en esas reuniones ellos me hacían ver que me estaban siguiendo. Me decían: “Nosotros te vemos en la bicicleta, como tú pasas con tu novia…”. Una vez, alguien me invitó a dar una conferencia sobre recuperación de información científica, y me pusieron a dos agentes de la Seguridad del Estado en la conferencia. 

¿Cómo llegaste a la decisión de irte del país?

Era una situación un poco pesada, que ya te digo, a nivel familiar, afectó mucho ese gardeo. Y llegó un momento en que mi mamá me dijo: “Mira, vuelve a aplicar a una beca en el extranjero”. 

Yo estaba haciendo el doctorado en Cuba. Había aplicado a un doctorado en el extranjero, en el que no me aceptaron, porque la investigación que propuse no entraba en el perfil de la institución a la que apliqué. Ese doctorado era semipresencial, porque mi idea era quedarme en Cuba. No quería pasar largas temporadas fuera de Cuba. Quería hacer un doctorado en el exterior, pero que me permitiera estar la mayor parte del tiempo en Cuba. Ir una vez por semestre a presentar avances, un doctorado semipresencial.

Cuando empezaron los problemas y el gardeo de la Seguridad del Estado, entonces mi mamá me dijo: “Mira, vuelve a aplicar a otra beca y vete. Vete del país, porque te van a meter preso”. Yo había estado en México. Había hecho mi maestría. Conocía el proceso. Y apliqué con el proyecto de doctorado que ya tenía adelantado. Apliqué a la Universidad Iberoamericana, me aceptaron, y salí del país.

Desde entonces, el costo ha sido no estar en Cuba. Los beneficios, en el plano profesional y humano, creo que han sido bastantes.

¿Qué opinas de la prensa oficial cubana? ¿Cómo la describirías? 

En un artículo que escribí para ADNCuba en marzo de este año, “‘No nos entendemos’. Prensa oficial y públicos en Cuba”, y que ha salido publicado en varias revistas, es donde yo hago la definición precisa. Ahí hablo de cómo es la prensa oficial, cuáles son sus principales problemas, que en esencia parten de un condicionamiento estructural.

Y es que la prensa oficial no es independiente, no tiene autonomía. No es un sistema autónomo, sino un subsistema dentro del sistema político, como dice Julio García Luis. Y ya de ahí se desgajan la mayoría de los problemas fundamentales de la prensa cubana. 

Se trata de una prensa con una agenda bastante monolítica, con ausencia de determinados enfoques, de determinados sectores de la población, sobre todo por motivos políticos; sectores que nunca van a estar representados, excepto cuando se alude a ellos de manera negativa. Una prensa cuya agenda está separada de la agenda pública. Una prensa que describe el paraíso en que vivimos y el infierno que nos rodea. Una prensa que no se ve como un mecanismo de cuestionamiento al poder, sino como facilitadora de las prioridades del poder.

¿Es monolítica, o tiene luces y sombras?

Es una prensa que, si se va hablar de luces, son luces efímeras: alguna persona a la que le dejan hacer algo diferente, siempre dentro de los límites, de no meterte con el sistema. Momentos donde hay un poquito de apertura, donde dicen: “Ahora vamos a hacer algo crítico”. Empieza ese empuje, hasta que luego ellos mismos lo paran. En resumen, y de manera general, es una prensa más cercana a la propaganda que al periodismo. 

¿Qué es lo que diferencia fundamentalmente al periodismo independiente del periodismo oficial?

La diferencia fundamental es estructural. La prensa independiente no está controlada por el Partido. Dentro del periodismo independiente se puede encontrar variedad y puntos de vista diferentes. Yo creo que esa es la gran diferencia: se trata de un periodismo que es independiente del control político. No sucede así en el periodismo oficial. 

¿Cómo los comparas en sus condiciones de trabajo, y en cuanto a facilitar y apoyar al periodismo? 

Las condiciones de trabajo son totalmente diferentes. No es que las condiciones de trabajo de la prensa oficial sean buenas. Eso varía. Si tú comparas, por ejemplo, un canal nacional con una emisora municipal en provincias, por supuesto que son como el día y la noche. Pero hay muchos problemas en los medios oficiales: problemas de tecnología, con las computadoras, las cámaras de video, las cámaras fotográficas. La infraestructura tiene problemas. Hasta hace poco, el salario era muy malo. Casi no hay vehículos para moverte a hacer coberturas. 

