La capitulación de Artsaj y el sombrío futuro de Armenia

Movimientos de tropas azerbaiyanas previos a la invasión. (Imagen: Ministerio de Defensa de Artsaj.)


El 20 de septiembre las fuerzas de la República de Artsaj se rindieron ante el ejército azerbaiyano, después de veintitrés horas de bombardeos y avance militar.

Con casi dos quintos de las fuerzas de Artsaj destruidas en un solo día, cientos de miles de personas están en peligro de ser desplazadas, incluidos los armenios y rusos en estampida, aglomerados en el aeropuerto de la capital Stepanakert mientras las fuerzas azerbaiyanas continúan acercándose a la ciudad.

La comunidad internacional, sobre la cual los intereses turcos y el petróleo azerbaiyano imponen el control geopolítico, hasta ahora solo ha hecho débiles condenas a Azerbaiyán y unas huecas palabras de consuelo al pueblo armenio.

Hoy ya han comenzado los crímenes de militares contra civiles inocentes. Falta la electricidad y el acceso a internet se ha hecho muy limitado. Las especulaciones son desalentadoras: arrestos masivos de la población masculina mayor de 14 años, ametrallamientos de viviendas y violación de mujeres.

Los orígenes de la lucha por Nagorno-Karabaj son amargos y conflictivos. Casi un siglo atrás, en 1921, el territorio en disputa había sido adjudicado a Azerbaiyán por el emergente poder soviético. Este conflicto es, por tanto, uno de los tantos legados nefastos de la antigua Unión Soviética.

En 1994, Armenia se apoderó de Nagorno-Karabaj, una región con mayoría étnica armenia, pero con una significativa minoría azerí o azerbaiyana. Los armenios procedieron entonces a desplazar a cientos de miles de ciudadanos azerbaiyanos, con crímenes de guerra y atrocidades atribuidos a ambos bandos en aquel momento.

Desde entonces, la República de Artsaj, creada a partir de territorios ocupados por Armenia, quedó en control de facto de la región, hasta una breve guerra en 2020 que permitió que Azerbaiyán recuperase el territorio, dejando completamente cercada la región de Artsaj.

En dicho conflicto armado, el ejército azerbaiyano fue pionero mundial en un tipo de guerra centrada en la artillería pesada y los drones, tal como se podría ver después en la guerra en Ucrania, la cual continúa hasta el día de hoy.

Tras la caída del comunismo soviético, Armenia se convirtió en una democracia bastante defectuosa, con una interferencia rusa rampante en prácticamente todos los niveles de la sociedad.

Al igual que Ucrania antes de la Revolución de la Dignidad, Armenia fue arrastrada, por el resurgimiento del “russkiy mir” o “mundo ruso” (si bien “mir” también significa “paz” en ruso, como una suerte de pax rusa reminiscente de la pax mongólica o pax romana), hacia la falsa impresión de que, al sacrificar su autonomía internacional, protegería mejor sus intereses regionales.

Por otro lado, Azerbaiyán se ha convertido en su propia “pequeña Rusia”. Se trata de una dictadura de Estado rentista, donde su líder, Ilham Aliyev, un déspota sin lugar a dudas, nombró él mismo a su esposa como vicepresidenta de la nación.

Las elecciones fraudulentas y la brutal represión de los disidentes políticos ya forman parte de la historia de Azerbaiyán, pero gracias a los estrechos lazos identitarios, políticos y militares con Turquía, el país ha disfrutado de una política exterior de impunidad, a pesar de que su política interna refleja la de cualquier estado paria. En la práctica, sancionar a Azerbaiyán sería equivalente a desatar una crisis con Turquía, y ni Rusia ni Occidente están dispuestos a pagar tan alto precio.


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El corredor de Lachin, bloqueado por Azerbaiyán durante 9 meses.

Desde 2020, la única conexión de Artsaj con Armenia ha sido el corredor de Lachin, donde los llamados pacificadores rusos, en la práctica, tenían la tarea de garantizar el tránsito de cualquier ayuda humanitaria.

Desde febrero de 2022, con el estallido de la guerra en Ucrania por la agresión de Rusia, y con las cuantiosas pérdidas que dicha guerra ha provocado a Moscú, la influencia de Rusia en la región se ha debilitado, y muchos “pacificadores” han sido transferidos a combatir en Ucrania como soldados, dejando muy vulnerable el corredor de Lachin.

Hace nueve meses, Azerbaiyán impuso un bloqueo a los territorios de Artsaj, cerrando los cruces de carreteras a través del corredor de Lachin. Esto dio inicio al largo y angustioso sitio de los ciudadanos de Artsaj, mediante el hambre y los enfrentamientos esporádicos.


Fuerzas de paz rusas marchando en el aeródromo de Stepanakert. La pista está llena de fuerzas rusas que huyen y civiles desesperados. (Imagen: Ministerio de Defensa ruso.)


