La casa



A la casa perdida donde cuelga nuestra foto
la arrastra tu cuerpo
desde que la distancia incendiaria de mirarnos
me obligó a partir contra todos los ayeres.

Todavía me paro a verte en la vereda
y los recuerdos te dibujan fumando en la ventana
como fumo yo… por la ventana
las paredes de la casa fantasean con el color
la puerta ahora es otra
pero tu figura aún fuma en una ventana
y es suficiente para llamarlo hogar

*

La huida fue incierta y lo sigue siendo
la noche vuelve y no puedo pararla
todavía busco un lugar para que los sueños
atrapen toda esta oscuridad

[no hay nada más doloroso
que ver a una madre
ahogarse en destellos de memoria
en las gotas que recorren
su mejilla ahuecada]

Yo estoy vivo porque tus manos tocan mi sueño
y condenado a repetirme hasta el cansancio.
A que el dolor se entierre en recuerdos
para que la imaginación olvide la locura.

Cuando te perdió el pasado
a mí me pasó lo mismo.
Y saber que siempre estás lejos
es saber que siempre me falta,
que mis poemas nunca son seguros
porque existe un había
que no me deja mirar
el camino que no fue.

A la luz que nunca tuve
la echo de menos como si hubiese
habitado el corazón.

Si mirarme te recuerda al parto.
por favor.
que tus ojos iluminen otros cuerpos.
El mío tiene
                    un rostro roto

*

Quise escribir para olvidar y ahora la ficción
te dibuja en cada esquina de mi ciudad
y cada cigarrillo me acerca a tu boca
como si ese humo pudiera acercarme a la nada,
al recuerdo que oculta
el vacío que arde en todos los rincones del cuerpo
para que recordarte signifique haber estado vivo.

[acércate a la ventana,
los dos vemos el mismo jardín]

Yo te di mi cuerpo en deuda por la vida
y, si un cariño es suficiente para calmar
el fuego que se escapa de tus ojos,
los besaría cada mañana
hasta que el sol se apague.
Cargar con tanta luz, mata.

*

El deseo me obliga a borrarme
para que llamar al dolor sea
                                                           distinto.

Me oculto bajo tu sombra
y el mundo se cierra a la vista.
Un océano anaranjado que me aterra,
la luna es un presagio de violencia.

El cuerpo se arrastra,
con cada movimiento se clava astillas
de una pinotea vieja que representa
la muerte amarga de su alma.
El mañana es una mirada bifurcada por la noche
hasta volverse imperceptible.

Miro la esquina del cuarto.
Oscura, húmeda,
en ese negro vacío
hay más vacío negro.
La oscuridad me mira y sonríe,
abraza en escalofríos
una vela que está a punto de apagarse.

Sin luz, el espíritu también se desvanece.
Sin luz, lo humano me aterra.
El silencio es una melodía
que hace temblar mis huesos de muerte.
Un zumbido que tiene dentro,
un zumbido que tiene dentro,
un zumbido que tiene dentro.
Un zumbido.




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Juan Lix Klett (Tucumán, 2005). Poeta y editor. Forma parte del sello editorial Aguacero Ediciones. Actualmente trabaja en su primer libro.




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La distancia entre el martirio y lo ameno

Jorge Olivera Castillo

Otra vez las notas del himno patrio / acompañando los rudos afanes / del déspota con sus sumisos clanes / de guerreros.








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