Sin embargo, en el periodismo independiente es peor. En el periodismo independiente casi todo se hace con recursos propios. Es cierto que el salario es mejor, pero trabajas con los equipos que tienes, te mueves por tus propios medios, no tienes acceso a las fuentes, no tienes acceso a los eventos… En el periodismo independiente cubano hay precariedad laboral, porque no tienes manera de acceder a la Seguridad Social, ya que en Cuba todo eso está monopolizado por el Estado. Entonces, inevitablemente, en estos aspectos, las condiciones de trabajo en el periodismo independiente son muy deficientes. 

¿Qué es lo que cambia? Que estás haciendo lo que te gusta. Que no estás sujeto a censura ni sobresaturado de reuniones inservibles, tampoco a las presiones de las organizaciones políticas; puedes manejar tu tiempo con más libertad. Al menos en mi experiencia, en mi caso, que la mayor parte de los trabajos que he hecho han sido freelance. A lo mejor una persona que ha trabajado en una redacción de un medio independiente, con un horario cerrado y con una cantidad de notas a producir, te puede dar otra opinión. Esa no es la mía. Yo nunca he pasado por allí. 

Entonces, creo que esto hace que uno se sienta más realizado haciendo periodismo independiente que haciendo periodismo en los medios oficiales, porque al final estás haciendo lo que te gusta. Y en cuanto al apoyo al periodismo, yo creo que en el sector independiente interesa que hagas periodismo entendido como cuestionamiento al poder, como crítica… Eso no interesa en los medios oficiales. En los medios oficiales interesa que hagas propaganda.

Ejercer el periodismo fuera de la oficialidad en Cuba te convierte en una suerte de “disidente” a los ojos del Estado, aun cuando no sea esa tu intención. Para ti, ¿cuál es la diferencia clave entre un periodista independiente y un disidente, opositor o activista? 

Son funciones diferentes. El opositor quiere un cambio, trabaja para lograr un cambio político. El activista trabaja en función del cambio en alguna causa. El periodista independiente no es activista ni opositor: está para narrar historias, para contar, para analizar desde otro punto de vista.

¿Qué sucede? Que en una dictadura como la cubana, en un sistema totalitario, hay causas que son transversales. En mi opinión, un periodista independiente cubano no puede sentirse en un grado de neutralidad, como puede sentirse un periodista en una democracia con ciertas cosas logradas. En principio, porque lo primero que tenemos que conquistar es el derecho a existir como periodistas, el derecho a informar. Que es un derecho, no es un regalo. Y ese derecho nos lo niega una dictadura. Por tanto, en ese sentido, un periodista independiente en un sistema totalitario es un activista por la libertad de expresión. En cierta manera es un activista por los derechos humanos, y eso incide sobre su trabajo. 

¿Es posible ser ambas cosas al mismo tiempo?

Yo creo que sí. Muchos de nosotros hacemos periodismo y a la par hacemos activismo, y otros hacen oposición. Uno lo que tiene es que diferenciar los roles: cuando estoy haciendo activismo y cuando estoy haciendo periodismo, y sobre todo ser consecuente con la ética de la profesión. 

Yo no voy a mentir. Sea cual sea la causa que defienda, mi compromiso es con la verdad, no con un partido político, no con una causa. Y si hay una verdad que de cierta manera contradice o tal vez no sea lo que espera esa causa, yo voy a decir esa verdad. 

Y fíjate que no te estoy hablando del rol del periodista que se mantiene alejado y quiere buscar un equilibrio donde no lo hay, porque en dictadura no hay equilibro. Hay una parte que está en total desventaja con respecto al poder. Y yo creo que es muy cínico tratar de presentar a las dos partes como si fueran lo mismo. 

Creo que lo importante es tener la ética de la profesión bien clara, y la ética de la profesión es la búsqueda de la verdad con honestidad. A eso no se puede faltar. Cuando tú faltas a la verdad en función de otra causa, ya ahí tú papel como periodista está disminuido.

Durante un tiempo se enfatizó el hecho de que algunos blogs, y luego medios independientes, se hicieron “desde Cuba”, mientras otros se hicieron “desde afuera”. ¿Todavía tiene importancia esta distinción, dada la realidad cada vez más “trasnacional” del periodismo y de la nación cubana?

No hago ninguna distinción peyorativa. De hecho, yo creo que todos necesitamos tener gente adentro, porque hay una parte de la realidad que contamos que necesita que estés estar ahí para verla. 

Ese argumento de “afuera y adentro” para deslegitimar al que está afuera es el discurso que quiere la dictadura, que quiere el Gobierno. Que a la par es muy hipócrita, porque es el Gobierno el que te obliga a irte afuera. Buena parte de los jóvenes periodistas independientes que nos hemos ido del país, lo hemos hecho por presiones del propio Gobierno. Ellos te sacan y, luego, cuando continúas haciendo tu trabajo, te dicen: “Pero tú estás hablando desde afuera. No es lo mismo que hablar desde aquí”. Cuando fueron ellos los que nos obligaron a salir. 