Finalmente, el 19 de septiembre Azerbaiyán atacó las posiciones del Ejército de Defensa de Artsaj. El uso de misiles israelíes, y un abrumador fuego de artillería por parte de Azerbaiyán, superó del todo a las fuerzas de Artsaj.

Ni el gobierno armenio ni el ruso intervinieron. De hecho, Armenia declaró que no había fuerzas de su país presentes en el enclave. Por su parte, los “pacificadores rusos”, después de ser bombardeados por los azerbaiyanos, se retiraron al aeropuerto de Stepanakert sin entablar combate.

Poco después de la caída de las líneas del frente de Artsaj y del presunto avance sin obstáculos de las fuerzas azerbaiyanas, las fuerzas armadas de Artsaj se rindieron. Aunque Rusia ha afirmado estar trabajando como intermediario en unas presuntas conversaciones de paz, su posición relativamente débil en la región, sumada a las demandas de Azerbaiyán sobre el futuro de Artsaj (las cuales implicarían una virtual anexión de Artsaj a Azerbaiyán), indican que la rendición de Artsaj probablemente ha sido incondicional.

Durante el asalto aéreo y terrestre a Artsaj, los azerbaiyanos levantaron el bloqueo del corredor de Lachin. Esto hizo que miles de armenios étnicos huyeran de la capital. A medida que las declaraciones de Bakú ya comienzan a borrar toda esperanza de una negociación con Armenia, es probable que la estrategia azerbaiyana se centre en hacer imposible la vida para los ciudadanos armenios en Nagorno-Karabaj. Así, en definitiva, los obligaría a abandonar ese territorio a través del corredor de Lachin.

Estas acciones, tal como las definió en 1994 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, constituyen definitivamente “limpieza étnica” e incluso “genocidio”.


El fracaso del OTSC y la traición a Armenia

Conversaciones entre Ilham Aliyev y Vladimir Putin en vísperas de la invasión de Ucrania. (Imagen: Kremlin.)

Como era de esperar, la Federación Rusa traicionó a Armenia. Bajo la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC: una contraparte de la OTAN, pero concebida por Vladimir Putin para proteger los intereses de Moscú), Rusia habría estado obligada a defender el territorio de Armenia, pero se negó a hacerlo.

Incluso bajo las obligaciones de estatus como “pacificadores”, Rusia debió proteger a Nagorno-Karabaj de los azerbaiyanos. Podría argumentarse que la falta de respuesta rusa se debe al fracaso de sus fuerzas armadas en Ucrania, pero la traición de Rusia también tuvo lugar en 2020, cuando Azerbaiyán había atacado el territorio armenio.

Resulta preocupante la reunión que tuvo lugar entre Ilham Aliyev y Vladimir Putin en vísperas de la invasión rusa a Ucrania en 2022, cuando, presumiblemente convencidos de una rápida toma de Kyiv por parte de Rusia, en aquel entonces Putin y Aliyev se apuraron a “elevar las relaciones de sus dos naciones al estatus de una alianza”.

Desde el error de cálculo ruso en Ucrania, Azerbaiyán ha financiado muchos equipos militares enviados a Ucrania para repeler a los rusos. Esta postura los ha protegido de la condena de Occidente por las acciones azerbaiyanas en Armenia.

Dado que Armenia sigue siendo una aliada rusa solo de nombre, muchos activistas pro-ucranianos consideran a Armenia cómplice e incluso aplauden la “liberación” de Artsaj por parte de Azerbaiyán, ya que esta región era el último resquicio armenio dentro de un territorio internacionalmente reconocido como azerí.

Sin embargo, las acciones de Azerbaiyán no podrían estar más alejadas del intento ucraniano de recuperar sus territorios ocupados por Rusia, puesto que, hasta el 24 de febrero de 2022, Ucrania no había usado la fuerza militar para intentar la liberación de Donetsk, Luhansk y Crimea. Bajo todos los gobiernos ucranianos desde el año 2014, esa nación ha estado comprometida con el diálogo y la resolución del conflicto a través de la mediación internacional, una vía que Rusia finalmente dinamitó.

Los esfuerzos militares de Ucrania para reclamar, por ejemplo, a Crimea (completamente ocupada por los rusos) nunca podrán interpretarse como los de un ejército agresor, mientras que Azerbaiyán sí ha lanzado, desde 2020 hasta hoy, dos invasiones a gran escala en los territorios ocupados por Armenia.


El giro de Armenia hacia Occidente


Fuerzas armenias entrenando con fuerzas estadounidenses como parte del Eagle Partner 2023. (Imagen: Andrew Mendoza.)

Bajo la administración de Nikol Pashinyan, desde 2018 Armenia se ha alejado rápidamente de la esfera de influencia rusa, buscando alinearse con las potencias occidentales para proteger sus intereses como nación.

