“El opio es el mejor desayuno para no sentir el impulso de llorar por la luz que no ha llegado”.

“El opio es el mejor desayuno para no sentir el impulso de llorar por la luz que no ha llegado”.
“Si no vienes a jugar, no me dices quién te mandó, y ni siquiera me das tu verdadero nombre, mejor te vas”.
El asesino de mi sombra tocó a la puerta. / Lo acompañaban dos fantasmas. / Venían de un bosque de panteras. / Dejaron los caballos japoneses en el jardín.
Oscar Grandío Moráguez es historiador y politólogo. Autor, entre otros, del libro, ‘Mejor no me callo. Notas ante una transición en Cuba’ (Hypermedia, 2024).
“Puede que no nos dirijamos hacia un colapso general, sino hacia una época tan horriblemente estable como los imperios esclavistas de la antigüedad”.
No estoy incitando al pueblo hastiado de tanta miseria a armarse. Aunque, pensándolo bien, ¿y si cada cubano se construyera una…?
La locura es un territorio al que han sido desterrados millones de seres divergentes del constructo cultural conocido como “normalidad”.
Ya mi país-hogar, tal como lo recordaba, se esfumó. También emigré, aunque mi cuerpo permanezca.
No hay peor astilla que la del mismo garrote. Y después se preguntan por qué las campanas han doblado por Trump.
Este lunes 5 de junio, si después de la Revolución quedaron lunes y cincos y junios, tú también podrás verlos ahora. Los que antes fueron. Con sombreros de yarey y guayaberas impolutas. Lo que fueron antes.
Puedo esgrimir un argumento a favor de la pertinencia de Sherlock Holmes aquí y ahora. No existe, a mi entender, otro personaje literario con su estatura mítica y su proyección internacional que haya encarnado con tanta coherencia los ideales del liberalismo, siempre válidos, oportunos y defendibles frente a la barbarie totalitaria.
Antonio José Ponte ha alertado sobre el tono cabrón y zorruno con que la oficialidad cubana ha distinguido el deceso del poeta villaclareño Sigfredo Ariel, coincidiendo otra pérdida más con las festividades infaustas del 26 de julio, no ordenadas esta vez ni en La Habana ni en Santiago.
La ONU exige un alto al fuego inmediato en Gaza mientras el número de muertos supera los 10 000, entre ellos más de 4000 niños.
Nicaragua se encamina hacia la dictadura mientras el presidente Ortega y la vicepresidenta Murillo aprietan el cerco, subvirtiendo la democracia con la economía bendecida por el FMI.
La frontera estadounidense registra un aumento de migrantes procedentes de Asia y África, triplicándose las detenciones a medida que se expanden las redes mundiales de contrabando.
Israel se enfrenta a la presión mundial para lograr un alto al fuego en Gaza en medio del creciente número de víctimas civiles.
Los cargos incluyen agresión a agentes, entrada violenta en el Capitolio y otros delitos graves.
Estonia se prepara para el mayor ejercicio militar de su historia, “Ussisõnad”, movilizando a 10 000 reservistas. Los países vecinos refuerzan sus defensas cerca de la frontera con Bielorrusia.
Los mandos militares de Níger, con apoyo del grupo paramilitar Wagner, exigen la salida de los diplomáticos franceses antes del 28 de julio o se enfrentan a la toma de las bases y la embajada.
“Muchas veces el ‘statement’ yace sentado a la larga sombra de la propuesta artística, o traducido en letras, queda formulado como una suerte de muletilla a la que acudir cuando la propia obra queda muda”.
Conocí a Raúl Cordero en La Habana a mediados de los años noventa, pues viví por un tiempo frente a su apartamento en la Avenida de los Presidentes. Su personalidad y su arte me cautivaron inmediatamente. Vivía como le daba la gana, pintaba cuando quería, escuchaba buena música, sabía mucho de todas las artes y jugaba al tenis, como yo.
Es posible que en el futuro sea Intemperie, de Daniela Del Riego, uno de los pocos documentos artísticos de tan particular acontecimiento. Es posible que nuestra débil memoria olvide el parque wifi ante la avalancha de información que ofrecen los medios, y ante los cambios sociales y culturales que están por venir.