CRISPR es una tecnología de edición genética que permite cortar y modificar el ADN de manera precisa y eficiente.

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“Odette es una relatora del tiempo y, como tal, lo que cuenta incide en la vida de los demás, no como coincidencia; más bien como incisiva descripción”.
Siempre quise tener pareja y vivir tranquila sin salir de la casa viendo películas y leyendo pero tengo un problema de compatibilidad.
Una mujer rebelde que usó las palabras como arma de liberación, en tanto arrastró con pesar la vida que había sido pensada para ella, su gran cruz.
En el poderío de la desnudez no sólo existe esa sinceridad acogedora, sino también el hilo del deseo, la hebra recóndita de la que uno tiraría de forma distinta.
Susan Eckstein sabe que, en un terreno clientelista, donde su peregrinación política ha cumplido función, no enfrentará la más velada crítica, sino que será alabada y aplaudida.
En Nochebuena, las familias migrantes se reunieron en un refugio de Texas, compartiendo desgarradoras historias de huida y esperanzas de asilo en Estados Unidos.
La alianza militar, de facto, entre Rusia y China ya representa un cambio significativo en la dinámica del poder mundial.
En esta novela el espacio envuelve la historia y todo ocurre en ese espacio.
La caravana, compuesta principalmente por migrantes de Cuba, Haití y Honduras, es una respuesta directa a las acciones de las fuerzas de seguridad mexicanas en Tapachula.
Julio Hernández Cordón nació en Estados Unidos en 1975, de padre mexicano y madre guatemalteca. Siempre ha sido un referente para mí, una fuerza infinita para poder hacer cine, aunque no tengas ni un peso. Su obra es difícil de catalogar, pero lo que nadie puede negar es que en sus imágenes hay una bomba tremenda.
En À la recherche du temps perdu, un “Ya me duermo” o un “Buenos días” son literatura, sin que para ello tengamos que percibir el resonar del artefacto literario. Proust transforma las estructuras sintácticas sin hacer ruido, las tapiza con el mismo corcho que cubría las paredes de su cuarto.
He continuado denunciando el castigo ilegal del gobierno cubano a los profesionales, condenados a ocho años de separación familiar; así como el trabajo esclavista en las misiones médicas.
Conocí a Raúl Cordero en La Habana a mediados de los años noventa, pues viví por un tiempo frente a su apartamento en la Avenida de los Presidentes. Su personalidad y su arte me cautivaron inmediatamente. Vivía como le daba la gana, pintaba cuando quería, escuchaba buena música, sabía mucho de todas las artes y jugaba al tenis, como yo.