Hasta cierto punto, este giro armenio ha tenido un éxito moderado: tropas estadounidenses estaban en Armenia el día de la invasión azerbaiyana, en un ejercicio de entrenamiento conjunto, y de inmediato el Departamento de Estado norteamericano condenó por todos sus canales el uso de la fuerza militar por parte de Azerbaiyán. Asimismo, el lobby armenio en Washington ha surtido un gran efecto en la opinión pública de EE.UU., inclinando la balanza política dentro de ese país a favor de Armenia.

La alianza de Azerbaiyán con Turquía hace que las perspectivas de ayuda o incluso de sanciones internacionales sean muy escasas, ya que Turquía es un miembro estratégico de la OTAN. Y Turquía ha dejado más que claro su posición al respecto de las relaciones azerí-armenias: ninguna nación puede intervenir en Artsaj en detrimento de Azerbaiyán.

La decisión de la Unión Europea de bombear gas azerbaiyano para compensar la pérdida de energía rusa también ha complicado el escenario actual, generando acusaciones de sostener una postura hipócrita por su firme apoyo a Ucrania, por un lado, mientras que, por el otro lado, la UE no está ofreciendo ayuda alguna a Armenia.

Otros dos actores importantes también han obstaculizado los esfuerzos diplomáticos de Armenia: Israel e Irán. Israel, partidario de Azerbaiyán, ha suministrado avanzados drones y misiles al ejército del azerí Ilham Aliyev, mientras que se sigue negando a hacer lo mismo por Ucrania tras más de un año de la invasión rusa.


Mapa del corredor Zangezur en la frontera entre Irán y Azerbaiyán.

El único aliado de Armenia, dada la coyuntura geográfica, sería Irán. Paradójicamente, Azerbaiyán e Irán son rivales geopolíticos. Pero, como el exclave azerbaiyano de Najicheván limita con Turquía, si Azerbaiyán invadiera y clausurara el corredor armenio de Zangezur, entonces Azerbaiyán como un todo (y no solo Najicheván) terminaría teniendo una frontera con Turquía.

Semejante escenario sería una pesadilla para la seguridad nacional de Irán, dado que, de ocurrir un conflicto entre Irán y Azerbaiyán, el ejército turco tendría entonces acceso a todo lo largo de la frontera de Azerbaiyán con Irán.

Como resultado, los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní se han comprometido a intervenir si Azerbaiyán comprometiese la estabilidad del corredor armenio de Zangezur. Sin embargo, tras la reciente entrada de Azerbaiyán en Artsaj, todavía Irán no ha ejecutado medida alguna para defender a su aliado coyuntural.


Perspectivas sombrías


El futuro de Armenia es increíblemente sombrío. La OTSC está muerta de facto, dada su inacción al respecto desde la guerra de 2020. Una inacción que los armenios han acusado de ser en realidad una traición. Por su parte, la OTAN está limitada por las necesidades energéticas de la U.E. y la significación de Turquía en el contexto actual.

Nada se interpone en el camino de la limpieza étnica por parte de Azerbaiyán. Interminables filas de ciudadanos armenios tratan de abandonar la región a través del corredor de Lachin. Si bien se ha responsabilizado a Armenia por la expulsión de las minorías azeríes en la primera guerra de Nagorno-Karabaj, lo cierto es que la región entonces era mayoritariamente armenia y todavía lo sigue siendo hoy. Nada de lo que diga o haga el gobierno de Azerbaiyán absolverá el crimen inenarrable de cometer limpieza étnica contra los armenios de Artsaj.

Si Armenia se hubiera alineado más estrechamente con Occidente años atrás, Azerbaiyán podría haberse visto obligado a utilizar la presión diplomática y no la fuerza militar. Así, podría haberse alcanzado a tiempo un acuerdo negociado para la devolución por parte de Armenia del territorio internacionalmente reconocido de Azerbaiyán, sin llegar al peligro de una purga contra la población étnica armenia.

La traición de Rusia, así como su debilidad posterior, fortalecieron al dictador de Azerbaiyán. Esto, sumado ahora a la invasión militar azerí, ha dejado a Armenia con casi ningún margen en la mesa de negociaciones sobre el destino de su población en Artsaj.

El rol de Artsaj en la región ha terminado. Hay poca esperanza para los miles de armenios atrapados en el aeropuerto de Stepanakert. La pregunta es si Azerbaiyán se atreverá a atacar en un futuro el territorio nacional de Armenia, para cerrar de una vez el corredor de Zangezur y tal vez hasta anexarse completamente al país armenio, el cual no parece contar ya con aliados en el planeta.

Para muchos armenios, la pregunta trágica no es si Azerbaiyán se decidirá o no a hacerlo, sino cuándo lo hará.





Sebastián López es el autor de la página World Affairs International.




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