Entonces, en ese sentido yo no le doy importancia a que el periodismo se haga desde afuera o desde adentro. De hecho, yo creo que, en las condiciones actuales de Cuba, para funcionar de manera orgánica, un medio se favorece cuando tiene personas adentro y personas afuera. Porque hay procesos que tienen que ver con Internet, con la búsqueda de financiamiento, con el hosting de los medios, con la búsqueda y trabajo con ciertos tipos de información que dependen mucho de un buen acceso a Internet, que los puedes hacer con más facilidad teniendo personas afuera. 

Lamentablemente, hay medios que los han expulsado completos, a los que prácticamente no les quedan ningún periodista dentro de Cuba: la mayoría de su plantilla ha sido obligada a emigrar. Otros periodistas han decidido quedarse y lidiar con la represión a la que son sometidos continuamente. Es una decisión que merece mucho respeto.  

En todas partes del mundo el modelo de la financiación de los medios está en crisis. En Cuba, además, hay un discurso oficial de que los medios y periodistas independientes son “subversivos” y “mercenarios” porque cuentan con financiación alternativa. ¿Cómo negocias tú en este contexto extremadamente polarizado y politizado? ¿Cuáles son tus estrategias para navegar dentro de él?

Sobre el tema del financiamiento, yo no negocio nada. Creo que uno tiene derecho a acceder al mismo financiamiento al que acceden las personas en el resto del mundo. Eso no es algo que yo haya inventado, está legislado internacionalmente: es un derecho de las organizaciones no-gubernamentales, de los medios, tener acceso a financiamiento internacional, y se acabó. Para mí eso no es ningún problema, siempre que el financiamiento no incida sobre mi agenda, sobre mis posiciones, algo que hasta el momento nunca me ha pasado.

Yo no sé de ningún financista que haya presionado a un director para que ese director me presione a mí con lo que yo escribo. Al contrario: nunca he sentido más libertad que en el periodismo independiente. Esa es mi experiencia. Nunca me han censurado nada. Nadie me ha dicho: “Esto no lo voy a publicar”. Cuando hubo un trabajo (me pasó una vez) que no quiso publicar un texto, pues lo llevé para otro medio y lo publiqué sin ningún tipo de problema. Nadie se puso bravo. Nadie se molestó. 

Esa es mi experiencia con el financiamiento. En primer lugar, es un derecho; en segundo lugar, el Gobierno cubano, que le niega a los medios la posibilidad de existir legalmente y de acceder legalmente a los financiamientos, no me puede poner ningún tipo de condiciones respecto al financiamiento al que yo accedo. 

Y por otra parte, a lo que se accede en Cuba es a fondos de gobierno, fondos que proceden de los impuestos de los ciudadanos. No estamos hablando de dinero del Chapo Guzmán ni de los diamantes de sangre de África ni nada por el estilo. 

Esta es una discusión a la que yo no le doy el valor que quiere el Gobierno cubano. Yo accedo al financiamiento que sea necesario para hacer mi trabajo, en tanto ese financiamiento no condicione, ni trate de intervenir, en mi libertad como periodista.

¿Has sido arrestado, molestado, amenazado o difamado? 

Nunca fui detenido por hacer periodismo. También porque el periodismo que hago es sobre todo de análisis, trabajo con datos, de opinión. No tenía que hacer mucho reporteo en la calle como para que me cogieran yendo a hacer entrevistas a personas y esas cosas. También salí de Cuba bastante rápido, después de que tuve el problema. 

Molestado, sí. He sido amenazado en las redes, me han dicho que no puedo regresar a Cuba. Difamado, también. En Camagüey me han dicho de todo, desde “mercenario” hasta que yo justifico una invasión a Cuba, que algún día voy a desembarcar armado, y cosas así.  

Hace poco, Humberto López mencionó mi nombre en el Noticiero y dijo que yo era un periodista “dependiente”. Después, en el programa Palabra precisa, Lázaro Manuel Alonso dijo que yo era “tristemente célebre”, que usaba un lenguaje soez y que era un incitador profesional de actos violentos, algo que jamás en la vida he hecho, porque apuesto por la lucha pacífica.

Esas han sido las experiencias que he tenido con la represión, más el acoso de la Seguridad del Estado que te mencioné anteriormente.

Hasta la fecha ¿cuál ha sido el impacto del auge del nuevo periodismo independiente digital en Cuba? 

Yo creo que es mucho. Ha tenido impacto en la visibilización de otras causas. Por ejemplo, el tema del empoderamiento que han tenido otros activismos y movimientos sociales, hay que verlo de la mano del trabajo que ha hecho el periodismo. No quiero decir que uno sea resultado del otro, sino que se han acompañado. Y eso ha tenido un impacto. En un artículo científico, he podido demostrar la incidencia de la agenda planteada por el periodismo independiente en la agenda de los medios oficiales. Ha habido momentos y temas específicos en los que el periodismo independiente ha precisado a los medios oficiales, los ha puesto a responder.

¿Podrías dar algunos ejemplos específicos?

Te voy a hablar de algunos de los que toco en ese artículo, que va a salir publicado en la revista Global Media Journal de México. Por ejemplo, el caso de José Daniel Ferrer, cuando lo detuvieron y le hicieron juicio. Los medios independientes llevaban semanas denunciando lo que había pasado, y cuando el caso llegó al Parlamento Europeo, un mes y tanto después, se desató aquella campaña en los medios oficiales: que a Ferrer lo estaban acusando como a un delincuente común, porque había secuestrado y golpeado a una persona… Y al final lo pusieron en libertad.

Por esas mismas fechas estuvo el caso de la muerte de la niña Paloma. Los medios oficiales no habían dicho nada, y cuando los medios independientes empezaron a levantar el perfil, cuando la madre salió hablando lo que había pasado con la vacuna, a los tres días respondieron.

También pasó a finales de 2019, con el tema del cambio de moneda. Cibercuba sacó un trabajo de Carlos Cabrera donde decía que iba a ser a principios de año, e incluso hablaba de una tasa de cambio de 1 x 50, y salió en el Granma el ministro de Economía a desmentirlo.

En el periodo que yo analicé, que fue de octubre a diciembre de 2019, encontré 16 casos en los que los medios oficiales salieron a responder a los medios independientes, que les habían puesto el tema en la agenda. Pero si analizamos lo que ha pasado últimamente, creo que esto ha aumentado con la sección de Humberto López en el noticiero, con Las Razones de Cuba, donde contantemente están tratando de desmentir o imponer otra matriz de opinión a la que han venido marcando los medios independientes.

Y bueno, un caso paradigmático de los últimos tiempos fue San Isidro. La huelga de los acuartelados en San Isidro, y después el 27 de noviembre. Trataron, lo aguantaron, pero no pudieron pasarlo por alto y tuvieron que salir a responder.

Ya sea para negar, ya sea para criticar, para lo que sea: los han puesto a responder y se han visto obligados, aun dando la versión tergiversada y politizada, a sacar temas que en otro momento hubieran pasado inadvertidos y que una parte considerable del pueblo de Cuba ni siquiera se hubiera enterado de que existían. 

¿El periodismo independiente tiene futuro en la Isla? 

Yo creo que sí. Tiene y lo va a tener. Ya no hay vuelta atrás con el periodismo independiente. A pesar de toda la censura que se está viviendo; a pesar de que cada día hacen que más gente se vaya del país. Ya eso no tiene vuelta atrás. Ya la gente sabe hacer periodismo independiente y la sociedad quiere que haya periodismo independiente. 

Entonces, ¿futuro? Sí. Con dictadura, sin dictadura, el periodismo independiente va a seguir. Es algo que ya no se va a erradicar. Si no lo erradicaron en 2003 con aquella espantosa Primavera Negra que fue un golpe tremendo, no creo que lo vayan a erradicar ahora, sobre todo porque Internet lo hace mucho más factible, y las propias lógicas trasnacionales que están funcionando permiten hacer periodismo incluso con una parte importante de los equipos fuera del país.

¿Y qué se debe cambiar para que tenga más o mejores posibilidades de existencia y de éxito?

Lo primero es que no se puede hablar de periodismo independiente en singular. Hay muchos medios, muchos enfoques, muchas formas de hacer periodismo, unas mejores y otras peores… Perdón: peores no. Unas más profesionalizadas, otras con más problemas. Pero también hay muchos tipos de público. Y lo que nos pudiera parecer, a nivel normativo, como el mejor periodismo, a veces no es lo que consume determinado público, que necesita tener acceso a otro tipo de noticia tal vez más “soft”, o presentada de otra manera. 

Entonces, yo creo que hay que seguir haciendo periodismo para los públicos que uno tiene; seguir diversificando aún más el ecosistema mediático independiente cubano, seguir cubriendo nichos. Hay que seguir haciendo un periodismo más serio, más frontal, más comprometido con la verdad. Y seguir diversificándonos en términos económicos, con el acceso a más fuentes de financiamiento. Crecer más como medios.

Lo que hay que hacer es seguir trabajando, y sobre la marcha se van solucionando las cosas. Algunos medios se fortalecerán. Otros desaparecerán. Esa es la dinámica en un sistema libre, ¿no? El propio devenir va puliendo, da paso a medios más fortalecidos, más profesionales, que serán los que subsistan; o a aquellos medios seguidos por un determinado tipo de público, más “soft”, aunque a veces no sea necesariamente el mejor periodismo. 

Pero, como te decía, la sociedad es diversa; por tanto, tiene que haber medios diversos.

¿Qué sabes de la historia del periodismo independiente cubano antes del nuevo movimiento digital actual? ¿Quiénes fueron los pioneros del periodismo independiente en Cuba? ¿Te identificas con esta historia como parte de tu propia historia profesional?

Bueno, la historia del periodismo independiente anterior a los 2000, y sobre todo a la segunda década del siglo (2010-2020), con el desarrollo de Internet, he venido a conocerlo un poco gracias a mi propio trabajo como investigador, que me ha llevado a algunos artículos y documentos valiosos, como la tesis de Sarah Beaulieu —“Política cultural y periodismo en Cuba: trayectorias cruzadas de la prensa oficial y de los medios independientes (1956-2013)”—, quien hace un recorrido, un rescate de este surgimiento del periodismo independiente a finales de los 80 y principios de los 90, con publicaciones de tipo samizdat, como las de Europa del Este, y con agencias de prensa que fundamentalmente reportaban hacia medios extranjeros, en los cuales se publicaba. Está el caso de Hablemos Press y algunos nombres importantes como Raúl Rivero.

Y sí, he podido conocer un poco de este movimiento que, incluso en las condiciones tecnológicas de aquella época, sin Internet, logró tener un vigor considerable.

Tú mismo lo dices en uno de tus textos: una parte eran profesionales —el caso de Reinaldo Escobar, por ejemplo— que ejercieron en medios oficiales de primera línea, y que se fueron desencantando… Mientras que otros eran más bien activistas que empezaron a reportar para estas agencias de prensa: un movimiento que tenía bastante fuerza y que lamentablemente en la Primavera Negra de 2003 sufrió un golpe durísimo, pero que no logró eliminarlo del todo. 

Yo, como periodista independiente, por supuesto que me siento identificado con ese movimiento, con ese grupo de personas. De hecho, creo que no se puede entender lo que tenemos hoy sin ver lo que ellos hicieron antes. Mucho de lo que tenemos hoy también hay que agradecérselo a esas personas que trabajaron en unas condiciones de represión mucho más fuertes que las que hoy sufrimos nosotros. Algunos fueron a la cárcel por hacer periodismo; eran víctimas de atropellos y de abusos sin que existieran, como existen hoy, movimientos para visibilizarlos en las redes. 

Y bueno, de esa época tenemos medios que todavía existen, como Cubanet, que se funda en 1994. Después, Cubaencuentro. Y quedaron ejemplos de buen trabajo en el ámbito del periodismo y en el ámbito del trabajo cultural, como la revista Encuentro, que fue muy importante y muy valiosa, y que nucleó a una parte considerable de la intelectualidad cubana, de la isla y del exilio. Creo que es una historia que no se puede soslayar. Hay que conocerla todavía más y, sobre todo, entender el vínculo natural que existe entre aquellas personas y los que llegamos un poco después. Aun cuando algunos de nosotros ni siquiera lo conozcamos, de cierta forma somos deudores del camino que ellos abrieron.




Karla Pérez<b>“Muchos de nosotros</b> hacemos <b>periodismo</b> y a la par hacemos <b>activismo</b>. Uno lo que tiene es que <b>diferenciar los roles</b>, y sobre todo ser <b>consecuente</b> con la <b>ética</b> de la profesión. <b>Yo no voy a mentir</b>. Sea cual sea la causa que defienda, <b>mi compromiso es con la verdad, no con un partido político, no con una causa”</b>.

¿Quién es Karla Pérez y por qué el gobierno cubano le prohíbe regresar?

Ted A. Henken

Karla Pérez (Cienfuegos, 1998), a quien el gobierno cubano prohibió regresar a su país el 18 de marzo, tiene 22 años de edad y es graduada de Periodismo por la Universidad Latina de Costa Rica. La prohibición de regreso ocurre casi cuatro años después de su expulsión, por razones políticas, de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.